viernes, 28 de marzo de 2014

Un caso especial

Gustavito Rodríguez parecía sordo. Nunca contestaba cuando se le hablaba. Desde chico fue así. Pero estas cosas no son del todo valoradas cuando la familia es muy grande y la atención se reparte entre ocho hermanitos.
La cuestión es que cuando entró en primer grado, la maestra llamó a Macedonio y Elvira Rodríguez al colegio, y les explicó que, según su opinión, Gustavito tenía algún problema auditivo y que sería bueno hacer una consulta médica.
-¡Pero al tractor lo escucha clarito!- Protestó Macedonio, al que los médicos daban pavura y se jactaba de no haber pisado jamás un consultorio, hasta que Elvira tuvo que tener su primer hijo.
-¿Cómo que al tractor lo escucha?- Preguntó la maestra.
-¡Mas vale! En cuanto pongo en marcha el tractor, Gustavito se viene para el galpón a pedirme que lo lleve conmigo ¡Y hasta sabe si el motor está fallando o no!-
-¡Bueno! Dijo la esforzada maestra -¡Como quieran! Pero es una lástima porque el chico es inteligente y se va a atrasar mucho-
La mención sobre la capacidad del hijo, fue el mejor estímulo para los Rodríguez. A la semana siguiente se presentaron en el consultorio del Dr. Bermudez en Ayacucho.
El galeno estudió detenidamente el caso y le hizo un montón de pruebas a Gustavito. El asunto le llamó la atención, porque el chico no parecía tener un problema físico. Pero no respondía. En un momento Bermudez pidió a los padres que se retiraran y quedó a solas con Gustavito. A los quince minutos los hizo pasar nuevamente y les dijo que pensaba que lo mejor era ver un psicólogo, porque no entendía que estaba pasando con su muchacho.
Esa noche, ya de vuelta en casa, Macedonio lo agarró aparte a Gustavito y muy intrigado, se le puso cara a cara y hablándole muy claro le preguntó: -¿Qué pasó en lo del doctor cuando nos hizo salir para afuera?- Y Gustavito, que en realidad no tenía nada de sordo, le contestó avergonzado: -Primero me dijo si me estaba haciendo el loco y después, se me puso cerquita de la oreja y me preguntaba cada vez mas fuerte… ¿Cómo te llamas? ¿Cómo te llamás? ¿Cómo te llamás?-
-¿Y por qué no le contestaste?- Preguntó Macedonio, ya entrando en calor con todo el asunto de la sordera.
-¡Porque no me gusta que me griten!-
-¡Ah! ¿No te gusta que te griten? ¡Yo te voy a enseñar a reírte de nosotros!- Y el acertado manejo del cinturón, tuvo la virtud de aclarar milagrosamente los oídos de Gustavito, que desde ese día oyó cada una de las consignas de la maestra, aunque se sentaba en el último banco.




jueves, 27 de marzo de 2014

Me encontré con el petiso

Ayer lo volví a ver después de casi tres años. Se ha puesto muy viejito. Camina dolorosamente y esta rengo sin remedio. Arrastra la osamenta pero se mueve. Parece que el tiempo le hubiera pegado un latigazo y después, arrepentido, le hubiera perdonado la vida. Tal vez todavía tiene alguna misión en la tierra. Será que hasta el último ser vivo es parte del movimiento del mundo. Cuando muera se lo comerán los chimangos, los caranchos, los peludos, las hormigas y los gusanos. Mientras tanto, él se mantiene con los pocos pastos que corta con los tronquitos de sus viejos dientes.
Me acerqué despacio y lo saludé:
-¿Cómo anda compañero?-
El petiso cara e´guiso, aquel caballito del que ya les hable en estas mismas páginas, se dio vuelta, e increíblemente me reconoció.
-¡Hola dotor! ¡Tanto tiempo! ¿Qué anda haciendo por acá?-
-Tengo que revisar unas vacas en este campo, así que me hice un ratito para venir a saludarte ¿Cómo estás?-
-¡Contento y tranquilo dotor! Estoy en mi lugar, puedo caminar, tengo algo para comer, veo el sol todos los días y a veces, aparece algún amigo como usté a saludarme ¿Qué mas puedo pedir?-
-¡Que bueno hermano! Que lindo estar así como vos, contento con tan poquito. Ya sabrás que los humanos somos un poco mas complicados-
-Serán mas complicados, pero tendrían que acordarse de que al final, van a terminar igual que yo, comidos por los bichos… ¡Ah! Y que no se van a llevar nada para los campos de allá arriba-
-¡Que lo tiró petiso! ¡Siempre conseguiste dejarme pensando!
El petiso se rió despacio, se dio vuelta y se fue al tranquito. Había visto que venía Corvalán con sus perros, y a esos revoltosos, con sus ladridos, ya no los aguantaba ¡Cosas de viejo!


  

Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...