jueves, 22 de mayo de 2014

La rata y el sueño

Esto pasó durante mi estancia en el Laboratorio del sueño de la Facultad de Medicina Humana, de la Universidad Autónoma de México.
El investigador Ramiro Sánchez Obrador tomó un balde de acero inoxidable reluciente, después puso dentro un cilindro de unos 3 centímetros de diámetro y 15 de altura, lo fijó, y agregó agua casi hasta el borde del cilindro.
Mientras lo hacía me iba explicando todos los detalles del trabajo.
A continuación acomodó la cámara con la que iba a registrar todo el ensayo. Por fin tomó con cuidado la ratita blanca Wistar, a la que habíamos puesto electrodos que registrarían la actividad eléctrica de algunas áreas específicas de su cerebro, y la conectó a los cables que la unían al fisiógrafo.
Puso la ratita sobre el cilindro, que semejaba una isla, y la dejó sola, cerrando la puerta de la sala de ensayos, para evitar ruidos e interferencias.
La idea era privar a la muchacha del período de sueño MOR durante un tiempo largo para estudiar el posible efecto sobre la conducta. El fundamento del trabajo es que durante el período MOR (movimientos oculares rápidos) se produce la máxima relajación muscular, lo que haría que el animalito cayera al agua despertando bruscamente.
La blanca rata se mantuvo casi tres horas atenta y vigilante, pero la falta de estímulos y movimiento, la fue haciendo caer en el sueño. El aparato de registro mostró claramente el cambio en las ondas cerebrales, que indicaba que estaba en el período de ondas lentas, y de pronto, la aguja comenzó a oscilar desordenadamente, mostrando el patrón típico de bloqueo alfa y las primeras espigas PGO. Estábamos viendo la actividad típica del sueño MOR. Nos fijamos en la cámara, justo para ver cuando la ratita caía al agua y se despertaba sobresaltada, para volver a nadar hasta la seguridad de su isla.
Toda la secuencia se empezó a repetir a intervalos cada vez menores. El animal cayó al agua muchas veces durante las primeras 24 horas. Se la notaba mal. Inquieta. La privación de sueño la había alterado. De pronto sucedió. El efecto de la falta de sueño se mostró en toda su violencia y la pobre infeliz, no teniendo en que, ni en quien descargar su irritabilidad, comenzó a morderse furiosamente los dedos de las cuatro patas y la punta de la cola, hasta hacerlos sangrar.
Habíamos llegado hasta la CAM o conducta de automutilación.
Ramiro terminó con el sufrimiento de su amiga, y la devolvió a su cajita llena de aserrín para que por fin pudiera descansar.
Aquel ensayo nunca lo pude olvidar. En estos días estuve oyendo algunos comentarios referidos a cuanto menos duermen los humanos en estos tiempos. Sobre todo en las grandes ciudades.
Ojalá que no terminemos como aquella ratita blanca.  




miércoles, 21 de mayo de 2014

¿Donde estarán esos testículos?



¿Será posible semejante misterio?
Hace varios meses que mi hijo Roberto esta encargado de hacer las castraciones de perras y gatas del pueblo, contratado por la Municipalidad.
En este tiempo, encontramos un refugio de perros salvajes en una casa abandonada a unas pocas cuadras de la veterinaria. Es una tribu de seis o siete animales, que aprovechan cuanta comida les tiran los vecinos y además, suelen depredar las bolsas de basura de todo el barrio. Nadie los puede agarrar. La verdad es que molestan, pero a tono con los nuevos tiempos, la única solución al problema es castrar machos y hembras del grupo y esperar que vayan desapareciendo solos.
En eso estamos y el trabajo tomó un nuevo impulso con una buena construcción de uno de los chicos residentes, muy acostumbrado a hacer estos inventos en el sur del país, para atrapar zorros comedores de corderos.
Anoche cayó uno de los malandras. En la recorrida de última hora, apareció un macho negro metido en la jaula. Estaba enfurecido porque se veía atrapado. Con gran trabajo lo sacamos, esquivando feroces mordiscos que tiraba sin parar. Estaba todo orinado y sucio. Tal vez llevaba algunas horas encerrado.
Pronto vimos que se trataba de un macho, así que lo trasladamos a la veterinaria para castrarlo. Lo dimos anestesia y lo atamos debajo de un árbol. Llovía despacito y pronto la fiera se fue calmando. Nos pusimos guantes para trabajarlo porque el olor que tenía era verdaderamente insoportable. Preparamos todo y, cuando por fin el animal se durmió, lo subimos a la camilla para empezar a limpiar la zona escrotal ¡Pero no había nada!
Nos miramos y largamos la carcajada ¡Tanto trabajo para esto! Nuestra primera presa ya estaba sin bolas. Pensamos que alguien hizo antes la faena y no nos avisó.

Cuando lo largamos todavía estaba medio dormido. Veremos si hoy tenemos más suerte.  

lunes, 12 de mayo de 2014

Herida de sábado por la noche

Sábado. 10 de la noche. En el Club Atlético había lotería, pero decidí quedarme en casa con los chicos porque lloviznaba y era mejor programa ver alguna película y tomar un buen trago sabatino.
De pronto, unos golpes fuertes en la puerta nos sobresaltaron. Salí a ver. Allí estaba Raúl Benítez, pálido como un azulejo, con los ojos grandotes y la gorra caída sobre la nuca.
-¡Se le salieron las tripas Spinelli!- Fue lo primero que me dijo, obviamente salteando los saludos de rigor.
-¿A quien se le salieron las tripas?-
-¡A la Rosita dotor! ¡La perra del Jefe!-
Mientras íbamos hacia la camioneta, aparecieron los dos residentes que estaban aprovechando la noche del sábado para estudiar. Cuando nos asomamos a la caja de la chata, se nos presentó un tremendo espectáculo. Rosita, una perra Collie adulta, estaba parada mirándonos. Tenía sangre desde la punta del hocico hasta la punta de la cola y en la mitad del abdomen le colgaban varias asas intestinales.
La llevamos en andas hasta la sala de operaciones y la pusimos sobre la mesa de cirugía. Estaba mal. Muy desvitalizada. Le di una dosis lo mas baja posible de anestesia y mientras se iba relajando, la dimos vuelta suavemente y la atamos a la camilla. Debía tener unos 50 cm. de intestino colgando fuera del abdomen, a través de una herida. Todo lleno de pelos, sangre y tierra. Además, el pobre animal se había mordido sus propias vísceras hasta cortarlas.
Los minutos corrían, mientras nosotros limpiamos lo mejor posible el campo. Después tuvimos que hacer una resección del tramo de intestino masticado y unir los extremos sanos del mismo.
La situación lucía mejor. Seguimos con la herida del abdomen, hasta que finalmente todo quedó cerrado y en su lugar. Aplicamos las medicinas necesarias, después la llevamos al lavadero y la bañamos prolijamente, mientras de reojo controlábamos la frecuencia respiratoria.
El pronóstico seguía siendo gravísimo, pero al ver todo más prolijo y aseado nuestro ánimo estaba en alza. Hasta que llegó el dato que faltaba. Cuando la cargamos nuevamente en la caja de la camioneta, que estaba llena de útiles y cacharros del campo, Raúl Benítez corrió un recado para hacer lugar, y allí apareció tirado ¡Un pedazo más de intestino! La tipa ya se había automutilado quitándose unos 20 cm. de tripa a mordiscones, sin que nos diéramos cuenta al descargarla en la oscuridad de la noche.
Realmente pensé que la perra no pasaba esa noche. Creo que el sentimiento fue compartido con los residentes y con Benítez.
Al acostarme, miré un angelito compañero que tengo sobre la mesa de luz y pensé ¡Que sea lo que Dios quiera!
El domingo amaneció también lluvioso. Con poco ánimo marqué el número del campo para recibir, estaba seguro, la noticia de la muerte.
La voz de Benítez sonó de lo más alegre cuando dijo: -¡Es increíble dotor! La Rosita anda caminando. Está animada y ya tomó agua-

Yo tampoco lo puedo creer, pero todavía Rosita sigue en pie ¡Es lindo pegar una cada tanto!

miércoles, 7 de mayo de 2014

No la dejen sola

Los días son más cortos. A las 6 de la tarde ya está oscuro y es hora de volver para la veterinaria. Siempre y cuando no haya alguna urgencia que resolver. Son épocas de tacto y de andar al trote desde muy temprano. Mangas buenas, regulares y otras muy malas, que nos hacen perder tiempo y se ponen peligrosas para todos los que andamos con las vacas, toros y terneros.
Así fue que la semana pasada nos llamaron por un parto en el campo “Los Pinitos”. Ya eran las 8 de la noche y los caminos seguían con barro después de las lluvias grandes de mediados de mes. A duras penas llegamos al campo. Juan Martínez salió de la casa con la linterna y nos dijo que la vaquillona primeriza estaba encerrada en la manga.
¡Uy Dios! Pensé ¡Ojalá que todo salga bien! Lo que pasa es que la manga de ese campo ni merece siquiera el nombre de tal. Es solo un brete con troncos podridos. Sin cepo, puertas ni trancas, y los corrales, apenas pueden contener al viento.
Como a propósito, Martínez había encerrado la vaquillona sola. Es sabido que la mayoría de las parturientas, cuando quedan aisladas del rodeo, se ponen locas furiosas, pero seguramente a Martínez, esa parte del manual se le perdió.
Allá estaba la negra grandota a los bufidos cuando la enfocamos con las luces de la camioneta.
-¡Que lo tiró!- Dijo Martínez -¡Se ve que se ha calentado!-
Yo no contesté nada por respeto y me baje de la camioneta para vestirme con el “traje de partear”, es decir el mameluco y las botas de goma. Mientras tanto Martínez, tal vez agobiado al ver la macana que había hecho, se adelantó para tratar de meter la vaquillona en la manga.
-¡Ya voy y te ayudo Martínez! ¡Tené cuidado que está muy enojada!- Le grité. Pero fue tarde. Solo sentí el estruendo del golpe del animal contra los palos del corral y el crujido de las maderas al quebrarse. Después vi pasar entre las sombras a la vaquillona, enfilando a toda marcha hacia el potrero. Corrí hasta el corral y me encontré con el pobre Martínez tirado largo a largo. En la oscuridad no alcanzaba a ver casi nada, así que acomodé la camioneta, hasta que las luces se plantaron sobre el accidentado.
Cuando me acerqué de nuevo, el tipo ya estaba despierto y me miraba sin hablar.
-¿Que pasó hermano? ¿Estás lastimado?- Pregunté
Pero Martínez me sorprendió cuando se levantó con esfuerzo y me dijo:

-¡No es nada dotor! Un golpecito nomás. Si me espera voy a agarrar caballo y se la vuelvo a encerrar- Le dije que mejor volvíamos para la casa, así él se recuperaba. Al otro día volví al campo con Juan y sacamos una linda ternera negra, mientras Martínez iba en viaje a Tandil, para hacerse ver los moretones en la cabeza y el pecho que no lo habían dejado dormir. El golpe de las tablas le había fisurado el hueso parietal.   

lunes, 5 de mayo de 2014

Se viene Tiger

Solo un animalito quedó en la casa. Mi hija menor lo bautizó “Tiger” por algún personaje de los dibujos animados. Es un gato gris con rayas negras, que hasta ahora se había limitado a comer, dormir, trepar a los árboles y atrapar mariposas.
Ayer me vine temprano a la veterinaria para terminar varios informes y salir antes que el sol, hacia un campo donde teníamos que hacer unos cuantos tactos.
Mientras se calentaba el agua del mate, Tiger se asomó al vidrio de la puerta de la cocina. Se vino al humo cuando vio que prendí la luz. Se me quedó mirando largo y profundo. Pensé que ya andaba con hambre, porque en cuanto abrimos el negocio le damos su ración de alimento.
Abrí la puerta pero no entró. Se quedó sentado muy orondo. De pronto se pasó una mano peluda por las orejas y me preguntó:
¿Todavía extrañás  a ese pajarito malcriado?-
Lo mire sorprendido porque jamás me había dicho una palabra.
-¡Digo si lo extrañás a Roman!-
-¡Y sí!- Le confesé –La verdad es que se extraña un poco, porque teníamos algunas charlas buenas con él. Como no podía hacer otra cosa, se lo pasaba escuchando radio y estaba al tanto de todo-
-¡Y que! ¿Y pensás que yo no sé nada? Yo escucho la radio y además conozco la calle ¡Pero siempre me dejaron de lado!- Los bigotes le temblaban y me pareció que se le humedecían los ojos de la bronca.
-¡Bueno Tiger! Disculpáme. Como te lo pasás en tus cosas y a los mimos con Margarita y los demás chicos, pensé que vivías más apartado de nuestras noticias-
-¡Justamente! Por Margarita y el resto de los chicos es que me preocupa lo que está pasando en el país. A los gatos no nos cambia nada, pero a ustedes, Jorge, la cosa se les ha complicado-
-¡Mirá vos! ¡Otro rebelde como Román en casa!-
-¡Que rebelde! Solo soy realista ¿Cómo puede ser que un pobre tipo, que hace 20 años era empleado de banco, hoy sea el segundo terrateniente del país detrás de Benetton? ¿De dónde sacó la plata para comprar medio millón de hectáreas de campo? ¿Vos cuánto te compraste después de 32 años de romperte el lomo de sol a sol?-
-¡No compré nada Tiger! ¡Pero tampoco anduve en los negocios!-
-¡No hay caso! ¡Vos no cambiás más! ¡Y la mayoría de los argentinos tampoco! Una cosa así no los escandaliza, pero se entretienen discutiendo si le regalaron un penal a River ¡Son de terror!- Dijo de pronto. Después se estiró en un desperece largo, entrecerró los ojos, se dio vuelta y desapareció en las penumbras del amanecer.
Mientras cargaba el termo con agua caliente, me di cuenta que la charla cortita me había dejado contento. Encontré otro amigo para conversar.  


domingo, 4 de mayo de 2014

Se lo tomó con calma

En nuestra zona rural, el hombre campero usa la caña de una bota de cuero, cosida en un extremo y colgada en los tientos del recado, para llevar las herramientas indispensables para algún trabajo rápido, como el arreglo de un alambrado. Ahí viajan la “california”, para trabajar una torniqueta y tensar un hilo, una tenaza, algún martillo, una tijera para cortar alambres y otras cositas de ocasión. En este caso, Javier Almada, había metido una tijera de tusar marca Bigornia; pero, descuidado como era, la metió en la bota con las puntas para arriba. Llegó al potrero del fondo, enlazó el potro nuevo que iba a empezar a amansar, y con ganas de cortarle las crines, se bajó del zaino grandote, que era el mejor para “quedarse teniendo”.
La mala suerte quiso que al bolear la pierna derecha para desmontar, las puntas filosas de la tijera, que asomaban de la bota, en el borde del recado, le desgarraran la bombacha y el calzoncillo, y se le incrustaran en la bolsa escrotal, abriéndola de punta a punta. Contó después que al principio, solamente sintió un frío, pero cuando se miró la entrepierna, se dio cuenta que la cosa no era para chiste. Los testículos se veían blanquear en medio de la fea herida. Volvió a montar, sujetándose las partes con la mano, largó el potro con el lazo puesto, y galopó hasta la casa, medio preocupado con el asunto.
Desensilló y largó el zaino, y ni  siquiera se cambió la ropa antes de subirse en el viejo Renault 12 verde, y salir de raje para Lobería, siempre sosteniendo sus criadillas con la mano izquierda.
En una hora estuvo en el hospital. Entró derechito a la guardia, donde varias personas esperaban su turno pacientemente.
Javier es un tipo tranquilo, pero se ve que estaba apurado, porque cuando la enfermera le dijo que se sentara, que había 12 personas antes que él, dio la vuelta al mostrador de la recepción, y ante la sorpresa de la uniformada, retiró de aquel lugar la mano ensangrentada, dejando ver en la palma, dos grandes huevos blancuzcos.
La chica, a pesar de que estaba curtida en esto de ver heridas, casi se desmaya, y a los gritos llamó a alguien para que viniera con una camilla, pero el duro de Javier, no queriendo hacer mucho escándalo le dijo:
-¡No te asustés piba! Decime donde me atienden que yo voy caminando ¡No es para tanto!-
Enseguida lo suturaron y vendaron. Además, le prohibieron andar a caballo por lo menos por 15 días, hasta que la herida terminara de curar.

Se ve que los médicos hicieron un buen trabajo porque después del accidente, Javier se casó y hoy tiene dos lindos pichones… ¡Igualitos a él! 

Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...