jueves, 28 de agosto de 2014

William


Los tambos grandes son lugar de paso de mucha gente. Sobre todo los que dependen del tambero, que generalmente trabaja a porcentaje y se encarga de contratar su propio personal. La rutina allí es tremendamente dura y desgastante. Se arranca a las dos o tres de la mañana con el primer ordeñe y a las tres de la tarde con el segundo. Se duerme mal, se camina siempre entre el barro, el agua, la bosta y la humedad. Los días de helada son matadores y se hace mucha fuerza. Es lógico que la mayoría no aguante ese trote por mucho tiempo. Entonces van pasando distintos personajes. Muchos nacionales y otros importados. Sobre todo de Paraguay.

Ayer nos tocó asistir un parto, y como pasa siempre, llegaron los chicos a curiosear. Allí estaba William Cardozo. Mientras hicimos todas las maniobras para preparar la vaca, el muchachito hablaba y hablaba. Inquieto como una ardilla. Nos contó que su familia venía de Santa Fe, que tiene seis años y una sola novia, cosa que hizo que los compañeros se rieran. Los demás afirmaron tener más de una. Dijo que si queríamos nos ayudaba porque tenía mucha fuerza y mil cosas más. Cuando llegó el momento de sacar el ternero, dejamos que los tres chicos se agarraran de la última parte de la larga soga para colaborar. Por fin salió la criatura y nuestros ayudantes se llenaron de emoción, pero William, por primera vez, se quedó callado mirando como la parturienta se comía la placenta.  

miércoles, 27 de agosto de 2014

Un gato atorado



-¡No se doctor! Hace una semana que no quiere comer. Está todo débil y triste. Las nenas no paran de llorar porque piensan que se va a morir-
-¿Y porque no vinieron antes?- Pregunté haciendo gala de mi viveza
-Lo que pasa es que mi marido es anti-médico. Dice que los médicos y los veterinarios son lo mismo y que ninguno sabe nada-
Nos miramos con Juan sin saber si reírnos o llorar.
-¡Permítame que lo revisemos señora!-
Tomé suavemente el animalito y nos metimos en el laboratorio. Al palpar se le notaba algo raro en la garganta. Le dimos un sedante porque estaba un poco loco y en cuanto abrimos la boca, apareció un huesito bien instalado en la faringe, que pudimos sacar sin mucho trabajo.
Pusimos a la víctima en una caja y al hueso en un frasquito.
-¡Listo señora! Mire cual era el problema- Dije, mientras le daba el frasco con el hallazgo -¡Llévelo para que lo vea su marido! Eso sí, me dijo el gatito que les avise que le han hecho pasar una semana fatal y que en cuanto esté mejor va a pensar si sigue viviendo con ustedes-
-¿En serio?- Chillaron las nenas -¿Viste mamá? ¡Es culpa de papá y tuya también!-
-¡No se pongan mal chicas!- Dije contento con el efecto de mi broma y venganza –Capaz que lo dijo solo porque estaba enojado ¡Ustedes cuídenlo mucho y van a ver que no se va!-




martes, 26 de agosto de 2014

Extraño accidente

Estos días de llovizna se prestan para los accidentes.
Anteayer Juan Navarro, un vecino de San Manuel, viajó a Tandil para hacer algunos mandados. Mientras entraba a la ciudad por la Avenida Marconi, en ese momento casi sin tránsito, vio que, allá adelante, un motociclista hacía una rara pirueta, producto de la humedad. En el mismo acto, el rodado y el ser humano se desparramaron por el asfalto.
Navarro paró solícito su camioneta frente al accidentado, con ese ánimo generoso de la gente de nuestro pueblo, y se encontró con un cuadro tremendo. Ahí tirado yacía inmóvil un hombre grandote, con el casco negro todavía calzado y, lo peor de todo, con la pierna izquierda quebrada mas arriba de la rodilla, formando un feo ángulo hacia fuera. A unos diez metros quedó la motito Zanella blanca.
Navarro se acercó al pobre hombre que ya empezaba a reaccionar y le dijo que no se moviera, porque enseguida iba a llamar al hospital para que mandaran la ambulancia. Inesperadamente, el accidentado se negó con firmeza ante la oferta. Navarro insistió y el tipo se siguió negando hasta que al fin nuestro vecino, creyendo que lo del hombre se debía a la conmoción del golpe le dijo:
-¡Vea amigo! ¿No se porqué no quiere que lo ayude, no se da cuenta que tiene una quebradura fea?-
El hombre lo miró a través del visor de plástico del casco y le contestó:
-¡La pata es ortopédica! ¡No se preocupe! Lo que puede hacer es darme una mano para que me levante y después guardarme la prótesis en la mochila.
Navarro lloraba de risa cuando me hacía el cuento esta mañana, porque para terminar el trámite, parece que el zapato de la pata de palo era como del 44 y no entraba en la mochila, así que la tuvo que empaquetar al revés, dejando el calzado al aire.
Y allá partió el golpeado, saltando con la pata buena, llevando del volante a la moto que no arrancaba y luciendo en la espalda una mochila con un zapato afuera.

Cosas de los días lluviosos. 

Hidrocefalia



El último feriado arrancó complicado. Bien temprano tuve que ir a un campo en la sierra grande para sacar un ternero. Un lindo día de invierno. Con puro sol pero un viento que lastimaba.
Volví cerca de mediodía y me puse a cocinar un lomito de cerdo que me habían regalado. Lo hice a la cacerola con un montón de ingredientes y una guarnición de papas. Iba lindo. Pero siempre hay fatalidades.
Cinco minutos antes de mediodía me llamó el encargado de Toki Eder, un campo cerca de Licenciado Matienzo, porque tenía una vaquillona que no podía parir. Suspendí el almuerzo y salí con poco ánimo.
Me esperaba la pobre parturienta, una vaquita colorada, suelta en un callejón con otras futuras mamás. Tuve que enlazarla, voltearla y manearla prolijamente. No tenía la ubre llena de calostro ni la vulva dilatada y húmeda, como es costumbre en un parto normal. En cuanto la revisé supe que era algo raro. La vagina apenas me dio lugar para pasar la mano y tocar el hocico y los dientes de un ternero que no parecía muy grande.
-¡No hay caso Cacho! ¡Este por acá no sale! Voy a tener que hacer una cesárea- Dije enseguida.
-¡Metalé dotor! ¡Así no se le pasa el puchero!- Contestó sonriendo, porque ya le había contado del manjar que me estaba cocinando.
La operación fue un trámite simple y allí apareció un pobre feto, al que todavía le quedaba un mes de gestación, con la cabeza enormemente deformada por una hidrocefalia grave.
Terminé todo, soltamos a la madre que se paró orgullosa y se fue con sus amigas sin mirar para atrás siquiera y solo me quedó la tarea de sacar algunas fotos del muchachito para engordar mi archivo.
Cuando llegué, terminé de cocinar, comí tranquilamente, me tomé un buen vino y me dormí un siestón.  


lunes, 25 de agosto de 2014

Cambió de opinión

Eulogio Romano fue un gran comedor de carne. Junto con la galleta, era la base de su alimentación. Así que era lógico que sus desechos fecales, por decirlo suavemente, fueran de buen porte, color y una extraordinaria dureza.
Eliminar estos elementos de su cuerpo le llevaba un buen tiempo y esfuerzo.
Una mañana de verano salió a recorrer el potrero del fondo en la estancia “La Agustina”. Mientras costeaba la lagunita llena de juncos, le vinieron tremendas ganas de defecar, así que tranquilamente saltó a tierra, le puso la manea de botón al bayo, para no quedar a pie, se desenrolló la faja y se bajó las bombachas para cumplir con la tarea.
Estaba lindo el día, casi sin viento. El Eulogio cortó un pastito y se lo puso entre los dientes mientras, entre pujos y jadeos, iba eliminando sus productos. Pronto llegaron montones de moscas aunque el tipo ni se molestó. El problema fue que los aromas atrajeron también a las ágiles hormigas coloradas.
Como el hombre estaba medio amodorrado por el bienestar del acto y la bonanza del clima, ni se dio cuenta de que miles de hormigas invadían su retaguardia y sus partes vergonzosas.
Para cuando se avivó, tenía el cuerpo lleno de caminantes. Se levantó espantado, sacudiéndose con las palmas grandotas de sus manos, pero las asustadas hormigas eligieron picarlo salvajemente creyendo que el tipo era su enemigo.
Como pudo se vistió, montó a caballo y corrió a galope tendido casi una legua hasta la estancia. Al llegar se desnudó y se tiró sin pensarlo en el tanque australiano. Los que lo vieron pensaron que estaba loco, especialmente Palmira, la cocinera de La Agustina, que no simpatizaba con Eulogio vaya a saber por que razones.
Pero el daño estaba hecho. Cuando el hombre salió del agua, su miembro y los dos acompañantes, lucían enormemente grandes y deformados, el trasero estaba edematoso y color rojo brillante, y las piernas y el abdomen, le ardían increíblemente.
Esa tarde quedó internado en la salita de San Manuel. Lo pasó mal pero se recuperó a fuerza de tratamientos y cuidados.

Cuando volvió a la estancia lo sorprendió algo inesperado. Palmira parecía buscarlo a toda hora. Tal vez atormentada por algunas visiones extraordinarias.

Lluvia y reflexión

El clima me fue arrinconando hasta la máquina y acá me tienen de nuevo enredado en las teclas, antes blancas, y ahora amarillentas por el uso y la suciedad.
Estamos pasando tiempos duros. Nuestra zona se llenó de agua y los caminos no aguantaron la presión. Hay cortes y pantanos por doquier, y lagunas, lagunitas y lagunones en todos lados. Impresiona ver el paisaje desde arriba de nuestras sierras. Se ven espejos de agua brillantes, ocupando el mismo espacio que los terrenos a salvo.
A pesar de todo, hay regiones que están aún peor. A medida que viajamos hacia el norte de la provincia de Buenos Aires, la situación se complica. Me hace acordar a los años bravos de inundación.
Así es el campo. Como dije en la entrada anterior. Hay momentos para quedarse quietito y aguantar. Son tiempos de perder mucho. De desánimo. Por eso no es justo tener que soportar también al montón de ignorantes que juegan con los productores.
Verdaderos ignorantes de lo que es la actividad agropecuaria nos están conduciendo desde hace diez años. Son soberbios, agresivos, autoritarios y, al desconocer la realidad de los hombres del campo, les tienen miedo.
Es muy malo darle poder a un miedoso. Se vuelve vengativo y cruel. Solo busca destruir al que lo asusta.
En eso están los tipos.
El plan les va saliendo bien. Tienen contra las cuerdas a la producción triguera, la ganadería, la lechería y algunas economías regionales, como las que dependen de la yerba mate, los cítricos y la vitivinicultura.
Tal vez antes de irse alcancen a darles el golpe de gracia, aunque si lo logran, habrán terminado con el país.

¡Que así no sea! 

Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...