lunes, 7 de octubre de 2013

La veterinaria siempre nos sorprende

Hace dos días la veterinaria volvió a sorprenderme.
Habíamos tenido una jornada llena de trabajo y a media tarde salen dos cosas simultáneamente. Decidimos separarnos con Juan. El fue a atender una vaca y yo, que tenía que volver más rápido al negocio para terminar algunas cosas, decidí asistir el parto de una oveja, pensando que volvería enseguida.
En cuanto me encontré con el dueño aparecieron las primeras nubes.
-¿Te animas a cruzar el barro ese?- Me preguntó señalando un gran pantano al lado de su casa.
-¡No sé! Le contesté -¿Porqué no pasamos en tu camioneta ya que vos lo conocés mejor?-
-¡Ni loco! Ayer la lavé y la engrasé- Dijo de lo más campante. Yo lo miré, pero no dije nada.
-¿Y dónde está la oveja?-
-¡En el potrero atrás de la loma!-
-¡Listo! ¡Vamos caminando!-
Cargamos la caja grande de instrumental, balde, agua, sogas y el resto de los elementos y salimos. Pero al llegar hasta el lugar, vimos a toda la majada comiendo tranquilamente pero ninguna lanuda en el piso haciendo fuerza.
-¿Pero cómo? ¿No está caída?-
-¡Que va a estar caída! ¡Hay que agarrarla!- Contestó tranquilo el dueño, y yo, como soy bastante avispa, me di cuenta muy rápido, que el que iba a correr era yo, porque el buen hombre, con una crisis cardíaca en su haber, no estaba para andar haciendo atletismo atrás de una oveja.
Me esforcé casi doscientos metros a toda la velocidad que me permitían mis botas de goma, hasta que al fin pude alcanzar a la parturienta. A esta altura ya venía rumiando bronca, pero me mantenía sereno como una malva. Encima se nos venía la noche. Pero todo volvió a tener brillo de repente.
En cuanto revisé por vía vaginal, noté que no había señales de algún cordero, y tampoco más profundamente en el útero. Pero sin embargo, con la mano que tenía apoyada sobre el abdomen del animal, notaba las partes duras de una posible cría. Sospechando de qué se trataba, decidí hacer una cesárea. Y me encontré nomás con un hermoso caso de gestación extrauterina. Dentro de la cavidad abdominal había un gran cordero a término, pero ya muerto, y detrás de este, una placenta de tamaño normal. Después de retirarlos, revisé el útero, viendo que estaba algo agrandado, pero sin ningún rastro de desgarro por el que pudiera haber salido el feto hacia la cavidad, tal como he encontrado otras veces en vacas.
Me volví para San Manuel de lo más contento. Hasta ayer la oveja seguía atrás de sus amigas comiendo y charlando tranquilamente.



Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...