sábado, 26 de noviembre de 2016

Otra tanda de aprendices


Se va otra tanda de residentes, conocidos en el pueblo como “aprendices”. Como tantas veces, Erik y Ariel se metieron en la vida del lugar, se hicieron conocidos de mucha gente y hasta se dio el caso de que Ariel interviniera en el estreno de la última obra de teatro, haciendo un papel corto pero bien logrado.
Estos últimos vinieron como parte de las residencias de pregrado de su Facultad de La Plata. Ayer llené las planillas que deben entregar, junto con la calificación, y hay un ítem donde preguntan cómo evalúo sus conocimientos teóricos, y volví a explicarles a los docentes platenses, que mi función como tutor no es evaluarlos. De eso se habrán encargado los profesores que tuvieron en cada materia cursada. Creo que mi función como tutor es darles. Darles todo lo que pueda. Mostrarles nuestra realidad de trabajo, hacerlos participar en nuestras tareas, que vean una forma de comportarse y relacionarse con la gente, y trasmitirles, si se puede, algún modesto conocimiento o práctica fruto de la experiencia.
Muchas veces me han preguntado que se gana con esto de ser tutor, ya que no es una actividad rentada, y yo digo que lo mejor que se puede obtener son afectos. Ver que los que pasan por San Manuel, se llevan alguna cosita o algún detalle que les servirán en su vida profesional. Recibir cada tanto alguna llamada de un ex aprendiz, haciendo una consulta por un caso y, por fin, sentir que lo que se dio generosamente, vuelve en buenos recuerdos.
Y ya quedó el sucucho desocupado para recibir nuevos aprendices llenos de ganas de trotar por el campo entre las vacas. Ahora estamos en contacto con una estudiante de Francia. Veremos que sale.


martes, 15 de noviembre de 2016

Una mortandad





Suele suceder que se produzca una gran mortandad de vacunos. A veces son intoxicaciones masivas con distintos elementos, otras son brotes de alguna enfermedad infecciosa, en ocasiones un rayo o una centella hacen un desastre, y podría contarles montones de otros ejemplos.
Ayer me llamó Pedro. Uno va catalogando mentalmente la gravedad del asunto por el tono del interlocutor. Esta vez, el hombre sonaba casi lloroso.
-¡Hola Jorge! ¡Soy Pedro! ¿Podrás venir urgente? Recién salí al campo y me encontré diecinueve vacas muertas en el rodeo de las viejas-
-¡Qué bárbaro! ¡Enseguida salgo para allá!- No quise preguntarle mucho para no demorar la partida. En estos casos es bueno manejarse con rapidez, porque no sabemos en qué momento de la mortandad estamos. Me monté en la blanca y allá se fue todo el equipo. Llegamos en media hora y nos encontramos un panorama desolador. El potrero de 40 hectáreas de campo natural, lucía salpicado de cadáveres por todos lados. Todas vacas grandes. Algunas con ternero al pie y otras preñadas a término. Siguiendo el protocolo, tomamos todos los datos posibles del lote, del potrero, de los últimos movimientos y medicamentos aplicados. Después hicimos la necropsia a dos de las muertas y tomamos varias muestras para laboratorio, aunque ya el diagnóstico lucía claro y contundente.
En la semana previa, las 150 vacas con sus terneros habían sido llevadas hasta la manga distante unos 4 kilómetros. Allí estuvieron encerradas 3 días, porque hubo una tormenta fuerte en el medio, que impidió llegar al campo a los vacunadores de la Fundación Antiaftosa. Al día siguiente de regresar a su potrero de origen, murieron todas.
Una combinación de stress, ayuno y el efecto del clima, fueron desencadenantes de una hipomagnesemia aguda, que se llevó al 14 % del rodeo a pastorear en el cielo de las vacas.
Las mortandades masivas son problemas en los que hay que manejarse con extremo profesionalismo, porque suele suceder que se originen conflictos de intereses entre el dueño de los animales y el causante de las muertes si lo hubiera.
Una vez, hace muchos años, un cliente no tuvo mejor idea que bañar a sus vacas con un antisárnico de una partida que el Laboratorio había sacado de circulación, porque por error salió con la droga pura. Como el remedio además estaba vencido, el buen hombre lo preparó “un poco más fuerte por las dudas”. El resultado fue que murieron más de 80 novillos de 400 kg, de los casi 200 afectados. Fueron 24 horas de correr para conseguir toda la Atropina posible y hacer incontables viajes al campo para seguir tratando los convalecientes. Hicimos una carpeta con un informe detallado del caso, adjuntando análisis de laboratorio, fotografías y cuanto elemento pudiera servir a la presentación y finalmente, el Laboratorio, tratando de minimizar el impacto de la tragedia, terminó pagándole al productor hasta el último finadito.
  


miércoles, 9 de noviembre de 2016

Tiempo perdido

Complicaciones matinales en el viaje al campo

Tengo muchos amigos y conocidos que son verdaderamente adictos a la tecnología. Están conectados durante la mayor parte de su vigilia diaria, a todo tipo de aparatos: Televisión, radio y las incontables variantes que ofrece internet. Consumen sin parar información. Y generan comentarios y reacciones sobre cualquier noticia. Opinan sobre una elección presidencial, una foto de un perro accidentado, los dichos de una vedetonga de moda, o la llegada de la Fragata Libertad.
¡Basta! ¡Cortemos el tiempo de pelotudeo! (para los lectores extranjeros, pelotudeo sería perder el tiempo en tonterías) Propongo un límite bien intencionado y voluntarioso, intentando, por ejemplo, no dedicar más de dos horas a cualquiera de estas actividades. Tal vez poniendo un timer que avise que terminó el tiempo de la tontería diaria.
Un timer es muy barato en comparación con lo que se pierde, estando sentado al pedo tanto tiempo.
Las mujeres que se quedan hasta cualquier hora viendo Tinelli, tendrían que inventar algo y tal vez volverían a tejer ropa para su familia y hacer bonitas prendas al crochet. O cocinar buena comida casera para el día siguiente.
Y los varones a los que no les alcanzan las horas para ver fotos de minas en Instagram o mirar futbol de cualquier parte del mundo por TV, podrían usar su tiempo libre para hacer arreglos en la casa, cultivar una buena huerta y tantas otras cosas útiles.
Hoy pensaba esto cuando me encontré con Martín, el dueño de un campo de la zona, que posee la tecnofilia que les contaba. El tipo estaba como loco devorando los millones de comentarios generados por la victoria de Trump.
Yo había estado anoche con ensayo de teatro hasta tarde, hoy me levanté temprano preocupado por el aguacero que estaba cayendo en la zona, y apenas tuve tiempo de preparar las cosas para ir al campo por un trabajo de inseminación a tiempo fijo impostergable. En el camino nos encajamos, nos llenamos de barro y al final tuvimos que caminar los últimos cinco kilómetros cortando campo, hasta llegar a la manga.
Nos esperaba Martín con la hacienda encerrada. Nos saludó y enseguida me dijo: -¿Y? ¿Qué te parece lo de Trump?-
-¿Qué le pasa a Trump?- Pregunté.
-¿Qué? ¿No sabés? Es el nuevo presidente de USA-
-¡La verdad es que no sabía! ¿Y qué?- Le conteste educadamente -¡A mí que me importa Trump! ¡Casi no tengo cosas más importantes para pensar!-

Se rio y cambió de tema. Seguro que pensó que lo estaba cargando.  

Contando historias desde el escenario



Se nos viene una nueva obra de teatro. Esta vez se trata de “Un casamiento picante”. Seguimos en la línea de las comedias ligeras que tanto gustan a la gente del campo y el pueblo. Ese género, mas la expectativa de ver a muchos conocidos sobre el escenario, hace que siempre se junten mas de 500 personas en el gran salón del Club Atlético San Manuel. Además, tenemos el privilegio de contar con muchos varones que actúan y que lo hacen muy bien, cosa rara en grupos de teatro de otras localidades pequeñas, e incluso en los de ciudades más grandes, donde las féminas suelen ser mas osadas. Creo que esto se debe a que hay en San Manuel una gran tradición teatral, de casi 70 años, y los chicos han crecido viendo a sus mayores sobre el escenario, lo que hace que muchos se larguen con naturalidad sobre las tablas.
Ya les he contado que yo empecé actuando en “El conventillo de la Paloma” en 1985 y desde ese momento estuve metido de lleno en esto. Hace casi 20 años formamos nuestro grupo actual, “Los Timoteos”, como un desprendimiento del llamado Cuadro filodramático Pablo Podestá.
En tanto tiempo, hemos hecho montones de presentaciones en San Manuel, Napaleofú, Lobería, Necochea, Tandil, Balcarce y otros lugares más o menos grandes, como parajes de campo y escuelitas. Siempre a beneficio de instituciones que nos llamen. Ponemos todo. El tiempo, las ganas, la escenografía, el vestuario, los viajes y cuanto haga falta. Solo pedimos a cambio algo para comer después de la actuación, porque cuando baja la espuma y la adrenalina de la obra, se siente un hambre urgente y quemante.
Esta vez me toca solo la dirección. No podré actuar. Quise hacerlo así porque son 11 personajes en escena y la resolución es bastante difícil, sobre todo si tengo que estar también actuando… ¡Otra vez será!

Vamos a ver como sale todo. Ya se han vendido muchísimas entradas anticipadas, así que el Club estará a pleno. Seguro que se sumarán buenas anécdotas al libro de actas del teatro, donde voy registrando estas aventuras. 

jueves, 3 de noviembre de 2016

La necropsia del ternero


Cuando sonó el teléfono, estaba volviendo de la zona de Matienzo. Había terminado un trabajo grande en un rodeo de vacas Angus, y ya pensaba en los mates que me iba a tomar al llegar a la veterinaria.
Era Omar.
-¡Che Jorge! Al final tenías razón. El ternero se murió ¿No querés abrirlo para ver si tiene eso que decías ayer?-
-¡Listo! ¡Ahora entro de pasada y le hago la necropsia!-
El día anterior le había atendido un ternero con claros signos de neumonía. A pesar del tratamiento, estaba en tan mal estado, que le avisé que era muy probable que no se salvara. Lamentablemente resultó cierto.
Cuando llegué, me estaban esperando Omar, con José y Daniel, los dos mensuales. Las necropsias y las cesáreas son trabajos que despiertan mucha curiosidad, así que en este caso, me calcé los guantes y fui desarmando al animalito y explicando las cosas que iba encontrando, mientras los tres me miraban hacer atentamente.
Resultó que era una neumonía grave nomás.

Terminé el trabajo, me lavé las manos y nos tomamos unos mates en la camioneta. Ya no tenía apuro. La mañana estaba cocinada. 

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...