domingo, 23 de diciembre de 2018

Mi 2018


A todos ustedes, que desde hace diez años han venido siguiendo mis notas, y que ya conocen muchas de las cosas que pienso y que me han pasado, les voy a contar de un tirón de este 2018 inolvidable.
Lo que destaco primero es que la gente de mi enorme familia, de casi cuarenta lindas personas, ha tenido muy buena salud, trabajos importantes y grandes rendimientos escolares. Solo mi madre, ha sufrido achaques propios de la edad, pero nada que no sea previsible como parte de la vida. Como si esto fuera poco, mi relación con Patito se ha afianzado, con mucho compañerismo, comprensión y tolerancia, lo que hace más llevadera la vida.
Mi propio trabajo ha sido tan intenso como siempre. Lleno de sorpresas, esfuerzos enormes en las mangas, días de barro, viento, frío, lluvia, y otros pocos muy lindos, que se disfrutan el doble. Además hubo algunas cirugías especiales, como las cesáreas a campo de dos yeguas, la resolución de una hernia inguinal de un perro, en la que había no solo intestino, sino también la vejiga y un tumor, o el diseño de un escape de orina a través del ombligo, en un gato al que no pudimos desobstruir la uretra.
Como una extensión del trabajo, se pueden contar las notas que vienen saliendo desde hace cuatro años en la Revista Visión Rural de INTA, donde voy contando cosas del manejo, sanidad y reproducción de nuestros bovinos.
También hubo muchas notas como micros de TV, en el programa “Entre Surcos y Corrales” que conduce Mauricio Bicondoa, primero en Argentinísima Satelital y ahora en AM Sports. Esos micros quedan luego en Youtube, donde cualquiera los puede ver en cualquier momento.
Tal vez la sorpresa del año, fue que me invitaron a dar una charla técnica sobre ganadería, para estudiantes y productores, en la ciudad de Bahía Blanca, muy lejos de mi área de trabajo. También hubo otra, solo para estudiantes, en la Facultad de Veterinaria de Tandil. Siempre está bueno el contacto con la gente en este tipo de actividades.
Algo que me importa y me resulta muy valioso, son las reuniones mensuales del Grupo de Intercambio Veterinario. Somos quince colegas que nos juntamos mensualmente desde hace más de veinte años y que nos enriquece profesional y humanamente. Este fue un año difícil para el Grupo porque se fue gente valiosa, pero ingresaron nuevos colegas con toda la fuerza como para seguir esta buena tradición.
Entre enero y febrero, para festejar mi cumpleaños de 60, me fui en una bicicleta vieja hasta General Pico, en La Pampa, recorriendo 700 km en un viaje espectacular. Algo que les fui contando en estas páginas, y que quedará en mi memoria para siempre.
Hablando de viajes, en las vacaciones de invierno, nos fuimos en la camioneta con Lorenzo y Margarita, mis hijos menores, hasta la Casa Histórica de Tucumán. Estas salidas de unos pocos días por Argentina, me gustan mucho, y solo me falta conocer Chaco y Formosa, para tener todo el país recorrido. Da gusto andar por la patria.
En octubre estrenamos la obra “La pensión de Doña Adela y el misterio del anillo perdido” en el Club Atlético San Manuel, que tiene un buen escenario para el teatro. Fuimos catorce personas en escena y la obra, escrita por mí, es una historia redonda, que tuvo excelente repercusión entre los espectadores que superpoblaron el Club. Se juntaron entre 650 y 700 personas. Esto siempre lo hacemos completamente a beneficio de alguna institución, y esta vez le tocó al Taller Protegido de la localidad. Ahora tenemos que hacer la presentación en algunas otras ciudades de la zona, pero eso ya escapa del 2018 que estoy desmenuzando.
Volví a los trabajos de carpintería. Este fue un oficio que me permitió vivir y mantener a mi pequeña familia en épocas de estudiante, y que después de recibirme, dejé como actividad para ocasiones especiales, como cuando hice las cunas para Lorenzo, Fermín y Delfina, repisas varias para hijos y nietos, y algunas otras cosas. Este año, decidí hacer un buen banquito para cada nieto (son once) como regalo de cumpleaños. Se termina el año y me falta entregar casi la mitad, pero va lindo. Voy aprovechando los pocos ratos libres para trabajar en eso y me gusta mucho.
Así fue, a grandes trazos, este excelente 2018 para mí. Solo deseo que el próximo, traiga tantas buenas cosas como este.

lunes, 12 de noviembre de 2018

¿Será de Dios?


¿Será de Dios? Dicen en el campo cuando pasa algo inesperado. Este domingo, a media mañana, estaba en el galpón fabricando un banco para uno de los chicos, cuando sonó el teléfono. Era Juan, un cliente y amigo, avisando que tenía una vaquillona que no podía parir. Pero eso no era todo, me dijo también que la calle estaba con tanto barro, que mejor era que yo me fuera hasta Napaleofú, y que él me iba a buscar con la doble tracción.
Miré el reloj y pensé con tristeza en los sorrentinos con tuco que me iba a comer al mediodía. Con la resignación del caso, cargué mis cosas y salí. Llegué cerca de las 11 al pueblo vecino y allí me encontré con Juan. Entre charlas y corcoveos por la calle embarrada, llegamos al lado de la parturienta como a las 12.
El caso era complicado. El ternero estaba muerto y tenía una desviación hacia abajo de cuello y cabeza, muy difícil de resolver. Además, la gente del campo había estado intentando sacarlo, por lo que el canal del parto estaba lacerado y con poca lubricación. Después de algunos intentos en vano, decidí hacer una cesárea. Llovía y el corral era una pileta, pero logré terminarla. El trabajo quedó bien. Ya era cerca de la una. Solo faltaba el regreso a casa. Con toda amabilidad, Juan le pidió a su hijo que nos acompañara hasta Napaleofú cebando mate para acortar el viaje, pero, a mitad de camino, mi amigo, un gran conversador, se dio vuelta para hablarme sobre un asunto y ¡Cosa de mandinga! La camioneta enfiló derecho a la cuneta y se enterró de trompa.
Siguió la espera de un vecino que nos sacara con un tractor, el resto del viaje al pueblo y la última parte hasta San Manuel. Llegué a las 3 de la tarde, tapado en barro.
Por suerte los sorrentinos estaban espectaculares y el vinito para acompañarlos mejor todavía. Afuera seguía lloviendo.

sábado, 13 de octubre de 2018

Hilario y los duendes


Es sabido que por San Manuel está lleno de duendes. Lo que pasa es que solo los pueden ver las personas que ellos quieren que los vean. Nada más. Es por eso, que en los años de vida del pueblo, solo hubo cinco personas que los vieron, conversaron con ellos, y además, recibieron los dones.
El último fue el pequeño Hilario. Tenía solo cinco años cuando un día, jugando entre las bolsas en el galpón de la estancia, se los encontró. Eran personas chiquitas. De no más de quince centímetros de alto, pero bien formaditas y con ropa limpia y arreglada. Grandes conversadores y muy juguetones. Pronto se hicieron amigos de Hilario. Para el muchachito fue como encontrar un juguete permanente. Hablaban de mil temas distintos, inventaban juegos y travesuras, y hasta se durmieron muchas veces la siesta todos amontonados sobre los cueros de oveja.
Un día empezaron a enseñarle. Le explicaron como hacer madejas y tejer el viento, como enredar los pensamientos de la gente, como hacer llover para arriba, y tantas cosas más que saben los duendes.
Ese mismo año Hilario empezó el Jardín de infantes. Como era muy tímido, por ser hijo único y haberse criado más con los perros que con otros chicos, pronto sus nuevos compañeros del pueblo, empezaron a hacerle burlas y todos los daños de que son capaces los niños.
Hilario aguantaba y aguantaba. A veces lloraba solito en un rincón. Hasta que un día, un gordo malo que siempre lo hostigaba, empezó a decirle barbaridades, provocando por primera vez la reacción de Hilario. Se paró de frente al gordo, lo miró muy fuerte y fijo, y de pronto el malo abrió los ojos grandotes y quedó paralizado. La situación era muy brava, porque Hilario no aflojaba con la cara de malo y el resto de los chicos ya empezaba a llorar y hacerse pis del miedo.
En ese momento, al sentir el alboroto, entró la maestra al aula. Hilario, para disimular, ensayo una sonrisa, y el gordo pudo moverse de nuevo. Y tan contento estaba de recuperar el movimiento, y asustado también, que salió corriendo del Jardín y le metió derechito hasta su casa.
Desde ese día, Hilario fue una especie de líder para los chicos del pueblo. Siempre los sorprendía con algún truco nuevo y, lo que es más importante, cuando crecieron y empezaron a ir a bailar a Lobería, cada vez que se armaba lío con los de la ciudad vecina, Hilario arreglaba el asunto con su ya famosa cara de malo paralizante.
Este año se fue a estudiar veterinaria a Tandil. Seguro que pronto oiremos hablar de sus nuevas hazañas.

miércoles, 10 de octubre de 2018

Vino de regalo


Con el avance de las comunicaciones, y la tecnología al alcance de la mano de cualquiera, es muy difícil armar cuentos creíbles. Todos quieren ver para creer. Pero todavía quedan tipos rebeldes que se resisten a los cambios. Marcos Quesada es uno de esos.
No tiene teléfono ni televisión. Solo una vieja radio a pilas que lo acompaña en todos sus trabajos del campo, salvo cuando recorre a caballo. Si tiene que cambiar un esquinero, allá está la radio a los gritos sobre un montón de cascotes. Cuando la cosa es en la manga, la pone sobre una mesita pegada al álamo grandote, donde se ubican los remedios y las jeringas. Bien fuerte para que no la tapen los balidos de los terneros.
Pero el viejo Marcos, que vive solo, casi no recibe imágenes. Las únicas fotos son las de las revistas que le regala la patrona, después de haberlas leído. Por eso, era el candidato ideal para la broma de los mellizos Guevara, empleados también en la Estancia “La Horqueta”.
Mientras volteaban a mano los terneros para señalar y capar, en el corral de la manga, Martín comentó al pasar:
-¿Viste Luis lo de la rusa?-
-¡Si! ¡Me enteré! ¡Qué lindo sería que nos diera pelota!-
-¡Pero que nos va a elegir a nosotros! ¡Somos demasiado chicos!- Dijo Martín mientras cortaba limpiamente los huevitos de un ternero careta.
El viejo Marcos alcanzaba el curabicheras y el señalador, y escuchaba sin decir nada, pero al fin no aguantó más:
-¿Y qué es eso de la rusa Martín?-
-¿No la vio Don Marcos? ¡Ah no! ¡Cierto que usté no tiene tele! Anoche en el programa de la Susana, hablo una rusa que vive en Buenos Aires y está más buena que comer pollo con la mano. Dice que sueña con irse a vivir al campo con un hombre maduro, pero bien puestito. Sabe cocinar, tejer, bordar y hacer la quinta-
-¿En serio?-
-¡Claro que es en serio! Pidió que le escriban cartas contando como vive cada uno y que se las manden con una foto, así puede elegir- Remató Martín, mientras le guiñaba un ojo a Luis que lidiaba con otro ternero colorado.
El viejo se transformó. Se quedó pensando en tener la rusa para él solo. Esa noche arrancó una hoja de la libreta donde anotaba los recuentos de la hacienda, y muy trabajosamente, escribió un detalle de su vida y sus cosas. Le alcanzó con una página. Después buscó la única foto que tenía, sacada en la plaza de Tandil, en la época que hizo el Servicio Militar. Metió todo en un sobre viejo y arrugado, y al día siguiente lo llamó aparte a Martín Guevara:
-¡Che Martín! Vos que sos más baqueano ¿No le despachás esta carta a la rusa cuando vayas para el pueblo?-
-¡No hay problema Don Marcos! ¡Por ahí la pega!- Dijo el bandido
Ese mismo día, los mellizos siguieron con la broma, y la carta y la foto de Quesada empezaron a circular por las redes. Los muchachones del pueblo se mataban de risa a costillas del pobre puestero. Pero nadie contaba con que casi quince días después del suceso, del que Ramón era completamente ajeno, se presentara en “La Horqueta” una tal Julia Vargas.
Pidió hablar con Don Marcos y lo encaró de frente:
-¡Hola Don Marcos! Yo soy Julia Vargas. Leí su carta y me encantó, así que si usté quiere, ya mismo me quedo a vivir acá. Por las dudas me traje mis cositas en un bolso-
El viejo casi se cae de cabeza de la emoción y solo atinó a decir:
-¡Bendito Dios Poderoso! ¿Vos sos la rusa?-
-¡Nó! Soy de Entre Ríos nomás, pero capaz que nos acomodamos igual-
¡Más vale! En todo caso, si algún día viene la rusa le explico todo ¡Quedate nomás!

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Un pájaro distinto



En este momento tenemos cinco cotorritas australianas para vender en la veterinaria. En realidad, casi la única virtud que les encuentro es que son muy vistosas. Las hay celestes, blancas, amarillas, verdes y de combinaciones variadas de colores. Sacando esto, se pasan el día “cotorreando” en su lenguaje tan particular y bochinchero. Además, ensucian la jaula y sus alrededores permanentemente con restos de comida variados.
Pero esta vez apareció un cotorro piola. El tipo, con no se que teje y maneje, descubrió que uno de los barrotes del techo de la jaula se puede mover, y no tarda más de quince minutos, después que lo metemos en su casa, en volver a escaparse.
Esto lo viene haciendo desde hace una semana, y en tan poco tiempo, aprendió que la vidriera no se puede atravesar volando, que si se posa en los lugares más altos de las estanterías no llegamos a agarrarlo y varios trucos más. Otro dato que llama la atención es que los otros cuatro, a pesar de que lo ven al compañero escaparse elegantemente, no se dan maña para seguirlo.
Será por miedo, o tal vez porque tienen menos luces. O quizá porque nacieron en jaulas y aunque lo ven, no imaginan que el mundo se extiende más allá de los barrotes.
Sea por lo que sea, creo que esto es lo que les pasa siempre a los distintos de cualquier especie. Se encargan de ampliar los horizontes. Solos, incomprendidos, golpeándose contra las paredes; pero logrando al fin, que el resto entienda que se puede ir un paso más allá. 

miércoles, 22 de agosto de 2018

Cayó la propietaria


-¿Jorge?
-¡Sí! ¿Quién habla?
-¡Soy Laura Iñiguez! Quería saber si estabas en la veterinaria para llevarte a Reina. Desde ayer anda tristona y sin ganas de comer.
-¡No hay problema Laura! Traela que la revisamos-
Reina es una perrita caniche de seis años, a la que ya hemos atendido varias veces. Buena paciente. A los diez minutos llegaron Laura y Reina, y las hice pasar al consultorio. Pronto vimos que había una inflamación severa de las glándulas perianales. Este es un problema bastante común en los perros, y la solución es desobstruir y evacuar manualmente las glándulas, que están ubicadas a ambos lados del ano, y después aplicar una medicación específica. Esta es una maniobra sumamente molesta para las mascotas, por lo que es muy necesario que el ayudante (en este caso Laura), sea capaz de contenerlos en todo momento.
Pero ayer todo se complicó.
En cuanto me puse los guantes y tomé el algodón para empezar a trabajar en la retaguardia de Reina, noté que Laura se ponía un poco  pálida. De todas maneras le pedí que le abrazara el cuello a la pequeña, y que tratara de calmarla.
Comencé el procedimiento, y en eso estaba, cuando de pronto Laura pareció desmoronarse al lado de la camilla.
Se le aflojaron las piernas y cayo de rodillas. Si bien no se desmayó, esto fue suficiente para que Reina diera un salto ágil desde las alturas, y saliera corriendo hacia el local de ventas, donde un par de clientes la vieron aparecer sorprendidos. Detrás aparecí yo, enguantado y con un algodón en las manos, después de asegurarme de que Laura quedara sentada en el piso, en un rincón del consultorio. Fue un momento entre preocupante y jocoso.
Lástima que Laura no quiso sacarse una foto sentada en el suelo, para inmortalizar el suceso. Creo que la coquetería pudo más.

jueves, 12 de julio de 2018

El Ruli





Ruli es ahora un carnerito muy desarrollado. Ya dejo de ser el cordero simpático que se convirtió en la atracción de Licenciado Matienzo.
A los pocos días de parirlo, su mamá oveja se enfermó y murió, así que el huerfanito cayó en la casa de Matilde Ferrero para ser criado guacho.
Esta buena mujer tiene seis perros adoptivos, así que Ruli, a falta de imagen ovina, pronto se identificó con sus nuevos compañeros y se empezó a comportar como uno más. Es decir que “se sintió perro”.
Con el tiempo, los vecinos empezaron a visitarlo para divertirse viendo sus hazañas.
Corre autos con sus amigos y hasta les da topetazos a las cubiertas, ante la imposibilidad de morderlas. Se sienta sobre sus cuartos como si fuera un Collie, esperando que le den de comer. “Atropella” a los desconocidos que se acercan a la casa y persigue a los gatos por las calles del pueblo, aunque no se sabe que pasaría si algún día alcanza a agarrar alguno.
Pero Ruli ha ido creciendo y ya se ha convertido en un carnerito fuerte y pesado. Por eso su última aventura le cambió la vida. Esa tarde llegó una vecina de Matilde a visitarla. Ruli estaba durmiendo en la puerta de la casa y se despertó sobresaltado. Tal vez por eso la desconoció. En un gesto perruno, se le vino encima y parándose en dos patas, llevó a la mujer contra la pared y le apoyó las pezuñas delanteras en el pecho. La mujer empezó a dar alaridos hasta que apareció Matilde y los separó.
Pero la moneda estaba lanzada. Al día siguiente lo llevaron al campo de un vecino de Matienzo y lo largaron junto con la majada, esperando que Ruli, por ser macho, pronto hiciera nuevas amistades.
La cuestión es que ya pasó más de un mes, y el tipo prefiere vivir con los perros del encargado antes que con las pecoras. Allá se lo ve todas las mañanas al trote largo atrás del caballo, cuando salen a recorrer.   

lunes, 2 de julio de 2018

Cero ideología

Realmente, a esta altura no me importa un pito la ideología.
Ya quedó ampliamente demostrado que las peores basuras humanas pueden tener ideologías de lo más dispares. Hasta contrapuestas.
Lo que ya no soporto es que haya tipos que agarren los cargos de gobierno para robar. Robar es un delito ¿Qué parte no se entiende? Y mucho más grave es robarle al país.
Y para robar disfrazan sus inmundicias con consignas vacías, mentiras infames, hipocresía al por mayor y dobles discursos.
Pensé que Menem era el peor castigo que le había tocado a la Argentina, pero vinieron los K y lo superaron hasta lo increíble. Se quedaron con la mitad de la Patagonia (literalmente), coches de lujo a montones, campos por todo el país, miles y miles de propiedades entre casas, hoteles y quintas. Aviones, yates y helicópteros. Contenedores con plata “física” que se les hecha a perder. Cuentas incalculables en paraísos fiscales y sabrá Dios cuantas cosas más.
Por eso me molesta tanto que ahora critiquen y se muestren desesperados por llevar a la renuncia a este gobierno.  
Vuelven a esconderse atrás de falsas ideologías. Que Macri es de derecha y por lo tanto un insensible que solo quiere hacer ricos a sus amigos.
Estupideces que reproducen hasta el hartazgo.
Creo que Macri ha sido una bendición para el país. En tres años ha hecho una obra colosal a partir de la miseria espantosa que le dejaron.
Y vuelvo al principio. No me importan un pito las ideologías. Solo pretendo que a la cabeza del gobierno haya gente inteligente, honesta, trabajadora, humilde y sensata. Sean de derecha, de izquierda, Radicales, Peronistas o de Cambiemos. Que los hay buenos y malos en cualquier lado.

Mientras haya una cabeza sana, el cuerpo se irá acomodando, pero si se pudre la cabeza (como pasó hasta hace poco), el pescado se pudrirá irremediablemente.    

jueves, 28 de junio de 2018

El coraje de Herminio


La primera revelación de Herminio Ruiz sucedió cuando apenas tenía doce años y vivía con su familia en la Estancia “Los Nogales” de Freire. Esa mañana salieron a recorrer a caballo el bañado con su padre José y su hermano Benito. Dicen que había mucha niebla y que no alcanzaban a ver más allá de las orejas de los pingos. De pronto se aparecieron los diez o doce perros cimarrones que habían estado matando ovejas en toda la zona. Eran animales temibles, muy grandotes y fieros. Con toda desvergüenza se le fueron al humo a los tres cuzcos que los acompañaban. Aunque eran perritos trabajadores y voluntariosos, en pocos sacudones, los malevos los destrozaron. El viejo José, les gritó a los chicos que dispararan para la costa del bañado mientras él los entretenía, pero eran tan bravos los bandidos, que pronto uno se le prendió del estribo y no largaba a pesar de los azotes que José le pegaba por la cabeza. Los demás empezaron a morder el caballo por todas partes, mientras el pobre animal daba bufidos y saltos desesperados tratando de zafar, y amenazando con desmontar a José y dejarlo a merced de la jauría.
Y pasó lo que pasó. Herminio, al ver el terrible ataque, pegó la vuelta en su caballo, en una atropellada llegó hasta su padre que ya casi no aguantaba sobre el lomo del animal, desmontó de un salto, y les pegó un grito a los atacantes.
Cuentan que José, su caballo y los perros furiosos y ensangrentados, quedaron como en suspenso un instante que pareció eterno, mientras Herminio avanzaba tranquilamente y le ponía el lazo en el cuello al más grande de todos y que parecía el jefe de la banda. El perro se dejó hacer sin resistirse.
Y dijo Herminio mientras ataba el lazo en la asidera y montaba nuevamente:
-¡A este perro lo voy a matar como escarmiento por lo que le hizo a los míos, y a todos ustedes, no los quiero volver a ver por la estancia nunca más!
Dicho esto, le hundió los talones en la panza a su tostado y se largó en loca carrera por el bañado, hasta que el malevo estuvo bien ahorcado y muerto.
Los demás perros desaparecieron para siempre y el relato de la aventura empezó a rodar por la zona de La Numancia.
Para Herminio fue el inicio de una serie de hechos fantásticos que nadie pudo explicar.

sábado, 19 de mayo de 2018

El Tumba Gargarella


El “Tumba” Gargarella es un tipo bastante especial. Ayer me contaron dos historias que lo pintan de cuerpo entero.
Vive en el campo, en una casita modesta cerca del Paraje Dos Naciones. Solo. Porque no parece que haya mujer capaz de aguantarlo. Debe tener cerca de cincuenta años.
Hace un tiempo salió a recorrer su lotecito de 30 vaquillonas negras, de las que estaba más que orgulloso, pero se encontró que entre las mismas, comía tranquilamente el gran toro pampa de su vecino, al que ya conocía muy bien por su fama de saltarín de alambrados. Furioso por la evidencia de que había montado a dos o tres de sus vaquitas, lo llevó inmediatamente a la manga, y no tuvo mejor idea que inyectarle medio litro de nafta super en los testículos. Después lo largó, y le mandó los perros para que lo sacaran corriendo. El toro se movía con dificultad por la gran distensión del escroto, que se había convertido en una gran bolsa de nafta, así que los pichichos aprovecharon a morderlo por sus partes, y tomar de paso, unos buenos tragos de combustible.
Al rato cayó el Tumba en la veterinaria, con sus perros vomitando escandalosamente. Así fue como me enteré de la hazaña.
Otra particularidad de Gargarella es su apetito voraz. A los pocos días de aquel suceso, cayó en lo de Fermín Ocote y lo invitaron a almorzar. La señora de la casa se mandó un tremendo estofado con carne de capón y papas, que sirvió humeante en una descascarada fuente de loza amarilla.
El Tumba se sirvió apuradito, y en el primer movimiento, se metió en la boca una papa entera. El tubérculo estaba hirviendo, así que Gargarella no encontraba la forma de morderlo, lo empezó a revolver con la lengua, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas. Hasta que no aguantó más. Escupió la papa en su mano grandota y declaró:
-¡Cierto! ¡Me acordé que no me gustaban las papas!

sábado, 28 de abril de 2018

Modo naturaleza


            Parece que la especie humana ha entrado en un ritmo de evolución fantásticamente rápido. Recuerdo una clase de sociología rural y extensión en la Facultad, donde un buen profesor, Alberto De Diego, mostró un cuadro que representaba los grandes hitos en el progreso de la humanidad. Los intervalos entre estos, al principio se medían en miles de años, por ejemplo entre el fuego y la rueda o entre la rueda y el uso de los metales.
            Lo grande es que en los siglos XIX y XX, todo empezó a acelerarse. La luz, la aviación, el teléfono, el cine y tantas y tantas cosas que se sucedieron en relativamente poco tiempo.
            Hoy, en pleno siglo XXI, los avances se miden en años, e incluso en meses. Hay un progreso técnico de vértigo ¿Hasta cuándo? Todo es breve, intenso. Se cuestiona la autoridad y los pocos valores que quedan en pie. Las comunicaciones de todo tipo nos llenan la cabeza de ruido y dejan poco espacio para pensar.
Frente a los dilemas morales cuesta mucho tomar decisiones. Siempre que alguien se planta convencido, surgen voces que lo contradicen con igual convicción. Y esto en una sociedad con muchas cosas en común. Imaginen lo que pasa cuando se trata de individuos de distintas culturas.
Temas como el matrimonio igualitario, la eutanasia, el aborto, la pena de muerte, el poliamor y otras variantes o la educación, despiertan encendidos cambios de opiniones.
Uno mira, siente los cambios y escucha hablar y hablar a tanta gente, pero la verdad es que noto mucha más convicción en los que viven cerca de la tierra. Parece que están en “modo naturaleza”. Para ellos todo es más simple. Sin vueltas.
La vida, la muerte y las relaciones se viven más fácil en “modo naturaleza”. Los animales inspiran y nos guían. Son pacientes, resignados, corajudos cuando hace falta, familieros y buenos compañeros. No dudan. Hacen lo que hay que hacer y listo.
Deberíamos mirar más al campo, su gente y sus bestias, para tener buenos ejemplos.   


jueves, 19 de abril de 2018

Una porquería

 Así lucía la vaquillona en el campo.

 Apenas agarrada en el cepo.



-¡Ni idea que puede ser!- Me dijo Andrés mientras tomábamos mate en la veterinaria -¡Mejor andá y estudialo!
Cuando vi al animal en la manga pensé: ¿Que porquería es esto? La vaquillona cruza, lucía una especie de mueca burlona, con un hueso descarnado colgando de su maxilar superior. Andrés prefería ni mirar. Pero en cuanto la agarramos en el cepo, nos dimos cuenta del engaño. Se trataba de la escápula de algún otro animal muerto en ese campo, a la que la pobre bestia seguramente empezó a lamer y roer hasta que la pieza se encajó perfectamente en su cara.
¡Cosas que tiene la naturaleza!

jueves, 12 de abril de 2018

Un buen hijo


-¡No te creo!
-¡Y bueno! Mañana lo vas a ver.
Al día siguiente me fui hasta el campo de Norberto. Tiene 60 o 70 ovejas. Una majadita para consumo propio. Llegamos caminando hasta el potrero, a unos 800 metros de la casa, acompañados de la perrita Mancha. En cuanto empezó a ladrar, las ovejas, acostumbradas al encierre diario, enfilaron para el corral del monte junto con sus corderos.
-¡Ahora vamos a quedarnos quietos y esperar! –Dijo Norberto
Enseguida, una de las ovejas, comenzó a dar vueltas en círculo, mostrando el clásico signo nervioso llamado torneo, mientras sus compañeras se alejaban. Y cuando ya se habían retirado casi 500 metros, comenzó lo increíble. Del fondo de la majada, se apartó un cordero de alrededor de 20 días y volvió corriendo hasta la doliente. Era su hijo. Pronto se paró al lado de su mamá, que giraba descontrolada, y esta, al sentir su contacto se quedó quieta un buen rato, hasta que pareció calmarse. Entonces, el pequeño comenzó a caminar despacito hacia el monte, cuidando de que su madre estuviera pegada a él en todo momento.
Allí nos quedamos como 15 minutos hasta que de a poquito, llegaron al corral junto con las otras.
Después me puse a revisar a la madre, buscando la causa del torneo, pero esa es otra historia. Lo más notable ya lo había visto.

martes, 10 de abril de 2018

Operando a la zaina







-¡Che dotor! ¡Decime la verdad! ¿Alguna vez arreglaste algo así? –Me preguntó la yegua zaina en un momento que me acerqué a darle una endovenosa en la yugular.
-¿Por qué? ¿Tenés miedo? ¡Esto va a ser como cantar y coser!- Le contesté en voz baja, haciendo una especie de juego de palabras con la operación que estaba preparando. De todas maneras me parece que no lo entendió. Los caballos son inteligentes pero no pescan nuestras sutilezas.
-¡No es que no te tenga fe, che dotor! Lo que pasa es que me preocupa no quedar bien y no poder tener más potrillos.
-¡Mirá zaina! Lo que tenés se llama cloaca recto-vaginal y es un desgarro de la zona perineal que se produjo durante el parto de esa linda criatura que está esperando para mamar. Es cierto que algunos de los primeros casos que operé fracasaron, pero también es cierto que casi todos los hechos en los últimos años han quedado muy bien. Por eso te digo que te quedés tranquila.
-¡Que bueno! ¡Entonces metalé tranquilo y haga las cosas bien che dotor, que no veo la hora de pararme y correr a ver a mi muchacho! ¿No es lindo? Me parece que cuando sea grande  va a ser rosillo como el padre.
Y mientras charlábamos de todo un poco, siempre en voz baja para que los humanos que nos miraban no pensaran nada malo, le reparé las partes traseras a la zaina de la mejor manera.
Veremos cómo evoluciona en la próxima visita que le voy a hacer dentro de algunos días.   

domingo, 8 de abril de 2018

De vuelta a casa


Estaba viendo que este blog cayó en el abandono después de los intensos relatos del viaje en bicicleta ¡Una lástima! Aunque no todo está perdido. Es cuestión de acomodar un poco el jardín, sacar los yuyos y seguir escribiendo nomás.
El raid ciclístico me dejó en un estado casi contemplativo. Ahí tengo detenida la creación de la próxima obra de teatro y dejé de poner cosas en este lugar. Tal vez porque solo me dediqué a lo apremiante, que son las notas para Visión Rural, las Gacetillas mensuales de la veterinaria y las charlas en la TV.
Desde mediados de febrero, ha habido mucho trabajo en el campo. Fueron casi dos meses muy movidos, sumado a que ya estamos en plena temporada de tactos, así que la fajina es demoledora. A eso me refería cuando me preguntaban cómo iba a hacer para pedalear tanto sin estar entrenado. La verdad es que al lado del trabajo fuerte en la manga que lleva horas y horas, sentarse en una bicicleta solo a pedalear y mirar los pajaritos es completamente aliviado. Tal vez alguno recuerde una vieja nota que titulé: “El atleta veterinario”, donde describía las increíbles condiciones físicas que nos demanda nuestra profesión a campo. Ese es el mejor entrenamiento posible. Particularmente, me tomo el trabajo como una forma de “estar en forma”. Hago todo con intensidad, y si bien llego a la noche molido, al día siguiente me levanto lleno de energía.
En eso estamos, pasando estas semanas con escasas lluvias, caminos polvorientos y mangas donde las vacas levantan nubes de tierra suelta, que nos dejan los ojos en compota. Contentos con este noble oficio-profesión.  

viernes, 9 de febrero de 2018

El regreso y otras cosas

El día de la salida

Entrando en la Provincia de La Pampa

Llegada a General Pico

Parecía que ya estaba todo terminado, pero el viaje tenía unas cuantas sorpresas más. Ya les conté que dejé la bici en la veterinaria de Miguel Pechin, despidiéndome con tristeza, y que encaré la tarea del regreso a San Manuel. Cosa aparentemente simple. Dejé el hotel Caui en General Pico a las 9 de la mañana, rumbo a la terminal de ómnibus, sin saber bien para donde salir. Al final, tomé un micro de Andesmar hasta General Villegas. A las 12.10 estaba ahí. Enseguida me puse a buscar algo que me llevara a Tandil, pero hasta las 2.30 de la siguiente madrugada no había nada. Entonces, y como ya estaba listo para zarpar, abordé otro micro de la empresa Las Grutas que me llevaría hasta Bahía Blanca, calculando que allí encontraría montones de servicios para Tandil. Error. La única empresa que va de Bahía a Tandil es Río Paraná y no salía hasta las 8.15 del día siguiente. Por suerte, Guillermo Martínez me dio un lugar para hacer noche, me agasajó espléndidamente, y al otro día tempranito me presente en la muy linda terminal, para enterarme que ¡Rio Paraná estaba de paro! ¡Increíble! Entonces me tomé otro micro, pero esta vez a Necochea, y allí me fue a buscar Juan, para recorrer los últimos 120 km hasta mi casa. Me llevó 38 horas el regreso, y gasté en pasajes casi más plata que en toda la travesía.
Reflexionando sobre lo vivido en estos días, me quedan algunas ideas.
Tema bicicleta: Ese fue un asunto muy conversado con la gente que se iba enterando del viaje. La mía es muy antigua y simple. No tiene cambios ni firuletes. Solo le puse cubiertas nuevas y un asiento cómodo para un viaje así. El resto original. Y cumplió con creces. Hicimos 620 km rodando por tierra y asfalto, y nada se rompió salvo la cámara de la rueda trasera que se desintegró después de llevar recorridos 72 km en el día, a las tres de la tarde, cuando hacían 35 grados ¡Más que justificado!
Nadie le tenía fe a la pobre, pero debe ser cierto lo que me dijo un ciclista belga que encontré en la ruta, sobre que las bicis viejas son interminables. El tipo me pidió permiso para sacarle una foto. Seguramente se estará riendo con algún amigo europeo. Lo que quedo demostrado es que en cuestión de bicicletas lo importante es el motor y que toda esa enorme variedad que existe casi para cada actividad, es producto de la industria, que hace lo posible por crear necesidades donde no las hay. Y los humanos compramos.
Lo mismo pasa con los accesorios. Se ofrecen cada vez más cositas para el que gusta del ciclismo. Pero son cosas prescindibles. Hice este viaje tal y como anduve tantos años en bicicleta. Sin casco, sin anteojos, sin ropa deportiva, sin alforjas ni elementos especiales y llevando agua en una botella plástica de tres litros. Y alcanzó bien con lo que llevaba. Podría haber seguido mucho más ¡Ni siquiera me paspé!
Otro tema de charla fue el entrenamiento. No soy ciclista y no andaba en bicicleta desde hace unos 30 años. Ni siquiera di una vuelta a la manzana con todo el equipo que llevaría en el raid. Solo le tomé el pulso en el momento que salí. Y descubrí que el cuerpo es como la plastilina que se va amoldando de acuerdo a las presiones. Los primeros días estuve un poco desbordado. Tomaba alrededor de 9 litros de agua por jornada, y comía sin orden, pero poco a poco me fui acostumbrando, y sobre el final, consumía mucho menos agua y había encontrado mi ritmo, pudiendo hacer tranquilamente 70 u 80 km diarios a una velocidad de alrededor de 13-14 km/hora viento en contra, o 18-19 con viento a favor.

Resumiendo, fue una aventura muy gratificante y un espléndido regalo para mi cumple número 60. Agradezco a tanta gente que me fue ayudando en el camino, con invitaciones a su casa, con ricas comidas y con palabras de aliento en las redes ¡Hasta la próxima! 

lunes, 5 de febrero de 2018

Llegada a General Pico


¡Todo tiene un final! Eso fue lo que pensé esta mañana cuando me levanté en Quemu Quemu. Después del día tremendo de calor (recuerden que ayer, cuando se me derritió la cámara de la rueda trasera, eran las 14.30 y yo venía viajando con 35 grados de calor) llegué al modesto hotel Monterrey. Sin perder tiempo, cambié la cámara de la bici para dejarla en condiciones de rodar, y le hice algunas suturas al bolso de cuerina que se me venía descosiendo. Después me fui al tranquito para la plaza y me encontré con los “Domingos culturales”. Tocaban varios grupos buenos y había comida en abundancia. Estuvo muy lindo. Hoy salí de Quemu temprano porque se presentaba otro día de calor, después de charlar un buen rato con la señora que servía el desayuno y me mató a preguntas sobre el viaje.
El pronóstico era cierto nomás y para las diez de la mañana ya el calor era bien intenso. Yo venía pensando en lo hecho y lo por hacer, y en ese mismo momento confirmé mi decisión. Terminaría mi viaje en General Pico. Llegué cerca de mediodía, me tome un gran helado y me saqué una foto recordatoria en la bonita plaza mayor de la ciudad. Después me alojé en el hotel Caui y comencé los planes para el regreso. La cuestión es que mi yerno Santiago tiene aquí un conocido, el colega Miguel Pechín que aceptó gustoso tener mi bicicleta y parte de mi equipaje en guarda hasta que lo retire Santiago, que viene periódicamente a General Pico. El Dr. Pechin es ciclista aficionado y le costó creer que pudiera haber hecho este viaje en mi bici. Hasta le tomó una foto para compartirla con sus amigos del pedal. Yo mañana me vuelvo en micro y tal vez esté llegando a mi casa el próximo miércoles. Lo último que les cuento es que hace un rato, cuando llevé la máquina a la veterinaria de este hombre, fui con mucho menos peso que en el viaje y la pobrecita rodó alegre y contenta, toda livianita. La dejé en el depósito y le di una última mirada ¡Como la voy a extrañar! En estos doce días de aventura recorrimos 725 km juntos y no me dio ningún disgusto, solo el problemita de la cámara de ayer, pero con el calor que hacía ¡Creo que ni las bicis modernas se lo hubieran bancado!
Por fin, cuando le pasé la foto final a mi familia, puse “ He aquí el primer ser humano que unió San Manuel con General Pico en bicicleta”, como para darle un tono épico al viaje, aunque en realidad fue muy lindo hacerlo y no tuvo nada de hazañoso.

domingo, 4 de febrero de 2018

Bonifacio y otros pueblos

La estadía en Bonifacio fue una maravilla. Estuve desde el jueves a mediodía, hasta la madrugada del sábado. Entre agasajos, largas charlas con mi hermano, y una buena cama para dormir. La verdad es que cuesta seguir viaje después de un tiempo tan blandito. Me encontré con varios primos después de mucho tiempo, visite a la tía Chita, y el sábado tempranito, mi hermano Guille me arrimó hasta el nacimiento (o final) de la ruta 85.
Con tanto descanso encima, arranqué hecho un avión, y a la 1 de la tarde pase el lugar en el que había pensado parar, que era Salliquelo. La única dificultad fue que ya el viento se me había puesto en contra de nuevo. De todas maneras seguí metiendo garra y a las 4 y media de la tarde, llegue a la entrada de Quenuma. Allí hay una estación de servicio y pronto tenia armada la carpa. Fueron algunas horas aburridas, porque no había ni siquiera posibilidad de usar el teléfono, pero pronto me dormí como un ángel en mi carpita. Había hecho 75 km en el día.
Hoy moví temprano, después de pasar una noche viendo las estrellas, ya que había dejado la puerta de la carpa abierta. Estuvo muy lindo. El viento no me molesto al principio y recorrí rapidísimo (para mi nivel) los 40 km hasta el limite con La Pampa, llegando a las 9.30 hs. Fotos, emoción y charla con la policía fronteriza. La cosa cambió cuando doblé por la ruta 1 para General Pico ¡Otra vez el maldito viento en contra! Hoy mi meta era el pueblo de Miguel Cané, así que poco a poco me fui acercando hasta que llegué a las 15.00 hs. Ya llevaba pedaleados 74 km y me quedaba poco resto. Pregunte por algún lugar para hospedarme y ¡No había ninguno! Así que completamente desconsolado encaré otros 16 km hasta Quemu Quemu. Llevaba hechos 6 km, y la cámara de mi rueda trasera reventó, tal vez por el gran calor, dejándome tirado en la ruta al rayo del sol y con 35 grados. Por suerte un muchacho que pasaba, David Caramela, se apiadó de mí y me trajo hasta el pueblo en su camioneta.

¡Y acá estoy! Cansado pero feliz y con la bici para reparar. Veremos como sigue.

jueves, 1 de febrero de 2018

Arboledas y Daireaux

Esto se pone bueno!!! Después de la guerra de los dos días de viento, cambiaron las cosas. Recordarán que habíamos quedado haciendo noche en Lamadrid, con el cuerpo medio averiado después del extraordinario esfuerzo que hice entre Laprida y Lamadrid. Pero ayer, mágicamente, me levante hecho un potro salvaje. El día estaba nubladito, lloviznoso y por fin… con viento favor. Todo anduvo bien y con dos paraditas intermedias, me hice los 52 km y llegue al pueblo Arboledas antes de mediodía. Allí me esperaba un ex alumno y ahora colega, Pablo Abramchik, que generosamente me hizo conocer su bonito pueblo y me brindo su casa para darme un buen baño, comer una carne exquisita y dormir una larga siesta. Mas tarde nos fuimos a recorrer su campo, que tiene un casco muy antiguo, y por fin, viajamos para Daireaux, donde paré en el hotel de Pepo. A la noche otro bañito y a cenar con Carloncho Perez, compañero de la Facultad que vive en esa ciudad. Lindo miércoles.
Hoy fue un día de clima parecido. Salí a las 7.30 hs y después de recorrer unos 10 km, veo por el espejito de mi bici, otro rodado que me iba alcanzando. Era un belga, de nombre Samuel, que lleva dos años viajando en su bicicleta por toda Sudamérica. Impresionante su equipo. Y lo mío también le habrá llamado la atención, porque me pidió permiso para sacarme una foto con la vieja Filippa, cosa que me puso agrandadito. Después seguimos viaje pero el iría a unos 22 km por hora y yo, que no paso de los 17 o 18, de a poco lo fui perdiendo. La cuestión es que a las 11.30 hs estaba en la veterinaria de mi hermano Guillermo en Bonifacio. Recorrí otros 55 km en una mañana. Es notable como el cuerpo se va acostumbrando y rindiendo cada vez mas. Pienso en el desorden de los primeros días. No sabia cuanto tiempo andar, que comer y cuando, o como cuidarme, y sin embargo, en una semana de andar, voy incorporando algunos hábitos buenos. Creo que con una bicicleta y equipo adecuados, andar haciendo cicloturismo no es nada difícil. Ahora me tomare un día de descanso en Bonifacio y el sábado volveremos a las pistas.


martes, 30 de enero de 2018

Hasta General Lamadrid


Y acá viene la crónica de los últimos 2 días. Ayer fue un día muy bueno. Salí temprano de San Cayetano. Alrededor de las 7.00 de la mañana. Casi no había viento. Solo una brisa suave de atrás, así que enseguida agarre la ruta, con un día de descanso encima, y empecé a pedalear con buen ritmo. Llegué a la escuela número 12, a 35 km de San Cayetano a las 10. Lindísima la escuela, muy limpito todo, así que descansé, tomé mate, y seguí ponga y juegue con el viaje. A partir de ahí empiezan las lomas antes de llegar a Chaves pero venía bárbaro. En eso estaba cuando me pasó un tipo en un R12. De golpe frenó, dio la vuelta y se vino solamente para ver que estaba haciendo yo, para donde iba y para contarme que a él le encanta andar en la ruta. Nos despedimos, seguí viaje, y llegué a Chaves a mediodía, conseguí alojamiento en el Hotel París, me di un buen baño, dormí una siesta y más tarde, cuando estuvo fresco, me fui a dar un paseo por la ciudad y a comer una pizza antes de dormirme como un potro. A la mañana siguiente salí en camino para Laprida. Ya había visto el pronóstico que anunciaba que iba a haber mucho viento. Y era verdad. Apenas agarre la ruta, un fuertísimo viento en contra empezó a soplar. Cuando estaba por parar cansado, veo delante mío alguien que iba en un vehículo que primero no supe que era. Cuando me fui acercando, vi que era un discapacitado en una bicicleta adaptada, pedaleando con las manos. Me acerque y fuimos como 15 km charlando. Era Pachi Gándara, que sale todos los días a entrenar y está preparándose para un viaje que piensa hacer hasta Comodoro Rivadavia. Nos despedimos más adelante y yo seguí sólo, muy asustado por el viento, hasta que encontré la escuelita 21. Ahí paré, tome unos mates y descanse y me largué de nuevo a la calle otros 12 km. Por fin, llegue a una estancia grande en plena hora de la siesta, los perros hicieron un gran alboroto y apareció el encargado, Federico Capdevielle que me dijo que venía errando el camino. ebe haber visto cara de desconsuelo porque se ofreció para arrimarme hasta Laprida a la tardecita. Lo esperé en un monte cercano y a las 6 de la tarde me pasó a buscar con toda la familia. Para las siete estábamos en Laprida y yo cómodamente instalado en el hotel Laprida.
Hoy, en cuanto me levanté, oí que don viento seguía soplando y me agarró una gran pena. Mi bici es muy antigua y no tiene cambios como para aliviar el rigor del viento en contra. Les digo la verdad, por un momento pensé en buscar a alguien que me arrimara hasta mi próximo destino, pero pensé: “Voy a darle hasta donde pueda”. Y despacito, despacito, a las 5 de la tarde estaba en Lamadrid. Hecho pelota porque tuve que caminar como diez km por un pinchacito que me dio la rodilla izquierda. Ahora a tomar cerveza helada, descansar y mañana seguir viaje para Daireuax.

sábado, 27 de enero de 2018

Los primeros kilometros

Hace dos dias que sali de casa rumbo a Licenciado Matienzo. Me acompaño Juan los primeros kilometros dandome los consejos finales. El sabe bastante de esto porque sale mucho a la ruta. Todo emocion. Hay que tener en cuenta que hasta ese momento no habia probado la bici cargada con el equipaje. En realidad no habia pedaleado nada. Asi que sentir el peso enorme y la poca estabilidad de mi maquina me sorprendio. Para las diez de la mañana ya habia pasado el pueblo y pare en el monte de Toki Eder a tomar mate. Contento y con fuerzas. Solo fue raro que el dueño del campo pegado a ese, paro a charlar conmigo y me confeso que habia pensado que era un croto. No debo tener muy buen aspecto!!! El dia se me paso completando el camino hasta Juan N. Fernandez. Llegue muy cansado y me pase como dos horas buscando alojamiento sin suerte, asi que termine armando la carpa al lado de la estacion de servicio Petrobras. Una gente amiga, Cacho Torres y Edith, me invitaron a cenar. Volvi a la carpa alrededor de las doce. Cansado y con varios vasos de cerveza y vino encima. Lo malo fue que el movimiento de camiones durante toda la noche no me dejo dormir nada, asi que ayer levante campamento en muy mal estado y puse proa para San Cayetano. Cuando llego al puente La Plancha, sobre el rio Quequen, me encuentro que se habia caido y solo quedaban unos pedazos de cemento apilados precariamente. Desarme todo el equipaje y fui pasando las cosas trabajosamente hasta que complete la maniobra. Por suerte no perdi nada ni me accidente. Fue un dia muy duro. Mucho calor, poco descanso y para completar, a la tarde agarre un lindo viento en contra. Una de las paradas la hice en la estacion de ferrocarril abandonada de Defferrari. Ahí me dormi una siesta, pero me despertaron dos policias que me pidieron documentos para averiguar si era un fugado!!! Como para escaparme en esta bici vieja!!! Ni un foco!!! Yo creo que lo que mas les interesaba era chusmear a ver quien era y que hacia por ahí.
Por fin llegue a San Cayetano a las cinco de la tarde con la ultima gota de Energia.
Juliana y Jero andan de viaje con los chicos asi que me ofrecieron la casa para parar… fue increible poder darme un baño, lavar la ropa y descansar.
Hasta ahora vengo bien. Ya recorri 120 km y la vieja Filippa viene aguantando.

Nota: Veran que no he puesto acentos ni fotos. Es que tengo una tablet nueva y no la entiendo todavia... Perdon!!!

martes, 23 de enero de 2018

Antes de salir


¡Me voy de viaje!
Después de varios meses de programarlo, y como premio por haber llegado a los 60 años sanito, esta semana salgo.
Me voy en mi vieja bicicleta Casa Filipa, de la que ya les he contado en algún otro relato en el blog. Cumplió 43 años pero se mantiene. Pepe Arreghi, un muy buen herrero local, le hizo una especie de canasto, y sobre esto va un bolso de cuerina, que cosió hábilmente Mabel Ferrari, donde pienso llevar las cosas indispensables para la travesía.
El primer destino elegido fue Villa La Angostura, pero el tema de las rutas muy concurridas, me ha hecho pensar ahora en Merlo (San Luis) o San Rafael (Mendoza). Veré sobre la marcha. Lo único seguro es que salgo por tierra rumbo a Licenciado Matienzo, cualquier día de estos bien tempranito.
En realidad no importa hacia donde vaya. Lo bueno van a ser estas semanas en bicicleta. Ya hice varios viajes de este estilo, pero a caballo. Ahora no tendré con quien conversar, como lo hacía con los animales que me llevaban entonces, pero a cambio no tendré tampoco que preocuparme por cuidar a nadie más que a mi mismo.
Solo me falta juntar algunas chucherías, y poner en orden unos trabajos y cosas en la veterinaria, pero ya se siente la emoción de la partida.
Pronto iré contando algunos detalles del raid y mostrando fotos que sirvan de testimonio para los descreídos ¡Hasta la próxima!


jueves, 11 de enero de 2018

Terapia conductual

Tengo un colega muy ingenioso. Es especial porque siempre le encuentra una solución a los problemas más insólitos que se le presentan. Por discreción solo diré que se llama Federico.
Hace unos años tuvo uno de sus mayores desafíos. Se trató del caso de Kevin, un simpático monito que la señora Aurora tenía en su casa desde mucho tiempo atrás. El asunto fue que Aurora enviudó y las relaciones entre ella y Kevin fueron cambiando progresivamente al estar solos. Según contó ella, el animalito se sintió “dueño de casa” y quería mandar. Empezó haciéndole algunos desprecios a su dueña, que ella interpretó como originados por la tristeza de la pérdida. Pero del desprecio pasó a la agresión, volviéndose cada vez más peleador. Los brazos y manos de Aurora daban testimonio de esto, con múltiples huellas de mordiscones de la pequeña bestia.
Mi amigo escuchó pacientemente la larga historia de la mujer y el mono, mientras en su mente tomaba forma una idea brillante.
-¡Dejemeló señora! Vuelva en una semana y veremos si lo puedo corregir. He leído sobre una terapia conductual muy moderna y se la voy a aplicar-
Apenas quedaron solos, Federico llevó al animalito a una matera que tiene detrás de la veterinaria, y después de asegurarse de que no tenía escapatoria, enrollo un diario viejo y mientras le hablaba muy fuerte, le dio unos cuantos azotes con el bastón de papel. Kevin protestó un poco, pero debe ser muy inteligente, porque pronto se quedó callado y quietito.
En los días que siguieron, a cada amigo que llegaba a la veterinaria a tomar mate, Federico le encargaba que le diera unos bastonazos y unos gritos a Kevin.
Pasada la semana, volvió Aurora a buscar a su mascota. Federico, sonriente, trajo al monito desde el fondo y se produjo el milagro. En cuanto vio a su dueña, el bandido la abrazó con desesperación, nunca más se hizo el malo con ella y conviven de la mejor manera desde hace mucho tiempo, mientras la fama de terapista conductual de Federico crece sin parar.  


Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...