miércoles, 22 de febrero de 2017

Calores de febrero

La pobre vaca insolada fue a morir justo dentro del bebedero

Cuatro de la tarde. Calor agobiante. Casi no había viento y la siesta era bochornosa. Cuando Gutierrez llamó, supe enseguida que la cosa era grave. Me contó que al entrar al potrero de las vacas, encontró cuatro muertas  y varias mas como “borrachas”, jadeando y con la lengua afuera.

En estos días nos tocaron varios casos de golpe de calor en rodeos de cría, y pensamos este era uno mas. Corrimos hasta el campo y nos encontramos con el cuadro desolador que nos había pintado por teléfono. A las apuradas tratamos a todas las afectadas e hicimos dos necropsias como para descartar algún otro problema. El trabajo confirmó las sospechas. Se trataba de varias nuevas víctimas de los calores inclementes de febrero.

sábado, 18 de febrero de 2017

Otro bloguero en la familia

Resultó una sorpresa. Hace alrededor de un mes, mi sexto hijo, Lorenzo, de once años, me dijo que quería tener un blog.
-¿Y cual va a ser el tema?- Le pregunté.
-¡Quiero escribir sobre drones!-
-¡Mirá! ¡Si te animás metele! Pero tenés que saber que hacerlo es fácil, pero después hay que tener constancia para seguir escribiendo y mantenerlo, limpio y cuidadito-
-¡No importa! ¡Voy a probar!- Me contestó seguro.
Y se largó a escribir.

A mi me gusta como va. Si quieren pasar a ver algo sobre drones están todos invitados.

viernes, 10 de febrero de 2017

El cerebro humano

Creo que en algún momento lo he mencionado en este blog. No estoy seguro. Hay una teoría que intenta explicar el fenómeno de la inteligencia humana, tan “fuera de lugar” en la naturaleza. En esa teoría se postula que el cerebro del hombre escapó al camino natural de la evolución en cualquier especie, al establecerse la vida en sociedad. Se formó el llamado bucle retroactivo.
El humano se agrupó e interactuó cada vez más. Esto supuso nuevos desafíos para la mente, al ser estimulada por el lenguaje y la interpretación de millones de señales emitidas por otros congéneres. Esta exigencia hizo que el cerebro diera un “salto de calidad”, generando nuevas aptitudes en sus usuarios. Esto aumentó las demandas de funcionamiento, lo que a su vez provocó un nuevo salto, y así indefinidamente.
Es muy posible que esta teoría sea cierta.
Por eso genera mucha curiosidad saber qué pasará con los humanos actuales, enfrentados al desafío que supone esta hiperconectividad y sobreoferta de tecnología que no da respiro ¿Cuál será el nuevo cerebro que se está gestando? ¿Cómo serán sus portadores?
Es posible que los cambios no sean muy parejos para los 6 o 7 mil millones de personas del mundo. Seguramente las comunidades mejor nutridas y estimuladas evolucionaran primero. El problema es que el porcentaje de humanos mejor nutridos y estimulados ronda el 20% del total.
¿Habrá un grupo minoritario de individuos portando los nuevos cerebros tecnológicos y una mayoría con un cambio menos? ¿Estas diferencias no generarán más conflictos? ¿Los humanos vivirán mejor?



viernes, 3 de febrero de 2017

Norton y el tren

A mi gato nuevo le puse de nombre Norton. Se dio porque el día que lo traje, me senté a almorzar y mientras pensaba en como lo llamaría, la botella de vino que tenía frente a mi vista, me cantó clarito, desde su etiqueta, que mi amigo sería Norton.
Es muy piola. Me sigue discretamente cuando ando caminando por el pueblo. Habla poco. Lo justo. Gran cazador de lauchas y pajaritos, se mantendría solo si nadie le diera de comer. De todas maneras, todos los días a las seis de la mañana, mientras me preparo el mate, me rasca el vidrio de la puerta de la veterinaria pidiendo la comida. Es altivo y orgulloso. A los perros del barrio los provoca y cuando parece que ya lo agarran, en dos saltos se sube al fresno, y allá arriba hace como que no los ve, mientras los infelices ladran enfurecidos y se lamentan por haberlo perdido otra vez.
Ayer fuimos a la Estación del Ferrocarril. Hacía mucho calor y nos sentamos en el banco del andén a no hacer nada.
-¡Que lastima ver esto así Norton!-
-¿Así como?- Preguntó Norton, al que en su vida de dos años no le caben muchos recuerdos.
-¡Si vos supieras! Esta fue una estación muy importante. Por acá pasaban trenes de carga y de pasajeros que iban desde Buenos Aires hasta el puerto de Necochea y volvían para la Capital. Por tren viajaba casi todo. Desde animales hasta huevos de gallina, pasando por verduras, frutas, golosinas, ropa y toda clase de mercaderías. Y ni hablar de los pasajeros, que preferían viajar en un transporte rápido, cómodo, económico y con el que se cumplían rigurosamente los horarios aunque lloviera, cayera nieve, granizo o el calor castigara fuerte. Los empleados estaban orgullosos de ser ferroviarios y cuidaban a la empresa como a su casa. Un entretenimiento de la gente del pueblo era venir a la estación para ver el movimiento de carga y descarga de cada tren que pasaba. Vos vieras Norton lo bien que estaba pensado y armado todo. El sistema de señales, que funcionaba a la perfección avisando al maquinista si podía avanzar sin peligro, el telégrafo que comunicaba todo el sistema en clave morse, cosa verdaderamente impresionante de ver. A mi me tocó trabajar en una veterinaria cuyo empleado había sido Jefe de Estación. El pobre Laureano se esforzaba tratando de hacerme entender el sonido en clave, golpeando con el culito de un lápiz sobre el mostrador, con una velocidad increíble. Además, todas las construcciones eran sólidas, pesadas y durables-
Me quedé callado. Norton también. Mirábamos la playa de maniobras abandonada y los cuatro vagones olvidados y oxidados, cerca del cargador de hacienda ¡Una lástima lo que ha pasado con el ferrocarril! ¡Ojalá se pudiera hacer algo para volver a ponerlo a rodar!
-¡Así es la vida Norton!- Dije y me di vuelta para mirarlo. Pero Norton estaba allá lejos en la punta del andén, avanzando agazapado para dar un golpe sobre un grupito de murciélagos que colgaban de una viga del alero. Al rato volvíó contento, con un vampiro entre los dientes.

  

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...