jueves, 29 de abril de 2010

El Día del Humano

Y entonces se juntaron casi todos los animalitos del campo y se pusieron a deliberar. Había algunos muy mesurados y reflexivos como los carpinchos, y otros revoltosos y jetones como los cuises, pero el tema daba para discutir hasta el cansancio.
Resulta que la vaca Aurora había traído la noticia de que los humanos estaban festejando "El día del animal"
-¿Y quienes son estos para venir a festejar un día nuestro? ¿Eh? ¿Quienes? ¿Nosotros se lo pedimos?- Arrancó muy caliente el ratón Perez.
-Lo que pasa es que hay gente muy buena y que nos quiere mucho, que cree que con esto nos homenajéa- Le contestó el carpincho
-¡Pero no seas boludo!- Cortó bruscamente una mulita, a la que costaba reconocer hablando así -¿No vés que esto es una cosa solo de ellos? ¿Que nos importa a nosotros toda esa boludez? ¿Que nos cambia?-
-¡Epa! ¡Epa señora! ¡Que boquita!- Dijo la culebra -¿No escucharon que Aurora dice que en el zoologico los chicos les regalarán cosas lindas a los elefantes y a las jirafas?-
-¡Ma que regalo! Si pudieramos hablar habría que decirles a estos tipos que se metan lo menos posible con nosotros. Que para eso somos animales y no los precisamos- Dijo enojada la lechuza -¿Por que no cuidan mejor a sus propios pichones en vez de cuidar perros y gatos maricones? Cada vez que vuelo por el pueblo, veo pilones de pibes drogandose tirados por las plazas ¿Eh? ¿Por que no cuidan mas lo de ellos?-
Se hizo un gran silencio. Todos pensaban (poco porque son animales) en los dichos de la lechuza.
Por fin un zorro, siempre avispado, dió la gran idea -¿Y por qué no festejamos nosotros el día del ser humano?-
Todos se reían contentos y batían palmas y pezuñas.
-¿Y que podemos hacer para el festejo?- Dijo el pato Lucas mientras se acomodaba las plumas
-¡Ya sé! Contestó el zorro -No les demos pelota y hagamos la nuestra como siempre, para festejar tantos siglos de molestias humanas
La moción se aprobó por unanimidad.
Y así fué que el 29 de abril, ningún animal se sintió bien con las personas que se le acercaron, aunque éstas, siempre metidas en su mundo, ni se dieron cuenta.

¡Chau Tato!

Hoy se murió un gran tipo.
Fué un luchador. Trabajó incansablemente y logró que su gente lo reconociera y apreciara. Tenía un carácter hosco que lo hacía parecer malo al principio, pero una vez que se lo trataba, se descubría en él un corazón generoso para el esfuerzo y la amistad.
Trabajó solo en dos campos en toda su vida, lo que indica que era muy buen empleado y que los patrones apreciaron su valía.
No se quejó en las jornadas interminables con calores aplastantes, ni en las mañanas de helada cuando duelen los dedos y el aliento se desparrama en nubes de vapor.
Lo ví por última vez hace un mes. Estaba paradito bajó el enorme roble frente al galpón, tomando fresco a la sombra. No charlamos mucho porque siempre ando apurado. Lo malo de esto es que me pierdo buenos momentos corriendo no sé hacia donde.
Le costaba caminar y le dolía mucho una rodilla, pero conmigo siempre fué cordial. Estuvimos recordando algunos encuentros memorables.
¡Chau Tato! Fuiste un gran caballo.

miércoles, 28 de abril de 2010

Estos días

Son estos días donde hay casos de lo mas variados. Revisé toros de mil kilos que hicieron pedazos la manga con su fuerza bestial, hice tacto a vacas muy coquetas, operé un otohematoma en un perrito de no mas de diez kilos y atendí un gatito que criaron con mamadera y que no pasa de los cien gramos.
Y todos fueron animales de lo mas gauchitos y educados. Los toros pidieron perdón por los destrozos cuando los largaron al campo, las vacas se quedaron comentando entre ellas la suavidad del tacto (algunas hasta se encariñaron conmigo), el perro operado se retiró muy conforme con su oreja reparada y el gatito guacho revoleaba contento si ojo chiquito, despues que le hice alguna caricia al pasar.
¡Como para aburrirse en estas andanzas!

domingo, 25 de abril de 2010

El punto de equilibrio

Creo haberlo escrito antes pero no importa.
Lo pensaba ahora que estoy tomando mate en la veterinaria antes de salir.
Esta profesión es una maravilla. Y si hacemos clínica muy intensamente, nos ayuda también a ser personas equilibradas.
En cuestión de días nos llena de satisfacción viendo difíciles casos resueltos de la mejor manera, y cuando podemos llegar a creernos buenos, y que se nos meta en el alma el bichito dañino de la soberbia, nos ubica en el punto justo haciendo que se nos muera el paciente menos pensado.

jueves, 22 de abril de 2010

Un temperamental

-¡Lo que pasa es que soy muy temperamental dotor!- Me decía Roberto Benitez mientras deslomaba a palos un perro bayo que le había estropeado dos gallinas.
-¡Dejá ese perro ché que lo vas a matar!- Le gritó Matilde desde la ventana de la cocina. Y agregó:
-¡No te hagás el malo! ¿O te has criado comiendo chuleta e´tigre?-
Y ahí nomás, Benitez el temperamental, se fué hasta el palenque, montó en su overo y salió al trote para la manga.

miércoles, 21 de abril de 2010

Guarda que patéa!!!


Operando con algunos residentes

De tanto andar con las vacas uno va teniendo una empatía fuerte con ellas. Las entiende. Sabe casi lo que piensan. Y se dá cuenta cuando pueden llegar a hacerle daño porque se enojan, o simplemente porque pesan siete u ocho veces mas que cualquier humano. De todas maneras hay momentos de descuido, o solamente de boludez, en los que algo pasa.
Ese día estabamos preparando una jaula de novillos de exportación Holando Argentino. Eran tremendos animales de mas de 800 kg y se había puesto dificil hacerlos entrar a la manga. Siempre los residentes han sido chicos muy ágiles y activos, y esa vez estaban Pedro y Ariel, dos casi veterinarios, en su período de entrenamiento.
En un instante de coraje, y sin que pudiera decirle nada, Pedro saltó las tablas del corral y se metió en el huevo de la manga donde quedaban algunos animales remolones. La cosa es que Pedro se metió a mano limpia. Ni un palito como para tocarlos y que movieran.
¿Y que hizo el tipo? No tuvo mejor idea que pegarle una patada con su bota de goma número 44 a uno de los novillos mas cercanos ¡Y claro! El pobre animal se la devolvió. Le metió semejante patada en la panza que Pedro solo hizo ¡UUfff! y se agarró de las maderas.
Nosotros nos asustamos y abrimos la tranquera del huevo para entrar a ayudarlo. El pobre no caminaba así que lo arrastramos hasta el pasto hasta que se recuperó un poco, estaba muy blanco y le vinieron arcadas, pero como era un tipo curtido, al rato se paró, tomó aire bien fuerte y preguntó: -¿Cual era? ¡Avisenmé cuando entre que lo cago a patadas de nuevo! ¡Y claro! ¿Como seguir serio con eso? Seguimos trabajando a las risas y nos guardamos la historia en el bolsillo para contarla alguna vez.

domingo, 18 de abril de 2010

Lugano Brondi terrorista

A los nuevos lectores del blog les cuento que esta historia de Lugano la he ido desgranando a razon de una o dos partes por mes desde el año pasado. Si quieren todo completo lo pueden buscar en las entradas agrupadas como "Cuentos cortos" y si hay alguien que lo prefiera de corrido me pasa el correo y se la mando enterita.

Estando todavía en Gonzalez Chavez, Lugano recibió una llamada telefónica muy corta donde un tal Paco le ordenó que dejara a su hija en un lugar seguro lejos de su propia familia, y viajara en forma urgente a Mar del Plata. Dejó a la pequeña Esperanza al cuidado de una amiga y colega de Tres Arroyos, y al día siguiente llegó a la dirección indicada por Paco. Era una casa de ropa femenina y siguiendo las instrucciones, dijo a la única empleada, que quería ver algo distinto porque viajaba a Madrid. La chica lo miró con curiosidad un instante y le indicó que lo siguiera. Pasaron a un pequeño depósito. Allí en un rincón, corrió sin esfuerzo una estantería llena de cajas que disimulaba una puerta. Le dijo que avanzara por el oscuro pasillo y se despidió. En cuanto Lugano quedó solo y se cerró la puerta escondida, estuvo quieto un momento hasta acostumbrarse a la penumbra y caminó vacilando los diez metros hasta una nueva habitación iluminada, donde se encontró con tres personas que no conocía. Uno se levantó y dijo que era Paco, y presentó a los otros como Hugo y Luis. Sonaba divertido que fanáticos guerrilleros se llamaran a si mismos como los sobrinos del pato Donald, pero Lugano se limitó a saludarlos brevemente.
Pertenecían a la célula terrorista donde militaba Susana y le dijeron que estaba destinado a salvar a la patria. Susana les había hablado de él y sabían que no estaba fichado por los servicios de inteligencia. Lugano no pudo reaccionar. Lo redujeron y lo llevaron maniatado hasta una mazmorra donde fué salvajemente torturado durante días. Se lo sometió a un lavado de cabeza tan feroz, que terminó aceptando la idea de lo que tenía que hacer.
Se lo programó para matar al marido de la presidente.
Los terroristas estaban seguros de que muerto el hombre fuerte del gobierno, el resto sería cuestión de días para que todo cayera definitivamente. Y entonces "El Jefe" podría llegar a la presidencia.
Y por eso volvió Lugano a San Manuel. Quería dejar conmigo a la pequeña Esperanza porque yo era casi el único en quien confiaba fuera de su familia, y no quería comprometerlos a ellos.
Le dió un abrazo interminable a su hija y partió. Nunca mas lo vería.
Continuará con el último capítulo

jueves, 15 de abril de 2010

Cuidado con la maroma

La maroma es una atadura de alambre que impide que dos palos de un corral o de un alambrado se abran con el paso del tiempo.
Cuentan que Don Juan Manuel de Rosas era el mas cojudo de todos los paisanos de aquel tiempo para saltar de la maroma. El tipo se colgaba de una bien alta a la salida de un corral de palo a pique, y cuando estaba acomodado, se largaban los potros al campo. Las bestias salían bufando y disparando a lo loco. Entonces el Restaurador elegía cualquiera de los cuadrúpedos y cuando pasaba en toda la furia debajo de él, se descolgaba sobre el asustado animal y salía jineteando hasta que el bicho ya no pudiera correr más. Esta hazaña es algo terrible y cualquiera que sepa lo podrá ratificar. Si uno erra el salto puede caer entre las patas de decenas de potros a la disparada y no contar el cuento, sumado a esto que despues de caer bien, hay que prenderse en pelo a un animal enloquecido... ¡En fin! Cosas bravas y gente brava.
La cuestión es que un día llegué a cierta manga a revisar un toro que tenía una fractura de miembro (tecnicamente se dice verga pero tengo miedo de ofender alguna sensibilidad con esta palabra). El animal estaba encerrado y yo me acerqué a hacerle una primera inspección.
-¡Uh!- Le dije al encargado -Esto está complicado. Le voy a hacer unos lavajes prepuciales y veremos que pasa- Me paré y, para no perder la costumbre, salí corriendo hasta la camioneta para buscar los elementos.
¡Y claro! En la pasada, a la salida del corral, había una bonita maroma de alambre oxidado, del mismo color de la tierra de los corrales, y como es lógico para un bolas tristes ¡Ni la ví!
Sentí el golpe en el medio de cara y el cuerpo se me puso horizontal en el aire, con los pies para adelante, y caí de espaldas ¡Que golpe! Enseguida me puse la mano en la cara y noté que me salía sangre a borbotones de la boca -¡Sonamos!- Pensé -¡Me bajé todos los dientes!- Pero nó. Solo me había despegado el frenillo del labio inferior hasta la punta de la pera.
Ariel, el encargado, trató de consolarme diciendo: -¡Que lo parió! Hace unos días se lo llevó puesto también el ingeniero. Vamos a tener que sacar ese alambre-
-¡Y sí!- Le dije yo. Y me volví para mi casa dispuesto a pasar unos quince días comiendo cosas blandas.

miércoles, 14 de abril de 2010

El tipo era un canchero

Los funcionarios de instituciones oficiales siempre tienen ese aire de suficiencia y perdonavidas que hace calentar a cualquiera. Aunque sean inspectores de cuarta categoría se sienten un escalón por encima del resto de la sociedad.
Y los veterinarios de Senasa en su mayoría cumplen con la regla.
Aquel día llegaba a la Cabaña el veterinario de Senasa para dar la última mirada a los seis toros y siete vaquillonas que irían a Palermo.
Yo llegué mas temprano porque había que hacer algunos trabajitos, y alrededor de las diez cayo el susodicho. Ya desde que pisó el pasto se mostró agrandadito. Saludó friamente a todos. Estaba el dueño, el cabañero, varios empleados y alguna gente que fué conmigo.
A mí me saludo casi sin mirarme. Ya los muchachos de a caballo se empezaron a sonreír entre ellos viendo un bolas semejante.
El tipo abrió el baúl y sacó un traje parecido a un mameluco de un blanco inmaculado. Se vistió y caminó gravemente hasta el corral, carpeta en mano, casi sin hablar. Ricardo, uno de los mensuales, siempre con el chiste a flor de labios me preguntó bajito: -¿Que le pasa al boludo este? ¡Parece que tuviera a Dios agarrado de las patas!- ¡Ssshhh! Hice yo. Temiendo que nos oyera.
Cuando se acercó a los animales, soberbios Hereford de la mejor genética, empezó el asunto. Era tan estrafalario su aspecto blanco teta, que los pobres bichos se asustaron y se empezaron a mover inquietos mientras lo miraban de reojo, atados a sus palos.
Y comenzó la inspección. El facultativo miraba con ojo crítico y hacía anotaciones en su carpeta. Pasó todos los toros y nosotros mirábamos. Cuando se acercó a las vaquillonas y al pararse al lado de la 627, ni vió venir la tremenda patada que le dió en el muslo.
El pobre cayó al suelo gritando y agarrándose la pierna, mientras todos trataban de esconder la sonrisa. Pero lo mas grande sucedió cuando el dueño se acerco a ayudarlo y se oyó la voz de Ricardo que decía: -¡Traigan un cuchillo! ¡A este hay que degollarlo porque no se salva!-
La carcajada fué muy grande. Todos se reían con ganas y hasta con lágrimas. Y el pobre cancherito bajo entonces... ¡De golpe!... al mundo de la gente común.

lunes, 12 de abril de 2010

El examen final y los penales

Pido perdón a los que leyeron mi libro porque lo que sigue está allí publicado. Viene a cuento en estos días de debate sobre como hacer para que los alumnos puedan ver los partidos del mundial. Los que estamos en una posición observable, por mínima que sea, deberíamos dar ejemplo muy claro de cuales son las prioridades.
Dice así este relato...

¡Son varias mis pasiones! ¡Y diversas!
Una de las grandes e inconmovibles es el fútbol, y más todavía, el glorioso Boca Juniors.
¡Será genético!
Contaba mi madre que el abuelo Jorge, mientras ella me acunaba en su vientre, juraba que lo primero que haría, apenas yo viera la luz porteña, sería hacerme socio de Boca, como era él desde su juventud. El pobre murió unos meses antes de mi nacimiento.
De chico jugué al fútbol algunos años, aunque con reconocida consistencia de madera, en el colegio de Los Capuchinos y en la Escuela Cruz de fútbol de Necochea. Jugaba de 3 como Marzolini, y como ambos éramos rubios, mientras corría rivales a lo loco, soñaba con él ¡Encima vino el campeonato del 65! ¡Y allí estaba el banderín gigante de Boca colgado en mi pieza! ¡Si hasta parecía que Silvio me guiñaba el ojo todas las noches antes de dormir!
¡Otra pasión es la docencia! Esta sí que no sé de donde me brota, pero me encanta contar cosas, y tal vez por eso es que disfruto tanto contando los secretos mas inexplicables del cerebro y sus partículas, en la Facultad de Veterinaria de Tandil.
Así son las pasiones y era inevitable que algún día se chocaran.
Era junio de 1990 y allá andaba el equipo argentino dando cátedra de coraje por Italia. El Diego con su pata al hombro, no dejaba de asombrar al mundo, y el narigón hacía pases de magia para que un equipo notoriamente golpeado siguiera avanzando a pesar de todo.
Ya las manos del Goico habían hecho la hazaña contra Yugoeslavia, solo para dejarnos cara a cara con los tanos ¿Y ahora? La verdad que pensé ¡Y creo que no fui el único! Que esta vez no nos salvaba nadie ¡Ni el Diego!…
Llegó el día del partido, pero también llegó el día de la mesa de finales de Neurofisiología ¡Que mala suerte! ¡Justo hoy! ¡Ojalá no haya muchos para rendir! Pensaba, mientras hacía el viaje desde San Manuel hasta la Facultad.
¡Hola! ¡Buen día! Saludé cuando entré en la secretaría. Me dieron la planilla de examen y había 35 anotados ¡No! ¡No puede ser! Saqué cuentas, y por lo menos tenía hasta la noche, sentado sin moverme, escuchando interminables confesiones de sabiduría o desazón.
El día corría lento y la hora del partido se venía ¡Argentina-Italia! Se venía el partido y yo firme en mi laburo.
Me levanté un ratito a mediodía para comer algo en el bar y ya tenían todo preparado. La improbable fiesta era en el bar-comedor del campus, televisor mediante. Seguí con mi trabajo, y a eso de las tres, ya habían pasado veinte exámenes.
Creo que el partido empezó como a las cuatro y media, y a partir de allí lo inolvidable. La facultad, igual que el país, se despobló para poblar las mesas alrededor de la tele. Todos allí y yo tomando examen.
Los pibes, después que empezó el partido, ya no esperaban en el pasillo, ansiosos como siempre, para la pregunta de rutina ¿Qué te tomó? Estaban todos en el bar y desde allí venían corriendo, cuando el que salía llamaba al siguiente.
Y yo sufría y preguntaba mientras llenaba la libreta ¿Cómo vamos? Empatamos me decían…
Cuando el partido se moría y mis nervios se apelotonaban en el estómago, llegó uno de los alumnos, pálido como un papel de los pálidos, y me dijo -¡Póngame un uno, Spinelli! ¡Yo me voy a ver los penales! ¡JA! Le puse el uno y el tipo salió corriendo como poseído para mandar enseguida a la siguiente, una chica tal vez no tan futbolera, que fue cortada varias veces en sus respuestas, por los gritos locos que llegaban desde el comedor ¡Y por fin la fiesta! ¡Y por fin el 9 de la chica cuyo apellido no recuerdo ¡Y estaba todo bien!
Terminé de tomar examen como a las ocho de la noche, y volví para San Manuel en mi viejo Citroen, sin poder todavía enterarme de los detalles de la hazaña porque no tenía radio.
Cuando llegué a casa, mi mujer y los chicos seguían eufóricos por la actuación del Goico, y no entendían como me había perdido el partido.
Con el tiempo volví a ver esos penales mil veces y siempre fueron igualmente emocionantes, pero el orgullo de haber cumplido con mi trabajo y tener prioridades y la fuerza para cumplirlas, crece un poquito cada vez que recuerdo aquel día.

sábado, 10 de abril de 2010

También hay que ser adivino

Este animal esta enfermo ¿Que tiene?
Es muy común que aparezca alguno en la veterinaria y nos diga: -¿Como andás? Tengo una vaca caída ¿Que puede ser?- ó -Allá en el campo hay un novillo con diarrea ¿Que será? ó sinó -Hoy salió Ramón a recorrer y vió un ternero hinchado ¿Que le puedo dar?-
Y la verdad es que uno siempre piensa: ¿Y qué se yo que puede tener, o que m... puede ser lo que le pasa? Si ni ví al animal, ni se nada de él. Pero hay que contenerse y contestar amablemente... ¡Mirá! Hay un montón de cosas que pueden dar esos signos. La verdad es que no sé que puede pasar. Y a partir de ahí vienen todas las preguntas que se hacen para tratar de resolver el misterio, si es que el propietario se resiste a que el veterinario vaya al campo y atienda a la pobre bestia.
De todas maneras esto también tiene sus ventajas, repetía un colega, ya que tenemos la posibilidad de darle cualquier medicamento al consultante. Si no hay buenos resultados, nos queda la excusa de que no podemos curar un paciente sin haberlo visto y revisado.

martes, 6 de abril de 2010

La época de los tactos

¡Que bueno! Llegó la época de los tactos.
Son alrededor de dos meses donde reviso mas de diez mil señoras vacas ¡Linda época! Se sale bien temprano, se trabaja muy fuerte, se transpira un montón, a veces hay asados en la manga y se llega a la noche con un cansancio dulce, que a uno lo hace dormir como un potro blanco (Expresión de un amigo que no entiendo bien. Tal vez los potros de otros pelajes no duerman profundamente).
Es el tiempo de reencontrarse con las mismas roturas en las mangas que están desde hace años sin que nadie las arregle, hasta que por fin se hace imposible seguir trabajando. O de correr en el huevo de las que no tienen puertas, y obligan a ir entrando de a una vaca por vez. O renegar en las que no entran mas de dos vacas, y al ser tan cortitas, hacen que las astutas bestias avancen y reculen a toda velocidad.
A propósito de esto me acuerdo de los trabajos que hacía hace mas de veinte años en lo de un señor que quedó ciego por la diabetes. Le decían el flaco. Vivían solos en el campo con su mujer y él se las ingeniaba para hacer cualquier tarea. Recorría tanteado los alambres, los arreglaba cuando se rompían y hasta se decía que calculaba el peso de un ternero escuchando su balido.
Cuando teníamos que hacer el tacto venía un vecino a ayudarle que era bastante calentón. La cuestión es que el no vidente trabajaba abriendo y cerrando una puerta en la punta de su manga muy precaria. Y despues de cerrar la puerta se quedaba paradito, agarrado del borde de arriba, asomando toda la cabeza con su gorra de vasco y mirando hacia la nada como cualquier ciego.
¡Lógico! Las vacas entraban a la manga y cuando lo veían, pegaban un bufido y retrocedían espantadas. Evaristo, el vecino se calentaba y le gritaba: -¡Correte flaco! ¿No te das cuenta que las vacas te ven y se vuelven?- Y el flaco, riéndose, le decía: -¡Que me van a ver! ¡No seas estúpido!- -¡El que no las vé sos vos flaco! ¡Correte o me voy a la mierda!- Contestaba Evaristo echando espuma por la boca de la rabia.
Y ahí empezaban la eterna pelea de todos los años y yo, mucho mas joven, tenía que correr el doble para hacer el trabajo, que al fin se me pasaba rapidísimo, divertido con la permanente discusión.

lunes, 5 de abril de 2010

Las siete plagas


Ayer volvían a dar la película en la que intentan explicar si fué posible que sucedieran las plagas que menciona la Biblia, como enviadas por Dios, para liberar al pueblo elegido de las garras de los egipcios.
Ya la había visto. Es muy buena. Pero me hizo acordar de algo que siempre quiero hacer y nunca empiezo, y es llevar un registro de los fenómenos que encuentro año tras año andando por el campo.
Los que viven cerca de la naturaleza sabrán que esto es así, pero tal vez los citadinos no lo podrán creer. La cosa es que hay años para distintos animalitos grandes y pequeños. Así hemos tenido años de ranas y sapos donde parecía que una alfombra de batracios cubría el asfalto de la ruta cuando uno viajaba; han venido años de tucuras, y entonces al caminar en una pastura quedábamos envueltos en nubes de insectos saltones; otros de chinches verdes que pintaban de ese color ventanas, puertas, vehículos y cuanto andaba por el campo; otros de mosquitos que me hicieron un día cubrir los brazos con pasta Cacique mientras hacía una cesárea y al final terminé con una irritación fatal; otros de bicho moro que arrasaron con cuanto vegetal pudieron comer, sobre todo las verduras de las huertas, y así podría seguir con la larga lista. Pareciera que son años especialmente favorables para el desarrollo de determinado bichito o que faltan sus depredadores naturales.
Que yo sepa no van quedando registros de estos fenómenos periódicos ni he visto que se intentaran explicaciones, pero que los hay, los hay. No sé si en épocas en que el hombre no era tan influyente en los fenómenos naturales esto pasaba, pero por qué no pensar que en tiempos de los egipcios ya sucedieran estas cosas. ¡Capaz que además de las opiniones de los expertos de la película que les dije, estamos con argumentos para dar otras versiones de las siete plagas de Egipto!

sábado, 3 de abril de 2010

¿Y el Dengue?

¿Y que pasó con la gigantesca epidemia de Dengue prevista para este verano?
Despues de lo entretenido que fué el asunto de la Gripe A (ver una entrada anterior en este blog), los opinólogos pensaron en continuar la saga con un verano dengoso. Alguno en la radio pronostico 1.000.000 de afectados y otros dijeron cosas igualmente graves.
¿Que pasó? ¿Hubo tantos afectados y no se supo? ¿La prensa estuvo ocupada con el asunto de los DNU de Cris y no pudieron contar diaramente las víctimas? ¿El Aedes no picó tan fuerte?
¿O estamos en un país de chantas oportunistas y comunicadores boludos?
¿Alguno que realmente sepa de biología de los mosquitos piensa que "descacharrando" se controla la trasmisión del virus?
¡Andááá!!!

Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...