domingo, 20 de diciembre de 2015

¡Cuidado! Hombre meditando

Los K llegaron a la primera presidencia con no más del 22% de los votos. Atrás quedaban años de intenso despelote, seguidos por el gobierno de transición de Eduardo Duhalde, que verdaderamente logró encaminar la economía y ordenar un poco el país.
Al principio me gustó lo que vi. Desde los gestos austeros e informales del nuevo presidente, hasta varias de las primeras medidas que tomaron. La economía funcionó bien gracias al trabajo de Roberto Lavagna y su equipo, se arregló la Corte Suprema, y se intentó ampliar la base electoral, incorporando al gobierno figuras extrapartidarias. En ese entonces ya había gente que hablaba mal de ellos, y yo los defendía con entusiasmo.
No sé exactamente en que momento desbarrancaron tan feo. Supongo que fue en 2008, a raíz del conflicto con el campo, aunque ya hacía algunos años que habían empezado a mostrar varios de los rasgos autoritarios que explotaron después.
Fue en ese conflicto que perdieron la línea. Ahí empezaron los discursos enloquecidos, los insultos sin fundamento, los gritos, el prepoteo, la patota, y toda la porquería que dividió definitivamente a la sociedad. Quedamos separados. De un lado los que creyeron que el gobierno era la gran víctima de la historia, y del otro los que no soportamos la mentira ni la estupidez.
Encima, la entonces presidenta, al poco tiempo quedó sola, y muchos la vieron como la pobre mujer desamparada que había que proteger y ayudar.
Hicieron mucho daño en este tiempo. No solo con la destrucción de la economía y la justicia, con el robo descarado de bienes del Estado, o las locuras de la política exterior.
Creo que lo peor fue el daño moral. Llevará mucho tiempo superarlo.
Eso de querer inculcar su delirio en la mayor cantidad de personas posible. Me acuerdo de los “linchamientos de periodistas” en la plaza de mayo, donde ponían fotos de gente intachable como Magdalena Ruiz Guiñazú, para que sus loquitos pudieran escupirla. Allí había chicos que repetían esa barbaridad como monos, mientras todo se reproducía por TV. Lo mismo hicieron al simular el entierro del Dr. Fayt, porque no obedeció sus caprichos. Pienso en el delincuente de Boudou, haciendo saltar de sus puestos a dos miembros destacados de la Justicia que osaron acusarlo, o en la bestialidad de los rentistas de La Cámpora, repartiendo pecheras con su logo en jardines de infantes y colegios primarios. ¿Cómo no despreciar el multimillonario despilfarro de recursos que hicieron para generar sus movilizaciones? Cada acto con la jefa, o fiesta del bicentenario, o festejo del regreso de la Fragata Libertad a Mar del Plata, implicó una movida increíble de gente y dinero, solo para que ella se diera el gusto de aparecer en medio de una multitud enfervorizada, que le acariciaba el ego.
¿Y cuando Bergoglio se transformó en Francisco? Ese día yo volví contento de un viaje hasta Balcarce. La noticia me pareció maravillosa. Pero me encontré con que varios pibes de San Manuel, ya quemados por la idea K, habían escrito en Facebook: ¡Te odio Bergoglio! ¡Cura genocida! ¡Me siento mal por esto! ¡Es el peor día de mi vida! Y otros disparates semejantes, que se reprodujeron por todos lados, hasta que la jefa entendió que el hombre tendría infinitamente más poder que ella, cambió su discurso, y se arrastró falsamente hasta el fin de su mandato.
Siento que fue algo patético y denigrante que nos fue anestesiando. A una bestialidad sucedía otra mayor, y fuimos perdiendo la capacidad de asombro.
En otras notas he comentado que me parece fundamental la conducta y la imagen que trasmite un presidente. Que no es menor que un tipo que llega a serlo, diga sin problemas que “recibirse con un 4 es lo mismo que con un 10”, o que se pase las leyes por el traste manejando una Ferrari a 200 km/h, o que desprecie a un montón de colegas presidentes llegando a las reuniones cuando se le canta, o que insulte a un ciudadano cualquiera desde un escenario teniendo todo el poder del estado o, todavía peor, que mientras le toca gobernar se apropie indebidamente de inmensas riquezas. Estos no son hechos particulares. Son cosas que la sociedad mira. Y si esas cosas las hacen o las dicen los presidentes y los que los rodean, estamos jodidos.
¿Cómo pedirle a un chico que estudie y se rompa el alma para ser alguien de provecho? ¿Cómo exigirle a un productor, o a un industrial, que pague alegremente sus impuestos si todo se lo afanan? ¿Cómo hacerle entender a un “militante”, que los que piensan distinto no son sus enemigos y corresponde matarlos a palos?
Hoy, 20 de diciembre de 2015, estoy contento. Todo esto terminó. Tengo una enorme esperanza en el futuro del país, y me gusta cómo va dando sus primeros pasos el nuevo gobierno. Hacía días que no escribía en el blog, pero creo que era porque tenía esto atragantado y no me resolvía a largarlo.
 ¡Listo! ¡Ya está!







miércoles, 25 de noviembre de 2015

Cierre de campaña

El jueves pasado fue el cierre de campaña. Algunos muchachos cerraron su actividad proselitista para las elecciones del domingo 22, y nosotros terminamos la campaña 2015 de Inseminación a Tiempo Fijo. Justo ese día, uno de los candidatos habló frente a una multitud en Humahuaca y el otro dio dos discursos. Uno en Mar del Plata y otro en La Matanza
Mientras esto pasaba, Juan y yo íbamos en camino hacia el establecimiento El Jaguel, ubicado entre Matienzo y El Lenguaraz, a 35 kilómetros por tierra desde San Manuel.
Teníamos que hacer una inseminación grande en un rodeo sincronizado. Esto quiere decir que les habíamos hecho un tratamiento para que ovularan todas juntas, y nuestro trabajo, era hacer el servicio a partir del mediodía de ese jueves. Ni antes ni después.
El problema fue que desde las 10 de la mañana empezó a llover. Primero suavecito y al rato a baldes.
El viaje de ida no fue tan malo, porque la calle estaba livianita y pudimos llegar bien, pero las casi tres horas de tarea que siguieron, nos dieron una paliza. Cuando uno trabaja en la manga mientras llueve, pasa por varios estados. Al principio, el agüita es refrescante y la inquietud por lo que se viene, hace que la gente hable fuerte y se ría por cualquier pavada. Al rato, ya la humedad pasa la ropa y llega al cuerpo. Uno siente algún hilo de agua que corre por el medio de la espalda, siempre buscando hacia abajo y se pierde en ciertos canales. La charla se va apagando. Después viene la etapa del embrutecimiento. Está todo perdido. La gente mojada hasta los huesos, pero ya insensible al frío, se mueve casi sin pensar; y por fin, el barro y el agua que levantan las vacas al zapatear en cualquier charco, hacen que la mayoría termine a las puteadas. Así le metimos hasta las 3 de la tarde. Todavía nos quedaba el viaje de vuelta al pueblo. Desinflamos las ruedas traseras, para que la camioneta se afirme un poco más, y nos largamos. Todavía no habían abierto huella en esa calle repleta de barro, pero entre aceleradas, barquinazos y patinadas, llegamos a la veterinaria casi a las cuatro, en muy malas condiciones.
No sé cómo habrán terminado el día de cierre los candidatos. Nosotros llegamos molidos a la noche, y el vino y la picada con queso y salame, acariciaron más que nunca.  


viernes, 13 de noviembre de 2015

Una chancha acalorada

Ayer bien temprano, sonó el teléfono en la veterinaria. Era Reinaldo. Después de los saludos de rigor, me preguntó si podía ir a ver la chancha que tiene en la quinta detrás del pueblo.
-¿Qué es lo que tiene la chancha Reinaldo?- Le pregunté como para ir pensando en las posibilidades.
-¡Es medio raro!- Me contestó.
-¿Cómo que es medio raro? ¿Qué le pasa?-
-¡Es que la usó un torito como de 400 kg y la dejó toda descuajeringada!-
Enseguida cargué todo los instrumentos y me fui hasta la quinta.
Era verdad. De a poco fuimos desenrollando la historia. La famosa chancha entró en celo y parece que se puso tan atractiva, que el torito Holando argentino que Reinaldo tenía en una parcela contigua, no aguantó la emoción, saltó el alambrado y se fue derecho a la hermosa y redondeada hembra.
Reinaldo estaba viendo todo, pero no se imaginó lo que iba a pasar. El toro empezó a lamer a la dama y esta, como toda chancha en celo, se quedó quietita. De pronto, lo inevitable. El toro se puso donde se tenía que poner, sacó lo que tenía que sacar, se subió donde se tenía que subir y perforó lo que no le correspondía.
Dice Reinaldo que la tipa pegó un terrible alarido mientras el galán terminaba su faena.
Mientras comentábamos el suceso, fui aplicando el coagulante y el analgésico correspondientes. Además tuve que tranquilizar a Reinaldo. Le aseguré que la chancha no puede quedar preñada en este caso, y menos tener algún cachorro cruza entre cerdo y vaca como él pensaba.



  

miércoles, 28 de octubre de 2015

¡Estoy contento!

Los seguidores de este blog habrán leído mi primer posteo del año y estarán sabiendo que estoy muy contento después de las elecciones del domingo.
¡No hay tiempo que no se acabe, ni tiento que no se corte! Dice Martín Fierro.  

Qué lindo es saber que en pocos días más se termina toda esta porquería que tuvimos que aguantar. Tanto desprecio hacia el campo y todos los que trabajamos en él, tanta soberbia, tanto insulto y descalificación, tanta chambonada, tanto robo descarado.

viernes, 16 de octubre de 2015

Atracción fatal


Los sicólogos lo llaman transferencia.
Resulta que es muy común que los pacientes de ambos sexos sientan una especial atracción por los facultativos de todo tipo. No se sabe si es el olor del guardapolvo almidonado, o el bienestar que produce una persona dispuesta a escuchar sus cuitas y a veces aliviarlas, o el contacto de las manos del entendido sobre un cuerpo enfermo, o la fantasía del acercamiento con otra persona.
Cualquiera sea la causa verdadera, esto pasa a menudo. No solo con los médicos de humanos, sino también con los de animales. Doy fe.
Tengo una paciente lanuda, la oveja Marta, que no puede disimular sus sentimientos. Ayer fui a trabajar al campo de Horacio Camejo y me la encontré de nuevo. Ya es grande para hacer pavadas pero no hay caso. No se corrige. Tiene como 6 años y anda así desde que le hice una cesárea, cuando quedó preñada por primera vez y se le complicó el parto de dos corderos grandiosos. Esa vez salió todo bien. El cordero que vivió resultó un animal bárbaro, y ella se recuperó en pocos días y andaba luciendo orgullosa la impecable herida de la operación en su panza.

Desde entonces, cada vez que voy a lo de Camejo, la tipa se viene al trote y empieza a frotarse contra mis piernas mientras me tira terribles miradas amorosas. Ya me tiene cansada con estas cosas, además, me da vergüenza la risa burlona de Horacio cuando pasa esto ¡Vaya a saber qué piensa de mí!

martes, 13 de octubre de 2015

Mas sobre la cesárea en yeguas

Parece que el asunto de la cesárea de la yegua que comenté en una entrada anterior, ha llamado la atención, porque en estos días recibí algunos correos de varios colegas que me pidieron más datos sobre ese trabajo.
Por eso, y siguiendo con la moda, aquí van varios “tips” para la operación cesárea de una yegua a campo:
1)     Anestesia y analgesia: Aplicamos acepromazina endovenosa como sedante y miorrelajante, y luego infiltramos con procaína en el área de la incisión.
2)     Sujeción: Trabajamos con el animal en decúbito lateral izquierdo. Esto contesta la pregunta sobre la causa por la que hacemos la incisión sobre el flanco derecho, paralela a la última costilla (ver foto en entrada anterior). Se unen ambos miembros anteriores y se atan hacia craneal, luego se toman los dos posteriores, sujetándolos hacia caudal. Una vez realizado el primer plano de sutura en la pared abdominal (peritoneo y m. oblícuo interno), se juntan los cuatro miembros, lo que facilita enormemente la sutura del segundo plano de la pared (m. oblícuo externo) y de la piel.
3)     No hay demasiadas novedades en el abordaje del abdomen ni en la sutura. Utilizamos catgut N° 4 para la síntesis del útero y de los dos planos de pared, y lino N° 20 para la piel. Es conveniente dejar un drenaje en la parte inferior de la sutura de piel.
4)     Medicación complementaria. Nosotros optamos por aplicar: En el momento de la operación, dos frascos de penicilina-estreptomicina de 5.000.000 de UI, una dosis de meglumina de flunixin y un cardiotónico. A las 24 hs. repetimos las mismas tres cosas, y a las 48 hs, solo las dos penicilina-estreptomicina.
5)     En el postoperatorio, es muy importante mover el animal. Tal vez más de lo que se sospecha. Nosotros incorporamos este detalle después de un ensayo en el que probamos la influencia del ejercicio post-castración en los equinos  Hay que hacer que la yegua camine o trote por períodos de 5 minutos, dos o tres veces por día, y además, lavar diariamente la herida, masajeando hacia abajo suavemente.
6)     La última recomendación es la que me dio Eduardo Ramírez, cuando le tuve que intervenir una parturienta en su campito de Licenciado Matienzo. Esa vez, Ramirez me estuvo ayudando con el trabajo, una noche de lluvia y frío, hasta que dejamos a la pobre infeliz operada, bien abrigada en el galpón. Cuando terminamos, Ramírez me miró y dijo muy serio: -Después de todo lo que hemos hecho lo único que nos queda es encomendarnos al creador-
-¡Bien pensado!- Le conteste. Y nos fuimos para la casa a tomar una sopa caliente.



miércoles, 7 de octubre de 2015

El Padre Julio

Nuestra última foto

Hoy me levanté a las cinco y media. En estos días me despierto solo y me dan ganas de empezar a moverme temprano. Enseguida arranco con mis pequeñas rutinas que terminan con el mate en la oficinita, la radio con las noticias y los primeros papeles.
Antes de abrir la puerta de la veterinaria, entre dos luces, vi la sombra de mi gato Tiger que se descolgaba desde el techo.
-¿Que andas haciendo amigo?- Le pregunté, sorprendido de que ya anduviera afuera de la casita del árbol donde pasa la noche.
-¿Cómo amaneciste Jorge? Estaba tratando de ver si desde allá arriba podía pescar algo del movimiento que hay en la Iglesia, donde lo están velando al Padre. Hoy va a ser un día bravo ¿No?-
-¡La verdad que sí! ¡Se nos fue otro grande de San Manuel! Hace unos días Manolo y ahora le tocó al Padre Julio ¡Que personaje Tiger!-
-¡Mirá! Lo único que supe de él, es que se preocupaba mucho por un montón de compañeros míos de la calle que alimentaba diariamente-
Inevitablemente me sonreí, recordando los 15 o 20 gatos que el Padre atendía todos los días. Se acercaban solo a comer, pero era imposible agarrarlos cuando teníamos que hacerles alguna curación con Juan.
Seguía con la mano en el picaporte cuando Tiger me propuso: -¡Decime en diez palabras las cosas que más te impresionaron de él!-
Y me salió como un rosario: -Austeridad, tenacidad, sencillez, dureza, discreción, laboriosidad, astucia, rebeldía, soledad y entrega-
Creo que las dije demasiado rápido porque Tiger se quedó en silencio un rato largo. Por fin reaccionó y dijo: -¡La última! ¿Y una imagen con la que te quedás?-
Tuve que revolver en mi cabeza entre mil cosas guardadas en estos 34 años de compartir la vida en el Pueblo.
-¡Ya sé! Hace un tiempo surgió la idea de hacer el Vía Crucis Viviente en el Calvario del Cerro El Toro y me encargaron el asunto. Fue un enorme trabajo con casi 50 personas actuando. En un terreno escarpado, difícil; a plena luz del día, lo que nos dejaba menos posibilidades artísticas con la luz artificial; y con la escena y los espectadores en movimiento lo que implicaba otro desafío. Hubo que poner a punto muchos detalles y movilizar un montón de gente, pero salió redondamente. Sobre todo el momento en que Jesús es izado, sufriente, clavado en la enorme cruz de madera. El efecto de la imagen, la luz del sol escondiéndose, que pegaba detrás de los artistas allá en la punta del cerro, la música grave y pesada y el silencio profundo de todos los que allí estábamos, fue tremendo-
Mientras esto sucedía, alcancé a ver al Padre Julio, arrodillado al pie de la cruz, entre los que representaban al pueblo de Israel. Tenía la vista clavada en el Jesús y lloraba como un chico. Quien sabe las cosas que pasarían en su mente y su corazón. Muchos lo vimos, y esa emoción se contagió de tal forma, que el momento tuvo algo inolvidable. Pocas veces se lo vio llorar. Esa fue una-
Nos miramos con Tiger. Yo entré en la veterinaria y él siguió con su recorrida mañanera.



lunes, 5 de octubre de 2015

La cesárea de la yegua y otras cositas


Mientras la revisaba, la yegua levantó la cabeza y me dijo: -¡No va a salir dotor! ¡Corte nomás que estoy muy cansada de hacer fuerza!


Hicimos una linda cesárea y sacamos este potrillo que, al venir con la cabeza hacia atrás, no pudo salir por donde debía.


Al levantarse, la madre lucía esta sutura en su flanco derecho. Me dijo que estaba conforme.


¡Y en esta! Tres días después de la operación todo marcha bien.

Mientras lavaba los baldes en la pileta del lavadero, iba repasando lo que fue el día. Teníamos algunos trabajos programados así que arrancamos bien temprano. Juan salió para La Bodega y yo para el lado de Matienzo. Pero a medida que pasaban las horas se nos fueron agregando urgencias. Lo particular fue que terminamos haciendo partos en tres especies distintas. A la mañana una distocia en una vaca. El ternero presentó bien sus manitos, pero no alcanzó a encajar la cabeza en el canal del parto y hubo que hacer unas lindas maniobras para acomodarlo. Mientras eso pasaba, nos llamaron por una perra Caniche primeriza que tampoco podía parir. Hubo que tomar delicadamente el primer cachorro, muy cabezón y sacarlo con un tirón suave. Después terminó largando otros cinco cachorritos parecidos a su mamá. Llegamos a mediodía, sucios y cansados. A la tarde nos esperaban algunos toros para revisar. La novedad fue que nos volvieron a llamar de urgencia. Esta vez era una yegua la que tenía un parto complicado. Y tan complicado venía que terminamos haciendo una cesárea.
Las distocias en las yeguas son mucho más raras que en otras especies. Los resultados de esta operación a campo no son tan buenos como, por ejemplo, en las vacas. En 34 años de profesión, con la de ayer sumé solo 12. Hasta ahora llevaba 6 éxitos y 5 fracasos. Esta decidirá un empate o inclinará la balanza a favor de la vida.
Todo esto pensaba mientras cepillaba concienzudamente los útiles, sacando hasta el último rastro de sangre.
De pronto escuché una voz conocida. Era Tiger. Mi gato. Estaba sentado en la puerta del lavadero y me miraba hacer.
-¿Cansado?- Me preguntó
-¡La verdad que sí! ¡Tuvimos un día fatal!-
-¡Sí! ¡Los escuché cuando llegaron! ¡Qué manera de andar! ¿No? Tendrían que llevar con ustedes a Pedro Remo unos días, para que aprenda lo que es trabajar fuerte y ganarse la plata con verdadero sudor-
-¿Quién es Pedro Remo?- Le pregunté curioso, sabiendo que Tiger siempre maneja buena información.
-¡Es el dueño de mi primo Bombita! Me contó mi pariente que el tipo andaba sin trabajo y lo contrataron para hacer carteles y viajar a todos los actos de un candidato presidencial-
-¡Pobre hombre!- Dije yo -¡Andará tirado! ¡Sobreviviendo apenas!-
Tiger se rio con su mejor risa gatuna

-¿Pobre? Ese pobre está ganando casi como ustedes, sin hacer nada ¡Es injusta la vida! ¿No?-

domingo, 27 de septiembre de 2015

Operando la monona


Una vulva pequeña y ausencia total de vagina


Ya retirado el colgajo de piel, antes de la sutura


Terminada la operación, la ternera prueba su nuevo instrumento

-¿Doctor?-
-¡Sí Pedro!-
-¡Nos nació una ternera sin la monona! ¿Tendrá un ratito para venir a verla?-
-¿Pero que es la monona Pedro? ¿No sé lo que es?-
-¿No va a saber lo que es doctor? ¡La monona es la de hacer pis!- Dijo Pedro juguetón.
Medio intrigado con el asunto, llegué a la guachera del tambo “La Irene” a media mañana. Revisé a la muchacha y me encontré con un lindo y raro caso. La pobre tenía una vulva muy poco desarrollada, el meato urinario normal,  pero no existía vagina, ni forma de vagina, ni cavidad alguna.
El problema era que esa vulva rudimentaria estaba dispuesta de tal manera, que toda la materia fecal de la pequeña caería sobre ella, con el riesgo de infecciones urinarias a repetición para el futuro.
Decidimos operarla. Y podríamos decir que para nuestro propósito la intervención fue un éxito.
La única consecuencia inesperada fue que Pedro anda diciendo por el pueblo que el doctor Spinelli hace cirugías vaginales como las de las famosas de la tele.


domingo, 20 de septiembre de 2015

Un amigo español


Juan y Pedro, una mañana en el campo.

En estos días anda compartiendo nuestras tareas un colega muy joven de España. Don Pedro Nicieza, de Asturias. Me encontró en Internet, me pidió algún lugarcito como para pasar aquí dos meses de trabajo, y en unos pocos correos nos pusimos de acuerdo.
Llegó en agosto, se instaló en el famoso “sucucho” para residentes, y desde entonces, se esmera atendiendo vacas, caballos, perros y gatos con nosotros.
Por si esto fuera poco, Pedro me prometió que antes de irse me va a enseñar a castrar pollos de un mes para engordarlos mejor. Dice que ha hecho este trabajo allá en España y que es bastante capaz. Ya con esto me doy por bien pagado.
Lo que él está haciendo es el mismo proyecto que armé en los años que recibía residentes de la Facultad de Tandil. Tuve la intención de irme algunas semanas por año a trabajar y compartir experiencias con otros veterinarios de Sudamérica. Ya tenía todo arreglado con un colega de Bucaramanga, en Colombia, como para dar el primer paso, pero los caminos de la vida me hicieron desistir.
Es algo muy bueno esto de vivir con gente que hace lo mismo que nosotros porque, además de llenarnos el alma conociendo otras personas, lugares, costumbres y culturas, podemos “robarles” trucos y habilidades que nos enriquecen como profesionales.
Creo que sería muy bueno armar un lugar de intercambios internacionales para veterinarios. Haciendo residencias cortas en las que se pueda compartir la vida y el trabajo. Yo tengo un lindo lugar acá en San Manuel para el que se anime.


viernes, 18 de septiembre de 2015

La zaina agradecida



No es lo mismo oír el griterío desaforado de un montón de hormigas maleducadas, que sentir el hablar acariciante y melodioso de una yegua zaina malacara, como la que me conversó esta mañana en el campo de los Aguirre. Acá nomás. Muy cerca de San Manuel.
Como negarlo. La dama tiene sus encantos. A pesar de ser algo entrada en años, luce graciosamente un cuello arqueado y sutil, unas grupas poderosas y un pecho franco y generoso.
Juan Aguirre me avisó por teléfono que la viene notando decaída desde hace unos días y que me la dejaba encerrada en el callejón de la manga, para que yo la revise en el momento que pueda. Pasé a verla cerca de las 10 de la mañana. Ya les he contado que cuando nadie los escucha, los animales me hablan de cuanta cosa se les ocurre, y esta vez, fue la zaina la que me saludo contenta:
-¡Hola dotor! ¿Cómo anda? ¿Le avisó el jefe que me venga a ver?-
-¿Que decís amiga? ¡Sí! Esta mañana me llamó Juan para decirme que hace días que te nota caída ¿Qué te anda pasando?-
Ya que estamos les digo que es una gran comodidad que los animales me cuenten sus dolores, penas y aflicciones. El trabajo se me hace mucho más fácil que al resto de los veterinarios, que no pueden conversar con sus pacientes.
-¿Y qué me va a pasar dotor? ¿Cómo estaría usté con un palo clavado entre las muelas y sin manos para poder sacarlo? ¿Quiere ver?-
-¡Y sí! ¡Mostráme que es lo que tenés!-
La yegua zaina abrió bien grande la boca y allá al fondo, clavada entre los dos últimos molares inferiores del lado izquierdo, alcancé a ver una astilla del tamaño de un dedo meñique, apenas asomando en medio de una gigantesca inflamación de la encía.
-¡Ajá! ¡Es así nomás! ¡Tenés un gran trozo de madera incrustada ahí en la boca! ¡Si te animás te la saco enseguida!-
-¿Cómo no me voy a animar dotor? Le prometo que si me saca esa porquería le doy un beso grande, ya que no puedo abrazarlo- Me lo dijo con semejante voz de teleteatro, que les juro que se me pusieron de punta los pelos de la nuca.
Mientras preparaba las cosas, llegó Juan Aguirre y le conté rapidito lo que pasaba.
-¡Que bárbaro Jorge! ¿Cómo encontraste el problema tan rápido?-
-¡Son años!- Le contesté sin darle demasiadas precisiones, mientras la zaina me guiñaba un ojo.
En un ratito pude sacar la astilla y el resto fue un trámite. Le apliqué antibióticos y antiinflamatorios, y mientras cargaba las sogas que usé para manearla, la zaina me dijo bajito:
-¡Te debo el beso!-
¡A la pucha! Pensé yo.


jueves, 17 de septiembre de 2015

La hormiguita pleitera

Parece chiste, pero así como se las ve, tan ordenaditas y andariegas, las hormigas negras pueden ser de lo más conversadoras si se les busca la boca. Hace tres días me pasó algo increíble. Recién terminábamos un duro trabajo con unos cuantos toros Hereford y me fui al trote hasta la camioneta, que había quedado atrás de unos álamos, algo alejada de la manga.
Me senté sobre un balde dado vuelta para acomodar el instrumental, mientras el resto de la gente se iba a caballo con los toros. A la vuelta nos esperaba un  asado tremendo.
Había un buen sol y muy poco viento. Al reparito de los árboles y la camioneta, me empecé a amodorrar. Cambié el balde por el suelo, me acosté sobre el pasto, me tapé la cara con la gorra y me dispuse a descansar un rato.
Enseguida nomás, la oí que me gritaba. Sorprendido di vuelta la cara y me encontré con el hocico de una hormiguita que me gritaba, parada sobre sus últimas patas flacas.
-¡Que haces grandote! ¿No te das cuenta que estás tapando la entrada del hormiguero? ¿Vos sos loco? ¿Qué? ¿Estás mudo?-
Yo no lo podía creer, así que seguía sin moverme y sin reaccionar.
-¿Me oís? ¿O hablo en chino?- Insistió.
Ya convencido que era verdad que una hormiga me estaba hablando, y por seguirle la corriente, me levanté perezoso para destapar el hormiguero y le dije:
-¡Perdonemé doña! La verdad es que no me di cuenta de la macana que me estaba mandando-
Pero la tipa estaba que volaba de la bronca y pronto, al sentir el griterío, llegaron varias compañeras. Es sabido que cuando la gente se amontona, pierde el miedo y se agranda, así que al rato era un griterío desaforado de hormigas que me puteaban ¡Sí! Las candidatas me puteaban en colores. Entonces sí. Ya no aguanté tanto maltrato y me largué también a insultarlas. Yo me había calentado hasta el caracú y no les aflojaba un tranco de pollo. Pero las tipas dale que dale con los gritos, hasta que se armó la grande. Unas cuantas me avanzaron por las piernas y se me prendieron con sus pinzas. Yo empecé a darles guacha a los saltos, con el ancho de mis zapatillas, dejando un enorme tendal de muertas y heridas.
En eso estaba cuando oí la voz de Venancio Torres. Había llegado sin que me diera cuenta y me encontró en plena batalla.
-¿Que está haciendo dotor?-
-¡Nada Venancio! ¡Me estaba sacudiendo unas hormigas que se me prendieron!- Como un pavo no me animé a decirle que las muy bandidas me habían insultado y después me habían agredido físicamente. Capaz que no me creía.

  

lunes, 14 de septiembre de 2015

El año del viento

Viento y tierra

¡Que lo parió! Las plagas y los azotes se dan por años. Hubo años de mosquitos, años de sapos, años de vaquitas de San Antonio, años de moscas, y tantos otros. Pero sin dudas, este será recordado como el año del viento.
Hace meses que no deja de soplar. Día tras día, le da y le da. Sopla sin parar como queriendo limpiar vaya a saber que cosa. Porque a mi que no me vengan con el cuento de que el viento son masas de aire que se desplazan entre los centros ciclónicos y anticiclónicos. Yo, que no soy ningún lerdo, hace rato que me di cuenta de que el viento es el soplido de alguno que anda por allá entre las nubes. Y se ve que el candidato anda medio molesto este año, porque se lo pasa desinflando las carretillas. No son esos días de furia con tornados que destruyen todo. No. Es un venteo cotidiano, que taladra, que pudre, que cansa, que molesta, que ofende, que perjudica y que rompe la paciencia durante todo el día. A la noche sopla también, pero uno se duerme escuchando como se doblan y retuercen los árboles de alrededor, armando un murmullo que ayuda a entrar en el sueño.
Todo se hace más difícil. El trabajo en los corrales con tierra reseca y suelta, se transforma en un atentado contra nuestras humanidades. A la noche, los ojos no paran de descargar gotones de tierra y los mocos, impregnados con el polvo, salen negros como la noche. Enlazar se complica si es contra el viento. Escribir la planilla mas miserable obliga a tener las hojas bien apretadas con toscas considerables, para que no tomen vuelo. Es casi seguro que la gorra de vasco, lo menos que hará, es ladearse sobre una oreja, y otras veces, terminará revolcada entre las tripas de una parturienta ¡Una porquería tanto viento!
¿No será que el ñato soplón, viendo tantas inequidades y desverguenzas sobre nuestra patria, está tratando de mandarlas para el lado del mar a fuerza de soplidos? ¡Andá a saber!


Manolo

¡Ya está! Tengo a otro grande en ese Olimpo personal del que les hablé hace mucho tiempo. Ahí donde voy poniendo las personas que más he querido y que me han acompañado e inspirado.
Puse a mi querido Manuel De Don Pedro.
Lo conocí hace 34 años cuando llegué con mi familia a San Manuel. Era médico. El “Doctor” del pueblo. Un profesional respetado por sus pares y amado por sus pacientes y amigos. Atendió a todos nuestros hijos, que fueron muchos, y a nosotros también. Fue un clínico de primera que rara vez equivocaba un diagnóstico y que, hasta el final, usó la charla distendida, la palpación, la auscultación y la percusión como elementos de trabajo, antes de ordenar los análisis complementarios correspondientes.
Seguramente estas cualidades estén presentes en cientos de esforzados médicos de pueblo a lo largo del país, pero en lo que si estoy seguro de que Manolo se distinguió, fue en sus valores como ser humano.
Un hombre discreto hasta la exageración. Jamás hablaba de sus pacientes ni sus cuitas. Uno estaba seguro de que una charla con él quedaba guardada en el mejor lugar. Era afectuoso y amable con todos, pero especialmente con los chicos, a los que invariablemente, además de las medicinas de rigor, recetaba muchos besos, y algún abrazo si el problema era un poco más grave. Siempre estaba bien predispuesto para atender a quien fuera, a cualquier hora y cualquier día. Me acuerdo una vez que lo llamamos en mitad de la noche, porque uno de nuestros hijos volaba de fiebre. Y llegó Manolo “peinado con cuetes”, con su maletín y su sabiduría. Se quedó un buen rato con nosotros, se tomó un café y se fue sin ningún apuro dejándonos reconfortados. No hablaba mal de nadie, a pesar de que en sus últimos años en el pueblo, tuvo que soportar injusticias graves e inmerecidas. También era solidario. Una vez tuvimos un accidente y no solo nos atendió de maravillas en su consultorio, sino que nos acompañó hasta Tandil y se aseguró de que quedáramos internados y bien atendidos.

Realmente hay mil historias para rescatar de este hombre inolvidable. Seguramente andará entre las estrellas, descansando de tantos desvelos. Fue un privilegio haberlo conocido ¡Chau Manolo! 

martes, 1 de septiembre de 2015

La dulce venganza

El Castillo es una estancia grande ubicada hacia el norte, a unos 20 km de San Manuel. Tienen varios empleados porque allí se trabaja con mucha hacienda de cría. Además, parece que la administración los cuida mucho, porque la mayoría de los que entran a desempeñarse en ese establecimiento, terminan saliendo jubilados y con algún capitalito como para pasar una buena vejez.
Un peón destacado es Edelmiro Martínez. Quedó trabajando en el Establecimiento en el lugar de su padre, cuando este se accidentó con el tractor, en la época de las inundaciones del año 80.
Dos cualidades que destacan a Edelmiro son su curiosidad y su carácter alegre y juguetón. Tanto es así que siendo más joven vivía haciendo travesuras al resto de los peones, para divertirse sin gastar plata. Un día le aflojaba la cincha a alguno, con lo que al tratar de subir a caballo, el infeliz se daba de culo en el suelo con el recado en la cabeza, otro día metía una culebra en la cama del mas miedoso, haciendo que el corazón del burlado prácticamente se le saltara del pecho, o solía también aparecerse como un alma en pena en las habitaciones del personal, cubierto con una sábana y aterrorizando a todos.
Pero tanto hizo que al final llegó la venganza. Dos de los puesteritos más jóvenes, víctimas reiteradas de las bromas de Edelmiro, se juntaron en la matera para charlar, asegurándose que el bromista los oyera. En voz baja, casi cuchicheando, uno le dijo al otro:
-¡No sabés lo que es! ¡El sábado a la noche estuve con la Palmira y la dejé loca!-
-¿Pero no arde mucho?-
-¡Que va a arder! ¡Es bárbaro! Solo lo remojás una vez y el efecto te dura como diez días. ¡Lo preparás en un jarrito y metés el pito adentro hasta que sentís que se hincha un poco!-
-¡Decime como es la fórmula! ¡Pero esperá!- Dijo uno de los muchachos –Me voy a fijar si no nos oye nadie-
Edelmiro se escondió atrás de unas bolsas, pero dejó el oído largo para escuchar bien como era la cosa.
-¡Mirá! Tenés que juntar hortigas, picarlas bien y meterlas en medio litro de alcohol puro. Además, le ponés una cucharada sopera de pimentón fuerte y otra de ají molido y al final, le agregas un chorro de linimento para los caballos. Lo batís bien y lo dejás una semana preparado. Cuando ya lo tenés maduro, lo pasás a una latita, ponés adentro tu instrumento y listo. Con eso te ponés más bravo que el padrillo de Ledesma y sos capaz de bajar y subir más de diez veces en una noche-
Edelmiro siguió al pie de la letra la receta, pensando en las cosas que haría con Martina, su noviecita nueva. Pero el chiste le costó dos días de internación y casi dos meses para que el miembro tumefacto recuperara su forma original.
Eso sí. Ya nunca más hizo alguna de sus bromas. Fue como si se asentara de golpe.

     

martes, 11 de agosto de 2015

Autoridad de mesa



Estuve de presidente de mesa desde 1983 hasta 1990 en ocho oportunidades. Así como me encontraron de golpe, de golpe también se olvidaron de llamarme, y por suerte nunca más fui citado… ¡Hasta el mes pasado! Cuando recibí la notificación de que tenía que estar de autoridad de mesa en las PASO, en la elección de verdad en octubre, y eventualmente en el siguiente ballotage.
No es que uno no sepa que esto es un deber ciudadano, y que dar un día por el país no es demasiado sacrificio, comparado con las penurias de nuestros próceres de mayo. Estos y tantos otros son los argumentos que usan para convencernos; además de la moda nueva, que yo no conocía, de que el estado le paga unos pesos a cada autoridad de mesa. A pesar de todo esto, digo, a la inmensa mayoría ¡Nos rompe las p… que nos enchufen esta tarea!
Y con el ánimo templado, me apersoné en la escuela N° 15 de San Manuel, a las 7.40 hs. de la mañana, dispuesto a tomármelo con calma.
El día se fue entre charlas, mates, fotos, saludos con todos los votantes, que son gente conocida y vecinos del pueblo, y comida variada que aportaron las mujeres. Otra moda nueva, es dar a cada mesa una caja con vituallas de todo tipo, así que en las interminables horas de votación, comimos alfajores, galletitas y caramelos, y me sorbí con deleite una chocolatada. Todo provisto por el Estado Nacional. También hubo llamadas telefónicas. La más alocada fue la de un amigo muy preocupado, porque en la puerta de su casa, un perro se había “abotonado” con una perra.
-¿Y cuál es el problema?- Le pregunté, tratando de disimular el tema de la conversación, ya que estaba sentado en medio de un lote de fiscales.
-¡El problema es que tiene el bicho metido adentro hace como 10 minutos! ¿Es normal?-
-¿Y la perra que hace?- En ese momento me di cuenta de que la pregunta no fue la ideal, porque se hizo un silencio y todos me miraron.
-¿Y qué va a hacer? Está quietita abajo del perro y se ve como agitada- Contestó el amigo.
Revoleando los ojos, y con cara de científico, le dije que los dejara nomás, que así es la naturaleza, que “la cosa” entre los perros dura bastante más que en los humanos, porque tienen mucho licor que descargar, y que la agitación de la perra, tal vez no fuera por sufrimiento. Ya mis compañeros de mesa se habían dado cuenta del tema de la charla y hacían coro con grandes carcajadas.
A las 18.00 hs. se cerró la votación y empezamos el recuento. Fue una cosa de locos. Ya todos conocen las boletas que tuvimos que usar. Papeles de casi un metro de largo, que los electores cortaron varias veces para seleccionar sus preferencias. Así que el recuento fue larguísimo, sumado a las cosas que a veces uno no entiende de los fiscales, que en su empeño de recolectar hasta el último voto, joden a todo el mundo.
En nuestra mesa abrimos un sobre y adentro había una boleta rota en mil pedazos. De todas maneras, por el color se adivinaba de qué partido era, así que el fiscal correspondiente pidió “reconstruirla”. Nos miramos sin hablar pero pensando todos lo mismo. Era evidente que ese votante no tuvo voluntad de elegir a nadie ¡Pero no! El fiscal se empecinó tanto, que tuvimos que tomarlo como voto recurrido, ya que era imposible ordenar el rompecabezas, y hacer después toda la papelería correspondiente ¡Media hora más de trabajo!
Y para el postre quedó el espectáculo de ver las caras largas de los derrotados y la alegría contenida de los ganadores.

¡Al final tan mal no se pasa! ¡Que vengan pronto las de octubre! 

¡No era contagioso!


 El schistosomus reflexus, con patas y manos apuntando para el mismo lado, tal como se presentó en la vaca en el momento del parto.


La lechera recién operada ¿Le ven la sonrisa y las ganas de charlar en la mirada?

Sonó el teléfono temprano.
-¡La cosa viene complicada Jorge! Tengo a la lechera que no puede parir. Le metí la mano y toqué cuatro patas y la cabeza del ternero- Me dijo Ignacio preocupado -¿Puede venir?-
-¡Quedate tranquilo Ignacio! En un ratito salgo para allá-
En media hora estábamos en medio de un potrero de pastura de casi 80 hectáreas. Ya la parturienta estaba en el suelo, e Ignacio la había maneado prolijamente. Me puse el mameluco, las botas de goma y un guante largo para revisarla.
Asomando por los labios de la vulva aparecían cuatro pezuñas, y algo más profundamente, se podía palpar el hocico del ternero con la lengua afuera ¿Serían mellizos? ¿Sería un solo ternero totalmente arqueado que presentara sus cuatro extremidades juntas?
Estuve un buen rato tratando de acomodar algo, pero fue imposible, así que decidimos hacer una cesárea. Pronto quedó despejado el misterio. La pobre vaca tenía dentro una gran anormalidad, llamada científicamente Schistosomus reflexus, en la que el pobre ternerito, en su desarrollo intrauterino, en lugar de mantener sus vísceras encerradas dentro del abdomen, tiene separadas las paredes del mismo, y todo el contenido, hígado, riñones, intestino y demás, cuelga libremente.
-¡Que porquería!- Dijo Ignacio, que seguía atentamente toda la maniobra -¿Y tendré que degollar a la vaca?-
-¿Y por qué la vas a degollar Ignacio?- Le pregunté intrigado.
-¿Y qué se yo Jorge? ¡Por ahí tiene un mal contagioso y las demás me empiezan a largar terneros como este!-
-¡No te preocupes hermano! ¡La pobre vaca puede seguir viva! No es peligrosa para nadie-

En ese momento sentí que la lechera me tocaba suavecito la bota con su pata derecha. Me volví para mirarla y la vaca me guiño el ojo de manera cómplice. Entendí que estaba agradecida.  

miércoles, 5 de agosto de 2015

¡Guarda con los toros!



Los toros son animales muy grandes y pesados. Llegan cómodamente a una tonelada de puros huesos y músculos. Aunque sean mansos, siempre representan un riesgo potencial. Con solo una “caricia” pueden partirle el cuerpo al humano más fortachón.
Hace unos días tuvimos una prueba.
Esto pasó en el campo de Juan Almada, “La Primavera”. Allí está a cargo de la hacienda un chico muy voluntarioso y trabajador. Es Pedro Gómez, nacido y criado en la zona de San Manuel.
Esa mañana, Pedro se levantó temprano y después de tomar mate, se fue caminando tranquilamente hasta el galpón. Sacó el tractor, enganchó el mixer y silbando bajito lo cargó con el maíz, el núcleo y un poco de pasto seco. Primero alimento los tres corrales de novillos y después le tocó al de los 20 toros que Almada tiene encerrados, para apurar el engorde y venderlos.
En un ratito descargó la ración de los grandotes, pero le llamó la atención un pedazo de silo plástico que el viento había llevado hasta allí. Con agilidad saltó el eléctrico que está sobre los comederos y fue a agarrar la bolsa para cargarla en el tractor y tirarla después en el basurero.
Dicen que ni lo vio venir al enorme toro negro que siempre había dados muestras de tener mal genio. La bestia lo encaró casi de costado y le dio un terrible cabezaso sobre las costillas, partiéndole cinco con ese golpe. El pobre Pedro voló contra los comederos, mientras el toro volvía a tomar envión para rematarlo. Haciendo cierto eso de que ante el peligro el dolor desaparece, Pedro se agarró del alambre para pararse, pero el toro no le dio tiempo. Se le vino encima. Entonces el muchacho, en un movimiento reflejo, extendió el brazo para protegerse… ¡Y ocurrió el milagro!... Al estar tomado con la otra mano del alambre electrificado, en cuanto el toro lo tocó, tuvo una enorme descarga que lo hizo bufar y abandonar por un momento el ataque.
Ya el toro empezó a dudar, pero seguía furioso. Volvió a intentar otro lance, pero un nuevo choque eléctrico le enderezó las ideas y por fin dio la vuelta y se retiró.
A duras penas Pedro pudo subir al tractor y volver al galpón. Llamó al patrón y en un rato llegaron a buscarlo. La cuenta dio que tenía cinco costillas y un brazo fracturados, pero insiste en que la sacó barata ¡Y habrá que creerle nomás!




miércoles, 29 de julio de 2015

Mi lavarropas



Mi amigo en su última morada. El basurero municipal

¡Pobre gaucho! Como dicen en el campo: ¡Murió de repentina!
Mi lavarropas tenía más de 30 años. Trabajó como un burro siempre sin quejarse, aunque los ruidos raros que hacía últimamente, tal vez fueran los lamentos del que sabe que pronto le llegará la guadaña.
Ayer metí unas sábanas y algunas camisas. Fardo pesado. Lo enchufé y salió andando. Ya no le funcionaba ninguna perilla. Solo tenía que conectarlo a la red de luz para que arrancara, y acordarme al rato de desconectarlo para que parara. Viene a cuento que más de una vez puse ropa a lavar y me fui al campo por alguna urgencia, sin tener en cuenta de que mi compañero quedaba en sus ocupaciones. Cuando volvía, a veces dos horas después, lo encontraba todavía batiendo como un valiente.
La cuestión es que ayer hizo su último esfuerzo. Lavó de la mejor manera las sábanas, como siempre, y cuando lo quise hacer andar de nuevo, con un mameluco lleno de bosta, pegó un grito y se paró. Enseguida largó un humito, fuerte olor a quemado y su cuerpo descascarado y roto se quedó quieto para siempre.
Listo. Se murió.
A la tarde lo cargué en la camioneta y lo llevé al basurero.
Cuando lo bajé, apareció en el fondo de la batea una moneda oxidada de dos pesos, que seguramente se le desprendió de algún recoveco con los movimientos.

Fue su último regalo ¡Chau hermano!

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...