Hace unos años tuve la Culebrilla.
Una mañana me levanté medio mareado. Lloviznaba y me fui a hacer una necropsia en una estancia al lado de La Palma. En eso estaba cuando se me dio vuelta el mundo, y casi caigo de cabeza adentro del gran animal despanzurrado.
A los dos días, un médico de Tandil me confirmó que se trataba del bravo virus Herpes, que produce esta enfermedad.
Y bravo fue también el sapo que me pasó mi hija Juliana por las lesiones que me rodeaban el cuerpo, porque en cuestión de horas pasé de estar muy embromado a trabajar en el campo como si nada. Me curó de la mañana para la tarde.
En los cuatro o cinco días de enfermedad me habían quedado algunas cosas pendientes, así que apenas estuve bien, me fui a atender un ternero de un hombre grandote y forzudo, que en ese tiempo se había puesto medio místico, invocando al Altísimo a cada rato.
Llegué al campito, y antes de saludarme, creyendo que yo todavía estaba enfermo, me apoyo una manota en el pecho y otra en la espalda. Yo me quedé quietito y el tipo empezó a charlar con el mas allá, tratando de eliminarme los males.
En un momento, mirando al cielo dijo:
-¡Y te pido Señor que este hombre esté curado para mañana a las siete!-
Yo me di vuelta creyendo que era un chiste. Pero él, muy serio y como si nada, agregó:
-¡Y que lo cuides y lo protejas! ¡Decí Amén!-
-¡Amén!- Contesté obediente
-¡Listo!- Dijo contento –Para mañana no tenés nada-
A los pocos días me llamó para ver como andaba, y le confirmé que a las siete de la mañana, como él lo había dicho, ya me había curado
¡Como para no desilusionarlo! ¿Vió?
Una mañana me levanté medio mareado. Lloviznaba y me fui a hacer una necropsia en una estancia al lado de La Palma. En eso estaba cuando se me dio vuelta el mundo, y casi caigo de cabeza adentro del gran animal despanzurrado.
A los dos días, un médico de Tandil me confirmó que se trataba del bravo virus Herpes, que produce esta enfermedad.
Y bravo fue también el sapo que me pasó mi hija Juliana por las lesiones que me rodeaban el cuerpo, porque en cuestión de horas pasé de estar muy embromado a trabajar en el campo como si nada. Me curó de la mañana para la tarde.
En los cuatro o cinco días de enfermedad me habían quedado algunas cosas pendientes, así que apenas estuve bien, me fui a atender un ternero de un hombre grandote y forzudo, que en ese tiempo se había puesto medio místico, invocando al Altísimo a cada rato.
Llegué al campito, y antes de saludarme, creyendo que yo todavía estaba enfermo, me apoyo una manota en el pecho y otra en la espalda. Yo me quedé quietito y el tipo empezó a charlar con el mas allá, tratando de eliminarme los males.
En un momento, mirando al cielo dijo:
-¡Y te pido Señor que este hombre esté curado para mañana a las siete!-
Yo me di vuelta creyendo que era un chiste. Pero él, muy serio y como si nada, agregó:
-¡Y que lo cuides y lo protejas! ¡Decí Amén!-
-¡Amén!- Contesté obediente
-¡Listo!- Dijo contento –Para mañana no tenés nada-
A los pocos días me llamó para ver como andaba, y le confirmé que a las siete de la mañana, como él lo había dicho, ya me había curado
¡Como para no desilusionarlo! ¿Vió?