Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme con que se me hace difícil lograr una buena concentración.
De
todas maneras, como soy bastante metódico y decidido (limado… diría mi hijo) me
obligo a sentarme frente al teclado y empezar. Una vez que lo logro, la cosa
vuelve a fluir.
Muchas
veces me pongo a pensar a que se debe. Tal vez sea la edad, se me ocurre. Pero finalmente,
vuelvo a una idea recurrente:
Creo
que el bombardeo de información, imágenes y audios de múltiples pantallas, que
tenemos los seres humanos en los últimos años, nos está haciendo perder, a la mayoría
de nosotros, la capacidad de concentración, abstracción y pensamiento creativo.
Basta
salir por calles y rutas para ver gente de todas las edades, con la vista fija
en sus móviles. Incluso los que van manejando. En las salas de espera (ya no hay
revistas), lugares para comer, paseos al aire libre y cuanto lugar se les ocurra,
hay un humano concentrado en su teléfono.
Esto
no puede ser un cambio inofensivo. Algo va a pasar.
Si
en apenas diez años llegamos a esto, y la cosa promete ir creciendo con la sonada
aparición del Chat GPT y Bing, seguramente en diez años más, habrá otra
humanidad.
O
más justa, libre y feliz; o completamente alienada, colonizada mentalmente por
los pocos operadores de estos sistemas de comunicación, para vivir en un Gran
Hermano permanente.
Como
soy un optimista empedernido, creo en la primera opción.
Los
pronósticos funestos siempre se han dado frente a los cambios en la humanidad.
Seguramente por el miedo a lo desconocido. Pero de una forma u otra, hemos
sobrevivido y evolucionado. Esta vez no será la excepción.