martes, 18 de abril de 2017

Selección natural acelerada

Llegando al pueblo, por el acceso desde la ruta 227, hay una última curva de 90º, paralela a las vías del tren. Allí se ve una pequeña ermita con la Virgen de Fátima, Patrona del lugar, y pegado a esta, la tranquera de entrada de una modesta quinta.
El asunto es que hace unos años, se mudaron a esta quinta los Benítez, una familia muy laboriosa, que tiene algunas vacas, caballos, ovejas y una porción de gallinas de varias razas.
Como San Manuel es un pueblo con una gran actividad agrícola, permanentemente pasan por esa curva camiones cargados con distintos granos. Algunos camiones son un poco antiguos y van dejando el típico chorrito de semillas sobre el asfalto. Esto hace que desde siempre, las aves de los Benítez hayan vivido cerca de la ruta.
Al principio, era cosa cotidiana, que alguna gallina o pollo nuevo, terminara despanzurrado debajo de las ruedas de algún vehículo. Era inevitable. Pero desde hace casi un año, ya no se ven más cadáveres en la curva, a pesar de que las gallinas de Benítez siguen ahí.

Seguramente, las que fueron más hábiles para escapar de los autos, son las que lograron reproducirse y pasar ese “don” a las nuevas generaciones. Y todo esto pasó en no más de cinco años y, tal vez, ocho o diez generaciones plumíferas ¡Impresionante! 

miércoles, 12 de abril de 2017

Informes en TV


     Aquí va uno de los informes que estamos haciendo semanalmente para el programa "Entre surcos y corrales" que se emite por el canal AM sports, de lunes a viernes de 6.30 a 7.30 hs. Nosotros (me refiero a que los hacemos con mi hijo Juan) salimos los días miércoles, y vamos tocando distintos temas de la práctica profesional en bovinos. Cuando alguno quede bueno, lo pondré en este sitio por si a alguien le interesa. 

martes, 11 de abril de 2017

Un hombre solo


Me lo contó Arnoldo Fuentes cuando le pregunté por su familia, sobre todo por su hermano mellizo Hortensio, que se fue de la zona hace más de veinte años, después de separarse de su mujer en muy malos términos.
-¡No sabe que triste Jorge! Por lo que me dijeron, la cosa fue así. Arrancó con un temporal tremendo que duró casi una semana. Llovió sin parar. A veces con alguna granizada, mientras el viento volteaba los árboles, que no hacían pie en el suelo blando y barroso. Noche y día. Día y noche sin parar. Dicen que fue tremendo. Hortensio vivía solo en un ranchito asentado en barro, en la parte más alejada de la estancia Los Miraflores, en La Pampa. Casi no veía gente, porque solo se movía a caballo, y el casco de la estancia estaba a más de un día de marcha entre cañadones, lomadas y montes de piquillines, talas y arbustos espinosos. No tenía teléfono porque en esa zona no hay señal. Tampoco luz ni televisor. Solo se entretenía escuchando la radio a pilas y conversando con sus siete perros.
Una vez por semana, el encargado del campo, le llevaba las provisiones y los vicios en un jeep destartalado. Se quedaba un rato mientras tomaban mate. Se contaban algunas novedades, y ahí nomás empezaba otra semana de soledad ¡Pobre Hortensio! ¡No se cómo aguanto tantos años viviendo así!
La cuestión es que en esos días de temporal, el encargado no hizo su recorrida, esperando que el tiempo mejorara. En cuanto oreó un poco el camino, se largó para el puesto de Hortensio. No bien llegó, le llamó la atención que no saliera a recibirlo, entonces vio que parte del techo del rancho se había volado, y se preparó para alguna mala noticia.
Apenas abrió la puerta, sintió el fuerte olor a podrido. Allí estaba Hortensio, caído debajo de unas chapas, atravesado por un tirante de madera y medio comido por los peludos.
Dijo después el hombre, que se descompuso con semejante cuadro, pero no tuvo más remedio que meter a la fuerza lo que quedaba de mi hermano en una bolsa y llevarlo para la estancia. Como no pudieron encontrar a ninguno de la familia para avisarle, el patrón ordenó que lo enterraran ahí nomás, al lado del galpón. No muy hondo, por si alguna vez aparecía alguno de nosotros a reclamar el cuerpo.

¡Así terminó el Hortensio, Jorge! Una vida triste y una muerte fea. 

lunes, 10 de abril de 2017

Tiger y la hambruna

Como hace dos días que llueve sin parar, Tiger tiene permiso para estar en la churrasquera. De todas maneras no le gusta mucho el asunto porque se aburre, así que me pide que le prenda la tele y se pasa el día empapándose con las noticias.
Recién preparé el mate y me fui a verlo. Estaba lleno de preguntas.
-¿Por qué no me dijiste que Argentina estaba en llamas? ¿Y que la gente se está yendo a vivir a otros países porque acá hay una hambruna general?-
-¿Qué te pasa?- Le pregunté asombrado -¿Te sentís bien?-
-¡Sí! Por suerte me siento bien, pero tengo miedo de morirme de hambre. Recién vi a unas viejas que gritaban malas palabras. Aseguraban que el país está gobernado por gente muy mala, que ganó las elecciones por culpa del periodismo, que ya no hay trabajo para nadie, y que Argentina está peor que en el año 2000-
-¡No les des pelota Tiger! Por suerte tenemos un gobierno sensato después de tanto tiempo. No hay magos ni iluminados. Solo gente con ganas de hacer las cosas bien y acomodar tantas cosas desacomodadas-
-¿Pero entonces porqué decían tantas barbaridades?-
-¡Mirá! Vos sos un gato bastante capo. Todos tus conocidos te respetan y te tienen miedo, pero ¿Qué pasaría si un día aparece otro gato más duro y a vos te pierden el miedo y te sacan la comida?-
Tiger se quedó pensando. Lentamente. Como piensan los gatos. Por fin me dijo:
-¡Trataría de que el nuevo se fuera de cualquier manera! Le haría todas las maldades posibles con tal de obligarlo a dejar el lugar. Además, inventaría historias horribles para que los gatos comunes se le vuelvan en contra ¡Sí! ¡Eso haría!-
Mi miró fijo con sus grandes ojos amarillos, mientras las ideas se amontonaban en su cabeza felina. No le dije nada. La realidad se le apareció de pronto.
-¡Ah! ¡Ya entendí Jorge! ¡Gracias!-

Por las dudas agarré el control remoto y puse Disney Channel.

Almuerzo campero

Almorzando el último viernes. Día ventoso pero carne de primera

Casi siempre se empieza cerca de las 10 y media de la mañana. El encargado de hacerlo es el más viejo, o el que está con una tarea más liviana, o el que sea mejor asador. Allá va el cocinero por su noble arte, mientras el resto sigue trabajando fuerte con las vacas en la manga.
Primero elige con cuidado el lugar, tratando de que no sea muy lejos, ni que quede tan mal ubicado como para que la gente reciba todo el humo en la cara. El viernes, como había mucho viento, Luis prendió el fuego al reparo de un gallinero de chapas, justo al lado de la manga.
Siempre se usan parrillas muy bajitas o, si hay un poco más de tiempo, la carne se hará al asador. Si es en la parrilla, se pueden cocinar tiras de asado, algún vacío, los huevitos de los terneros recién castrados y, tal vez, algún matambre; en cambio, si el maestro usa el asador, podrá ser un costillar entero o algún cordero, lo que figure en el menú.
Esta vez nos tocaron tiras de asado.
Se condimenta solo con sal o alguna salmuera bien sabrosa, y se toma vino o jugo.
Se agrega galleta o pan ¡Y listo! Ahí está el almuerzo más campero. Carne, pan y vino. Sencillito pero buenísimo. No se si porque cuando está listo, uno lleva más de 5 o 6 horas moviéndose sin parar y tiene más hambre que lima nueva, o porque es rico nomás.
El comedor se arma cerca del fuego, y los comensales se sientan en lo que encuentren. Pueden ser las tablas de la manga, algún tronco viejo, un bidón, o un balde dado vuelta; y se come usando solo un cuchillo bien filoso, sosteniendo la carne caliente sobre un trozo de galleta.

Estos asados son un buen premio después de una mañana de trabajo fuerte.  

Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...