domingo, 30 de diciembre de 2012

El pino


Ayer fui a Necochea y en algún momento me senté a tomar mate debajo de un pino. En cuanto me puse a mirarlo pensé: Seguro que este gaucho me ha visto pasar corriendo hace tantísimos años cuando mis primos, hermanos y yo eramos chicos y veníamos a jugar al parque ¡Pobre! Yo he tenido una vida tremendamente movida, viajé mucho, trabajé mucho, quise mucho y tuve muchos hijos. Mientras tanto, este tipo ahí plantado, solo, creciendo hasta el día que le toque caer de viejo ¡Que vida triste!
Y en eso estaba cuando sentí que el gran árbol me miraba. No supe bien si las dos piñas mas grandotas que colgaban de una rama eran los  ojos, o si me veía desde algún misterioso lugar del tronco retorcido. Y me habló. Con la voz asmática de los pinos, que les sale así, en un susurro como de viento que se filtra entre sus hojas puntudas.
-¡Mira vos!- Oí de pronto. Miré para todos lados pero no había gente cerca -¡Sí! ¡Sí! A vos te digo. Ya me di cuenta lo que estabas pensando. Pero no creas que en todos estos años no me pasaron cosas. De una de mis ramas, se colgó del cuello un tipo cansado de vivir así que, al otro día, con él balanceándose, salí en la tapa del Ecos Diarios. Ahí nomás donde estás vos tomando mate, se tumbaron montones de parejas a hacer la cosa acostumbrada mientras yo miraba ¡Vieras que entretenido! También aguanté el año de los tornados que golpearon toda la costa. Una lástima, porque esa vez cayeron muchos compañeros. Soporté tremendas lluvias y días de sol increíbles. Estuve a punto de morir cuando un turista desgraciado prendió fuego al lado de mi tronco para hacer la parrillada ¡Tendría tantas cosas para contarte!
Yo estaba mudo de la impresión y me había quedado como un pavo con la bombilla en la boca y el mate a medio tomar.
-Lo que pasa es que me dio bronca que me tuvieras lástima. Que los árboles somos bien orgullosos. Tendrías que saber que la diferencia con ustedes es que somos firmes y fuertes, y por eso la vida da vueltas a nuestro alrededor, mientras que ustedes son como barriletes que vuelan cerca nuestro, de un lado para otro, siempre a merced de los caprichos del viento-
Ahí sí. Fue demasiado. Respetuosamente junte mis cosas y me fui despacio para otro lado saludando al gran pino con palabras cordiales. Y dijo al despedirme: -¡Volvé dentro de unos cuantos años más y me contás como te fue! Vos estarás viejito, y tal vez yo sea más alto y vistoso que ahora-
  

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cosas bonitas



La verdad es que cuando vi el caballo pensé que lo mejor sería dejarlo así nomás. Pero pudo mas la curiosidad. El animal había enfermado algunas semanas atrás, presentando diarrea recurrente que no cedió a los tratamientos de un colega, y se me llamó para intervenir "in extremis". Solo que cuando llegué al lugar, el animalito se había ido al cielo de los equinos, dejando sus despojos en la costa de una laguna. Para empeorar la situación, ayer llovieron 90 mm en San Manuel, con lo que no había posibilidad de entrar al potrero con ningún vehículo y así sacarlo del pantano.
Decidí trabajar en el agua. Esto resultó novedoso, ya que la masa intestinal llena de gas, flotó en forma muy agradable a mi alrededor, tal como se ve en la primera fotografía. Y el esfuerzo sirvió. Terminé encontrando una enterítis necrótica que afectaba un tramo grande del íleon. 
Cosas que pasan. 

martes, 25 de diciembre de 2012

Las tablas


En este mes de diciembre anduve trenzando la veterinaria con el teatro. Y pasó de todo. Como siempre. Desde el chambón que tiró la escenografía completa al enredarse con un fierro justo en medio de una obra, hasta la “actuación” de una víbora y un sapo en una representación bien cómica.
Uno de esos días de ensayo, estábamos con la gente de la escuela 27 trabajando la obra “La maestra nueva”. En un momento, la docente más vieja le tenía que preguntar a uno de los alumnos cuanto es 6 x 3. Como el muy bruto tardaría en contestar, la “inteligente” del grupo tenía que levantar la mano insistente diciendo: -¡Yo! ¡Yo lo sé señorita!-
Arrancamos con la escena y al llegar a ese punto, noté que la estudiosa se quedaba quietita y no levantaba la mano. Yo le hacía señas porque creí que se había olvidado cómo seguir. Hasta que la cosa no dio para más y tuvimos que parar.
-¿Qué te pasó María?- Le dije entonces.
-¡Es que 6 x 3 es muy difícil Jorge! ¿Por qué no le decís que pregunte algo más fácil?-

domingo, 23 de diciembre de 2012

Un galán despreciado


Se juntaron varios paisanos de la zona y decidieron armar una excursión a la Fiesta Gaucha en Jesús María, Córdoba. Buena gente. Hombres de trabajo. Con familias más o menos grandes, y montones de vida sobre el lomo. Eran cinco, así que se acomodaron en la Ranger de Gustavo, el encargado de “La Concepción” y salieron un miércoles a las 3 de la mañana para Córdoba. El viaje se les pasó bien rápido con mates, charla y varias paradas “técnicas” para ir al baño y, de paso, tomar alguna cerveza fresca en algún boliche.
Cuando llegaron a Jesús María, preguntando a unos y otros, encontraron la pensión que les habían recomendado y, como siempre pasa en estos casos, se apuraron en cambiarse y salir a “dar una vuelta” sintiéndose retozones y frescos como potrillos.
Rodearon la plaza mientras se divertían mirando las chicas que en la tardecita cordobesa, se meneaban con sus minifaldas microscópicas.
Hasta que pasó. En un momento fatal, Luciano Gaona, un tipo grandote y chistoso de unos cincuenta años, al cruzarse con tres palomitas que no tendrían más de veinte, les largó:
-¡Che chiquitas! ¿Dónde podemos ir a bailar? ¡Si quieren las invitamos!-
Pero la más linda de las tres, con ese instinto salvaje que tiene la mujer para saber donde puede lastimar, le contestó bien fuerte para que oyera media plaza de Jesús María:
-¿Y a dónde vas a ir a bailar vos? ¡Viejo arruinado! ¿No te viste las patas de gallo?-
Las tres largaron la risa y se fueron de lo más campantes, contentas con el golpe.
Y Luciano quedó como deprimido hasta el domingo. Solo tomó cerveza a rabiar y se dedicó a mirar las jinetedas casi sin hablar. Los demás respetaron su silencio.
  

jueves, 13 de diciembre de 2012

El libro nuevo



Me gustaría presentar a los que suelen frecuentar este blog, el libro que les mencioné en la entrada anterior. Nació el mes pasado y espero que tenga una buena vida. Eso sería que mucha gente pueda leerlo, que lo conozcan en distintos lugares y de ser posible, también que disfruten sus historias.
En la contratapa se lee esto:
    "En Animales que hablan, que vuelan y que caminan, Jorge Spinelli, veterinario rural, nos brinda una mirada personal y cercana de los hombres y las bestias que habitan nuestros campos y nos pinta sus paisajes a través del humor y la reflexión. Hay grandes pájaros que mueren de amor, nobles caballos que conversan amablemente con el autor, y vacas curiosas que critican los humanos procederes.
Los cuentos, relatos y anécdotas que conforman este libro nos toman sutilmente de la mano y nos muestran la hombría y el valor del peón de campo, los amores contrariados de algún paisanito, o el accidente impensado en el trabajo, que agrega varias gotas de sangre a la lectura.
Anécdotas que con humor y ternura, pueden versar sobre lo más duro, o lo cotidiano; pero siempre invitándonos a pasar un buen momento. Abrir este libro, nos lleva a descubrir lo maravillosamente ordinario del mundo rural, a veces desapercibido  para el ojo o el oído no entrenados."

Antes que alguno piense que se me subió la soberbia a la cabeza, quiero aclarar que lo escribió mi hermana Andrea, correctora del texto, y elogiosa por demás en sus conceptos.
Lo publique con Editorial Dunken. En la página www.dunken.com.ar, podrán encontrar más datos del libro y en caso de quererlo, pueden comprarlo allí mismo.
Otra posibilidad es que me escriban a cocospin1@yahoo.com.ar para hacérselo llegar al que lo quiera. También veremos cómo hacer para revenderlo en veterinarias, librerías y negocios relacionados, así que si hay interés nos pondremos en contacto. 

lunes, 10 de diciembre de 2012

Tiempos movidos


Y un domingo volví al rincón del blog. En estos días han pasado montones de cosas que me tuvieron ocupado. Solo falta un tirón hasta la Navidad, y creo que después volveré a caminar más tranquilo y a tener más tiempo para escribir y seguir contando historias.
El trabajo en el campo parece haberse multiplicado. Nos llaman por urgencias de todo tipo. Ayer terminamos amputando la pata de un ternero con una fea fractura de metatarso, pero hemos asistido casos de meteorismo espumoso, muertes por enfermedades varias, heridas y problemas de casco en caballos, algunos partos distócicos, prolapsos, traumas de pene en toros y otras muchas delicias.
Además, están los trabajos programados de reproducción. Tanto los rodeos de Inseminación a tiempo fijo, como los trabajos de Transferencia de embriones que ya les he contado en otras notas.
En noviembre apareció “Animales que hablan, que vuelan y que caminan”, mi segundo libro. Es una selección de relatos del estilo de los que ustedes acostumbran encontrar en este espacio. Voy a ver si cuando pasen estas semanas locas puedo armar una linda presentación. Con este libro la emoción no fue tan intensa como con el primero, pero de todas maneras, el primer vistazo, aspirar el aroma encerrado entre sus páginas y poder sostenerlo en las manos, son sensaciones incomparables.
Y llegaron los trabajos teatrales de fin de año. Esta vez estoy preparando una obra para la Escuela 27 que se llama “La maestra nueva”, otra con los egresados del secundario, “Amor imposible”; la tercera con los bailarines de la Peña folklórica, llamada “Un marido celoso” y me pusieron a actuar de Príncipe Felipe en la presentación del colegio primario. Por si fuera poco, el domingo 23 haremos el Pesebre viviente. Una linda representación en la que hasta se ve el parto de la Virgen María, de una manera tan sutil y delicada, que muchos de los presentes se llenan de emoción hasta las lágrimas. Todo esto ocupa horas y horas, muchas veces de noche, de ensayos y preparativos.
Y queda la redacción de las Gacetillas mensuales que enviamos desde la Veterinaria, las actas de las reuniones de Intervet, nuestro Grupo de Intercambio Veterinario, y el tiempo dedicado a la familia, el más gratificante y delicioso.
En fin. Son tiempos movidos tal como dije al principio. Pero “Sarna con gusto, no pica”
  

viernes, 23 de noviembre de 2012

Un vicioso

La joda, la noche y las copas son adicciónes muy fuertes, que cuando prenden y se encarnan en un tipo, se le hace muy difícil poder librarse de ellas. Así está Patricio Sanchez. Tomado hasta los huesos por el vicio y las mujeres.

De todas maneras, es tan buen trabajador, que sobrevive en el empleo a pesar de que la mitad de los días no se puede sostener parado, por el sueño y el cansancio acumulados.

Debe andar por los 35 años, es alto, morrudo y bien mandado. Usa el pelo renegrido largo hasta los hombros y a cada rato se le escapa la risa contagiosa.

En estos días andamos en plena campaña de vacunación contra la aftosa. El martes pasado me tocó ir a trabajar con los terneros al campo donde vive Patricio. Ellos ya habían vacunado a la mañana, y dejaron los pequeños apartados para castrar, señalar y marcar. Eran casi 400 terneros y nosotros, 7 personas para toda la tarea.

-¿Qué te pasa Patricio? ¿Andás bien?- Le pregunté a la pasada. Desde que llegue noté que le faltaba un golpe de energía. Me miró sonriendo y solo dijo: -¡Nada dotor!-

Pero Luís, uno de los mensuales, me gritó desde el cepo: -¡Que le va a pasar! Las viejas del pueblo y el chupi lo tienen a mal traer. Hace dos noches que no duerme ¡Pero ya se va a calmar dotor! Es cuestión de tiempo-

Patricio seguía sin hablar y pronto nos metimos de lleno en el trabajo y se nos fueron pasando las horas y los terneros.

Como a las 5 y media de la tarde, el encargado dijo de parar un rato a tomar mate. Nos acomodamos en las tablas de la manga entre charlas y risas.

En eso estábamos cuando dijo uno: -¡Miren eso!- Y todos nos dimos vuelta.

Patricio estaba tirado largo a largo, como muerto, en una esquina del corral donde caía la sombra de un álamo. Se ve que el sueño lo venció malamente, porque se acostó sobre un colchón de bosta de vacas y terneros, con tanta suerte, que la gorra de vasco no dejó que los excrementos se le metieran en las orejas.

-¿Estará vivo?- Preguntó el encargado.

-¿A ver?- Dijo Luis, y le tiró una piedra en la panza.

Se ve que no había muerto, porque cuando sintió el golpe del adoquín, levantó eléctricamente los brazos y los pies con las alpargatas, y al querer pararse asustado, resbaló en la bosta y cayó de cabeza.

Fue un gran momento en medio de tanto trabajo.







martes, 20 de noviembre de 2012

Urgencia

Las urgencias son así. Ya sea un parto distócico o un perro accidentado, lo primero que pasa es ver llegar al dueño con una cara especial, mezcla de apuro, susto y tristeza.

Ayer fue una perra mestiza que un vecino de San Manuel pasó por arriba con su camioneta. Resulta que por querer saludar al dueño de la perra, el hombre no vio a la candidata que estaba cruzando la calle, y la atropelló.

Cargué el maletín con las cosas indispensables y volé hasta el lugar.

Sobre la vereda estaba la herida, rodeada de su familia y algunos curiosos. Contrastaba el llanto de la hija adolescente, con la animada charla de dos amigas que hablaban de su baile de egresados y las intervenciones del menor de los hermanos, contándome del pichón del jilguero que había encontrado un rato antes.

Fui descubriendo las lesiones de a poco. El animal tenía la cadera fracturada en varias partes. Las patas traseras lucían sin control. Había un desgarro abdominal importante, con un desplazamiento debajo de la piel de masa intestinal y probablemente la vejiga. Y esto sin contar las laceraciones sangrantes de la piel. El pulso débil y rápido y la frecuencia respiratoria muy acelerada, hacían pensar en una hemorragia interna.

Use todos los elementos a mi alcance para atenderla y ahora solo resta esperar. Veremos como sigue.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Linda noticia




Después de años de preparación, estudio y paciente compra de equipos. El viernes pasado tuvimos esta gran colecta de 25 embriones de distintas calidades, de una vaca Hereford. La que les conté antes que estábamos inyectando diariamente. Es un gran envión anímico, tal como dicen los futbolistas después de un triunfo en un partido clásico. Seguiremos ajustando detalles y trabajando en estos asuntos de la reproducción. Como decía el título de mi primer libro:…”Despacito y por la orilla”

miércoles, 24 de octubre de 2012

Ayer martes



Largamos bien temprano con la aplicación de las inyecciones a una vaca que estamos preparando para hacer un lavaje uterino y recolectar embriones. Estaba fresco y con lloviznas intermitentes. El camino con algunos huellones pero firme, así que llegar no fue gran problema. De ahí nos fuimos hasta el campo de Carlos, para arreglar varios animales con desperfectos. Atendimos primero una vaca Angus con un trauma lumbo-sacro, que le provocaron los toros en sus afanes amorosos. Después un toro con una lesión grave en una pezuña, que lo hacía caminar con una mano en el aire, y para terminar, nos presentaron otro toro con un tremendo golpe en su pata trasera derecha. Seguramente estuvo peleando con otro por alguna vaquita en celo.
Dejamos ese campo y en el viaje hacia lo de Luis, nos tomamos unos buenos mates con el infaltable equipo que siempre habita en la camioneta, mientras escuchábamos Radio 10. Ahí tuvimos que curar un toro que, en su empeño por llegar hasta una señorita ardiente, saltó un alambrado y quedó enganchado con las dos patas durante los días del fin de semana. Cuando lo encontraron, cortaron los alambres, pero ya no podía caminar. Ahora está parado e intenta golpear a todo el que se acerca. Incluso a nosotros. Fue una hazaña con lazo y sogas, agarrarlo para poder hacer el tratamiento.
Al llegar de vuelta a San Manuel nos esperaban con un perro Border Collie con las glándulas perianales obstruídas. Feo problema. Hay que evacuarlas manualmente y el olor es fatal. Cuando terminamos, el animal se retiró tranquilamente con algún ardor en las partes y nos saludo con un revoleo de cola. Espero que ande bien.
A la tarde nos tocó atender un perro con el ojo en compota. Un gato resabiado le clavó una uña en la conjuntiva así que nos esmeramos en la reparación. Después operamos otras dos perras haciendo unas elegantes ovariectomías, lavamos todo el quirófano con cuidado hasta que quedó bien coqueto, renovamos el mate y volvimos a salir al campo para tratar la vaca que ya les conté al principio.
Cuando volvimos ya estaba anocheciendo. El sol se escondió entre los colores rosados y naranjas que ven en la foto de arriba. Lindo día

sábado, 20 de octubre de 2012

Natalio Reguilon


Natalio Reguilon trabajó muchos años en el campo de los Almada. Tenía un viejo Falcon verde y redondeaba el sueldo recolectando y vendiendo productos de la naturaleza. Se pasaba el año en tareas de época. Cuando empezaba la primavera se lo veía entrar en cueros, de la cintura para abajo, en cuanta laguna y arroyo grande hay en la zona. Se llegaba hasta los nidos de patos, gallaretas, teros reales, chajáes, cisnes y otros pájaros acuáticos, y recolectaba con cuidado los productos avícolas. Y cada tanto aparecía por San Manuel con cajas chicas de cartón llenas de huevos blancos, celestes, pintados, marrones y de los tamaños más increíbles. Desde los chiquitos de los teros, hasta los del tamaño de una mandarina de los chajáes.
-¡Ya están probados!- Decía, cuando uno le preguntaba si no estarían con pollitos adentro. La verdad es que casi nunca nos encontrábamos con un pichón al hacer una tortilla. Natalio era un campeón en la provisión de huevos exóticos.
En los meses fríos se dedicaba a las vizcachas y los peludos. Los vendía ya carneados y crudos, en escabeches exquisitos o simplemente sancochados. Como hay gente medio delicadita para comer peludo, a veces se esmeraba y les hacía llegar alguna mulita. Pero esto era cosa excepcional, porque decía que matar mulitas ¡Le daba lástima!
Y todas estas cosas se perdieron cuando Natalio se fue del pueblo. Hace poco supimos que anda por su Chaco natal, tal vez enredado en cacerías de otras especies, pero seguramente siempre recorriendo los campos como a él le gustaba. A nosotros nos quedó el recurso de meternos cada tanto a huevear en las lagunas. Pero ya no es lo mismo.


martes, 16 de octubre de 2012

Un resbalón


Una de las cosas que se aprende andando en el campo es a lidiar con el barro. Las lluvias dejan los potreros inundados, los arroyos crecidos y los caminos casi intransitables. Digo casi, porque cuando hay una urgencia en el campo el veterinario rural debe enfrentar los huellones valientemente. Ya les he contado lo que es manejar un vehículo en el barro cuando es imperioso llegar.
Pero también se complica el caminar cuando el suelo esta resbaloso.
Benicio Sosa es un hombre serio. Es raro oírlo reír. Será que nació amargo. Además es tremendamente grande y pesado, así que cuando aparece en la manga, con su paso grave y su gesto adusto, queda muy poquito lugar para la joda.
En estos días de inseminaciones a tiempo fijo y lluvias agregadas, nos han tocado varios trabajos con las peores condiciones climáticas. Uno de esos fue la semana pasada en “El Porvenir”, la estancia donde trabaja de mayordomo Don Benicio. Tocaba inseminar el miércoles y el agua se largo el martes a la noche. A duras penas llegamos al campo con todos los elementos y el termo de nitrógeno. Empezamos la tarea mientras una garúa persistente nos iba calando despacito hasta los huesos. Benicio estaba más hosco que de costumbre, tal vez por la lluvia, y los dos muchachones que ayudaban, se movían en silencio, deslizando apenas algún comentario jocoso, cortado por la mirada de acero del encargado.
Pero siempre pasa algo. De pronto una vaquillona saltó la tranca de adelante y Benicio, con enorme agilidad, se tiró sobre el palo del cepo que había quedado abierto, para impedirle la escapada, con tanta mala suerte que pegó tremendo resbalón en el barro, se dio con el palo en el pecho y castigo de espaldas en el charquito que había debajo del cepo, perdiendo el honor y el hermoso sombrero negro, en tan desafortunado accidente. Hubo un momento de silencio interminable. Nadie se animaba a decir nada por respeto, hasta que Julián no aguanto más y cagándose de risa le grito:
-¡Que lo tiró Don Benicio! ¡Me parece un sueño que se le haya escapado la vaquillona! Usté que es tan seguro para el cepo!-
Benicio se dio vuelta hacia el pibe y todos temimos lo peor, pero el hombre grandote y embarrado se rió con ganas, tal vez por primera vez en mucho tiempo. 

sábado, 6 de octubre de 2012

Volvió Román


Hacía un tiempo largo que Román no me hablaba. Tuvo unos meses de emplume que me lo dejaron medio mudito, pero por suerte se dio de nuevo el milagro. Esta mañana levanté la persiana de la cocina en la veterinaria, y empezó con su lindo y armonioso canto. Me acerqué contento a la jaula y lo felicité. El pecho se le hinchaba con aire y orgullo, y levantaba el piquito al cielo largando sus estrofas. Después de un rato me dijo:
-¿Qué tal? ¿Cómo me ves? ¡De nuevo con la música!-
-¡Bárbaro Román! Qué bueno escucharte otra vez ¿Y cómo van tus ideas? ¿Siempre amasando pensamientos debajo de las plumas de la cabeza?
-¡Mas vale! Tengo ideas atravesadas desde hace rato y no te las podía contar. Tu radio y las charlas de los que vienen a la vete me están enloqueciendo. Por suerte a veces me acuerdo que soy canario y que no tengo nada que ver con las cosas de la gente, y me calmo. Por ejemplo. Algo que me da mucha tristeza es ver a tus paisanos tan divididos por la maldita política, me caliento cuando hay vivos que se meten en las escuelas a “enseñar” a los chicos lo buenos que son algunos tipos y lo malos que son los que piensan distinto, me subleva la cantidad de mentiras que dicen los funcionarios ¡Como si no supiera yo lo que aumentó el alpiste que me das de comer y la fruta que me ponen a veces en la jaulita! Me da bronca no poder escuchar cosas coherentes para explicar ninguna de las macanas que se mandan, y que digan que todo es culpa de los golpistas y destituyentes. Me recaliento cuando tratan a la gente como estúpida y creen que dos o tres diarios pueden hacerla pensar lo que se les antoja. Y así hay mil cosas que no me dejan estar bien ¡Es fulera la mano! ¿No?
Yo lo miraba sin contestar, todavía sorprendido con tanta cosa fermentada en un cerebro tan chiquito.
-¿Qué?- Me dijo desafiante -¿O vos no ves todas estas cosas?-
-¡Si Román! Lo que pasa es que trato de tomármelo con calma, sino andaría loco todo el día-
-¡Vos tomálo como quieras! Pero yo no puedo con el genio. Suerte que no nací ser humano ¡Sino me iban a tener que escuchar!-
-¡Mejor seguí cantando Román!-

-¡Sí! ¡Mejor!- Contestó. Y volvió a llenar su pechito de viento y a largar sus trinos dejándome un poco más preocupado.  

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Las Mil y Una Noches


“Las mil y una noches” es un libro árabe que se escribió hace mas de 5000 años. Se cree también que fueron varios los autores de esta obra monumental. Es increíble la imaginación desbordante de sus historias, que fueron tomadas por escritores de todos los tiempos como propias. Hace poco me asombró encontrar en “El alquimista”, de Paulo Coelho, una historia sacada literalmente de allí. Lo malo es que no menciono la fuente.
Hay párrafos memorables como este, donde un candidato le cuenta al califa, de su primer encuentro íntimo con una linda mujer:
…”Y al punto vino ella a mí, y se echó sobre mí, y se restregó conmigo con un ardor asombroso. Y yo, ¡Oh mi señor!, sentí que mi alma se albergaba por entero donde tú sabes, y di cima a la obra para la que se me había requerido, y a la tarea que se me pedía, y vencí lo que hasta entonces pertenecía al dominio de lo invencible, y abatí lo que estaba por abatir, y arrebaté lo que estaba por arrebatar, y tomé lo que pude y di lo que era necesario, y me levanté, y me eché, y cargué, y descargué, y clavé, y forcé, y llené, y barrené, y reforcé, y excité, y apreté, y derribé, y avancé, y recomencé, y de tal manera, ¡Oh mi señor! Que aquella noche quien tu sabes fue realmente el valiente a quien llaman el cordero, el herrero, el aplastante, el calamitoso, el largo, el férreo, el llorón, el abridor, el agujereador, el frotador, el irresistible, el báculo del derviche, la herramienta prodigiosa, el explorador, el tuerto acometedor, el alfanje del guerrero, el nadador infatigable, el ruiseñor canoro, el padre de cuello gordo, el padre de nervios gordos, el padre de huevos gordos, el padre del turbante, el padre de cabeza calva, el padre de los estremecimientos, el padre de las delicias, el padre de los terrores, el gallo sin cresta ni voz, el hijo de su padre, la herencia del pobre, el músculo caprichoso y el grueso nervio dulce, y en esa noche bendita, ¡Oh mi señor!, el cordero no dio menos de treinta topetazos a aquella oveja batalladora, y no cesó la lucha hasta que su contrincante hubo pedido gracia, dándose por vencida”…
¡Qué bárbaro! Parece que aquella gente no se andaba con cosas chicas, ni a la hora de hacerlas, ni a la de contarlas

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Pequeños detalles


En esto días ha habido una “epidemia” de partos distócicos en vacas. Así se dice cuando hay complicaciones que impiden que él, o los terneros, nazcan sin problemas. A veces los pichones se presentan con la cabeza hacia atrás, una o las dos manos torcidas, en ocasiones sacan primero las patas y otras veces el culito. Y pasa también que los terneros son demasiado grandes para el tamaño de las caderas de su mamá y allí quedan detenidos.
Entonces el valiente partero enfrenta la aventura de un nuevo parto con unas pocas herramientas y mucha experiencia. En estos años aprendí a no utilizar distintos elementos que se venden para ayudar a corregir posiciones, o para cortar la cría cuando ya está muerta, y así poder sacarla. No los utilizo porque son cosas, generalmente de acero, que suelen terminar desgarrando útero y vagina, y complicando más la situación. Eso me pasó.
Aprendí a trabajar con ambos brazos desnudos, porque suele ser necesario meter los dos dentro de la madre, tratando de arreglar una mala posición fetal. Entonces hasta las mangas de una camisa liviana entorpecen las maniobras.
Aprendí a trabajar lo máximo posible con la madre volteada y maneada en el suelo. Me pasó una vez de estar atendiendo una parturienta en pie dentro de la manga. Fue imposible sacar el ternero por vías naturales, la vaca se cayó y tampoco pudimos sacarla a ella, así que terminé haciendo una pésima cesárea, incidiendo donde pude encontrar un hueco. Un desastre.
Supe también que cuando se hace tracción forzada para sacar un ternero que viene de patas, hay que tener mucho cuidado en hacerlo lentamente cuando falta la última mitad del cuerpo, porque es común que la cabeza, que es lo último en aparecer en ese caso provoque un desgarro muy grande de vagina. Y me pasó varias veces.
Me di cuenta que las vacas parturientas pueden estar muy excitadas y hay que tener cuidado al largarlas después de cierta noche en la que, mientras yo desprendía una soga que habíamos atado en el enganche de la camioneta, mi ayudante largó a la recién parida. Solo sentí el grito: -¡Cuidado!- Me tire debajo del vehículo sin mirar para atrás mientras la loca se estrellaba contra los faros haciéndolos pedazos.
¡En fin! Pequeños detalles que se van adquiriendo con el hacer. Que pueden ser valiosos para los obstetras novatos y ayudar a solucionar un parto de manera más simple y eficaz. 

sábado, 8 de septiembre de 2012

¡Dicen!


Ramón Chávez se paró a la salida del pueblo. Viajaba a dedo hasta Lobería. El primero que pasó lo levantó. Era Martín Benítez, mecánico de oficio, llegado a San Manuel unos años antes.
Arrancó el viaje y empezó la charla. Que el tiempo, que las vacas, que el trabajo. A la altura de El Pampero, salió el tema de las mujeres.
-¡Ah! La Patricia Martínez- Dijo Chávez cuando Benítez la nombró a través de un conocido en común -¡Que buena está! ¡Pero debe ser la mujer más vaga de todo Lobería!-
Benítez lo miró un rato con cara seria, pero al final le siguió el hilo a la cosa -¿Y es casada la Patricia?-
-¡Era!- Contestó canchero Chávez sintiéndose dueño de la situación – ¡Era casada! Pero se aburrió de meterle los cuernos al marido, hasta que el pobre se enteró y la pateó a la mierda-
-¡Qué te parece!- Dijo Benítez –Hasta un boludo como vos sabe que mi mujer me metía los cuernos-
Chávez se puso blanco, y sintió que se le perforaba el hígado, después de la macana que se acababa de mandar. Por las dudas no dijo más nada.
-¡Chávez! ¿Y a vos quien te contó del asunto?-
-¡Yo no sé nada, Benítez! ¡Dicen nomás! ¡La gente habla mucho al pedo!-
El resto del viaje lo hicieron en silencio. Se les hizo largo. Chávez iba mirando las enormes y curtidas manos de su compañero, imaginándose lo peor.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Loquito el muchachito


Bartolo era un chico muy bandido. Vivía con sus padres y seis hermanos en la estancia “El Mangrullo”, cerca de La Dulce. Su papá era mensual y la mamá trabajaba en la casa principal.
Como en toda familia grande de campo, era la madre la encargada de encaminar a los chicos a sopapo y chancletazo limpio. Cuando el padre se sacaba el cinturón para algún correctivo, ya los jóvenes culitos llevaban diez palizas de ventaja de parte de la progenitora.
Bartolito era el más beneficiado porque no pasaba día sin inventar alguna macana. Jineteaba los terneros guachos deshaciendo el lomo de los pobres animales, cascoteaba las palomas rompiendo vidrios y abollando máquinas, ataba latas vacías a la cola de los gatos, rociaba el lomo de los perros con sulfuro, solo para verlos disparar a los gritos, y mil travesuras más.
Pero un día se pasó. En su afán de superarse en las hazañas, explicó a sus hermanos que él era capaz de manejar el falcon nuevo de papá. Esperaron la hora de la siesta, en pleno verano, y se escaparon por la ventana sin hacer ruido. Corrieron hasta el galpón donde estaba el auto flamante, debajo de una lona. Lo desvistieron y se acomodaron excitados en los asientos interminables de la máquina. Y Bartolito al volante. El muy bestia lo único que tenía claro, en sus inocentes nueve años, era que el motor se arrancaba girando la llave de contacto, así que les pidió silencio a todos y con cuidado hizo la maniobra. El noble Ford, que había quedado en cambio, al arrancar, empezó a dar saltos hacia adelante a lo loco. Los mellizos mas chiquitos empezaron a gritar, mientras Bartolito enfrentaba la situación, fija la vista al frente, hasta que dieron de lleno contra el sulky, haciéndolo pedazos, y se estrellaron contra la pared.
Con semejante despelote, al ratito cayeron los padres. Como es lógico, la primera en darse cuenta de lo que había pasado fue mamá, así que lo agarró fuerte a Bartolito de la oreja y lo sacó al patio casi en el aire. Pero antes de que empezara la paliza, el bandido consiguió escaparse, corrió derechito al molino y se trepó hasta lo más alto de la torre, rápido y ágil como un gato.
Lo que nadie se esperaba, era que desde arriba, el muy caradura, les gritara a los padres que si le pegaban, se iba a matar tirándose de cabeza. El sainete duró hasta la noche. Lo venció el hambre. Igual se trago unos cuantos azotes cuando bajó, pero ya sin tanto entusiasmo
Y en la zona quedó el dicho… “Loquito el muchachito… lo retó la madre y se quiso matar”     
 

jueves, 6 de septiembre de 2012

Bien dotada


-¡Hay dotor! ¿Que es lo que tengo? Siento cosas raras. Mire que yo soy de conversar mucho con las chicas y a ninguna le pasa lo mismo que a mí-
-¿Y que es lo que te pasa Rosaura?- Le pregunté a la gran vaca Holando, que los Gutierrez tienen como lechera.
-Lo que me pasa es que cuando estoy en celo y el gordo negro me monta, me agarran como estremecimientos-
Yo me reí con ganas y traté de explicarle que el gordo negro es un toro muy grandote y "armado". Que lo sé porque llevo años revisándolo y siempre me impresiona su herramienta de fabricar terneros. Y que cuando un toro pega la estocada...
-Bla bla bla- Me interrumpió Rosaura -¿O se cree que no sé como es el gordo negro? Pero a mi me pasan cosas distintas-
-¡Vamos a ver!- Le dije para dejarla contenta, seguro que era solo una idea suya. Pero para mi sorpresa, en cuanto separe los labios vulvares, me encontré con el tremendo clítoris que se ve en la foto.
-¿Y dotor?- Me gritó desde la otra punta del cuerpo -¿Tengo algo malo?-
-¡Mirá Rosaura! Malo no es. Así que disfrutalo nomás al gordo negro 

viernes, 24 de agosto de 2012

Preparativos

Hace dos días que no para de llover. Han caído más de 150 mm en algunos lugares. Se ven campos inundados, arroyos y canales desbordados, casas evacuadas, agua y barro por todas partes, los tamberos trabajando penosamente, con las vacas metidas hasta la ubre en fangales interminables. Todo gris.

Y casi como una cuestión lógica, ayer me llamaron, en pleno chaparrón y estando a punto de sumergirme en una siesta reparadora, para asistir una vaquillona parturienta.

Me preparé para salir con una sonrisa, pensando en esas escenas de película donde el muchachito se va calzando todas las pilchas para salir a asesinar montones de villanos.

Me paré bajo el tingladito donde guardo la camioneta y me saqué los botines camperos. Apoyé con firmeza los pies envueltos en lindas medias azules sobre el cemento húmedo. Con gesto duro me saqué camisa y pulóver hasta quedar en cueros y me calcé un chaleco sin mangas que me deja libre para meter los brazos en las entrañas de una vaca. Enseguida me enfundé el mameluco verde un poco sucio. Es bueno decirlo. Después el pantalón engomado del equipo de agua para completar las partes bajas y cerré con el par de botas de goma, bastante nuevo, que me mantiene las pezuñas secas. Me enderecé, tendí la vista al cielo y con un suspiro me puse con cuidado el saco también impermeable. Para completar la escena, tomé con cuidado la boina roja y me la calcé casi hasta las orejas. Ya estaba listo para enfrentar las aguas.

Sacar el ternero fue una rutina.

viernes, 17 de agosto de 2012

Igual le quedaron tres

-¡Ay dotor! ¿Que me va a hacer? Mire que hasta ahora no me duele nada-
-¿Como te voy a dejar con semejante cosa?- Le pregunté a la pobre vaca Hereford que presentaba esa fea lesión en el cuarto mamario trasero derecho -¿O querés que los toros se escapen espantados cuando te vean?-
-¿Le parece que se fijarán? Mire que cuando ando alzada soy fatal-
-¡Igual te lo voy a sacar! Es mas seguro para evitar alguna infección generalizada-
-¡Y bueno! ¡Si no hay mas remedio metalé!-


Lavé bien y desinfecté toda la zona, hice una buena anestesia y de a poco fui quitando todos los tejidos lacerados. La pobre vaca, seguramente de los nervios que tenía, no paraba de conversar de su ternero, de los golpes que le pegaba el mensual cada vez que la encerraba en la manga, del invierno pasado que falto el pasto y casi se muere de hambre y mil cosas mas.



Por fin terminé la operación y volví a lavar todo con cuidado.
-¡Listo! ¡Quedaste bárbara! Ahora si que da gusto verte. Además, no solamente estás mas linda sino que llamás la atención con las tres bonitas tetas que te quedaron-
-¡Gracias dotor! La verdad es que tenía un poco de miedo. Siempre fui un poco tonta cuando de ver sangre se trata ¿Y ahora que tengo que hacer?-
-¡Nada especial! Anda a mimosear a tu muchachito y disfrutá todo lo que puedas de la vida-
La soltamos, se paró y mientras se iba para el potrero al tranquito, se dio vuelta y me guiño un ojo.
Yo entendí.




viernes, 10 de agosto de 2012

El poder y la salud

Me preparé el mate con una buena yerba que me regalaron, y me senté a leer en la cocina. Román me miraba desde su jaula y picoteaba algunos granitos de alpiste para matar el aburrimiento.

-¿Qué lees?- Preguntó intrigado y con ganas de conversar un rato.

-“En el poder y en la enfermedad” de David Owen-

-¿Owen?- Preguntó haciéndose el importante ¿Es argentino?-

-¡No! Es inglés. Pero me interesó este libro porque habla de cómo el poder hace pelota a los gobernantes. Tanto en el físico como en la mente-

-¡Miren al dotor! Seguro que se está preparando para gobernar algo- Dijo riendo con la risa finita de los canarios.

-¡No seas pavo Román! Leo esto porque lo escribe un médico muy importante y estudioso, que investigó sobre la salud de grandes personajes. Dice por ejemplo que Abraham Lincoln y Charles De Gaulle tuvieron graves depresiones, Theodore Roosevelt, Lyndon Jonson y Winston Churchill eran bipolares, Nixon y Boris Yeltsin borrachos, John Kennedy, bueno, ese pobre hombre tenía el cuerpo virtualmente hecho polvo-

-¡Que bárbaro! ¿Y como pueden estar al frente de los países tipos tan enfermos? ¿No habla de ningún argentino?-

-¡Mirá! Lo que se cree es que el stress del gobierno es tan grande, que la mayoría se enferma durante el ejercicio del cargo, así que calculá como les irá a los nuestros. Pero lo más interesante es que afirma que los dirigentes sufren una borrachera de poder que llama Hybris. Y dice que la Hybris es desmesura, soberbia absoluta y pérdida del sentido de la realidad, unida a un fenómeno bien estudiado por los sicólogos llamado “pensamiento de grupo”, según el cuál un pequeño grupo se cierra sobre sí mismo, recicla enfervorecidamente las opiniones propias, demoniza cualquier opinión ajena y desdeña todo dato objetivo que contradiga sus prejuicios. Las consecuencias pueden ser catastróficas…-

Levanté la vista con la boca abierta. Román me miraba también con el piquito abierto. Solo se oyó el ruido del granito de alpiste que rebotó en el piso de la jaula.



jueves, 9 de agosto de 2012

Invierno


Muy temprano (vean el largo de las sombras) abriendo una vaca muerta (obvio por el triperío al aire) y con un frío tremendo (se nota en la cantidad de ropa del facultativo). Según la radio 2º bajo cero.
Lo que no se alcanza a apreciar son los mocos del doctor que se estiraban aguachentos desde la nariz. No había gente conmigo así que puse la cámara sobre un palo y salió esto.

martes, 7 de agosto de 2012

El forastero

Los días de lluvia y barro son los de las urgencias, así que no me asombró que justo después de la siesta me llamara Benicio Sosa, para avisarme que una vaquillona no podía parir.

-¡La calle se puso muy brava dotor! ¿Tiene doble tracción?-

-¡La doble la tengo en la muñeca Benicio!- Le dije contento -¡En una hora estoy ahí!

Preparé todo el equipo. Sogas y maneas. El aparejo. El instrumental para una posible cesárea y el equipo de mate por si hiciera falta. Es sabido que el mate no debe faltar en cualquier rato libre y de buena charla. Llovía muy fuerte. Salí del pueblo por la calle del fondo y apenas pisé el barro, ví a un tipo parado bajo el agua que me hizo señas. No lo conocí porque estaba envuelto en un impermeable negro, que le tapaba hasta la cabeza. Un poco incómodo pensando que me iba a empapar el asiento de la camioneta, paré para levantarlo.

-¡Que día compañero!- Me dijo apenas abrió la puerta, mientras se acomodaba al lado mío -¿Va para La Numancia?-

Lo miré a la cara pero no supe quien era. Raro en la zona donde todos nos conocemos. Un hombre grandote. Negro. Con barba y bigotes entrecanos. Varios dientes menos en la boca y manos huesudas y callosas.

-¿No es de por acá?- Le pregunté

-¡No! ¡Soy nuevo! Dijo sin mirarme. Un candidato raro. Pensé.

Enseguida la batalla contra el barro me ocupó toda la atención. Pasando la bocacalle de La Esperanza había varios huellones muy hondos y algunos pantanos. La camioneta avanzaba a duras penas y algo de la confianza original se me iba escapando en cada barquinazo. El acompañante miraba callado para afuera y cada tanto pasaba la mano por la ventanilla que se empañaba. Pasamos La Bodega. Ahí empezaba la peor parte del viaje. Yo hacía lo que podía, pero la cosa estaba cada vez mas espesa. Encima, la cabina de la camioneta se había llenado de un fuerte olor a gente mojada.

En cuanto doblé por la bocacalle de Alonso, quise subir la lomita que hay antes de la tranquera de ese campo, y la función se terminó. La Ranger pegó dos o tres corcovos, se desacomodó y nos metimos de lleno en la cuneta con agua. Yo me quedé un rato quieto y pensando. En ese lugar no hay señal de teléfono. La lluvia no aflojaba y la casa mas cerca estaba como a mil metros.

-¿Qué hacemos?- Dije en voz alta, pero para mí mismo –Si no consigo un tractor de acá no salimos hasta mañana-

-¡No se caliente compañero!- Exclamó de pronto mi acompañante, como saliendo de un sopor. Y el resto fue tan increíble que no se si en verdad pasó o no pasó. Solo recuerdo que el hombre se bajo directamente en el agua de la cuneta, que le llegaba a las rodillas. Se acomodó el capote. Trabajosamente rodeó la camioneta hasta que quedó parado en el frente. Levantó los brazos al cielo y una luz distinta iluminó todo. Como rojiza era. Y aparecieron animales grandes y chicos. Se oían charlas raras entre ellos, mezcladas con el golpeteo de la lluvia. Corrían alrededor. Tanto que me empecé a marear. Después hubo movimientos, y ruidos, y gritos. No supe cuanto tiempo duró aquello, ni como fue que de pronto me encontré frente a la tranquera del campo de Benicio.

Solo.

Llegué a la manga donde ya estaba la vaquillona encerrada y me encontré con mi amigo. Ya no llovía.

-¡Que lo tiró dotor! ¡Es baqueano! ¿Eh? ¿Cómo le fue en el viaje? ¿Mucho barro?-

Lo miré como atontado y solo dije -¡Todo bien Benicio! ¡Todo bien!





miércoles, 1 de agosto de 2012

Descascarriando

Es un hombre medio rubión, grueso, áspero y alto. Nariz atomatada, ojos azulinos y chiquitos, y en cuanto se saca la gorra de vasco que usa bien ladeada, se ve que le falta enterita la oreja derecha y una gruesa cicatriz le corre desde ahí hasta la pera.

-¿Y si paramos un rato a ver si afloja el agua?- Me dijo ese día. Estábamos revisando los toros de “El Amancay”, y se había largado un chaparrón potente.

-¡No queda otra Mario!- Le contesté, mientras guardaba la gradilla con los tubos y el resto del instrumental en la casilla al lado de la manga. Fuimos hasta la casa. Enseguida ensillo el mate de calabaza oscuro y nos pusimos a conversar y a yerbear.

-¡Así estaba el día que perdí la oreja!- Dijo de pronto, mientras miraba llover por la ventana de la cocina. Yo nunca me había animado a preguntarle por eso, porque Mario López es un tipo medio especial. No da mucha confianza y nunca se sabe si habla en serio o si lo está sobrando a uno. Me puse contento porque se venía el cuento.

-¡Sí! Empezó -Yo estaba descascarriando ovejas en lo de Cameron. Tenía catorce o quince años. Ya hacía varios meses que estaba trabajando en la Estancia y había un montón de gente, porque casi todo se hacía a mano. El más jetón de todos era Florencio Pardales. A mí me había tomado de piche. No sé si porque era nuevito, o de loco nomás. Ese día me pusieron con él a deslomarnos con las ovejas. Y desde temprano me empezó a buscar: ¡Que no haces nada! ¡Qué sos un inútil! ¡Que hace de cuenta que trabajo solo! Y meta y meta, hasta que me calenté. Me di vuelta y le pegué semejante trompada que salto por sobre los lienzos del corral. Yo seguí trabajando, mientras de reojo lo veía al loco que se acomodaba las carretillas. Lo que no vi fue que se me vino de atrás y me golpeó con un tablón y después, desmayado como estaba, me cortó la oreja limpita con su tijera Bigornia y me hizo este tajo en la cara. No sé si pensó que me había matado o qué, pero me dejó tirado ahí nomás al costado, así que al rato me desperté y estaba bañado en sangre. En cuanto me enderecé me dijo a las risas: ¡Capaz que así vas a aprender a no golpear a los hombres Marito! Fue lo último que dijo. Ciego de rabia me le fui al humo y no se la cantidad de veces que le enterré este mismo cuchillito. Después me volví a desmayar-

-¡La mierda! Dije yo -¡Que historia Mario! ¿Y cómo terminó?-

-Después me llevaron a Necochea, me cosieron en el hospital y de ahí, quedé preso en la Primera por el asesinato. Estuve como dos meses hasta que el abogado de Cameron me sacó porque dijeron que era en defensa propia o algo así. Lo que más bronca me dio fue que perdí la oreja y un buen trabajo-

Le devolví el mate y no supe que contestarle. Por suerte el chaparrón pasó y volvimos a revisar los toros. Nunca más me habló del asunto.



martes, 31 de julio de 2012

Días de frío


¡Qué bárbaro! Está haciendo un frío grande por estos lugares. Se han helado hasta las ramas bajas de los eucaliptus. Casi todas las mañanas se ve el campo blanqueando y el lomo de los animales con escarcha fina. Ellos comen como si nada. No le dan pelota a la temperatura. Anteayer me tocó salir antes del amanecer. Tenía que hacer una necropsia a una vaca muerta en la tarde anterior. Llegué al campo. Me puse un pulover de lana gruesa sobre la ropa, y después el mameluco. Me calé la gorra hasta las orejas y caminé los cincuenta metros hasta el lugar donde la candidata se había despedido del mundo. Quise sacar agua de una bebida pero no pude romper el hielo. Me empezaron a doler los dedos de las manos, así que no perdí tiempo en ponerme a trabajar justo cuando el sol rayaba en el horizonte. Apenas podía sostener el cuchillo y el aliento se quedaba a las vueltas alrededor mío, convertido en nubes de vapor.
De a poco fui prestando más atención a las lesiones y menos a la frescura del día. La pobre vaca tuvo una hipomagnesemia aguda y no aguantó el chiste. Ahí quedó un ternero casi a término sin nacer, y una vaca menos en el número total del rodeo de Martínez. Cosas del campo.
Cuando terminé me acerqué al tanque australiano y pude sacar algo de agua porque el hielo era más fino que en la bebida. Ya no se sentía el frío. Y cuando me subí de nuevo a la camioneta para ir hasta el próximo trabajo, mis manos estaban otra vez coloradas y tibias.  

domingo, 29 de julio de 2012

A él le gusta coser


Es cierto que cada cual tiene alguna habilidad. Hay que saber encontrarla. Conozco gente que tiene montones de años pero todavía no sabe para qué tarea sirve. Y será por eso que parecen inútiles. En cambio, para Tarigio Pizarro, el paraguayo que vive y trabaja en “La Concepción” y al que apodan Tarugo, la vocación se le apareció desde chiquito. Le gusta coser. Me contaba un día, que se crió en un rancho de adobe en una estancia grande en la selva de su país. Tiene once hermanos vivos y cuatro muertos. Eran medio salvajes. Se pasaban el día jugando, peleando entre ellos y cazando cuanto bicharraco se les aparecía. Además salieron todos buenos pescadores. Pero al único que lo tentaba el hilo y la aguja era a él. Ni siquiera a sus hermanas, así que la buena de Abundia, su mamá, lo metió en los secretos de los hilvanes, los ruedos, el bordado y los surfilados. Medio a escondidas, porque esta siempre fue una tarea de mujeres, pero a él le gustaba. Después la vida hizo un desparramo con su familia y Tarigio terminó en Argentina, trabajando en el campo, cerca de Tandil.
Es un tipo de muy buen carácter. Enérgico, trabajador, incansable en las tareas de la manga y muy baqueano con los animales. Yo no supe de sus habilidades con la aguja hasta el mes pasado. Me tocó ir a “La Concepción” para atender el parto de una vaquillona. Tenía un ternero atrancado. Apenas asomaban las pezuñas entre los labios de la vulva y se veía que eran desproporcionadamente grandes para esa salida. Después de revisarla y evaluar la cosa decidí hacer una cesárea. Debía ser la sexta en pocos días.
-¡Sonamos Tarugo! Hay que abrirla- Le dije a Tarigio.
La volteamos, maneamos y preparamos en un ratito. Mientras hacía una bonita incisión y agarraba una patita de la ternera para sacarla, Tarigio, medio con desconfianza me dijo:
-¡Esta bueno esto de las cesáreas dotor! Me gustaría que me enseñara a hacerlas ¡Total! No le voy a sacar el trabajo a usté. Solamente es porque soy medio aficionado a la costura y si me deja probar va a ver como la coso toda-
Yo sabía que Tarugo no era tipo de andar macaneando, así que pensé que no tenía nada de malo dejarlo probar mientras yo lo fuera guiando.
-¡Está bien!- Le dije -Ayudáme a sacar esta ternera y te muestro como se sutura- Pero el tipo se rió y me dijo: -¡Ya se! Lo vi varias veces y se me ocurrió que se puede hacer un punto nuevo- Lo miré asombrado, y con algo de desconfianza, le di la aguja, el hilo y el portaagujas. Se mando una sutura increíble y con un leve cambió que me desconcertó, pero tuve que admitir que quedaba mejor que mi trabajo.
-¿Qué le parece dotor?-
-¡Increíble! Sos un maestro-
Cuando terminamos me invito a tomar mate en la cocina, me contó su historia y supe cómo había encontrado su habilidad, allá lejos en su rancho de Paraguay.

lunes, 23 de julio de 2012

Exportación de carne


No me salió muy cantor. Nada que ver con el otro. Es que Román me parece que es contrahecho. Tiene el ojo izquierdo medio cerrado, o tapado con alguna pluma, y será por eso que anda todo el día con la cabeza ladeada. Pero en viveza no se sacan ventaja. Este, al ser más calladito, se ve que asimila mejor las cosas en su cabeza de pájaro, donde las ideas vuelan.
Sin ir más lejos, ayer se puso a comentarme la última noticia de la radio.
-¿Qué me decís de la Argentina y la exportación de carne?- Largó así de golpe, dejándome frío por la sorpresa, como siempre.
-¿Cómo? ¿Qué carne?-
-¡No te hagas el sonso dotor!- Me dijo medio insolente -¿O no escuchaste lo mismo que yo?-
Y era verdad. Estábamos escuchando “Bichos de campo”, por Radio Rivadavia, donde un tal Longoni, decía que Argentina solo cubre ahora el 3% del comercio mundial de carne vacuna, cuando no hace muchos años, con el 25% o 30% de participación, era el primer o segundo exportador.
-¿Será que los que crían vacas no quieren trabajar?- Preguntó con un canto finito.
-¡No Román! El que cría vacas lo hace porque es un oficio que aprendió a hacer de chiquito y que lleva en la sangre, que no lo sabe hacer cualquiera, que cuesta toda una vida dominar y que si no lo molestaran, seguiría haciendo hasta morirse, pero imagináte que vos tengas un trabajo o una empresa cualquiera y un día aparece alguien a ponerte trabas a cada rato, a jorobarte con mil trámites burocráticos, a decirte cuando podés vender tu mercadería y cuando no, a cambiarte las reglas de juego cuando se le antoja y encima, a insultarte por televisión solo por ser criador de vacas…
-¡Si pasa eso, los mando a la rep…!
-¡Y bueno! Algo de eso pasa en Argentina y por eso hay tantas menos vacas y gente que las críe- 

domingo, 22 de julio de 2012

El Martín Fierro


José fue un tipo que creció y se hizo hombre en el duro oficio de rejuntar palabras. Es sabido que las palabras dichas no se pierden. Quedan para siempre a las vueltas por el mundo. Ahí nomás, al alcance de cualquiera como José, que se las sepa ganar.
Hombre campero, muy de a caballo, de lazo y boleadoras, trabajó sin descanso para llevar a su corral cuanta palabra suelta hubiera por la Pampa Argentina.
Se encontró algunas bien dóciles como “cordero” o “ternura”, que se dejaban conducir solamente con un chiflidito suave, pero en ocasiones, aparecían otras indomables como “redomón” o “degüello”, a las que tenía que enlazar y llevar a la rastra a su lugar.
Muchas veces, las palabras se entreveraban en frases o en versos floridos y daba gusto un arreo cuando eso pasaba.
Y así, con penalidades enormes y desvelos mayúsculos, José Hernández logró un día armar un rodeo extraordinario, del que con paciencia y sabiduría fue sacando lo mejorcito, para hacer el “Martín Fierro”, su más linda tropilla de palabras.
Entonces el hombre de campo tuvo su libro para siempre.

viernes, 13 de julio de 2012

Un negro trabajador


Hacía rato que no pensaba. Solo esperaba que llegara la noche para poder descansar un poco. El esfuerzo bestial de acarrear esa mercadería sobre los hombros durante horas y horas, le había dejado la mente en blanco. Tal vez a sus compañeros les pasara lo mismo, porque nadie hablaba. Se movían firme y regularmente desde la fábrica hasta el galpón.

A la pasada vio a uno que se cayó de costado, agobiado por el peso y tal vez, por llevar el bulto mal acomodado. Seguro un principiante.

Nunca conoció otro trabajo. Su vida era aquello y en el fondo le gustaba. Después de todo, el trabajo fuerte era en los meses de calor, pero menos agobiante en invierno, cuando los días eran más cortos. Tampoco tuvo novia. Los amores eran cosas de privilegiados. Los negros como él solo servían para trabajar.

Cuando se fue acercando al galpón notó un movimiento raro. Gente que corría sin rumbo y con la mirada perdida. Algunos vomitaban. El suelo estaba cubierto como de nieve, pero con un olor muy raro. En cuanto pisó aquello, y los vapores se le metieron en la nariz, se sintió mal. Tanto que descargó la rama que llevaba y siguió caminando, vencido por un mareo fatal.

El hormiguito negro se murió al rato. Y muchos amigos también. Acababan de poner veneno en el patio de la veterinaria.

miércoles, 11 de julio de 2012

Un jinete

Había tomado miedo.

En realidad siempre lo sintió, pero lo había superado cada domingo que le tocó montar en alguna jineteada. La noche anterior casi no dormía, intentando adivinar entre las sombras de su rancho, al animal que le tocaría en el sorteo. Como arrancaría, cual sería el primer salto, si le jugaría en las riendas, si buscaría de bolearse o saldría por derecho. Las veces que iba por una monta especial en un animal conocido, intentaba recordar cada detalle del potro o de la yegua.

Así era la vida simple y bruta de Luciano Estevez, mensual en la estancia “El Porvenir” de Galarza. Ese mismo Galarza que lo aguantó casi seis meses sin trabajar, la vez que se le boleó enterita la yegua “la Alacrana”, y en el golpe le abrió las caderas.

Pero en el último tiempo, un miedo invencible se le había metido muy hondo dentro del cuerpo. El pensaba que era por los chicos. Que verlos jugando en el patio, o tratando de imitarlo en sus jineteadas, lo había enternecido. A veces creía que era por la edad, o tal vez el recuerdo de su accidente.

La cuestión es que cada vez le costaba más, pero no se decidía a dejar. Precisaba los pocos pesos que agarraba cuando cobraba algún premio. Tenía que terminar de pagar el terrenito.

El domingo cargó los bastos, las botas de cuero de potro y las espuelas, y lo pasó a buscar a su amigo, el Colo Suarez. Viajaron hasta Vela. Era una fiesta grande con treinta potros en la rueda. En el sorteo le toco “El Caimán”, un zaino de Pereira, que venía haciendo ruido.

Como a las once de la mañana lo ataron en el palo 2, y lo ensillaron con cuidado. Luciano se preparó. Tenía un nudo en el estómago. Dejó correr un chorro de orina por las bombachas para “agarrarse” mejor. Enriendó firme como siempre, se echo para atrás abriendo las piernas. y alzando el brazo con el rebenque, esperó que le sacaran la venda de los ojos al caballo y lo soltaran.

“El caimán” pegó un grito y se alzó con las cuatro patas en el aire arqueando el lomo. En cuanto pisó se dio vuelta para afuera, y buscó el centro del campo de doma. Luciano pegaba y hachaba con las espuelas, pero el animal parecía tomar mas fuerza en cada salto, hasta que clavándose de pronto, desacomodó al hombre hacia delante y lo sacó limpito haciéndole dar una vuelta en el aire. Luciano cayo de espaldas y al pasarlo, El Caimán le tiró una patada, justo sobre la sien izquierda. Fue un rayo. El cráneo se partió como un melón, y el cuerpo se le quedó flojito sobre el pasto.

Lo llevaron a Tandil en la ambulancia. Le costó casi dos años volver a hablar, y otro mas caminar a tropezones.

Hoy trabaja de parquero. Siempre en lo de Galarza. Perdió todo lo que quería. La mujer y los chicos se le fueron a Mar del Plata. Cada vez que se sienta en la cocina a tomar mate solo, los ojos se le llenan de lágrimas viendo las fotos que tiene sobre el aparador. En una está la que fue su familia, y en la otra se lo ve al Caimán, disparando para el campo después de golpearlo.



domingo, 8 de julio de 2012

Guerra a muerte

Luciano Almaráz era capaz de pasarse la noche entera correteando peludos por el campo cuando la luna llena bien gorda lo alumbraba. Les tenía asco a los peludos. Nunca supimos si era porque le reventaban con sus cuevas los corrales de la manga, los rincones del parque, o las barrancas del arroyo donde sabía estar toda la tarde pescando. Dicen que desde chico se lo veía acarrear latas con agua para inundarles las galerías y desnucarlos de un palo en cuanto se asomaban. Tenía una guerra a muerte con los peludos y capaz que la cosa se puso peor cuando la gorda Inés lo abandonó, y se fue para el pueblo con Benítez. Le atacó una especie de obsesión, porque en vez de trabajar en algo bueno, se lo pasaba pensando como matar aquellos cascarudos de la mejor manera.

A los vecinos les extrañó que pasaran varios días sin verlo recorrer de a caballo, así que una tarde los Gutierrez se llegaron hasta el campito de Almaráz. La casa estaba abierta y la radio a pilas casi no hablaba nada. Seguro que porque llevaba mucho tiempo prendida. En el corral frente a la manga vieron al zaino ensillado, pero con señas de haberse revolcado con los cueros. Salieron al campo, y en el potrerito de la laguna divisaron algunos caranchos a las vueltas. Allí había quedado Almaráz. Se ve que le dio un ataque y cayó redondito, porque no había ni señas de que hubiera pateado. Estaba tirado boca abajo, medio tapado con la tierra que habían sacado los peludos, seguro que en dos o tres noches. Cuando lo dieron vuelta, una cara sin carne y sin ojos los miró desde los agujeros vacíos. Los rencorosos animalitos se le habían comido entera la parte de arriba del cuerpo. Lo velaron a cajón cerrado





Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...