jueves, 7 de junio de 2012

El frío y Edelmiro

Tipo curtido para el frío era Edelmiro Reguilon. En los días mas violentos de helada, viento y escarcha, se lo veía andar por el pueblo de lo mas campante, solo con camiseta musculosa. Decía que tenía el cuerpo preparado para aguantar lo que viniera. Tal vez era cierto, porque cuando todos sus compañeros de trabajo sufrían emponchados hasta las orejas, y largaban vapor blanco por bocas y narices al conversar, él solamente demostraba alguna reacción, tomando un color morado en el cuero y los labios. Pero nada más.

Los más chiquitos lo miraban asombrados. Y los mas grandes también. Nadie se explicaba como podía soportar temperaturas bajo cero y seguir vivito y coleando. El disfrutaba de esa notoriedad y hacía lo que podía para mantenerla.

Hasta el día de la nevada grande.

San Manuel amaneció tapada en blanca nieve. Los más madrugadores se apuraron a despertar al resto para compartir la novedad. Cuentan que Edelmiro abrió la ventana de la casa de los empleados, del campo donde trabajaba, y pareció que miraba un tarro de dulce de leche, porque se le llenó la cara de gusto. Ahí nomás salió al patio, lógicamente solo con los calzoncillos puestos, y manoteando grandes pedazos de nieve empezó a frotarse el lomo y la panza.

Al mediodía tenía fiebre. A la tardecita lo internaron con un principio de neumonía.

Las enfermeras se reían cuando contaban que el tipo, enfermo como estaba, se negaba a que lo tapen “porque no quería pasar calor”. Por suerte la calefacción de la sala y los antibióticos que le dieron, ayudaron para que se recuperara en pocos días.

Ahora anda con un pulovercito liviano casi todo el año.

Parece que el susto le hizo efecto.



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