martes, 12 de noviembre de 2013

El mal trago del contador

Entre mis clientes tengo a la firma La Imperial S.A. Esta gente tiene varios campos en la Provincia de Buenos Aires, y hace cosa de tres años compraron otras 15.000 has. en La Pampa.
El lugar era desierto y monte, y los trabajos para civilizar el establecimiento pintaban con ser muy duros, así que eligieron a su mejor hombre, Gervasio Venegas, el mayordomo de La María, para hacerse cargo del nuevo campo adquirido.
Y allá partió Gervasio con su mujer y sus seis hijos a tomar posesión de las nuevas tierras. La casa, a la que conocí varios meses después, era muy grande y cómoda. Fresca en verano y helada en invierno. Pero lo que menos gustó a los nuevos moradores fue que, cosas del criollismo, el “baño”, era solo una letrina, separada de la puerta de la cocina por una veredita de ladrillos. Lo primero que hizo Gervasio fue cerrar la pasada con dos paredes y un techo, para que la excursión hasta el sanitario no fuera al aire libre. Para mas adelante quedó reemplazar el agujero de la letrina por un inodoro y el resto de los artefactos.
La cuestión es que a los tres meses de estar instalados en el campo, se anunció la visita del contador de la empresa. Un porteño bastante “engreído” como me lo describieron después. El día previsto, Gervasio y su mujer trataron de tener la casa lo mas presentable posible, a pesar de las seis fieras que se esmeraban en deshacer todos los arreglos. Casi una hora antes del encuentro, Mancha, la perra lanuda de los chicos, se puso a discutir con el gato Zenón, y en estos desencuentros, el minino no tuvo mejor idea que tirarse en el pozo de la letrina para huir de los mordiscos de su enemiga.
Y el contador que estaba por llegar.
Entonces Gervasio, apurado por las circunstancias, metió un palo largo en el hoyo del baño para que el bueno de Zenón pudiera subir cuando quisiera.
Y el contador que llegó.
Siguieron los saludos y presentaciones, hasta que el viajero manifestó su urgente necesidad de utilizar el sanitario. Casi toda la familia de Gervasio lo acompañó hasta la cocina dándole charla, con idea de disuadirlo, pero el pobre hombre apurado de verdad, cerró tras de sí la puerta del baño. Se bajó los lienzos, algo extrañado con el palo que salía del agujero del “inodoro” y apuntó con sus partes hacia el pozo, logrando un pronto desahogo. Pero se ve que Zenón no disfrutó de aquella lluvia inesperada, así que en tres saltos trepó por la vara y se zambullo en los calzoncillos del contador. El tipo se pegó tremendo susto y solo atinó a subirse los pantalones y correr hacia la cocina a los gritos, dejando atrapado contra sus testículos al pobre felino que maullaba desesperado.

A pesar de que hicieron fuerza, los Venegas no pudieron aguantar la risa. Pero lo mejor de todo fue que la empresa solo tardó dos semanas en construir en la casa un baño con todas las de la ley, a instancias del contador magullado.  

1 comentario:

  1. Buenas tardes Jorge, hay que ver la de cosas que te cuentan tus clientes. Me figuro al pobre hombre con el visitante por sus calzoncillos intentando buscar la libertad de un sitio tan angosto y delicado, seguro que le dejo algun buen recuerdo en modo de arañazo,
    Sigue con tus bonitas historias que tanto nos gustan a tus asiduos lectores.
    Saludos cordiales desde España de Gabriel.
    http://ggjineteraid.blogspot.com.es/

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