martes, 8 de julio de 2014

Tiger y el fiscal

-¿Y él quien es?- Le pregunté a Tiger esta mañana, apenas entré a la veterinaria, después de cruzar el patio que blanqueaba por la bruta helada. El gato bandido estaba sentado muy tranquilo, al lado de la puerta de la cocina, charlando con un amigo blanco y negro, un poco mas flaco que él. Se ve que esperaban la primera ración de alimento del día. Tiger me saludo amablemente, pero con poco entusiasmo, moviendo apenas los largos bigotes.
-¡El es Arturo y vive dos casas mas allá!- Me dijo haciendo un gesto con la cabeza.
-¡Ah! ¿Vos sos el gato de Rigoberto? ¿El famoso cazador de lauchas? Ya escuche los cuentos del viejo. Según él, le presentás dos o tres roedores descabezados por día- Arturo se infló de orgullo con el elogio de su fama.
Tiger cortó el momento con una tos discreta.
-¡Si Tiger! ¡Vos también tenés lo tuyo!- Agregué para acariciarle un poco la autoestima. -¿Y de que conversaban? ¿Se puede saber?-
-¡Y bueno Jorge!- Arrancó diciendo Tiger –Ya sabés que me paso el día escuchando las noticias en la radio, pero Arturo, como vive adentro de la casa de Rigoberto, también mira la televisión, así que está muy al tanto de las cosas que pasan. Recién me estaba contando algunas novedades que los gatos no alcanzamos a entender ¿Puede ser que si un ser humano hace las cosas bien y se dedica a investigar a una banda de ladrones y corruptos, en lugar de ayudarlo y recompensarlo, le hagan un juicio para destituírlo? ¿Puede ser? Yo le decía que debe haber entendido mal, porque cualquier animal sabe lo que está bien y lo que está mal. Con más razón ustedes, que son tan inteligentes, deben conocer la diferencia-
Lo miré con el pecho lleno de tristeza y tuve que admitir que lo que le contó Arturo era cierto. Que eso está pasando en este momento en Argentina y que me da mucha pena. Los amigos se miraron un rato largo, con la pereza propia de los felinos. Solo movían despacio la punta de la cola dejando ver que estaban tratando de digerir mi afirmación. Por fin Tiger dio vuelta su cabezota y me dijo: -¡Pobre gente!-





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