viernes, 16 de junio de 2017

Parto con lluvia


Hoy no amaneció feo. Amaneció asqueroso. Todo mojado por una mezcla de niebla y llovizna. Presión altísima y calor, anunciando alguna catástrofe climática, cosa que ya gritaban ayer las hormigas negras del jardín mientras yo cortaba el pasto, trotando frenéticas con cuanta comida podían acarrear. Al rato nomás se descargó el primer aguacero.
¡Qué bueno! Pensé. Tengo toda la mañana para dedicarme a poner en orden los papeles en la veterinaria.
Pero cerca de las diez de la mañana, me llamó Roberto para avisarme que tenía una vaquillona que no podía parir:
-¿Podrás venir? Me parece que el ternero tiene la cabeza para atrás, le metí la mano y no toco nada-
-¡Si Roberto! Enseguida voy para allá y de paso aprovecho que el día está buenísimo para andar en el campo- Le dije, riendo para no llorar.
-¡Vamos dotorcito! ¡No se me achique! ¡Ah! ¡Otra cosa! La vaquillona se me empacó y no la pude llevar a la manga así que la dejé en el potrero.
Antes de salir me cambié con cuidado en la veterinaria, poniéndome todo el atuendo de partero, más el equipo impermeable y las infaltables botas de goma ¡Y salí nomás! El camino de tierra todavía estaba transitable, aunque bastante resbaloso. Pasé por la casa del campo a buscar a Roberto, y nos fuimos hasta el potrero, donde estaba esperándonos la parturienta.
El resto fue pura diversión. Enlazamos, volteamos y maneamos la vaquita, y pronto supe que el ternero venía de patas y por eso Roberto no había tocado la cabeza. Lo acomodé para que encajara su caderita en la de la madre y lo sacamos, ayudándonos con un aparejo para hacer fuerza. El tipo, un machito, estaba medio ahogado pero vivo, así que después de alguna asistencia agarró mecha y empezó con los intentos de pararse.

A la vuelta, nos entretuvimos un rato largo tomando mate y charlando en la casa, mientras la lluvia seguía cayendo incansable.  

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