martes, 12 de diciembre de 2017

Un regalo inesperado

El cerezo y la cereza

En el fondo de mi casa tenemos muchos árboles frutales. Van entregando sus productos en distintos momentos, así que hay frutas casi todo el año. Primero son las cerezas, y luego siguen las ciruelas, duraznos, membrillos, manzanas y por último los cítricos, que duran casi todo el otoño y parte del invierno.
Pero los árboles se enferman, y nuestro lindo y enorme cerezo, se llenó de bicho taladro. No hubo manera de curarlo. Le puse capsulas insecticidas en el tronco, lo fumigué, le fui sacando las partes afectadas, pero nada. El enemigo se lo fue comiendo por dentro, hasta dejar casi todas sus ramas huecas. El pobre me miraba como pidiendo ayuda, con esos ojos tristones que tienen los árboles, así que me decidí por hacer una cirugía radical y lo desarmé todo con la motosierra. Le dejé solo el tronco y unos pedazos grandes sin bichos. Pensé: ¡Y bueno! ¡Que sea lo que Dios quiera!
Cuando llegó la primavera, el enorme tallo empezó a brotar y pronto se llenó de ramitas y largó algunas flores.
¡Y se formó una cereza! Una única fruta que está allí madurando despacio como un regalo de mi buen árbol.
Seguro que me va a dar lástima, pero cuando esté bien madura me la voy a comer con ganas.




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