viernes, 11 de junio de 2010

Historias de partos

A veces también hay que trabajar así


La obstetricia en grandes animales es bárbara.
No hay forma de describir lo grato de hacer un parto en una vaca o una yegua, una elegante cesárea a una oveja, o una complicada maniobra para sacar ese primer lechón atrancado de una chancha gorda.
En esto se siente una confianza y una certeza placenteras a medida que pasan los años y los partos. Me acuerdo de aquellas primeras salidas de urgencia. Iba operando mentalmente antes de llegar. Repasaba todos los pasos y temblaba ante la posibilidad de haberme olvidado algún instrumento o droga indispensables. Pero hoy, ir a un parto es una fiesta. Son muchos los casos en que consigo acomodar la cría, a veces metiendo ambos brazos dentro de la parturienta, para corregir la posición de la cabeza o de alguna mano torcida. Y si el animalito no sale, nos queda la cesárea, una linda operación que hago sin esfuerzo y conversando animadamente con el dueño y, las veces que estamos solos, con la parturienta.
Así me paso anteanoche. Me toco el parto de una vaca vieja en un campo cerca del paraje “La Bodega”. Estaba solo porque es un establecimiento alquilado y el dueño de las vacas vive en Tandil, así que el vecino se llegó hasta la veterinaria, para avisarme de esta que no podía parir.
Llegué, la acomodé y me preparé para atenderla en el mismo rincón del potrero donde la encontré. Ya se había hecho de noche así que me puse por primera vez una práctica linterna que va en la cabeza, que me había regalado mi hija.
En cuanto me saqué la ropa y dejé los brazos libres para explorarle las entrañas, la bandida dio vuelta el ojo y se mandó un silbidito de aprobación. La miré. Me agaché y cuando iba a meter la mano me gritó:
-¡Suave dotor! Que demasiado mal la estoy pasando con ese hijo que no sale-
Viendo que era una de las vacas parlanchinas que a veces me tocan, le dije riéndome: -¡Quedáte tranquila que por algún lado va a salir!-
-¡Ah sí! ¡Que vivo! Muchas ganas de joder tengo yo-
-¡Y bueno! La risa es salud che- Le dije -¿Que querés?¿Que cante o que te cuente algo así te distraes?
-¡Nó! Mejor cuentese alguna historia-
Y me puse a contarle la historia de la vaca Aurora. Cuando estaba en la mitad del cuento sentí que el ternero se movía acompañando mi mano, y se daba vuelta dentro del útero acomodándose definitivamente. Una vez que lo ubiqué, sacarlo fue un trámite, y la pobre madre, con los ojos llorosos por la emoción, me pidió que le terminara el relato antes de irme. Así que mientras la desmaneaba terminé la historia, y pronto el pequeño estaba prendido con fuerza de la teta mas llena de leche.

4 comentarios:

  1. Muy linda la historia Doctor; no sabía que habla con los animales!!!!... y que le contestan!!! Feliz estreno de la linterna! parece una buena elección de su hija, espero que le sea útil de acá en más. A propósito, sabe que nunca supe en que termina la historia de la vaca Aurora, era de alguna revista para chicos no?? en fin.. Parto exitoso; noble profesión. Un saludo

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  2. Que lindo doc,ya se viene la época de partos y empieza a correr la adrenalina, aunque por suerte siempre aparece algún parto fuera de época, UN ABRAZO GRANDE!!!!!!!!!!1

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  3. Que grande doctor, le quería hacer una consulta.... Tengo una chinchilla que tiene el antojo de que usted le haga lo mismo que a la vaca Aurora..... Podrá? Un abrazo... Walter

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  4. Y... Tal vez no pueda con las dos manos porque es chiquita pero con una seguro que le acomodo las crías... Ja Ja

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