viernes, 16 de septiembre de 2011

Lo toman con calma

La vida y la muerte van de la mano.
En mis clases de Neurofisiología conté muchas veces cómo reaccionan los bovinos frente al rifle sanitario, un recurso inventado por los humanos para liquidar el mayor número posible de vacas con aftosa.
Cuando se detecta un brote de la enfermedad, se concentran los animales en un corral mientras enormes topadoras hacen un pozo en el que puedan caber todos los enfermos. Después, los cientos de bestias son arreados por una rampa lateral hasta el hoyo final y desde los bordes del cráter, los tiradores comienzan a balearlas. Cuando todos, o casi todos los animales parecen muertos, las mismas topadoras les dan piadosa sepultura a ellos y al virus maldito.
Lo curioso, al menos para nuestro entendimiento, es que mientras se usaron rifles que provocaban gran estruendo, los animales se excitaban enormemente durante la matanza pero, al reemplazarlos por armas silenciosas, los pobres veían a sus amigos caer a su lado, pero permanecían en calma.
Pareciera que desconocen la muerte, o que les es indiferente. Y esta actitud es una constante en la naturaleza.
Los únicos distintos somos los humanos. O muchos de nosotros. Nos gusta tanto la vida y tenemos tantas preguntas sin respuestas ciertas sobre la muerte, que tratamos de postergar indefinidamente este saltito que inevitablemente daremos de una forma u otra. Mientras tanto nos aferramos a cuanto bastón o pasamanos tenemos disponible. Desde la fe inconmovible del religioso, hasta el desafío constante a la parca del escalador libre, que se trepa a las montañas confiando solo en la fuerza de sus dedos.
Humanos.

3 comentarios:

  1. Como vos decís los animales desconocen la finitud, de la que los humanos somos tan conscientes aunque nos hagamos los distraídos.

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  2. La paradoja de que los animales inconscientes de su finitud toman todas las precauciones ante la muerte, y los seres humanos conscientes de la mortalidad la desafiamos permanentemente.

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  3. Cierto,Pedro. Dejá el pucho.

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