viernes, 13 de julio de 2012

Un negro trabajador


Hacía rato que no pensaba. Solo esperaba que llegara la noche para poder descansar un poco. El esfuerzo bestial de acarrear esa mercadería sobre los hombros durante horas y horas, le había dejado la mente en blanco. Tal vez a sus compañeros les pasara lo mismo, porque nadie hablaba. Se movían firme y regularmente desde la fábrica hasta el galpón.

A la pasada vio a uno que se cayó de costado, agobiado por el peso y tal vez, por llevar el bulto mal acomodado. Seguro un principiante.

Nunca conoció otro trabajo. Su vida era aquello y en el fondo le gustaba. Después de todo, el trabajo fuerte era en los meses de calor, pero menos agobiante en invierno, cuando los días eran más cortos. Tampoco tuvo novia. Los amores eran cosas de privilegiados. Los negros como él solo servían para trabajar.

Cuando se fue acercando al galpón notó un movimiento raro. Gente que corría sin rumbo y con la mirada perdida. Algunos vomitaban. El suelo estaba cubierto como de nieve, pero con un olor muy raro. En cuanto pisó aquello, y los vapores se le metieron en la nariz, se sintió mal. Tanto que descargó la rama que llevaba y siguió caminando, vencido por un mareo fatal.

El hormiguito negro se murió al rato. Y muchos amigos también. Acababan de poner veneno en el patio de la veterinaria.

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