Muchas
veces he contado en este lugar alguna aventura sucedida en los días de tacto a
las vacas, pero nunca me detuve a repasar los detalles de este trabajo.
El
tacto rectal consiste en introducir el brazo, generalmente el derecho, a través
del ano de una vaca o vaquillona y avanzar dentro del recto, hasta poder palpar
el útero de la dama. Esto sería una síntesis grosera de la cosa, pero tiene un
montón de adornos por describir.
Como
estarán imaginando, no es una tarea sumamente higiénica, así que la indumentaria
tiene un lugar especial. Personalmente uso un mameluco al que doy vuelta hacia
adentro del cuerpo la manga derecha, de forma tal que el brazo queda
completamente libre para el trabajo. En verano el torso no lleva más ropa que
esta, mientras que para el invierno, tengo un chaleco de lana sin mangas, que
me pongo debajo del mameluco para cortar un poco los fríos, sobre todo en la
madrugada. Son infaltables las botas de goma con un buen par de medias
abrigadas debajo, y corona el atuendo, alguna boina o sombrero de alas, de
acuerdo a la estación. Además de esta ropa, el brazo que se sumerge dentro de
la vaca, va enfundado en un guante que lo cubre hasta el hombro.
Las
tareas empiezan bien temprano, ya que generalmente en un día se revisan cientos
de animales. La velocidad del trabajo depende de las condiciones de la manga y
de la cantidad y eficiencia de la gente que ayuda. Cuando todo está bien, se
pueden hacer hasta doscientas vacas por hora, pero tampoco son raros los casos
en que solo hacemos cuarenta o cincuenta, y con mayor esfuerzo y cansancio de
todos.
Cada
vaca se hace pasar por la manga, y al llegar a la casilla de operaciones, que
es la parte que está más próxima a la salida, se agarra con el cepo. Este
elemento la fija tomándola del cuello. Luego se abre la puerta trasera
izquierda de dicha casilla y nos queda a mano el trasero del animal. Si hay
buen lugar, uno se para detrás de la hembra para hacer el trabajo más cómodo,
si no lo hay, es cuestión de arreglarse. Se toma firmemente la cola con la mano
izquierda y luego, poniendo la derecha en forma de cucurucho, se la introduce
en el ano llevando el brazo dentro de la paciente, a veces hasta la altura del
hombro. Se extiende entonces la mano y con la punta de los dedos palpamos el
útero, detectando preñeces que van desde los treinta y cinco días, donde solo
percibimos un pequeño engrosamiento con contenido líquido, hasta unas semanas
antes del parto, donde podemos meter los dedos dentro de la boca del ternero
sintiendo una agradable succión.
Es
un lindo trabajo con múltiples matices. A veces tenemos que hacer de peones
para apartar las madres de sus terneros antes de empezar, otras nos toca
trabajar en mangas sin puertas y allá vamos corriendo detrás de cada vaca que
traemos de a una, desde el corral del fondo o toril. En ocasiones se pueden
palpar desde el costado de la manga sin entrar en ella, o puede pasar que nos
encontremos con animales que han estado comiendo rastrojos de girasol y dentro
del recto tienen un contenido seco, duro y negro que nos obliga a grandes
esfuerzos. Todo esto sin contar los innumerables accidentes de los que hemos
sido protagonistas, o que le han sucedido a otros colegas.
En
las zonas de cría, donde los rodeos son muy numerosos, un veterinario puede
llegar a revisar cuarenta mil animales en una campaña, mientras que en lugares
mixtos como los que nos toca recorrer, se hacen de diez a quince mil, lo que
lleva a que, después de varios años de trabajo, nos salgan una especie de
“ojitos” en la punta de los dedos, con los que podemos averiguar hasta los
menores detalles dentro de una hembra.
“Lindo
haberlo vivido para poderlo contar” Dijo uno.
Muy buen relato.. (y)
ResponderEliminarMuy buen relato.. (y)
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