viernes, 5 de julio de 2013

Un tesoro


 Boliche La Providencia. Año 1899


Portada del libro

     Después de leer la nota en la que conté algo de una muerte en La Providencia, apareció un cliente con un libro que es verdaderamente un tesoro. Se trata de algunos apuntes autobiográficos de Don Manuel Suarez Martinez. Un español que supo ser dueño de ese boliche entre los años 1865 y 1885. Allí va contando muchas cosas de la zona y se puede tomar conciencia de lo que era la región en un tiempo en que aún se vivía bajo el peligro de los malones, y los criollos tenían siempre a mano algún parejero para huir en caso de emergencia. Hay relatos de sus viajes quincenales desde La Providencia a Tandil, donde hacían un camino que pasaba por el boliche San Manuel, cerca de donde está hoy el pueblo, la pesquería y otros parajes conocidos. Nombra estancias en las que hoy me toca trabajar. Los Eucaliptus, Villa Italia, San Antonio y varias más.
En La Providencia, que en esa época estaba rodeada por un foso y una empalizada para defenderse de los indios, hicieron la primera huerta con todo tipo de legumbres y hortalizas, para el asombro y beneplácito de los estancieros de la comarca, que tenían bien metida en la cabeza la idea de que esta tierra y este clima no eran propicios para la agricultura. Además, estaba la convicción del paisanaje de que agacharse a trabajar el suelo, iba en desmedro de su hombría donde solo cabían los trabajos con la hacienda, cuanto más baguala mejor.
Evoca épocas bravas donde la ley y la policía no intervenían demasiado cuando había algún conflicto. Se trataba de poner el pecho y el cuerpo a la situación. Así cuenta Don Manuel varias peleas con matones reconocidos, donde los bravos “gallegos” de La Providencia salieron airosos. Hubo un encontronazo tremendo con un tal Juan Gregorio que terminó con el malo desmayado por un terrible garrotazo que le abrió la cabeza y lo hizo entrar en razones para siempre. Tanto, que terminó haciéndose bueno y casándose con una chica de honor. Hasta los famosos hermanos Barrientos, que tuvieron su guarida en la sierra de Barbosa, cayeron un día de carreras al boliche, con ganas de armar bronca y fueron correteados por estos valientes pioneros.

Hoy el boliche está cerrado, pero algo tiene que me invita a tomar mate un rato algunas veces que paso con tiempo. El campo pertenece ahora a la familia Riglos y va mi recuerdo al fallecido José María, hombre campero como pocos, gran pialador, muy de a caballo, generoso y hospitalario, que me distinguió con su amistad. 

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