lunes, 18 de abril de 2016

El flechazo de Micaela

Micaela Rodríguez estaba parada justo detrás de Beto en el momento en que el hombre, pleno de fortaleza y decisión, armó el lazo y comenzó a revolear, esperando a que los bandidos motochorros quedaran a tiro, para tomarlos en un movimiento inolvidable.
Fueron instantes llenos de tensión. Un voltaje misterioso y envolvente que atrapó a los ocasionales espectadores de tremenda captura. Todo duró uno o dos minutos, pero el tiempo pareció detenerse casi a nada, y correr tan despacio, que cada segundo quedó grabado en la memoria de todos.
Micaela sintió que su corazón se prendía fuego y no pudo ya dejar de mirar esas espaldas formidables, esos brazos curtidos y al hombre todo, que desde ese momento, sería su hombre.
Lo siguió cuando Beto, aprovechando el revuelo de la llegada y captura de los ladrones, se escabulló del lugar. Con una astucia y osadía que a ella misma sorprendieron, pudo mantenerse a regular distancia del fugitivo, hasta ver la casa en la que entró el misterioso enmascarado.
Con la tenacidad y locura que regala el amor desesperado, en pocos días fue armando el rompecabezas. Supo que la casa había sido de una viejita que al morir, la dejo en herencia a su único sobrino, Alberto Menéndez. Se enteró de que el muchacho vivía en el campo, muy cerca del pueblo de San Manuel. A través de un conocido, averiguó que Alberto había renunciado a su trabajo un mes antes y que se había mudado a Mar del Plata. Le contaron también de algunos desarreglos cerebrales que provocó la TV y sus historias, en el bueno de Beto, pero también se enteró de la fama de hombre íntegro y campero que había cosechado en sus años juveniles.  
Cada dato que capturaba, bordaba un nuevo punto en el amor imperioso de Micaela. Entonces empezó a espiar sus movimientos. Sus salidas, sus compras y sus gustos. Y esperó el momento de ver de nuevo en acción a su héroe.

Dos noches salieron en busca de aventuras. Beto con su traje de fajina y ella siguiéndolo embobada. Pero no hubo acción... Continuará  

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