lunes, 30 de mayo de 2016

Cosas íntimas, silenciosas y gratificantes


Y ahí quedó mirándome agradecida

El laburo en el campo con grandes animales es generalmente muy fuerte. Se empieza temprano, con la salida del sol, y se extiende muchas veces hasta que el candidato brillante vuelve a esconderse en el horizonte. Son horas y horas de gritos, mugidos, fuerza, corridas, bromas, golpes, pisotones de alguna vaca y esfuerzo sostenido, que terminan en un dulce cansancio al final del día.
Pero a veces suceden cosas íntimas, silenciosas y gratificantes como la de ayer.
Domingo de lluvia. Estaba solo en casa mirando una buena película en la cama, y disfrutando el día de descanso. A las cuatro de la tarde me llama un cliente desde Tandil, para avisarme que un vecino le pasó el dato, de que una vaquillona estaba caída en su campo, a unos trescientos metros del alambrado de la calle. Quería saber si yo podía llegarme hasta ahí para atenderla.

Me vestí sin mucho entusiasmo, para que negarlo. Crucé hasta la veterinaria, preparé las cosas para la emergencia, me puse encima la ropa de lluvia y las botas de goma y salí despacito para el campo. Por suerte no había demasiado barro en la calle, así que llegué sin problemas y enseguida la vi. Allí estaba tirada la pobre muchacha en medio de un rastrojo de soja. Dejé la camioneta en la cuneta y me largué caminando con las cosas a cuestas. Todo era silencio. En medio del campo la lluvia no hace ruido. Solo se escuchan las gotas que caen sobre el poncho encerado o el equipo de agua. Nos saludamos con un gesto. La pila de bosta cerca de la pobre infeliz, indicaba que estaría caída por lo menos desde la noche del sábado. Además, tenía la mitad del cuerpo embarrada por las horas de intentos desesperados por pararse. Le di los medicamentos que le hacían falta y después, trabajosamente, la hice girar sobre su lomo dos o tres veces hasta que conseguí enderezarla. Mientras estaba guardando mis útiles, la vaquita hizo un esfuerzo tembloroso y consiguió pararse. Y ahí se quedó un buen rato mirándome agradecida, juntando fuerzas, mientras sus compañeras la alentaban y contenían. 

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