lunes, 18 de febrero de 2013

Sandoval y la maldición

Mientras comíamos un tremendo cordero al asador, Ramirez se largó con la historia del petiso Sandoval. Según dijo, esto pasó porque antes, la gente era más pavota.


Resulta que el petiso trabajaba en los galpones del ferrocarril de la estación de San Manuel. Todo lo que le faltaba de cabeza, lo tenía en fortaleza física, y por eso era uno de los mejores changarines. Allá hacía sonar las alpargatas el petiso, cargando las bolsas de sesenta kilos de trigo al hombro, subiendo por la rampa de estibas impresionantes, durante horas y horas. Vivía del otro lado del pueblo, y todas las mañanas agarraba su caballito zaino, tan pequeño como él, y salía al trote para la estación. A la nochecita volvía caminando, con el caballo de tiro, pensando quien sabe que cosas.

En esa época eran comunes las travesuras de los mas pícaros para divertirse y tener de que charlar durante días.

Gimenez y García, eran dos peones nuevos recién llegados al pueblo. Los mandaron a la Cooperativa, y allí supieron de la poca inteligencia y la posibilidad que les daba Sandoval, al que todavía no habían visto, de hacer una de sus bromas. Y la que se mandaron quedó para la historia.

Esperaron un día en que el trabajo fue especialmente fuerte y cuando Sandoval, cansado como un perro, se despidió y salio al tranquito de vuelta, con su caballo de tiro, lo siguieron discretamente. Cuando llegaron a la cuadra más oscura, los amigos se acercaron despacio por detrás. García le sacó con cuidado el bozal al caballo y siguió caminando detrás del petiso con la soga en la mano, mientras Gimenez se perdía con el animal en la oscuridad.

Sandoval, cansado y embrutecido por las largas horas de trabajo, ni se enteró del asunto. Cuando llegó al patio de su ranchito se dio vuelta para largar el caballo y se encontró frente a frente con García, que lo miraba con cara de estúpido.

-¿Y vos quien sos?- Preguntó el petiso totalmente desconcertado.

-¿Cómo quien soy? ¡Soy tu caballo, Sandoval!-

-¿Mi caballo? ¡Dejate de joder! ¿Te crees que soy tonto?-

-¡Pará hermano! ¡No te enojés! Deja que te cuente. La verdad es que yo soy Pedro García. Siempre fui medio plaga, pero lo que mas me gustaba era el vino. Vivía en pedo. Mi vieja siempre me retaba, hasta que un día discutimos fuerte y me dio por pegarle ¡A mi vieja! ¿Te das cuenta? Así que la pobre, furiosa y con razón, me hecho una maldición y me convertí en caballo. Esto pasó hace como diez años. Rodé de mano en mano, hasta que vos me compraste a Martinez ¿Te acordás?-

Sandoval no podía creer lo que oía. Estaba como idiotizado.

-¿Y ahora por que apareciste?-

-Se ve que mi vieja se debe haber arrepentido y por eso volví a ser yo mismo ¿No me dejás que vaya a verla?-

-¡Si hermano! Andá nomás. Ojalá la encuentres bien. Yo ya voy a conseguir otro caballo-

Se despidieron, y el petiso se acostó a dormir todavía sin entender muy bien lo que había pasado.

Al día siguiente se despertó temprano, prendió el fuego para calentar la pava y en cuanto se asomó a la puerta, encontró de nuevo su caballito que lo miraba desde el corral. Dicen que le gritó:

-¡Mirá que sos plaga García! ¿A que te mamaste y le volviste a pegar a tu madre? Ya vas a ver la que te toca-

Un rato más tarde, lo vieron llegar a la estación cagando a palos a su caballo. Cuando sus compañeros le preguntaron que le pasaba, solo les contestó:

-¡El sabe bien porqué le pego!-

1 comentario:

  1. Buenos dias desde España Jorge, siempre tienes una buena historia para hacerme reir, se ve que el trabajo y los niños, no te quitan las ganas de escribir cosas bonitas y graciosas.
    Sigue con ese espiritu joven y chistoso, como decimos por estos pagos.
    Saludos de Gabriel.
    http://ggjineteraid.blogspot.com/

    ResponderEliminar

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...