viernes, 8 de febrero de 2013

Un hombre digno


Cuando la mujer de Juan Sosa se fue a vivir con otro a Mar del Plata los que lo conocemos pensamos que el pobre Juan no iba a aguantar mucho tiempo solo en ese campo. Es el único empleado en un establecimiento que está cerca de Napaleofú. Allí crían vacas Angus, hacen engorde a corral y además, destinan parte de la tierra a la agricultura. Hay mucho trabajo. La casa del empleado está en un borde del monte. Tiene un largo corredor al costado, cerrado con una planta enredadera, que en verano da un buen fresco para tomar mate a la siesta, mirando las sierras a lo lejos.
A la mujer de Juan se le calentó la muela con un vecino. Anduvieron a escondidas un tiempo, hasta que se destapó el asunto y la tipa cargó sus cosas y se mandó a mudar bien lejos. Además se llevó los dos chicos con ella. La casa quedó vacía y Juan deshecho. De esto harán unos cuatro años. En ese tiempo lo vi varias veces por trabajo y se lo notaba muy mal. Un día me dijo que había pensado colgarse de una planta, pero que no lo hizo por los chicos. Y siguió firme. Aguantando los fríos del invierno, los calores del verano, las miradas lastimosas de la gente del pueblo y las preguntas indiscretas de las viejas chusmas.
Primero volvió el varoncito a vivir con él. Lo anotó en la escuela de Napaleofú y ya empezó a acomodar un poco el carro. Y el año pasado se vino la nena.
Ahora Juan anda atareado todo el día entre la atención de los animales y la de sus hijos, pero está contento. Se ríe. Anda chiflando bajito. Los chicos lucen prolijos y aseaditos y la casa ordenada y limpia. Ya se está empezando a preocupar por lo que le va a costar mandar a su hijo Ramón a estudiar. Piensa en pedirle permiso al patrón para tener dos o tres vacas y así agarrar alguna plata extra, pero cuando se imagina que Ramón puede llegar a recibirse de agrónomo y Clarita de maestra, la cara se le ilumina.
-¡Todo lo que le pido a Dios es que ellos tengan más suerte que yo, dotor!- Me dijo ayer.
Y será nomás porque ando medio sentimental que se me hizo un nudo en la garganta y pensé en cuanta dignidad hay en ese hombre. 

1 comentario:

  1. Felicitaciones por los libros editados. Reconozco en esos libros al autor costumbrista que nos hace posicionar en cada uno de los relatos de la zona, y éste en particular,como si fuéramos protagonistas.

    ResponderEliminar

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...