lunes, 14 de septiembre de 2015

Manolo

¡Ya está! Tengo a otro grande en ese Olimpo personal del que les hablé hace mucho tiempo. Ahí donde voy poniendo las personas que más he querido y que me han acompañado e inspirado.
Puse a mi querido Manuel De Don Pedro.
Lo conocí hace 34 años cuando llegué con mi familia a San Manuel. Era médico. El “Doctor” del pueblo. Un profesional respetado por sus pares y amado por sus pacientes y amigos. Atendió a todos nuestros hijos, que fueron muchos, y a nosotros también. Fue un clínico de primera que rara vez equivocaba un diagnóstico y que, hasta el final, usó la charla distendida, la palpación, la auscultación y la percusión como elementos de trabajo, antes de ordenar los análisis complementarios correspondientes.
Seguramente estas cualidades estén presentes en cientos de esforzados médicos de pueblo a lo largo del país, pero en lo que si estoy seguro de que Manolo se distinguió, fue en sus valores como ser humano.
Un hombre discreto hasta la exageración. Jamás hablaba de sus pacientes ni sus cuitas. Uno estaba seguro de que una charla con él quedaba guardada en el mejor lugar. Era afectuoso y amable con todos, pero especialmente con los chicos, a los que invariablemente, además de las medicinas de rigor, recetaba muchos besos, y algún abrazo si el problema era un poco más grave. Siempre estaba bien predispuesto para atender a quien fuera, a cualquier hora y cualquier día. Me acuerdo una vez que lo llamamos en mitad de la noche, porque uno de nuestros hijos volaba de fiebre. Y llegó Manolo “peinado con cuetes”, con su maletín y su sabiduría. Se quedó un buen rato con nosotros, se tomó un café y se fue sin ningún apuro dejándonos reconfortados. No hablaba mal de nadie, a pesar de que en sus últimos años en el pueblo, tuvo que soportar injusticias graves e inmerecidas. También era solidario. Una vez tuvimos un accidente y no solo nos atendió de maravillas en su consultorio, sino que nos acompañó hasta Tandil y se aseguró de que quedáramos internados y bien atendidos.

Realmente hay mil historias para rescatar de este hombre inolvidable. Seguramente andará entre las estrellas, descansando de tantos desvelos. Fue un privilegio haberlo conocido ¡Chau Manolo! 

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