domingo, 7 de febrero de 2016

A solas con el petiso


En los primeros tiempos de este blog, les conté de mi amigo el petiso “cara `e guiso”, bautizado así por los nietos del dueño. Ya han pasado más de cinco años, y el pobre ha tenido algunos achaques graves. Además, la edad se le ha caído encima de golpe.
Hace varios meses le extirpé un tumor del prepucio y anteayer lo volví a ver, porque tuvo la mala suerte de “agusanarse” en la herida de la operación, es decir que las moscas bandidas desovaron allí, atraídas por algún raspón sangrante y pronto aparecieron decenas de larvas comiendo los tejidos de mi amigo.
-¿Cómo andás petiso?- Lo salude en cuanto lo vi. Lo habían dejado encerrado en el corral de la manga, así que estábamos solos y podíamos charlar tranquilos.
-¡Ya lo ve dotor! Como me picaba la panza, me estuve rascando en un tronco cortado, y seguro que alguna astilla me lastimó allá abajo ¡Que cagada! ¡Ahora que andaba tan bien! Eso sin contar las patas que se me están deformando y me duelen cada día más, lo que me cuesta comer con los pocos dientes que me van quedando, y el ruido a huesos que me hace el esqueleto cuando me muevo-
-¡Una lástima petiso! Pero no te preocupes que esto va a quedar de diez- Le dije mientras le aplicaba una crema curabicheras en la herida y le daba algunas inyecciones. De pronto se dio vuelta, me miró de frente con sus grandes ojos negros y me preguntó:
-¡Ya me queda poca cuerda! ¿No dotor?-
-¡Y!- Empecé a decir, tratando de suavizar la noticia  – ¡Ya tenés 28 años! Para un caballo es mucha edad. De todas maneras estás muy bien-
-¡Pero no hay problemas dotor! No me preocupa ser viejo ¡Demasiado trabajé toda mi vida! Yo le pregunto porque anteanoche, mientras dormía parado entre el eucaliptus y el galpón, se apareció mi mamá y estuvimos conversando un rato. Cuando se despidió me prometió que pronto nos íbamos a ver ¡Y mi mamá fue una yegua de tiro, que se murió cuando yo era chiquito!-
-¡No se petiso! Creo que cada uno tiene su hora escrita en algún lado ¡Sabrá Dios cuando nos tocará a nosotros!-
Lo abracé por el cuello, lo acaricié un rato y nos despedimos. Me fui con los ojos aguachentos.



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