martes, 29 de marzo de 2016

Un superhéroe criollo

A Beto Menéndez lo enloqueció Direct TV. Se lo instaló el patrón en el puesto, creyendo que le hacía un gran favor y le mejoraría la calidad de vida, ya que el único entretenimiento de su peón, hasta ese momento, era la radio a pilas que llevaba a todos lados. Estuviera cambiando un esquinero o trabajando en la manga, siempre lo acompañaba una vieja Noblex con música y noticias.
Seguramente si Beto hubiera sido aficionado a la lectura de libros de caballería, sus instintos se hubieran despertado antes, tal como le sucedió hace mucho tiempo a cierto caballero de La Mancha.
El asunto es que apenas empezó a ver televisión, encontró que lo que más le gustaba eran los noticieros y las series de superhéroes, y en su cabeza ya medio revuelta, se fue armando un gran nudo de hechos policiales verdaderos y personajes de ficción capaces de atrapar a los ladrones y asesinos más bravos. Pero El Zorro era el justiciero que lo volvía verdaderamente loco, sobre todo por los caballos que montaba. Un oscuro tapado y otro blanco como nieve. Además, admiraba al gaucho que peleaba contra todos y encima se les moría de risa en la cara.
Un día Beto le dijo a su patrón que quería vender sus vacas y emigrar al pueblo. En Mar del Plata tenía una casita sin mucho lujo que heredó de una hermana de su papá. Nadie fue capaz de hacerlo entrar en razones para que se quedara en el campo. Beto nació y se crió en la zona de San Manuel y era un hombre hecho como a propósito para las tareas rurales. Alto, fuerte, ágil como un puma, muy buen jinete, pialador sin abuela y de los mejores para sacar enlazado un ternero del rodeo. Manejaba las boleadoras como un maestro y era habilidoso para canchar con el cuchillo, tanto que había algunos paisanos “rayados” por Beto en medio de alguna discusión.
El hombre había tomado la firme resolución de darle una mano a la policía combatiendo a los criminales de Mar del Plata para empezar. Después se vería.
Se instaló nomás en la costa y como no sabía por dónde empezar con sus batallas, se fue derechito a la Comisaría Primera. Allí estuvo conversando con el oficial de guardia y le contó que andaba con ganas de hacer alguna patriada correteando delincuentes. El milico, creyendo que Beto estaba loco o que quería cargarlo con el asunto, le dijo que lo mejor que podía hacer era conseguirse un buen disfraz para que no lo reconozcan y empezar, por ejemplo, patrullando la peatonal San Martín, donde es sabido que a la noche se junta gente de mala calaña.
¡Por fin tengo una punta para arrancar! Pensó Beto, contento, mientras volvía para su casa. Ya tenía decidido el “uniforme” de batalla que usaría.
A la noche siguiente, cenó un churrasquito con un vaso de vino, se preparó mirándose en el espejo, tal como en las películas, y enfiló para la peatonal. Llevaba bombachas batarazas, alpargatas negras nuevas y camisa blanca con un dibujo de un trébol en la espalda hecho con un fibrón. Dentro de una de las hojas del trébol había puesto las letras SB, tal vez por Super Beto. Además tenía la cara cubierta por un gran pañuelo rojo al que le hizo dos agujeros para ver y remato la obra con un lindo chambergo negro bastante baqueteado.

El armamento consistía en un cuchillo atravesado en la cintura, el rebenque en la mano derecha y un lazo trenzado de ocho cruzado en bandolera, ya que no había encontrado la forma de llevarlo mejor…       Continuará

3 comentarios:

  1. Ja! Ja! que bueno Jorge.
    No me puedo imaginar que va a hacer con semejante armamento por el medio de la peatonal de Mar del Planta.
    Que bueno!!! Estoy esperando ansioso el proximo capitulo.
    Un abrazo.

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  2. Después de Lugano Brondi no habíamos tenido otro cuento en capítulos en tu blog en años. Parece que llegó. Buena noticia. Estaremos expectantes.

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