miércoles, 9 de noviembre de 2016

Tiempo perdido

Complicaciones matinales en el viaje al campo

Tengo muchos amigos y conocidos que son verdaderamente adictos a la tecnología. Están conectados durante la mayor parte de su vigilia diaria, a todo tipo de aparatos: Televisión, radio y las incontables variantes que ofrece internet. Consumen sin parar información. Y generan comentarios y reacciones sobre cualquier noticia. Opinan sobre una elección presidencial, una foto de un perro accidentado, los dichos de una vedetonga de moda, o la llegada de la Fragata Libertad.
¡Basta! ¡Cortemos el tiempo de pelotudeo! (para los lectores extranjeros, pelotudeo sería perder el tiempo en tonterías) Propongo un límite bien intencionado y voluntarioso, intentando, por ejemplo, no dedicar más de dos horas a cualquiera de estas actividades. Tal vez poniendo un timer que avise que terminó el tiempo de la tontería diaria.
Un timer es muy barato en comparación con lo que se pierde, estando sentado al pedo tanto tiempo.
Las mujeres que se quedan hasta cualquier hora viendo Tinelli, tendrían que inventar algo y tal vez volverían a tejer ropa para su familia y hacer bonitas prendas al crochet. O cocinar buena comida casera para el día siguiente.
Y los varones a los que no les alcanzan las horas para ver fotos de minas en Instagram o mirar futbol de cualquier parte del mundo por TV, podrían usar su tiempo libre para hacer arreglos en la casa, cultivar una buena huerta y tantas otras cosas útiles.
Hoy pensaba esto cuando me encontré con Martín, el dueño de un campo de la zona, que posee la tecnofilia que les contaba. El tipo estaba como loco devorando los millones de comentarios generados por la victoria de Trump.
Yo había estado anoche con ensayo de teatro hasta tarde, hoy me levanté temprano preocupado por el aguacero que estaba cayendo en la zona, y apenas tuve tiempo de preparar las cosas para ir al campo por un trabajo de inseminación a tiempo fijo impostergable. En el camino nos encajamos, nos llenamos de barro y al final tuvimos que caminar los últimos cinco kilómetros cortando campo, hasta llegar a la manga.
Nos esperaba Martín con la hacienda encerrada. Nos saludó y enseguida me dijo: -¿Y? ¿Qué te parece lo de Trump?-
-¿Qué le pasa a Trump?- Pregunté.
-¿Qué? ¿No sabés? Es el nuevo presidente de USA-
-¡La verdad es que no sabía! ¿Y qué?- Le conteste educadamente -¡A mí que me importa Trump! ¡Casi no tengo cosas más importantes para pensar!-

Se rio y cambió de tema. Seguro que pensó que lo estaba cargando.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...