miércoles, 24 de mayo de 2023

Pensando en las vocaciones



El cerebro de cualquier animal, desde un pescadito hasta un ser humano, durante su desarrollo tiene las llamadas “ventanas de aprendizaje”. Son períodos en los que ese cerebro es capaz de recibir, procesar y almacenar determinados datos, que quedan impresos en esa maraña increíble de células interconectadas. Eso se descubrió estudiando el canto de los pájaros. Las crías son capaces de reproducir los gorjeos de los adultos de su especie, solo si lo oyen en determinados momentos de su crianza. Esos momentos son las “ventanas de aprendizaje. Aún no se sabe como funcionan exactamente. Si en esos mismos períodos, el pichón no puede escuchar el canto de sus mayores, al ser adulto no podrá reproducir exactamente esas notas ¡Fascinante! ¿No?

Tal vez con el desarrollo de una vocación en el humano pasa lo mismo. Puede ser que durante su crianza, haya un momento en el que ese niño reciba alguna información, dato o estímulo, en el exacto período en que está mas receptivo, y allí quede alojado en un rincón de su cerebro.

En algún momento esa información se hará consciente y veremos al muchacho que decide ser arqueólogo, cuando en su familia son todos abogados, o aquél otro que opta por la carpintería, a pesar de que su padre es viajante de comercio.

En mi caso, no se cual habrá sido el proceso, pero nunca dude en seguir los pasos de mi padre en esta linda profesión. Desde mi primer recuerdo en el campo, tal vez a mis cinco o seis años, en que un empleado me preguntó que iba a ser de grande y le dije: -¡Veterinario-! Hasta el día de hoy, sesenta años después, sigo feliz y contento con esta actividad.

Solo a veces, pienso que también me hubiera gustado ser camionero.

  


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