lunes, 22 de mayo de 2023

Trabajo peligroso

 


-¡La vaca está en el potrero de la sierra, así que vamos a tener que llegar caminando!- Dijo Manuel. El encargado de Los Capullitos.

-¡No hay problema Manuel! No va a ser la primera vez.

Subimos con la Ranger hasta el final del sendero, y ahí la dejamos. Cargamos todo lo necesario para un parto simple o una cesárea, y arrancamos a pie hacia el lugar, donde esa mañana, habían encontrado a la vaca negra haciendo fuerza para largar su cría.

La sierra que está pegada al pueblo es bastante particular. Tiene una meseta superior de alrededor de 700 hectáreas. En este momento está llena de malezas y de un arbusto espinoso impenetrable, que se llama Curro. Además, hay una gran población de cerdos salvajes, pumas y ciervos, conviviendo en equilibrio con las vacas mansas y otras que nunca han podido encerrarse. Esto sin contar la gran cantidad de víboras Yarará, que se han visto este verano.

Por eso es un lugar bastante peligroso para hacer excursiones.

Cuando estábamos llegando hasta la vaca, vimos un gran movimiento de caranchos y chimangos, y descubrimos con sorpresa que una enorme chancha jabalí con sus crías, estaban almorzando la cola de la vaca y las manitos del ternero por nacer.

La cerda no daba señales de miedo por nuestra presencia y era urgente ahuyentarla para poder asistir el parto, así que Manuel decidió hacer un tiro al aire con la escopeta calibre 12. El estampido resonó como un trueno en el silencio de la sierra y obligó a la madre hambrienta y a sus crías, a emprender la retirada hasta unos curros que estaban a no más de treinta metros. Desde ahí nos estuvieron mirando, mientras nosotros empezábamos el trabajo de lo que inevitablemente sería una cesárea, ya que los restos del feto indicaban que el parto estaba demorado desde al menos tres días atrás, y sería imposible por vías naturales.

Yo avanzaba con la operación y Manuel vigilaba a la chancha, que desde allá lejos, seguía rezongando y con ganas de volver a comer.

Y de pronto lo que faltaba. Se sintió un tumulto y gritos desesperados de los lechones. Un enorme puma, que seguramente había estado todo ese tiempo acechando, tenía entre sus colmillos a uno de los pequeños chanchitos, que seguía chillando sin parar, mientras su madre bramaba tratando de asustar al gran gato. Pero fue inútil. En tres o cuatro saltos, el puma se perdió entre la maleza, mientras la chancha se retiraba definitivamente del escenario, con las crías que le quedaban.

Nosotros terminamos del sacar el ternero medio podrido, ayudamos a la vaca a levantarse, y emprendimos el regreso comentando la extraña aventura.

5 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Como estás Nicolás??? Tanto tiempo!!! Que bueno saber que todavía seguís estos relatos. Otro abrazo para vos

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    2. Hola Guille!!! Gracias por el comentario. Con respecto a las víboras. francamente no se si el verano pasado hubo más que lo normal, o solo fue que se dejaron ver más seguido. De todas maneras, y esto lo escribí en otra nota, es común que las distintas poblaciones que viven en nuestro campos, aumenten o disminuyan intermitentemente, dependiendo de las condiciones que soportan. Clima, disponibilidad de alimentos o depredadores.

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  2. No lo conozco personalmente pero siento gran admiración por ud,su manera simple de ser me parece que es la marca de la casa,una preg. Si se puede,a qué q atribuye la gran cantidad de víboras??

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    1. Escribí la respuesta para Guille más arriba... Espero que se entienda

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