martes, 7 de agosto de 2012

El forastero

Los días de lluvia y barro son los de las urgencias, así que no me asombró que justo después de la siesta me llamara Benicio Sosa, para avisarme que una vaquillona no podía parir.

-¡La calle se puso muy brava dotor! ¿Tiene doble tracción?-

-¡La doble la tengo en la muñeca Benicio!- Le dije contento -¡En una hora estoy ahí!

Preparé todo el equipo. Sogas y maneas. El aparejo. El instrumental para una posible cesárea y el equipo de mate por si hiciera falta. Es sabido que el mate no debe faltar en cualquier rato libre y de buena charla. Llovía muy fuerte. Salí del pueblo por la calle del fondo y apenas pisé el barro, ví a un tipo parado bajo el agua que me hizo señas. No lo conocí porque estaba envuelto en un impermeable negro, que le tapaba hasta la cabeza. Un poco incómodo pensando que me iba a empapar el asiento de la camioneta, paré para levantarlo.

-¡Que día compañero!- Me dijo apenas abrió la puerta, mientras se acomodaba al lado mío -¿Va para La Numancia?-

Lo miré a la cara pero no supe quien era. Raro en la zona donde todos nos conocemos. Un hombre grandote. Negro. Con barba y bigotes entrecanos. Varios dientes menos en la boca y manos huesudas y callosas.

-¿No es de por acá?- Le pregunté

-¡No! ¡Soy nuevo! Dijo sin mirarme. Un candidato raro. Pensé.

Enseguida la batalla contra el barro me ocupó toda la atención. Pasando la bocacalle de La Esperanza había varios huellones muy hondos y algunos pantanos. La camioneta avanzaba a duras penas y algo de la confianza original se me iba escapando en cada barquinazo. El acompañante miraba callado para afuera y cada tanto pasaba la mano por la ventanilla que se empañaba. Pasamos La Bodega. Ahí empezaba la peor parte del viaje. Yo hacía lo que podía, pero la cosa estaba cada vez mas espesa. Encima, la cabina de la camioneta se había llenado de un fuerte olor a gente mojada.

En cuanto doblé por la bocacalle de Alonso, quise subir la lomita que hay antes de la tranquera de ese campo, y la función se terminó. La Ranger pegó dos o tres corcovos, se desacomodó y nos metimos de lleno en la cuneta con agua. Yo me quedé un rato quieto y pensando. En ese lugar no hay señal de teléfono. La lluvia no aflojaba y la casa mas cerca estaba como a mil metros.

-¿Qué hacemos?- Dije en voz alta, pero para mí mismo –Si no consigo un tractor de acá no salimos hasta mañana-

-¡No se caliente compañero!- Exclamó de pronto mi acompañante, como saliendo de un sopor. Y el resto fue tan increíble que no se si en verdad pasó o no pasó. Solo recuerdo que el hombre se bajo directamente en el agua de la cuneta, que le llegaba a las rodillas. Se acomodó el capote. Trabajosamente rodeó la camioneta hasta que quedó parado en el frente. Levantó los brazos al cielo y una luz distinta iluminó todo. Como rojiza era. Y aparecieron animales grandes y chicos. Se oían charlas raras entre ellos, mezcladas con el golpeteo de la lluvia. Corrían alrededor. Tanto que me empecé a marear. Después hubo movimientos, y ruidos, y gritos. No supe cuanto tiempo duró aquello, ni como fue que de pronto me encontré frente a la tranquera del campo de Benicio.

Solo.

Llegué a la manga donde ya estaba la vaquillona encerrada y me encontré con mi amigo. Ya no llovía.

-¡Que lo tiró dotor! ¡Es baqueano! ¿Eh? ¿Cómo le fue en el viaje? ¿Mucho barro?-

Lo miré como atontado y solo dije -¡Todo bien Benicio! ¡Todo bien!





1 comentario:

  1. ¿Experiencia mística o encuentro con extraterrestres? De cualquier forma es una buena historia. Un abrazo.

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