sábado, 8 de septiembre de 2012

¡Dicen!


Ramón Chávez se paró a la salida del pueblo. Viajaba a dedo hasta Lobería. El primero que pasó lo levantó. Era Martín Benítez, mecánico de oficio, llegado a San Manuel unos años antes.
Arrancó el viaje y empezó la charla. Que el tiempo, que las vacas, que el trabajo. A la altura de El Pampero, salió el tema de las mujeres.
-¡Ah! La Patricia Martínez- Dijo Chávez cuando Benítez la nombró a través de un conocido en común -¡Que buena está! ¡Pero debe ser la mujer más vaga de todo Lobería!-
Benítez lo miró un rato con cara seria, pero al final le siguió el hilo a la cosa -¿Y es casada la Patricia?-
-¡Era!- Contestó canchero Chávez sintiéndose dueño de la situación – ¡Era casada! Pero se aburrió de meterle los cuernos al marido, hasta que el pobre se enteró y la pateó a la mierda-
-¡Qué te parece!- Dijo Benítez –Hasta un boludo como vos sabe que mi mujer me metía los cuernos-
Chávez se puso blanco, y sintió que se le perforaba el hígado, después de la macana que se acababa de mandar. Por las dudas no dijo más nada.
-¡Chávez! ¿Y a vos quien te contó del asunto?-
-¡Yo no sé nada, Benítez! ¡Dicen nomás! ¡La gente habla mucho al pedo!-
El resto del viaje lo hicieron en silencio. Se les hizo largo. Chávez iba mirando las enormes y curtidas manos de su compañero, imaginándose lo peor.

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