domingo, 23 de diciembre de 2012

Un galán despreciado


Se juntaron varios paisanos de la zona y decidieron armar una excursión a la Fiesta Gaucha en Jesús María, Córdoba. Buena gente. Hombres de trabajo. Con familias más o menos grandes, y montones de vida sobre el lomo. Eran cinco, así que se acomodaron en la Ranger de Gustavo, el encargado de “La Concepción” y salieron un miércoles a las 3 de la mañana para Córdoba. El viaje se les pasó bien rápido con mates, charla y varias paradas “técnicas” para ir al baño y, de paso, tomar alguna cerveza fresca en algún boliche.
Cuando llegaron a Jesús María, preguntando a unos y otros, encontraron la pensión que les habían recomendado y, como siempre pasa en estos casos, se apuraron en cambiarse y salir a “dar una vuelta” sintiéndose retozones y frescos como potrillos.
Rodearon la plaza mientras se divertían mirando las chicas que en la tardecita cordobesa, se meneaban con sus minifaldas microscópicas.
Hasta que pasó. En un momento fatal, Luciano Gaona, un tipo grandote y chistoso de unos cincuenta años, al cruzarse con tres palomitas que no tendrían más de veinte, les largó:
-¡Che chiquitas! ¿Dónde podemos ir a bailar? ¡Si quieren las invitamos!-
Pero la más linda de las tres, con ese instinto salvaje que tiene la mujer para saber donde puede lastimar, le contestó bien fuerte para que oyera media plaza de Jesús María:
-¿Y a dónde vas a ir a bailar vos? ¡Viejo arruinado! ¿No te viste las patas de gallo?-
Las tres largaron la risa y se fueron de lo más campantes, contentas con el golpe.
Y Luciano quedó como deprimido hasta el domingo. Solo tomó cerveza a rabiar y se dedicó a mirar las jinetedas casi sin hablar. Los demás respetaron su silencio.
  

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