jueves, 24 de septiembre de 2009

Lugano llega a San Manuel

Y les contaba antes que
El camino que les había llevado tres días lo recorrió en 36 horas agotadoras. Solo cuando llegó a la combi pudo dormir un poco para recuperarse y decidir que hacer.
Y tuvo miedo. De pronto tomó dimensión de que estaba metido en medio de algo muy irregular. Habían entrado en Brasil ilegalmente, habían matado una persona en otro territorio y nada de lo que explicara sería creíble. Decidió escapar. Cargo lo indispensable en una mochila y camino haciendo dedo hasta que lo levantaron. Se fué alejando de Corrientes.
Llegó a San Manuel en abril de 2003. En su largo viaje de diez días desde El Totoral, se enteró por los diarios del enorme revuelo que había con todo el asunto. Se hablaba de cinco personas desparecidas que habían ingresado a la selva brasilera en forma ilegal. Pfizer, como era de esperar, se despegó inmediatamente, y a pesar de que en la oficina de migración de argentina figuraban cuatro empleados de la compañía, negó terminantemente que estuvieran allí por cuestiones de trabajo.
Lugano pensó que podrían buscarlo en Chavez también, así que decidió venir a San Manuel. Nos habíamos conocido cuando él hizo una breve pasantía conmigo unos meses despues de recibirse. Creyó que San Manuel era un lugar seguro para dejar pasar el tiempo. El primer día me contó que tenía ganas de quedarse una temporada trabajando, así que lo instalé en un lugar especial que tengo en el fondo de la veterinaria, al que otros residentes bautizaron como "el sucucho". Esa noche preparé unas pizzas y cerveza, y nos sentamos a cenar tranquilamente. En un momento se quebró y empezó a largar toda la historia de sus últimos meses del principio al fin. Yo suelo estar medio ajeno a las noticias, en parte porque ando siempre trabajando, y en parte porque aprovecho mis ratos libres para leer y escribir, así que no sabía nada. A medida que avanzaba en el relato, yo me asombraba cada vez mas, y pensaba si alojarlo conmigo sería una buena decisión. Por fin me aseguró que solo se quedaría uno o dos meses como para que se calmara todo, y me convenció.
Empezó a trabajar conmigo. Seguía siendo el muchacho alegre y enérgico de antes, pero se notaba que el accidente lo había disminuído. Se ahogaba facilmente y se cansaba cuando tenía que hacer fuerza. Tuvimos también varios lotes para hacer tacto, pero algo en él no andaba. Además del físico menguado, ahora tenía miedo. En un rodeo de vacas aspudas esto fué muy notable porque se escondió detras de la casilla de la manga haciendose el descompuesto.
Las primeras tres semanas se pasaron volando. Estabamos en plena época de tactos, así que salíamos muy temprano y volvíamos tarde. Derecho a comer algo, a un baño reparador y a dormir. Un día esta rutina cambió. Nosotros andábamos en el campo y paró frente a la veterinaria un viejo Renault 18. Me contaba Natalia, mi empleada, que bajo una chica joven pero con aspecto de enferma y que, muy nerviosa, esperó hasta que se fuera toda la gente y le preguntó en voz baja si Lugano estaba con nosotros. Como le pareció muy raro, Natalia le dijo que volvíamos a mediodía, pero que realmente no estaba segura si el veterinario nuevo se llamaba así. La visitante estuvo a punto de largarse a llorar pero se contuvo. Dijo que volvería a la tarde. Que se llamaba Alicia Barragán, y que si el chico era Lugano la esperara, porque le tenía que hablar.
Creo que continuará porque pasan cosas terribles

1 comentario:

  1. Bueno... ya sabemos a qué laboratorio no vas a representar mas...
    Hasta Natalia está implicada, esto es peor que Skanka.

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Un Veterinario y las Mujeres Guerreras

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