lunes, 22 de junio de 2009

Bala brava



Siempre que hay algún accidente con una mascota, lo que se repite es la cara de susto y tristeza de los dueños. Y esa vez pasó lo mismo. Cayeron a casa con un hermoso perro Dálmata de unos 3 años, con un balazo que le había ingresado detras de la última costilla, sobre el flanco derecho, con destino desconocido. El pobre bicho estaba muy embromado, con enorme dificultad respiratoria, babeando profusamente y muy dolorido.
La cuestión es que el perro era hermoso pero, como dicen en el campo, bastante plaga. Había estado correteando ovejas con unos amigos tan plagas como él y, como dejaron algunas lastimadas, a la segunda noche que fueron a divertirse con ese juguete, el dueño de las pobres pecoras, estaba esperandolos con la carabina 22 al hombro. Y apenas empezaron el festival de mordiscones, el hombre, con gran deleite, les descargó cuantos tiros pudo, alcanzando a nuestro Dálmata, que llamaremos Lucero para protejer su identidad.
Y sintió entonces Lucero un violento empujón sobre el lado derecho que lo hizo rodar por el pasto. Despues del empujón el calor, y luego el dolor. Pegó un gran aullido y el resto de la banda se paró de pronto. En pocos segundos se dieron cuenta de que algo andaba mal y salieron corriendo como locos de vuelta al pueblo. Lucero corría con ellos aunque notaba que no podía hacerlo tan ligero como siempre, y se sentía cada vez mas cansado. A duras penas llegó a la puerta de la casa y se tendió a esperar que alguien lo ayudara.
-¡Roberto!- Gritó la mujer cuando lo vió tirado y con una gran mancha de sangre en un costado -¡Roberto! ¡Vení! Lucero esta mal- Entonces lo cargaron y me lo trajeron a la veterinaria.
Mientras lo revisaba pensaba en que era lo mejor que podía hacer por él. Cuando un animal es baleado, el plomo suele recorrer tortuosos caminos por los tejidos blandos, por lo que es imperioso, antes de intentar la extracción del proyectil, hacer una placa para saber exactamente donde se localizó. Limpié la herida, le dí analgésicos y les pedí que lo llevaran a hacer una radiografía a Tandil para poder operarlo.
Allá fué esta buena gente y cayeron en una veterinaria para hacer el estudio. La bala había atravesado practicamente todo el cuerpo y, en una práctica no muy afortunada, el profesional les dijo que le dejaran el animal porque él seguiría con el trabajo. Despues de algunas vacilaciones, allí quedó internado Lucero. Le sacaron la bala y comenzaron a darle suero para estabilizarlo. Los días pasaban y el candidato empeoraba. Despues de diez días, el ladrón de pacientes llamó a la familia para decirles que fueran a buscar su perro porque ya no había mas nada que hacer. Que se estaba muriendo. Y al día siguiente, Lucero volvió a ser mi paciente. Estaba inflado como un tambor, con el pulso casi imperceptible, las mucosas pálidas y fláccido como un pescado. Entonces, en una decisión heroica, resolví hacer una laparotomía. Lo anestesié con cuidado e hice la incisión del abdomen. Alrededor de la mesa de operaciones estaban también la dueña y una vecina, y todos nos sobresaltamos cuando un chorro de líquido amarillento se elevó como un metro por encima del animal. Y siguió, y siguió, y siguió saliendo hasta cubrir todo el piso del quirófano.
Cuando salió casi todo, pude ver que la bala había ingresado por la derecha, atravesado completamente el hígado, que estaba ahora reducido y duro, despues rompió el diafragma, rozó la base de un pulmón y se detuvo del otro lado del cuerpo. Eso explicaba la enorme cantidad de líquido edematoso que había llenado tanto el abdomen, que practicamente Lucero no podía respirar.
La cuestión es que limpìé todo y suturé la herida, dejando una sonda para drenaje. Los primeros días el goteo era permanente, pero poco a poco ya no salió mas líquido y el animal se recuperó rapidamente. A los dos meses la herida estaba cicatrizada y el bonito perro siguió con su vida normal otros 8 o 9 años, pero cuidando siempre de no acercarce al potrero de las ovejas que casi lo llevan a la tumba.



1 comentario:

  1. mi papa "Roberto" me comento que esta historia es totalmente cierta y que gracias a vos disfrutamos varios años de felicidad con "Lucero", ahora, eso sí, cuidado con la anestesia en las gatas, sobre todo si son siamesas, ja ja

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Un Veterinario y las Mujeres Guerreras

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