jueves, 21 de enero de 2016

Tiempo de calor y urgencias

¡Claro! A lo largo del año hay distintas temporadas de trabajo. Están los meses de tactos, donde la agenda está completa hasta con quince días de anticipación, o el tiempo de la revisación de toros, donde se suceden los esfuerzos con las grandes bestias, por dos o tres meses sin parar.
Nos tocan también los períodos de las sorpresas y urgencias, como en los meses de diciembre y enero. Es pleno verano y la mayoría de los productores está más dedicado a los trabajos agrícolas que a la ganadería, y solo se acuerdan de las vacas y los caballos, cuando sufren heridas y fracturas de todo tipo, o cuando hay algún parto distócico. Por suerte la cantidad de gente que nos ocupa es grande y, aún en estos meses, andamos sin parar.
Ayer fue un día típico. Me levante cinco y media, cuando recién amanecía. Al cruzar a la veterinaria sorbí un poco de la frescura del ambiente, pero el cielo despejado anunciaba otro día de calor. Preparé el mate y me senté a trabajar en los papeles, mientras la radio me mandaba las primeras noticias. Ahí anda el presidente por Suiza buscando acomodar el panorama con otros países, mientras acá se discute la medida de derribar aviones de narcos que no acaten las órdenes de los que cuidaran las fronteras. En realidad parece que por estos días, todo es motivo de discusión.
Antes de las siete de la mañana sonó por primera vez el teléfono. Un potro mestizo polero que castramos hace dos meses estaba rengo. Salimos con Juan para la Estancia “Cardales”. Resultó que el animalito tenía un hematoma del tamaño de una pelota de futbol sobre el anca izquierda. En cuanto hicimos la punción que confirmaba el asunto, Vicente, el muchacho que cuida los caballos, “se acordó” de que, una semana después de la castración, lo voltearon para curar la herida y que allí arrancó con la claudicación. Lo curamos sin hacer mayores comentarios, sabiendo que el jefe es bien propenso a cargar culpas y que en este caso, el pobre Vicente podría comerse alguna levantada en peso.
Ya en camino para San Manuel, tuvimos el segundo llamado. El encargado de “El Tatita” nos avisó de una mortandad de novillos. Y como hacía Batman cuando veía la batiseñal en el cielo, enfilamos para Licenciado Matienzo sin demora. El panorama en “El Tatita” era complicado. De un lote de 55 novillos de alrededor de 400 kilos de peso, ya habían muerto seis. Estaban en una pastura con poca disponibilidad y se los estaba racionando con maíz y menos de un kg de grano de soja diario. Parecía un caso raro, pero en cuanto hicimos la primera necropsia encontramos no menos de 30 kg de soja en el rumen del finadito. Estaban presentes el dueño, el encargado y el muchacho que daba de comer. El clima se puso espeso. Abrimos el segundo animal con el mismo resultado y cuando en el tercero apareció otro gran montón de soja, el dueño no aguantó más y lo llamó aparte al chico. Se ve que le dio una felpeada histórica porque el víctima, cuando se despidió, tenía los ojos lacrimosos.
Nos embarcamos con Juan en la camioneta, y mientras nos lamentábamos por el pobre muchacho y lo que le había pasado, llamó el encargado de “El Tatita” para decirnos que recién se acordaba de que el día anterior, justo los seis animales muertos, que él conocía bien por algunas señas particulares, habían saltado un alambrado y estuvieron comiendo soja de un carro que abastecía una sembradora. Él mismo los había sacado pero, según nos dijo, no se había acordado hasta este momento.
Curiosidades de la memoria humana.
Al llegar al pueblo, casi mediodía, nos encontramos con una perra Boxer que no podía parir así que terminamos en una bonita cesárea, con cuatro cachorros vivos y uno muerto.
A la tarde fuimos a revisar un toro con una fractura o hematoma de pene en lo de los Fernández, de ahí corrimos a otro campo para reducir el prolapso de útero de una vaca, y a la hora del mate cocido estábamos suturando la pata de un potro bayo, que no paraba de lamentarse por la mala suerte que tuvo al enredarse en un alambrado.
A la nochecita entró Pirucha Mendez en la veterinaria y dijo: -¡Que día de calor! ¿No? ¡Estuvo insoportable!-
-¡La verdad es que ni tiempo de darnos cuenta si hacía calor tuvimos!- Le contesté
-¡Eh Jorge!- Dijo Pirucha entre risas -¿Tan ocupados estuvieron?-

-¡Más o menos!- Le contesté modestamente       

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