La palabra circo viene de círculo, en alusión a la pista donde se desarrollan los espectaculos, mas o menos organizados de los cirqueros y sus animales.
Hago aquí un pequeño homenaje a un circo que solía pasar anualmente por San Manuel. Lo formaba una familia con dos hijos, y otros dos muchachos multiuso que ayudaban en todos los trabajos. Desde armar la carpa hasta acomodar los espectadores en cada función. Tenían números memorables como Carola la muñeca de goma, la hija menor, que hacía dos o tres piruetas simil-contorsionista, o David, alambre-trepe americano que caminaba por un alambre a la increíble altura de ¡2 metros!. Era espeluznante. Todos mirábamos felices. También tenían animales. Había un perro de policía negro, mas malo que Caín, al que me tocó vacunar contra la rabia, y que al llegar al pueblo siguiente, Juan N. Fernandez, mordió un tipo, y tuve que mandar un certificado en prueba de mi actuación profesional. La cuestión es que el perro entraba en el número del payaso y hacía ¡Salto en largo! El payaso lo dejaba sentado en una punta de la carpa, se alejaba unos pasos y hacía una marca en la tierra con el zapatón y cuando daba la orden, mientras todos conteníamos el aliento, el perro tomaba carrera y al llegar a la marca pasaba caminando nomás y el payaso Junigranputi se mataba de risa.
Pero no era este el tema de hoy. La lluvia me trajo esos recuerdos.
El asunto que me llevó a escribir es quejarme.
Nuestra profesión tiene una enorme cantidad de caminos a recorrer. Lo que en un principio fué atender la salud de los animales, fué agregando tareas tan dignas y variadas como la bromatología o el asesoramiento nutricional, pasando por la docencia y otras mil cosas.
En verdad, casi todos los chicos que la eligen, ven en la veterinaria la posibilidad de curar caballos, perros, vacas, cerdos y cuanto bicho camine por ahí. Despues la vida, las oportunidades y el disfrute, hacen que esto se cumpla o que se recorran otros caminos.
Y ahora sí. A que venía este encabezado hablando del circo.
Tan noble actividad como es la clínica y la cirugía, sobre todo de equinos y pequeños, se está convirtiendo cada vez mas en un circo, al que lamentablemente los propietarios de los animales acuden gustosos.
La mayoría de las veces es suficiente al buen clínico agregar un pequeño peso en la balanza de la salud, para inclinar el fiel de la misma hacia el restablecimiento. El trabajo mas grande lo hace el organismo del paciente. Siempre. Nosotros generalmente no curamos. Los animales se curan con nuestra ayuda. No es dificil. Es un arte tambien. Solo hay que emplear los mínimos recursos y los máximos conocimientos.
Hay que mirar, palpar, oler, oir y sentir cada paciente tratando de encontrar las sutiles pistas que nos lleven al diagnóstico antes de pensar en cantidades de análisis, radiografías, ecografías y metodos auxiliares que solo encarecen el trabajo y complican la vida a todos.
Porque no sería bueno pensar en algún fin económico detras de esto ¿Nó? Aunque realmente se vé muy parecido a lo que pasa en Medicina Humana.
Y acá una pequeña disgresión. Muchos avances de la Medicina Veterinaria fueron motorizados por los permanentes logros de su prima Humana. Lastima que también hemos copiado sus acciones perversas.
Y vemos especialistas en dientes que pulen y labran los incisivos de un mastín cuando sería mas facil indicar huesos con carne a las mascotas para nunca tener problemas dentales, o internaciones de varios días para resolver una eclampsia que se soluciona con una pequeña inyección de minerales, u operaciones de miembros en perros fracturados que volverían a caminar si una humilde férula de alambre les contuviera el miembro los pocos días necesarios para la curación, y tantas cosas parecidas que no dependen del criterio profesional, sino de cuanto se puede llegar a sacar al dueño.
Y ni hablar de los caballos deportivos. Los pobres bicho viven soportando sin chistar (algún día aprenderan) miles de inyecciones "para el higado", "para los riñones", "para los músculos", tónicos de toda especie, minerales, "el enchufe" el día de la carrera y montones de porquerías que a veces terminan por arruinarlos de verdad.
Lo malo es que el círculo lo cierran los mismos propietarios que, con su demanda, dan aliento y vida a todas las prácticas que cuento. Se ha instalado la idea de que el que se dedica a pequeños o a equinos y no actúa de acuerdo a estos códigos "no sabe".
Así estamos... ¡Que lástima!
Yo seguiré tratando de indicar lo mínimo posible, diciendo a la gente que si el animal se curó no hace falta volver a verlo, derivando ese 2 o 3 % de casos verdaderamente graves que sí requieren la virtuosa utilización de la técnica, tratando de hacer intervenciones cada vez mas simples y eficientes y poniendome contento si puedo ayudar a curar un bicho solo con una pequeña inyección y "muchos besos" (este es un recuerdo para un gran médico que tuvimos en el pueblo. Los que lo conocieron lo entenderán)
Hago aquí un pequeño homenaje a un circo que solía pasar anualmente por San Manuel. Lo formaba una familia con dos hijos, y otros dos muchachos multiuso que ayudaban en todos los trabajos. Desde armar la carpa hasta acomodar los espectadores en cada función. Tenían números memorables como Carola la muñeca de goma, la hija menor, que hacía dos o tres piruetas simil-contorsionista, o David, alambre-trepe americano que caminaba por un alambre a la increíble altura de ¡2 metros!. Era espeluznante. Todos mirábamos felices. También tenían animales. Había un perro de policía negro, mas malo que Caín, al que me tocó vacunar contra la rabia, y que al llegar al pueblo siguiente, Juan N. Fernandez, mordió un tipo, y tuve que mandar un certificado en prueba de mi actuación profesional. La cuestión es que el perro entraba en el número del payaso y hacía ¡Salto en largo! El payaso lo dejaba sentado en una punta de la carpa, se alejaba unos pasos y hacía una marca en la tierra con el zapatón y cuando daba la orden, mientras todos conteníamos el aliento, el perro tomaba carrera y al llegar a la marca pasaba caminando nomás y el payaso Junigranputi se mataba de risa.
Pero no era este el tema de hoy. La lluvia me trajo esos recuerdos.
El asunto que me llevó a escribir es quejarme.
Nuestra profesión tiene una enorme cantidad de caminos a recorrer. Lo que en un principio fué atender la salud de los animales, fué agregando tareas tan dignas y variadas como la bromatología o el asesoramiento nutricional, pasando por la docencia y otras mil cosas.
En verdad, casi todos los chicos que la eligen, ven en la veterinaria la posibilidad de curar caballos, perros, vacas, cerdos y cuanto bicho camine por ahí. Despues la vida, las oportunidades y el disfrute, hacen que esto se cumpla o que se recorran otros caminos.
Y ahora sí. A que venía este encabezado hablando del circo.
Tan noble actividad como es la clínica y la cirugía, sobre todo de equinos y pequeños, se está convirtiendo cada vez mas en un circo, al que lamentablemente los propietarios de los animales acuden gustosos.
La mayoría de las veces es suficiente al buen clínico agregar un pequeño peso en la balanza de la salud, para inclinar el fiel de la misma hacia el restablecimiento. El trabajo mas grande lo hace el organismo del paciente. Siempre. Nosotros generalmente no curamos. Los animales se curan con nuestra ayuda. No es dificil. Es un arte tambien. Solo hay que emplear los mínimos recursos y los máximos conocimientos.
Hay que mirar, palpar, oler, oir y sentir cada paciente tratando de encontrar las sutiles pistas que nos lleven al diagnóstico antes de pensar en cantidades de análisis, radiografías, ecografías y metodos auxiliares que solo encarecen el trabajo y complican la vida a todos.
Porque no sería bueno pensar en algún fin económico detras de esto ¿Nó? Aunque realmente se vé muy parecido a lo que pasa en Medicina Humana.
Y acá una pequeña disgresión. Muchos avances de la Medicina Veterinaria fueron motorizados por los permanentes logros de su prima Humana. Lastima que también hemos copiado sus acciones perversas.
Y vemos especialistas en dientes que pulen y labran los incisivos de un mastín cuando sería mas facil indicar huesos con carne a las mascotas para nunca tener problemas dentales, o internaciones de varios días para resolver una eclampsia que se soluciona con una pequeña inyección de minerales, u operaciones de miembros en perros fracturados que volverían a caminar si una humilde férula de alambre les contuviera el miembro los pocos días necesarios para la curación, y tantas cosas parecidas que no dependen del criterio profesional, sino de cuanto se puede llegar a sacar al dueño.
Y ni hablar de los caballos deportivos. Los pobres bicho viven soportando sin chistar (algún día aprenderan) miles de inyecciones "para el higado", "para los riñones", "para los músculos", tónicos de toda especie, minerales, "el enchufe" el día de la carrera y montones de porquerías que a veces terminan por arruinarlos de verdad.
Lo malo es que el círculo lo cierran los mismos propietarios que, con su demanda, dan aliento y vida a todas las prácticas que cuento. Se ha instalado la idea de que el que se dedica a pequeños o a equinos y no actúa de acuerdo a estos códigos "no sabe".
Así estamos... ¡Que lástima!
Yo seguiré tratando de indicar lo mínimo posible, diciendo a la gente que si el animal se curó no hace falta volver a verlo, derivando ese 2 o 3 % de casos verdaderamente graves que sí requieren la virtuosa utilización de la técnica, tratando de hacer intervenciones cada vez mas simples y eficientes y poniendome contento si puedo ayudar a curar un bicho solo con una pequeña inyección y "muchos besos" (este es un recuerdo para un gran médico que tuvimos en el pueblo. Los que lo conocieron lo entenderán)
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