Mi padre, Fulvio, fué un veterinario dedicado a la reproducción. Atendió muchas de las grandes cabañas de su época. Para llegar a las mas lejanas solía ir piloteando un avión del Aeroclub de Necochea primero, y despues su propio PA22. Fué pionero en muchas técnicas que para la época eran novedosas. Congelación de semen, inseminación artificial, diagnóstico de venéreas y otras. La muerte lo sorprendió cuando tenía bien avanzado el proyecto de su propio Centro de Inseminación Artificial.
Todo esto viene a cuento para entrar en el tema de las cabañas.
Yo empecé a acompañarlo al campo siendo chico. Mis primeros recuerdos no son muy alentadores. Solía ponerme a trabajar en la manga en alguna tranca, mientras el hacía tacto. Para mi visión infantil, las 700 u 800 vacas que solía revisar en el día eran montones incalculables. Miraba siempre lo que quedaba en los corrales del fondo y me parecía que el número seguía igual. Pero también había buenos momentos. Los asados al pie de la manga, verlo en acción en operaciones que a mí me parecían prodigiosas o en técnicas de laboratorio demasiado complejas, el trato con la gente del campo y las anecdotas de barros, lluvias y días de sol, que despues se repitieron en mi propia historia.
Las cabañas de aquel entonces eran muy distintas a las actuales. Empezando por los animales. En los años 60, las razas británicas tenían un biotipo mucho mas chico, tanto que los toros Angus adultos y gordos pesaban entre 800 y 850 kg. Todavía quedaban algunas que tenían los toros para las exposiciones en tinglados o galpones, con los corrales separados del suelo, a un metro de altura. Se subía por una rampa, y a ambos lados del pasillo central se abrían los distintos espacios, con pisos de tablas de madera y cubiertos por paja fresca que se renovaba periodicamente. Otro lugar ya perdido era la "cocina" donde se preparaba la comida de los reproductores. Se cocinaba en unas ollas enormes una pasta que la verdad no sé de qué estaba compuesta... ¡Ah! Y todavía quedaban lugares donde toros enormes de dos años mamaban diariamente su ración de leche. Para esto se ponía a las vacas lecheras sobre una tarima alta y el grandulón se acercaba al trote y se ponía a mamar.
Hoy hemos pasado por varios cambios en el biotipo. Los animales son mas grandes que aquellos, pero no tanto como los de los años 70. No se los confina en galpones, por lo menos en las zonas templadas, comen alimentos balanceados o raciones secas, complementados con verdeos y pasto seco. Sobre el final de su preparación se alojan en piquetes donde se los trabaja diariamente. Se los baña, se los peina, se les pela la cabeza y parte del pecho.
En cada animal que sale para una exposición vá un pedazo de cada uno de los que hicieron posible ese producto. Desde el dueño, que con su incansable trajín y su visión global del asunto, vá ordenando las tareas y los actores, pasando por todos los empleados del campo, desde el que siembra el maiz o las pasturas, hasta los que recorren y partean a las damas, los que cuidan, los que preparan y los que salen con cada toro a la pista.
También estamos los que cubrimos distintas demandas, el asesor genético, el ecografista, el encargado de las transferencias de embriones, el veterinario sanitarista y tantos otros.
Hoy estuve dando la última mirada a los animales que iran a esta nueva Exposición Rural de Palermo. Siempre en estos momentos, previos a la partida, hay una creciente excitación. Se aprontan los bártulos con las cosas que se usarán en esos días capitalinos, se ultiman las papelerías, se mira el cielo esperando que no llueva y haya complicaciones con el barro. Los animales están listos y la gente también. Y como todos los años, desde que yo tengo memoria, cada uno lleva adentro la secreta esperanza de que aquel animal mimado, por fin lograra el campeonato tan deseado.
Todo esto viene a cuento para entrar en el tema de las cabañas.
Yo empecé a acompañarlo al campo siendo chico. Mis primeros recuerdos no son muy alentadores. Solía ponerme a trabajar en la manga en alguna tranca, mientras el hacía tacto. Para mi visión infantil, las 700 u 800 vacas que solía revisar en el día eran montones incalculables. Miraba siempre lo que quedaba en los corrales del fondo y me parecía que el número seguía igual. Pero también había buenos momentos. Los asados al pie de la manga, verlo en acción en operaciones que a mí me parecían prodigiosas o en técnicas de laboratorio demasiado complejas, el trato con la gente del campo y las anecdotas de barros, lluvias y días de sol, que despues se repitieron en mi propia historia.
Las cabañas de aquel entonces eran muy distintas a las actuales. Empezando por los animales. En los años 60, las razas británicas tenían un biotipo mucho mas chico, tanto que los toros Angus adultos y gordos pesaban entre 800 y 850 kg. Todavía quedaban algunas que tenían los toros para las exposiciones en tinglados o galpones, con los corrales separados del suelo, a un metro de altura. Se subía por una rampa, y a ambos lados del pasillo central se abrían los distintos espacios, con pisos de tablas de madera y cubiertos por paja fresca que se renovaba periodicamente. Otro lugar ya perdido era la "cocina" donde se preparaba la comida de los reproductores. Se cocinaba en unas ollas enormes una pasta que la verdad no sé de qué estaba compuesta... ¡Ah! Y todavía quedaban lugares donde toros enormes de dos años mamaban diariamente su ración de leche. Para esto se ponía a las vacas lecheras sobre una tarima alta y el grandulón se acercaba al trote y se ponía a mamar.
Hoy hemos pasado por varios cambios en el biotipo. Los animales son mas grandes que aquellos, pero no tanto como los de los años 70. No se los confina en galpones, por lo menos en las zonas templadas, comen alimentos balanceados o raciones secas, complementados con verdeos y pasto seco. Sobre el final de su preparación se alojan en piquetes donde se los trabaja diariamente. Se los baña, se los peina, se les pela la cabeza y parte del pecho.
En cada animal que sale para una exposición vá un pedazo de cada uno de los que hicieron posible ese producto. Desde el dueño, que con su incansable trajín y su visión global del asunto, vá ordenando las tareas y los actores, pasando por todos los empleados del campo, desde el que siembra el maiz o las pasturas, hasta los que recorren y partean a las damas, los que cuidan, los que preparan y los que salen con cada toro a la pista.
También estamos los que cubrimos distintas demandas, el asesor genético, el ecografista, el encargado de las transferencias de embriones, el veterinario sanitarista y tantos otros.
Hoy estuve dando la última mirada a los animales que iran a esta nueva Exposición Rural de Palermo. Siempre en estos momentos, previos a la partida, hay una creciente excitación. Se aprontan los bártulos con las cosas que se usarán en esos días capitalinos, se ultiman las papelerías, se mira el cielo esperando que no llueva y haya complicaciones con el barro. Los animales están listos y la gente también. Y como todos los años, desde que yo tengo memoria, cada uno lleva adentro la secreta esperanza de que aquel animal mimado, por fin lograra el campeonato tan deseado.
¡Qué lindo!
ResponderEliminar(Soy 007 :) )
Besote
Ahora me parece a mi o el veterinario esta mas gordito que el toro,ah!NO,es la ropa.... lo que pasa es que en invierno se utiliza demasiada,je,je.Muy linda la nota,abrazo!!!!!!Mariano Gaston.
ResponderEliminarEsto me trajo el recuerdo de aquellos días de manga. A mi me tocaba sostener la cola de las vacas sentado en el travesaño de arriba. Tareas humildes pero que nos forjaron la vocacion por este hermoso oficio. Un gran abrazo!
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