domingo, 5 de septiembre de 2021

El oficial Beltrán

 San Manuel es un pueblo que tiene casi cien años. Uno de los primeros policías que trabajó en la zona, fue un tal Juan Roldán. Correntino de nacimiento, muy avispado, machazo y con un ingenio fértil, que hizo que con el tiempo llegara a ser comisario en otros destinos.

Su primera actuación destacada en el pueblo fue el caso Troncoso.

Resulta que Mario Troncoso era un paisano bandido, que tenía bajo tormento a los buenos trabajadores del lugar. Un día entre los días del año 1946, Troncoso salió por la calle que va hacia Matienzo, montando una yegua flaca y arruinada, con un potrillo roano por detrás, más arruinado todavía que su madre. A la altura del cementerio, se cruzó con Miguel Albarracín, que traía su vaca lechera reluciente y feliz, con su ternera de dos meses. Al cruzarse, los inocentes animalitos se pusieron a jugar, olfatearse y darse cariñosos manotazos con sus flojas pezuñas. Entonces Troncoso desmontó, le puso una soga al cuello a la ternera y le dijo al desconcertado Albarracín, que no lo molestara más con ese potrillo flaco y lo dejara seguir viaje con su ternera, hija de su buena yegua.

Atormentado por el miedo que infundía Troncoso, Albarracín no dijo nada y siguió su camino hasta el pueblo, donde se apersonó en el destacamento policial, a presentar su denuncia ante el nuevito Roldán.

Inmediatamente Roldán hizo venir a Troncoso y armó un careo entre los dos querellantes.

-¡Digamé Troncoso! ¿Desde cuándo en este pueblo las yeguas paren terneros y las vacas paren potrillos? ¿Usté está loco o se quiere burlar de mi autoridad?

-¡Nada que ver oficial! Las cosas son así nomás ¿Usté es creyente?

-¡Si Señor!

-Entonces si Dios puede hacer milagros y transformar el agua en vino ¿Cómo no va a hacer que mi yegua tenga una linda ternera?

-¡Esta bien!- Dijo Roldán y dirigiéndose a su ayudante -¡A ver Ramirez! Traiga una bolsa de papas de la despensa y al gato barcino.

Una vez reunidos los elementos, se encaró con Troncoso y le dijo: ¡Bueno Troncoso! Cargue esa bolsa de papas en los hombros de mi gato barcino y haga que camine por el Destacamento.

-¡Pero eso es imposible oficial!

-¡Será que Dios no quiere entonces, igual que no quiso que su yegua tenga una ternera! Así que ya nomás, se va a comer 50 rebencazos en el lomo, y lo voy a dejar una semana en el calabozo para que recapacite, y usté Albarracín, en adelante volverá a tener su vaca con la ternera, más la yegua flaca con el potrillo ¡He dicho!

Y se hizo Justicia.

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...