lunes, 27 de enero de 2014

Retirando el grano sobrante

En estos días de verano caluroso pasan cosas raras. Tuvimos algunos problemas de sobrecarga de maíz y la consecuente acidosis, en vacunos ya acostumbrados a la ración. Pensamos que los calores muy fuertes deprimen el consumo de alimento, haciendo que, cuando el ambiente refresca, el animalito, pasado de hambre, coma más que lo habitual. Así que nos han tocado varios casos en los que decidimos retirar esa enorme cantidad de grano del rumen aliviando a la criatura de sus pesares.

Esa es la secuencia que mostramos a continuación. Nos tocó operar al muchacho mientras caía una llovizna finita y refrescante. Por suerte todo salió bien.


Así encontramos al doliente después del atracón 


Juan sostiene el rúmen mientras yo retiro unos 15 -20 kg de maiz


El novillo se levantó después de la operación, eructó amablemente y se despidió agradecido.


sábado, 25 de enero de 2014

Viveza criolla

Cuando Pedro Benegas se hizo medio famoso en el ambiente del polo, le salieron varios trabajos buenos en poco tiempo. Es un muchacho fuera de lo común porque todo lo que sabe lo aprendió gracias a su curiosidad inagotable y su viveza extraordinaria. De cada paisano conocedor se llevó un poco de su ciencia; y así, se convirtió en un maestro en el arte de amansar, cuidar y preparar caballos de polo.
En el 2008 entró a trabajar con los Furcade en la EstanciaLa Ilusión”. Pronto demostró todo su valor y se acreditó con aquella gente poderosa, así que en la siguiente salida hacia Europa para hacer la temporada en España, Pedro fue número puesto para viajar con los petisos poleros.
Nunca había andado en avión, así que los trámites en Ezeiza lo pusieron bastante nervioso. Además, al ir vestido con bombachas, alpargatas, rastra, pañuelo al cuello y boina, lo miraban como a sapo de otro pozo, cosa que aparte de los nervios, le daba bastante bronca.
Cuando se acercó al mostrador de Aerolíneas Argentinas, dos porteños que atendían, tan vivos ellos, al verlo paisano y medio aturdido, quisieron hacerle una broma.
Pedro le dio el pasaje al primero, y el tipo, haciéndose el bolas, le dijo a su compañero:
-¡Nahuel! Este hombre tiene el pasaje 7A. Viaja parado ¿No?-
El otro pavote, siguiendo el chiste le gritó:
-¡Y sí! Todos los que tienen la letra A van parados-
La gente que estaba en la cola se miró desconcertada por la estupidez que estaban diciendo los dos empleados y Pedro, que se dio cuenta al instante de que lo querían gastar, puso mas cara de tonto y preguntó:
-¿Y cuanto dura el viaje hasta España?-
-Como 14 horas-
-¡Que macana pibe! Dijo Pedro –Si estoy parado mas de una hora se me afloja el culo y me cago hasta los talones ¡Yo no se si la gente del avión podrá aguantar el olor!-

El aplauso de los que escucharon todo brotó espontáneo y los dos vivos empleados no tuvieron más remedio que reírse.

viernes, 24 de enero de 2014

Frenesí diagnóstico

Mas vale tarde que nunca.
En estos días escuché que una corriente cada vez mayor de médicos y profesionales de la salud, cuestiona la enormidad de análisis, pruebas, estudios y chequeos a los que se someten los humanos que tienen el dinero para hacerlo, o la obra social que los ampara.
Se ha entrado en un frenesí diagnóstico.
Y buscamos y rebuscamos en nuestros cuerpos, hasta encontrar aquello que se aparta de los valores normales para actuar en consecuencia, sin tener en cuenta que los valores normales obviamente son mayoría, pero que hay parámetros que se apartan del promedio, sin que necesariamente el sujeto esté enfermo ni tenga molestias.
La idea sería algo así como: “todo en su medida y armoniosamente” o, mejor aún, para no dar una connotación política a la reflexión, se podría concluir con: “ni tanto ni tan poco”.
Algunos de estos procederes se han trasladado a los animales. No son pocos los que vienen a la veterinaria con algún perro para una consulta.
La rutina es mas o menos así:
-¿Cómo anda fulanito? ¿Y que es lo que tiene su perro?-
-¡Nada!-
-¿Cómo nada?- Pregunto yo, mientras pienso si me estará tomando el pelo, ya que la mascota, efectivamente, luce de lo mas saludable.
-¡No tiene nada doctor! Solo quiero que lo vea para que me diga si esta bien-
Yo miro de nuevo al perro, le digo que esta bien y el tipo se va de lo mas contento, con la confirmación de lo evidente. Su perro no tiene nada.
Desde ya que hay gente que hace todo lo contrario. Así me pasó con Gustavo Mendez. Un hombre bien campero que me trajo su perro Collie cuando hacía más de un mes que no podía defecar. Tuve que operarlo y sacarle 60 centímetros de intestino con una masa fecal dura como una piedra. Cuando le pregunté por que no lo había traído antes, me contestó:
-¡Que se yo Spinelli! Pensé que se iba a mejorar solo y por eso no quise venir a molestarlo al pedo-



jueves, 23 de enero de 2014

El zorzal

Acá en el patio de la casa hay muchas plantas grandes y varios árboles fortachones. Será por eso que se ha llenado de nidos de distintos pajarracos, que desde temprano, cantan bastante afinaditos. Hay jilgueros, mistos, zorzales, colibríes, calandrias, pirinchos, músicos, tordos, benteveos, gorriones, chingolos, torcazas y otro montón de emplumados, a los volidos por el fondo.
Hace poco volví de correr a la tarde y me senté a tomar aire debajo del cerezo. Estaba quietito. Piolón y manso. De pronto bajó un zorzal que conozco bien porque me parece que lo crió un gorrión que andaba siempre con él cuando era chiquito. Se paró a tomar agua al lado de la piletita de lona, mientras me miraba de reojo. Se ve que desconfiaba. Al rato se dio vuelta y quedó mirándome de frente.
Para cortar el momento le dije:
-¡Que buen color que has tomado en el pecho! Parece que tuvieras un escudo de bronce-
El candidato se infló un poco con el elogio, aunque me parece que no sabía lo que es un escudo y menos lo que significaba la palabra bronce.
Y entonces, cosa de mandinga, el zorzal me hablo. Con voz medio finita pero clara, me empezó a contar varios secretos de su familia, de cómo habían acampado hace tiempo en mi abeto, de porqué él se había criado con el gorrión que yo conocía y tantas cosas mas.
Charlamos un buen rato, hasta que me vinieron a buscar de la veterinaria para atender un perro accidentado con una trampa de zorros.

Yo abrí los ojos grandes, me desperecé mientras bostezaba y allá me fui, pensando en cuanto tiempo habría dormido después de la corrida.  

miércoles, 22 de enero de 2014

Ilusión óptica

Hace unos días, el Club Atlético organizó el baile de verano. Como estamos padeciendo una ola de calor, tuvieron la buena idea de hacerlo en la calle frente a las instalaciones. Cerraron toda la cuadra, armaron un lindo escenario y llenaron de mesas el lugar. Se juntaron más de quinientas personas. Primero se comieron unos buenos asados y después empezó el baile con la música del grupo Fandango. Las parejas inundaron el tramo de calle despejado y destinado a ser pista de baile. Vinieron las cumbias y el cuarteto, los saltos y los cantos a coro.
En una mesa cerca de la pista, quedaron tomando vino tinto medio ordinario, el Cuete Ramírez y Pelufo Ramón. Se entretenían viendo a los ágiles moverse al compás de la música.
De repente, el Cuete, con los ojos estirados por el alcohol, le grito a Pelufo, para hacerse oír en medio de la música:
-¡Que lo tiró hermano! ¿Vos viste lo alto que es el Michi Alduncin? ¡La mujer parece enana comparada con él!-
Entonces Pelufo, tal vez un poco menos mamado o capaz que más astuto, le contestó:

-¡Si serás boludo! ¿No te diste cuenta de que él está bailando arriba de la loma de burro?-

martes, 21 de enero de 2014

Opinadores

Debe ser cortedad de miras o necesidad del ser humano de ser protagonista de algo.
En estos días de calor y con algunas tormentas eléctricas, pasa lo mismo que cuando se nos caen sobre la cabeza temporales de viento y lluvia, o vienen días de frío pelante.
Allá sale la manga de ignorantes opinadores de radio, televisión y otros medios, a decir que esto se debe al daño que le estamos haciendo al mundo, y que estas fenómenos “nunca se vieron” y otra sarta de estupideces semejantes. Y esto prende en la platea porque tales cosas se repiten hasta en la cola del banco.
¿Será posible que no haya sensatez y conocimiento en lo que se habla o una mínima información previa? ¿Esto pasará solo en Argentina o será una peste mundial?
Es bien sabido que en la historia del planeta se han sucedido momentos de glaciaciones extremas con deshielos extraordinarios y que, sin abarcar períodos tan extensos, a decenios de sequía siguieron tiempos de lluvias benéficas, aún antes de que la cantidad de humanos en la tierra sea la que es hoy. El clima no es un estado inmutable. No siempre los inviernos son crudísimos ni tórridos los veranos.
Lo mejor sería que haya muchas voces autorizadas generando información precisa tanto en estos como en otros temas en los que se bolacea a mansalva.


viernes, 3 de enero de 2014

Una cuestión de fé

En 32 años de profesión he hecho 11 cesáreas en yeguas con buenos resultados, sobre todo en las últimas, donde fui ajustando varios puntos críticos de la operación a campo. La semana pasada, casi a fin de año y en medio de calores agobiantes, pensé que se venía la número doce.
Me llamó Roberto Parra. Encargado desde hace años de la estancia “La Serrana”. Tenía una yegua que no podía parir. Eran las 3 de la tarde y llegué al campo envuelto en una nube de tierra. La alazana estaba en el corral de la manga, sudada hasta las orejas y haciendo pujos desesperados para sacarse al potrillo de las entrañas. Roberto y Palmira, gente de mucha edad y cosas vivídas, me esperaban ansiosos. La alazana era la yegua que el patrón les había regalado cuando Roberto se jubiló. La habían llevado a servir a lo de Tarragona con un padrillo árabe muy bonito, y se habían pasado casi un año esperando este día.
Metimos la parturienta en la manga, me puse la ropa de trabajo, preparé varias cuerdas e instrumentos para la tarea, y llenándome los brazos con lubricante, me zambullí en la dilatada vagina. El sol castigaba sin piedad. Pronto supe que el potrillo no salía porque tenía ambas manos hacia adelante, pero el cuello y la cabeza desviados hacia atrás “mirándose” el flanco. Mientras yo trataba de acomodar el desarreglo, la yegua hacía tremendas contracciones que me apretaban el brazo con fuerza, sin dejarme lugar para maniobrar. Los minutos se hacían interminables y los gotones de sudor pronto me cubrieron todo el cuerpo. Roberto estaba un poco más sereno, pero Palmira se ponía cada vez más pesada haciéndome mil preguntas sobre el asunto. Yo contestaba cortito y sin ganas y la desesperación me iba ganando de a poco. Los brazos se me acalambraban pero no lograba tocar la boca del potrillo para poder tomarlo firmemente y luego traer la cabeza hacia mí.
Como a los 20 minutos. Completamente dolorido y cansado, deje de intentar y me arrodille al lado de la manga, tratando de recuperar fuerzas, pero casi seguro de que iba a tener que cortar.
Por fin me paré y Palmira, contenta, apretó con fuerza un rosario que tenía colgado al cuello y empezó a rezar en voz baja y con los ojos cerrados. No sé lo que pasó. En cuanto metí nuevamente el brazo, noté que todo estaba mucho más blando y mágicamente, llegué hasta la lejana boca de la cría. El resto fue simple. En cuanto arregle la torsión, la yegua hizo un último pujo y el potrillo salió despedido a mis pies.
Palmira, dijo ¡Amén!, le dio un beso al rosario y me miró sonriente.


El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...