La hormiga negra mensajera recorrió a todo galope
con sus seis patitas, los oscuros túneles del hormiguero que conocía de
memoria. Cuando llegó a la cámara real, se tocó varias veces las antenas con
las guardianas, para explicarles que tenía que hablar urgentemente con la
reina.
-¡La Reina está haciendo su trabajo! ¡Nadie la puede
molestar!
-¡Pero esto es una cuestión de vida o muerte!-
Protestó la mensajera.
-¡Está bien! Veré que podemos hacer- Dijo la otra
guardiana, o tal vez la misma, ya que todas las hormigas de aquel palacio eran
casi idénticas, e hijas de la misma madre y del mismo padre.
-¡Puede pasar!- Le anunciaron al rato.
Cuando entró a la cámara real, la mensajera quedó
pasmada con el orden, la casi absoluta falta de sonidos y con los cientos de
huevitos cuidadosamente puestos en hilera y que serían el futuro del pueblo.
-¿Qué está pasando querida mensajera?- Preguntó la
reina.
-¡Vea su Alteza! Me mandaron las guardianas para
avisarle que algo raro está pasando con la colonia. Muchas obreras se han
enfermado y algunas murieron.
-¿Alguien pisó el hormiguero?
-¡No!
-¿Alguien puso algún veneno?
-¡No!
-¿Alguna tormenta inundó parte del palacio y creen
que puede ser la causa?
-¡No!
Entonces quiero que las diez hormigas sabias de la
colonia, vengan para acá de inmediato para discutir el asunto. Así fue que al
poco rato, la reunión de notables del hormiguero estuvo en marcha.
Una de las sabias contó que el problema era una
nueva enfermedad que aparentemente iba a sufrir la mayor parte de la colonia, y
que no tenían nada para hacer contra ella, salvo deshacerse de las muertas
inmediatamente. La mayoría coincidió con esta opinión.
Después de reflexionar casi una hora, la reina las
miró y preguntó:
-¿Cuál es nuestra misión en la vida?
-Perpetuar la especie así como venimos haciendo
desde el principio de los tiempos- Dijo una sabihonda.
-¡Es verdad!- Dijo otra –Trabajando incansablemente
para producir la comida que asegure la supervivencia de cada colonia, a pesar
de los contratiempos, los enemigos y los destrozos.
-¡Ustedes lo han dicho! ¡Seguiremos haciendo eso!
Después de algunas semanas, la enfermedad había
afectado levemente a la mayoría de las hormigas y se había muerto menos de una
cada mil, pero la vida del hormiguero siguió normalmente su curso y el episodio
quedó asentado como una pequeña alteración más en el Gran Libro de la Vida de
las Hormigas, que escribían laboriosamente las hormigas escribanas.