miércoles, 22 de agosto de 2018

Cayó la propietaria


-¿Jorge?
-¡Sí! ¿Quién habla?
-¡Soy Laura Iñiguez! Quería saber si estabas en la veterinaria para llevarte a Reina. Desde ayer anda tristona y sin ganas de comer.
-¡No hay problema Laura! Traela que la revisamos-
Reina es una perrita caniche de seis años, a la que ya hemos atendido varias veces. Buena paciente. A los diez minutos llegaron Laura y Reina, y las hice pasar al consultorio. Pronto vimos que había una inflamación severa de las glándulas perianales. Este es un problema bastante común en los perros, y la solución es desobstruir y evacuar manualmente las glándulas, que están ubicadas a ambos lados del ano, y después aplicar una medicación específica. Esta es una maniobra sumamente molesta para las mascotas, por lo que es muy necesario que el ayudante (en este caso Laura), sea capaz de contenerlos en todo momento.
Pero ayer todo se complicó.
En cuanto me puse los guantes y tomé el algodón para empezar a trabajar en la retaguardia de Reina, noté que Laura se ponía un poco  pálida. De todas maneras le pedí que le abrazara el cuello a la pequeña, y que tratara de calmarla.
Comencé el procedimiento, y en eso estaba, cuando de pronto Laura pareció desmoronarse al lado de la camilla.
Se le aflojaron las piernas y cayo de rodillas. Si bien no se desmayó, esto fue suficiente para que Reina diera un salto ágil desde las alturas, y saliera corriendo hacia el local de ventas, donde un par de clientes la vieron aparecer sorprendidos. Detrás aparecí yo, enguantado y con un algodón en las manos, después de asegurarme de que Laura quedara sentada en el piso, en un rincón del consultorio. Fue un momento entre preocupante y jocoso.
Lástima que Laura no quiso sacarse una foto sentada en el suelo, para inmortalizar el suceso. Creo que la coquetería pudo más.

Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...