domingo, 27 de octubre de 2019

Ramón el astuto


En San Manuel pasan cosas increíbles. Una de ellas es la historia del gallo Ramón. Fue criado por Delmiro Martínez, y pertenecía a la tremenda raza de aves Rhode Island Red. Este hombre fue un enorme aficionado a la cría de aves de raza, y sacó innumerables premios con ellos en distintas exposiciones del país.
Pero Ramón fue un animal que se destacó no solo por su hermosura, sino también por su ingenio. Las gallinas jóvenes y viejas hacían fila para hacerse pisar por tan tremendo macho, y el tipo disfrutaba humildemente de su fama.
Un día entre los días de 1992, Delmiro cerró con descuido la jaula de Ramón, y el valiente salió de recorrida por la granja y los alrededores. Tanto caminó y exploró, que de pronto se vio en un lugar que no conocía. El miedo no cabía en su enorme corazón, pero una extraña inquietud lo preocupó. De pronto, vio venir hacia él, a paso firme, a un zorro de la especie de los traidores. Con un ágil salto, Ramón se trepó a las ramas de un pino, y ahí se quedó quietito.
El zorro se acercó al árbol, y saboreando de antemano su presa, lo saludó atentamente:
-¡Buen día hermano gallo! ¡Qué alegría verte paseando por estos lugares! ¿Por qué no bajás a charlar un rato en este lindo pastizal?-
Ramón, conociendo las astucias del malvado, se mantuvo erguido, con la vista fija en el horizonte y sin contestarle.
-¿Qué pasa mi amigo? ¿Acaso estás mudo? Quiero contarte lo que se decidió en la última asamblea de los animales del pueblo-
Ramón nada.
-¡Está bien! ¡Te lo cuento! Resulta que el presidente Puma, ha promulgado una nueva ley, con el apoyo de los zorros, las mulitas, los peludos y los ciervos. Es una ley de maravillas, que busca que los animales seamos más felices, y dispone que todas las mañanas, los vecinos del pueblo nos demos un abrazo y un beso para sentirnos más unidos-
Ramón miraba con sus enormes y redondos ojos negros, al miserable que quería engañarlo, pero no contestaba.
-Y lo peor, querido gallo, es que los que no cumplan con la nueva ley, serán ejecutados al instante-
Y entonces Ramón, fijando la vista a lo lejos, habló por fin:
-¡Que buena es esa ley hermano zorro! Allá lejos veo venir tres grandes perros galgos y seguramente vienen a darte un abrazo y un beso matinal-
Al oír esto, como fulminado por un rayo, el zorro empezó a temblar y empezó a correr en la dirección contraria a la supuesta llegada de sus enemigos
-¿Que pasa hermano zorro? ¿A qué viene tanto apuro?-
-Lo que pasa, querido gallo, es que la maldita raza de los perros votó en contra de la ley, y no sabemos qué podemos hacer con ellos-
Diciendo y haciendo, el zorro traicionero se perdió entre los arbustos, y Ramón volvió tranquilamente al gallinero. Cuando contó su aventura, creció todavía más su fama entre sus innumerables parientes y amigos.  

sábado, 12 de octubre de 2019

¡Hay gente ingeniosa!


Hace más de cincuenta años, trabajaba en la Estancia “Las Acacias”, cerca de Claraz, un matrimonio sin hijos. Los Barbona. Él era peón general y ella cocinera. Los patrones, una familia tradicional y muy pudiente, los tenían en gran estima, porque eran personas excelentes. Bien dispuestos, serviciales, siempre alegres y con buen ánimo.
Resulta que Carlos Barbona decidió hacerse la casita en el pueblo, y no había plata que le alcanzara, así que después de pensarlo bien, tomó una decisión: La sentó a María y mirándola fijamente le dijo: -¡María! Para tener la plata que nos falta tenemos que morirnos…
-¿Pero vos estás loco? Yo prefiero no tener casa pero seguir viva.
-¡No! Escucháme y hacé lo que te digo. Vamos a hacer una broma y calculo que nos va a salir bien. Primero me voy a morir yo. Vos andá desesperada y llorando a la oficina para avisarle a Don Eduardo de mi muerte y veremos lo que pasa.
Y diciendo y haciendo, Carlos se tiró sobre la cama, se tapó con una sábana blanca y se hizo el muerto. Tremenda fue la impresión de Don Eduardo cuando vio llegar a María dando alaridos y con la cara bañada en lágrimas. Cuando ella pudo por fin hablar y le explicó lo que había pasado, Don Eduardo se llenó de tristeza, ahí nomás le dijo a su secretario que hiciera un cheque de $ 10.000 para los gastos del sepelio, y le prometió a María, que al rato nomás irían a ayudarla con los preparativos del velorio.
María volvió a su casa feliz con el cheque y entonces Carlos, le dijo que le tocaba a ella estar muerta. Hicieron los mismos preparativos y Carlos corrió a la casa principal a ver a Zulema, la patrona. La pobre mujer lo vio entrar llorando y a los gritos, y pronto entendió que había muerto su empleada favorita, así que le pidió a su hija Sarita que le hiciera un cheque de $ 10.000 para los gastos del entierro y le dijo a Carlos que enseguida irían para ayudarle con los preparativos del velorio.
Carlos corrió a contarle de su aventura a María y juntaron felices los dos cheques y se abrazaron emocionados.
Mientras tanto, Don Eduardo se había ido hasta la casa principal para avisarle a su mujer de la triste noticia de la muerte de Carlos, pero se la encontró llorando por la muerte de María. Ambos se quedaron pasmados con el asunto y cada uno pensando en que el otro estaba terriblemente equivocado, así que decidieron ir en comitiva a la casa de los Barbona para comprobar quien tenía razón, pero cuando entraron, se dieron de cara con un espectáculo desolador, Carlos y María yacían muertos en su cama, uno junto al otro y tapados con una sábana blanca.
Don Eduardo creyó enloquecer, y entre hipos y lágrimas, trataba de encontrar alguna explicación.
-¡Daría cualquier cosa por saber que les pasó a estos pobres infelices!-
Desde abajo de la sábana se escuchó clarito la vos de Carlos:
-¡Entonces deme por adelantado el perdón y le cuento!
Y fue tan grande la alegría de Don Eduardo y Zulema al ver que sus empleados estaban vivos, que en vez de enojarse por la travesura, se empezaron a reír, y además les dejaron los $ 20.000 de regalo por el ingenio que habían demostrado.  

lunes, 12 de agosto de 2019

A Mauricio y María Eugenia


Estimados Mauricio y María Eugenia:
            Acá estoy un día después de las elecciones. Nada voy a decir del resultado ya que “Vox Poluli, Vox Dei”.
            Pero quiero escribirles para compartir mi profunda tristeza. Seguramente la misma que sienten uno de cada tres argentinos.
            Los voté en 2015 lleno de esperanza. Veía en ustedes gente honesta, trabajadora, inteligente y con una visión de país que compartía plenamente.
            ¡Y no me defraudaron! ¡Al contrario! Me demostraron todas esas virtudes y cualidades, y además, una fuerza y un temple increíbles para mantener el rumbo a pesar de todo. Se enfrentaron con corruptos de toda laya, con mafias sindicales, con narcos, con policías corruptos y con una situación mundial increíblemente desfavorable.
            Todo esto con un Congreso en contra y abiertamente hostil, con un poder judicial enfermo, y con una campaña de descrédito que comenzó el primer día de vuestros mandatos con la negativa de un traspaso normal.
            La lista de sus logros ha sido admirable.
            Desde un primer día donde todo era destrucción y miseria, se las ingeniaron para ir ordenando la economía. Pusieron en marcha obras más que necesarias, arreglaron hospitales y escuelas, fueron tejiendo relaciones internacionales limpias y provechosas, normalizaron los medios de comunicación estatales para que ya no fueran aparatos de propaganda, trasparentaron las estadísticas, escucharon la voz del pueblo para ir corrigiendo los errores, mejoraron el transporte ferroviario y aéreo, aumentaron la producción de energía y tantas cosas más.
            Ojalá pudieran continuar esta obra gigantesca, pero creo que les va a tocar descansar un tiempo y tal vez, volver renovados a ocuparse del país.
            Me siento orgulloso y agradecido de que hayan sido mi presidente y mi gobernadora en estos años ¡Hasta pronto!       Jorge Spinelli
                  
           

domingo, 21 de julio de 2019

Una ayuda en el diagnóstico




Por suerte, cuando uno se acostumbra a conversar con los animales, es más fácil llegar a un buen diagnóstico. Hace unos días me tocó atender una bonita ternera Angus colorado, de casi 290 kilos. En unos días más la cargarían para llevar a la Exposición Rural de Palermo, y la gente de la Cabaña tenía bien fundadas esperanzas de que haría un gran papel. Pero quiso la fatalidad, que el martes amaneciera con una pata en el aire. No hizo falta una revisación muy detallada para entender que el pobre animal tenía una fea fractura en la tibia izquierda.
Mirándola con tristeza desde el alambrado, nos quedamos Bonifacio Gutiérrez, el cabañero, Manuel Quintana, el dueño, los dos chicos ayudantes de la cabaña, y yo.
-¿Qué le habrá pasado?- Preguntó Manuel, que además de triste estaba bastante enojado, y tratando de encontrar un culpable del insuceso.
-¡No se!- Dijo Bonifacio -¡Anoche estaba lo más bien y hoy la encontramos así!-
-¿Pero cómo es posible? ¿Cómo se va a fracturar si está sola en el piquete y nadie la molesta? ¿No habrá andado alguno metiéndose en la cabaña? ¿Vos que opinás Jorge?-
El asunto se estaba poniendo picante por la presión de Manuel, así que antes de contestar, me volví a meter en el corral y me acerqué a la doliente.
-¿Qué pasó?- Le pregunté en voz baja.
La ternera no parecía demasiado dolorida, aunque esto es común en los bovinos, que tienen un alto umbral de percepción del dolor. De todas maneras, unas lágrimas le asomaban de sus ojos renegridos, tal vez pensando en la gloria palermitana que se le había escapado.
-¡Pasó que tuve mala suerte dotor! Anoche estaba entredormida y se apareció Fabián, el perro de Bonifacio. Me asusté cuando sentí que estaba al lado mío, pegué un salto, salí corriendo hasta allá al fondo donde hay más pasto, y no vi la boca de la cueva. Todavía debe estar el resbalón al costado. Así me quebré ¡Que mala pata dotor!-
Le acaricié un rato el lomo y volví a donde estaba la gente.
-¡Yo creo que esto es cosa del azar! ¡Digamé Bonifacio! ¿No habrá alguna cueva en el piquete donde se pueda haber tropezado?
-¡La verdad es que no se Jorge! Aunque hay tanta cantidad de peludos que alguna puede haber ¡Si quiere nos fijamos!
-¡Acá está!- Gritó uno de los muchachos. Allá al fondo, tal como me había dicho la colorada, estaba la cueva maldita, con un borde desarmado por el infortunado tropiezo de la ternera.
El caso estaba cerrado.

martes, 18 de junio de 2019

Un hombre leal


La semana pasada murió Carlos Báez. Lo encontraron caído en la cocina del rancho donde pasó sus últimos 30 años. Medio comido por los peludos. Sobre todo los dedos y parte de la cara.
Lo conocí apenas llegue a San Manuel. Siempre me pareció un hombre cabal. Serio pero juguetón, trabajador incansable, inmune al frío o al calor, contento con las poquitas cosas que tenía, y rodeado por perros de todos los colores.
Nadie supo nunca sobre su pasado. Si tenía mujer, hijos o parientes, ni de donde había venido.
Llegó un día a la estancia y dijo que si le daban un lugar para dormir, el haría cualquier trabajo que le pidieran. Y cumplió. Tanto, que al año de estar allí, el patrón le asignó un sueldo y un trabajo fijo.
Carlos le retribuyó con una lealtad inquebrantable. Tal vez por eso se atrevió con los cuatro ladrones que entraron un sábado a la noche en la estancia, hace casi dos años, creyendo que no había nadie. Los tipos se acercaron al chalet en una vieja camioneta, y cuando estaban tratando de forzar la puerta con una barreta, Carlos les pegó el grito desde atrás de un árbol. El pobre estaba armado con una escopeta calibre 28 de un solo tiro, así que cuando los cuatro asaltantes se desparramaron corriendo para todos lados, Carlos solo alcanzó a tirar una vez al que estaba más cerca. Es sabido que una escopeta, sobre todo con cartuchos con munición chica, no hace mucho daño más allá de los veinte metros, así que de nada sirvió ese tiro. Uno de los ladrones se acercó a Carlos por detrás y le tiró tres balazos con un revolver, dejándolo por muerto.
Todo el revuelo hizo que los tipos se escaparan sin robar nada, tal vez temiendo que hubiera más gente en el campo. Increíblemente Carlos se salvó. Lo encontró el patrón cerca de la una de la mañana, cuando volvió del pueblo, y lo llevó de urgencia al hospital de Lobería.
Se salvó, pero su salud quedo quebrantada. Se fue apagando despacito como una vela, hasta que se entregó.
Ya debe estar pidiendo cualquier trabajo en los campos del cielo.  

miércoles, 12 de junio de 2019

El misterio de Nemesio


Nemesio llegó a la zona en los años 80. Nadie supo de donde, ni que cosas escondía ese hombrón enorme y peludo. Se lo vio rondar el pueblo varios días, hasta que se estableció en el faldeo de una sierra en el campo de los Saez. Allí construyo lo que él llamaba “el nido”. Tendió varios pedazos de plástico fuerte de silo-bolsa entre las plantas de curro, para resguardo de la lluvia, el frío y la humedad. Por dentro hizo un enorme colchón de paja y pasto, donde fue acomodando sus cositas. Cocinaba en un rincón y hacía sus necesidades un poco más lejos.
Al principio no molestaba. Comía los animales que podía cazar. Perdices, cuises, nutrias, algún pichón de liebre, peludos y mulitas caían en las trampas y astucias que utilizaba. Además, el encargado del campo, con el que charlaban cuando el hombre salía a recorrer, le regaló unas cuantas semillas de verdura, así que pronto Nemesio tuvo una pequeña huerta, que regaba con agua que acarreaba en una lata desde el arroyo que tenía cerca.
La cosa se complicó cuando comenzó a mechar su dieta con algún cordero que cazaba en las noches de luna. El encargado se dio cuenta enseguida del cambio de hábitos, pero lo dejo pasar. No era mucho el daño. Pero un día, vio una camioneta parada junto al alambrado del fondo y a Nemesio que cargaba dos animales carneados en la caja.
Al tiempo, faltó un ternero gordo. Y después otro. El asunto tomaba mal color, pero el desenlace vino cuando una mañana, el encargado volvió a su casa, y se topó de frente con Nemesio que salía cargado con una bolsa.
-¿Qué llevás ahí Nemesio?-
-¡Yerba, azúcar, galleta y los tres atados de cigarros que estaban sobre la mesa!- Contestó el otro tranquilamente.
-¡Deja todo donde lo encontraste y mandate a mudar!- Bramó el encargado y se envolvió la azotera del rebenque en el puño como para arrancar a los palos.
-¡Nó! ¡Me lo llevo nomás!- Dijo Nemesio y sacó un enorme cuchillo de la cintura.
La pelea fue brava. Nemesio tiraba puntazos y el encargado trataba de embocarlo con el cabo del rebenque. Se medían, se esquivaban, se apuntaban, pero ninguno alcanzaba a lastimar al otro, hasta que entre tantas vueltas, Nemesio retrocedió para dejarlo venir al encargado y se le enganchó el talón en una rama. En cuanto perdió pie, el otro se largó a fondo y le pegó un tremendo garrotazo entre los ojos.
Y ahí nomás murió Nemesio. Sin un solo ruido. Tranquilo. Llevándose con él toda su historia.
El encargado le ató el lazo en un tobillo y lo llevó a la rastra hasta su nido. Los bichos del campo se lo fueron comiendo hasta dejar el esqueleto limpito, escondido entre las plantas y yuyos de la sierra. Nadie notó que faltaba.


lunes, 15 de abril de 2019

Año electoral


No escribo estas columnas con opiniones, con otro fin que el de aclarar mis propios pensamientos. No pretendo bajar línea y mucho menos influir en alguien. Lo que me pasa, es que frente al ruido permanente de los medios, con miles de declaraciones de políticos y opinadores, que aseguran sin que les mueva un pelo, cosas completamente distintas a lo que decían poco tiempo atrás, trato de mantener el eje, escribiendo sobre mi visión de la realidad.
En una nota de hace algunos meses, puse que sentía que este gobierno había sido una bendición para el país. Y sigo pensando lo mismo. No solo porque permitió sacar al montón de delincuentes que saqueó nuestra patria durante años, sino porque veía gente honesta, trabajadora, con buenas ideas en todas las materias en que se pronunció, capaz de aprender de sus propios errores y admitirlo, y con una visión del futuro del país que comparto con entusiasmo.
En cuatro años se han hecho grandes cosas, a pesar de estar en franca minoría en ambas cámaras del Congreso, trabajar con un Poder Judicial corrompido y artero, y tener una oposición con alevosa mala fe.
Se estimuló la producción agropecuaria, se sentaron las bases para que haya inversiones en energía e infraestructura, se libró una lucha enorme contra las mafias sindicales y policiales, y contra las bandas de narcos, se hicieron obras largamente postergadas, se mantuvo una inquebrantable libertad de prensa, incluso dando espacio en medios oficiales a gente dañina y manipuladora, y tantas otras cosas.
Hay mucho más para hacer. Todavía somos un país con una economía inestable, débil frente a los corruptos y desestabilizadores, con frágil memoria, con la justicia colonizada por inescrupulosos, con una mayoría parlamentaria que resiste los avances necesarios como la nueva ley electoral, o el nuevo código penal, y que se opone y traba los buenos proyectos solo por especulación política.
Pero va lindo. Ojalá sigamos para adelante.

jueves, 7 de febrero de 2019

Cuidando los mensajes


Faltaba un buen rato para que comenzara el último partido de Boca, y mientras limpiaba la camioneta, escuchaba la transmisión de Radio Mitre. Las previas a los partidos suelen ser interminables, y los locutores y relatores tratan de rellenar el espacio con cualquier cosa. Esta vez se pusieron a hablar de las habilidades para las tareas caseras. Pero me llamó la atención uno de ellos que afirmó, como una gracia, que no sabía hacer nada en la casa. Obviamente dijo no saber cocinar ni un huevo duro, tampoco saber lavar ropa y planchar, o barrer y lavar los pisos. Dijo que tampoco sabía tender una cama, o cambiar una lamparita de luz. Nada de nada ¡Un inútil total!
Hace unos pocos días, un cronista de un canal de televisión, salió con un médico a chequear la contaminación ambiental con un nuevo aparatito, y lo comparaba con la que se encontraba en un inodoro. Así fue que descubrieron, por ejemplo que en la baranda de un tren hay una contaminación equivalente a unos veinte inodoros. Y todo fue en ese sentido.
Me quedé pensando en la gravedad de los mensajes largados en los medios sin ningún criterio. Entiendo que en esta era de la comunicación todo se publica, se comenta, se difunde y se hace público, pero creo que la función de los medios es actuar sabiendo que cualquier cosa que digan o hagan, será tomada por muchos como una santa verdad.
No me parecería raro que cuando una madre le pida a su hijo/hija que haga la cama, si este estuvo escuchando al locutor de Radio Mitre, le conteste muy suelto de cuerpo que se le hace imposible la tarea, o que no nació para eso.
Como tampoco me parece raro que una parienta, desde el día que vio ese informe en la tele, lave concienzudamente las latas que trae del mercado antes de almacenarlas “porque tienen más inmundicia que los inodoros”, sin saber que el 99% de las bacterias que se encuentran en el ambiente son banales y que nuestros cuerpos precisan estar en contacto con ellas para crear buenos anticuerpos.  

sábado, 26 de enero de 2019

El ojo de Ramoncito

Ramoncito con el globo ocular prolapsado 

Después de la operación con todo en su lugar

Parece que Ramoncito, el perro mimoso de los López, había oído hablar del caso famoso en San Manuel, del perro atropellado por un auto al que se le saltó un ojo de la cabeza por el tremendo impacto. Aquella vez, la dueña encontró el órgano tirado en la vereda al día siguiente mientras barría.
Tal vez por eso, ayer cuando lo golpeó en la cabeza la rueda del auto negro que pasaba por su casa, y sintió ese relámpago de dolor en el ojo izquierdo, creyó que le había paso lo mismo.
Eso alcancé a deducir cuando Patricia López me contó que después del accidente, Ramoncito estuvo un rato como buscando en medio de la calle y después, caminando tambaleante, se subió a la vereda y comenzó a pasarse la mano muy despacito por la zona golpeada. Es seguro que trataba de ver si le faltaba algún pedazo.
Cuando terminé de operarlo y se despertó, me miró agradecido con el ojo derecho. Quedó muy bonito.

jueves, 24 de enero de 2019

Clemente Bilbao


Si uno dice que lo mejor es el asado, el tipo afirma que no hay como el guiso carrero. Cuando el frío cala hasta los huesos, él anda de manga corta. Si el sol castiga inclemente, aparece con una camperita “liviana”. En las charlas de manga, cuando sale el infaltable tema mujeres y se destacan las virtudes de alguna vecina, nuestro héroe dice que estamos locos y que la mencionada no vale “ni dos tortas negras”.
Siempre a contramano. En todo.
En alguna fiesta o reunión en el pueblo, donde la gente está mezcladita, si le toca una mesa de reconocidos radicales, Clemente Bilbao, que de él estoy hablando, empieza como sin querer a ponderar el gobierno de los K, mientras que si la mayoría es peronista, no se cansa de elogiar a Raúl Alfonsín, diciendo que es el verdadero “padre de la democracia”.
Nadie sabe si está loco o se hace, pero la cuestión es que hace mucho tiempo que nadie lo toma en serio.
Salvo que no lo conozcan, como cuando en la última campaña electoral, llegó al pueblo para un acto partidario, un reconocido político y candidato a presidente. San Manuel es muy chiquito y aporta pocos votos. Tal vez por esto fue tan corta la visita.
El tipo dio dos vueltas de reconocimiento en un helicóptero último modelo, y aterrizó en un baldío, al lado de la plaza donde habían preparado un pequeño escenario para el infaltable discurso. Los militantes locales rodeaban al candidato llenándolo de elogios y tratando de cargarlo de energía.
Pero pasó lo que tenía que pasar. Clemente Bilbao se apersonó cara a cara con el encumbrado político, lo saludo, y le explicó que tanto gasto en viajes era al pedo, porque él estaba seguro que en las próximas elecciones no ganaría ni contando dobles todos sus votos.
Dicen que el hombre se sorprendió un poco, pero rápidamente se recompuso, puso su mejor cara y le agradeció el pronóstico con una sonrisa irónica.
Pero por una vez, nuestro más conocido vecino tuvo razón. El candidato que nos visitó perdió olímpicamente. Tal vez Clemente no esté tan loco.

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...