sábado, 26 de septiembre de 2020

Señales

 

Desmontó con cuidado dejando el pie izquierdo hasta último momento en el estribo. Lo hacía así desde por lo menos cinco años atrás. Él, que solía por pura broma, saltar limpiamente de un lado al otro por encima del caballo, agarrado solo con una mano de las crines.

-¡La pucha!- Pensó – ¡Se me han caído encima los años! Tengo que decidirme de una vez, porque quizás pronto ni siquiera pueda volver a galopar.

Ató el caballo a la sombra del gran ombú, frente a la casa, y enfiló derechito al lavadero, donde se lavó a conciencia las manos, brazos y cabeza.

-¡Buen día Irma!- Saludó al entrar a la cocina  -¡Tengo un notición!

-¿Qué pasó viejo? ¿Vas a vender el Falcon?- Preguntó su mujer con picardía, sabiendo el cariño que Omar tenía por el viejo Ford Falcon `65 que tantas alegrías le había dado.

-¿Vender el auto? ¡Antes me corto un brazo! ¡No! ¡En serio! Quería contarte que recién me decidí. El mes que viene me voy de viaje.

-¿A dónde te vas?

-¡No se!

-¿Cómo que no sabés? ¿Y cuánto tiempo te vas? ¿Y con quién?

-¡Mirá Irma! Hace mucho que vengo pensando en hacer un viaje largo a caballo. Cuando era chico leí la historia del suizo, que viajo con los caballos Mancha y Gato hasta Estados Unidos, y siempre me quedó esa idea dando vueltas en la cabeza.

-¡Pero eso pasó hace mucho Omar! ¿Cómo vas a hacer una cosa así?

-Lo que pasa es que me estoy poniendo viejo y si no me voy ahora, ya nunca más podré intentarlo. No se hasta dónde llegaré, ni cuánto tiempo voy a viajar, pero el mes que viene salgo.

-¡Pero Omar! ¿Y te vas a ir solo? ¿Por qué no le decís a alguno de los chicos que te acompañe?

-Los muchachos ya son grandes y cada uno tiene su trabajo, además, prefiero irme solo.

Irma no dijo más nada. Conocía a Omar desde hacía cuarenta años y sabía cuándo hablaba en serio. Dejó pasar el día haciéndose a la idea, y a la mañana siguiente, cuando escuchó que Omar se levantaba, se apuró a prepararle el mate, y mientras le cebaba el primero, le dijo sin vueltas: -¡Yo te voy a ayudar a preparar el viaje!- Omar sonrió agradecido.

Las otras cuatro semanas se pasaron en medio de arreglos, elección y preparación de los dos caballos, remiendos a la ropa, listas de cosas para no olvidar y bromas cariñosas con Irma, los parientes, los amigos y los conocidos que se enteraron del asunto.

Omar salió de la estancia “Las Acacias” el viernes 24 de noviembre de 2018. Sin destino y sin plazos. Hace casi dos años. Solo le manda una nota a su mujer puntualmente cada primero de mes donde  dice: “Voy bien. Los quiero mucho”

Ayer viernes recibí una carta, cosa más bien rara en estos días, donde Omar revela al fin por dónde anda: Hola Jorge (arranca escribiendo). Me decidí a escribirte porque acá estoy en Bucaramanga, una ciudad de Colombia a la que llegué hace un mes. Estoy parando en el campo (acá lo llaman finca) de un tal Luis José Gómez. El veterinario que les atiende los animales se llama Juan Jairo. El día que vino a trabajar nos pusimos a charlar y me contó que hace algunos años se escribió con un colega de Argentina, que pensaba venir un tiempo a trabajar con él. Cuando me dijo quién era casi me caigo de culo. No lo podía creer. Dijo que era Jorge Spinelli de San Manuel ¿Es cierto eso? ¿Pensás venir por estos lugares?...

Increíble coincidencia. Es verdad que estuve en contacto con este hombre y que tuve que suspender ese viaje por algunas cuestiones personales, pero que justo sucediera esto, me dejó pasmado ¿Serán señales? 

 

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...