domingo, 26 de julio de 2020

Cuestión de fe


Hay cosas que no tienen demasiada explicación. Es cuestión de fe. O algo así.
Esa mañana salimos muy temprano al campo, para hacer unos trabajos de rutina. Se trataba de revisar los genitales de algunos toros, y recortar las pezuñas de una vaca Hereford que sería presentada en una exposición cerca de La Dulce.
Ibamos cuatro personas en la camioneta. Mi hijo Juan, dos “aprendices” y yo. Los aprendices o residentes, son estudiantes a punto de graduarse, que vienen a hacer prácticas profesionales con nosotros. Esta vez eran Joaquín, un chico de Bolívar, y Marina, oriunda de un pueblito llamado Espigas, en la Provincia de Buenos Aires.
La cuestión es que en las tres semanas que llevábamos conviviendo, Marina había mostrado una especial sensibilidad. Nos habló varias veces de la inmortalidad y transmigración de las almas, y de la certeza que tenía de que cada criatura de Dios, tenía un alma propia que ella podía “sentir” con sus manos.
Nadie reía cuando nos hablaba de estas cosas, aunque sospecho que nadie le creía tampoco. De todas maneras, eran lindas charlas que se alejaban un poco de los temas cotidianos.
Pero el día que les cuento, pasó algo increíble. En el viaje al campo “Las Horquetas”, donde tendríamos que hacer el trabajo, de pronto una liebre saltó desde la cuneta del angosto camino de tierra, y fue a dar directamente contra el frente de mi camioneta. Marina pegó un fuerte grito y me pidió que parara. El animal, muy malherido, con al menos dos patitas quebradas, se arrastraba penosamente gastando sus últimas fuerzas en alejarse de nosotros.
Marina caminó hacia ella y se arrodilló en el medio de la calle. En silencio. Mirando. La liebre se detuvo. Parecía ya terminada. De pronto, se volvió y alargó su agónico arrastrar, esta vez hacia Marina. Ella extendió las manos lentamente, el animal se hundió en su abrazo y murió.
Esto duró algunos minutos. Nadie habló. Después la muchacha depositó el cadáver entre los pastos y volvió a la camioneta.
-¡Tenía un alma buena!- Nos dijo antes de arrancar.

jueves, 16 de julio de 2020

Camila y el Dr. Pol


La operación de Camila

Los ocho lechones

Me fui rapidito hasta “San Eduardo” porque había una cerda que no podía parir. El campo está bastante lejos de San Manuel, y esa tarde tenía programado otro trabajo, así que pensé en terminar el parto lo antes posible y seguir camino.
Pero el hombre propone y Dios dispone. En cuanto metí la mano por la vagina de Camila, la chancha mimosa de María, supe que no iba a poder sacar los lechones por allí. Apenas alcanzaba a tocar con la punta de los dedos, el hocico achatado y los colmillos muy filosos, del lechón que había atrancado todo el parto. Después de algunos intentos, decidí hacer la cesárea.
-¿Pero cómo? ¿Se puede hacer una cesárea a las chanchas?- Preguntó María asombrada, mientras yo iba preparando el instrumental – El otro día vi que el Dr. Pol mandó a sacrificar a una que no podía parir-
Todos los presentes, que eran varios, empezaron a reir. Yo también. Ocurre que me gusta ver los programas de “El increíble Dr. Pol” y justo vi ese episodio donde, después de luchar un tiempo largo, decide sacrificar la cerda parturienta.
-¡Y bueno María! Ya ves que los de San Manuel tenemos nuestras habilidades. En verdad he hecho cesáreas en vacas, yeguas, ovejas, perras, gatas y cerdas con buenos resultados. Hasta me tocó una vez hacerla en una hembrita de cobayo. Así que veremos que pasa con Camila.
Por suerte todo salió bien. Pude sacar seis lechones vivos y dos muertos. María estaba feliz y Camila no pude saber, porque se levantó enojada quien sabe por qué, y nos sacó a todos corriendo del chiquero.   

martes, 14 de julio de 2020

El prolapso de la oveja


En nuestra zona quedan pocas majadas grandes. Solo vemos ovejas para consumo, por lo que cada pequeño rodeo no supera los 100 animales. La decadencia de la producción obedece a varios factores: Precio muy inestable de la lana en el mercado mundial, al igual que la demanda de carne ovina. Además, un dato no menor, es la dificultad que representa para el productor estar cerca de los centros poblados. Una oveja o un cordero son fáciles de robar.
De todas maneras, es muy gratificante la práctica clínica con las ovejas.
Ayer tuve que resolver un prolapso de útero en una oveja Corriedale, que había parido la noche anterior un gran cordero macho. La pobre lucía triste y dolorida en un rincón del corral de la manga, haciendo pujos estériles y con la masa del útero colgando a través de los labios vulvares. El corderito, temblando de frío, intentaba mamar y calentarse debajo de su lanuda madre.
Con cuidado la puse sobre una chapa para evitar el barro y lavé el útero frío. Le apliqué una inyección endovenosa para relajar la musculatura del órgano y facilitar la maniobra y de a poco lo fui reintroduciendo. La oveja no se quejaba, pero se notaba que todo el asunto le molestaba mucho, ya que daba pequeñas pataditas, como espantando algunas moscas que no había.
Por fin todo quedó en su lugar, suturé la vulva para evitar que se produzca de nuevo el prolapso, y la tipa quedó en pie bastante más aliviada que al comienzo. De pronto caminó hacia un rincón y me llamó con la mirada.
-¿A vos te parece que voy a vivir? Porque me preocupa mi corderito. Apenas tomó un poco de calostro y lo notó con mucho frío.
-¡Claro que vas a vivir sonsa! Y este cordero va a ser el carnero más grande y fuerte de la majada.
Me miró agradecida y se retiró con su cría. Yo quedé asombrado con el cariño y el fuerte instinto materno de una pobre oveja con tantos problemas.

jueves, 9 de julio de 2020

El mes de julio


Llegó un nuevo mes de julio.
Para nuestra actividad en el campo es uno de los meses más flojos. Recién termina la temporada de tactos y de inseminaciones de otoño, que en este 2020 fue particularmente intensa. Pasamos tres meses sin descanso. Corriendo de un campo al otro y llegando a la noche, pidiendo por favor una cama para descansar. Sumado a lluvias inoportunas, que nos hicieron transitar calles y mangas llenas de barro.
Pero julio nos compensa. En estos días se hacen trabajos de urgencia. Partos distócicos, cesáreas, prolapsos, heridas, traumatismos y otras delicadezas, para entrar muy de a poco en la época de la revisación de toros, que es otro de los puntos calientes del año.
Así que tenemos unos cuantos días con más tiempo para leer, escribir y ponernos al día con papelería e informes. Y recomponer el cuerpo, golpeado y dolorido después de tantos esfuerzos.
¡Lindo mes de julio! Con menos ingresos, pero con más tiempo para aprovechar en otras cosas, casi tan gratificantes como el trabajo veterinario.

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...