miércoles, 12 de septiembre de 2018

Un pájaro distinto



En este momento tenemos cinco cotorritas australianas para vender en la veterinaria. En realidad, casi la única virtud que les encuentro es que son muy vistosas. Las hay celestes, blancas, amarillas, verdes y de combinaciones variadas de colores. Sacando esto, se pasan el día “cotorreando” en su lenguaje tan particular y bochinchero. Además, ensucian la jaula y sus alrededores permanentemente con restos de comida variados.
Pero esta vez apareció un cotorro piola. El tipo, con no se que teje y maneje, descubrió que uno de los barrotes del techo de la jaula se puede mover, y no tarda más de quince minutos, después que lo metemos en su casa, en volver a escaparse.
Esto lo viene haciendo desde hace una semana, y en tan poco tiempo, aprendió que la vidriera no se puede atravesar volando, que si se posa en los lugares más altos de las estanterías no llegamos a agarrarlo y varios trucos más. Otro dato que llama la atención es que los otros cuatro, a pesar de que lo ven al compañero escaparse elegantemente, no se dan maña para seguirlo.
Será por miedo, o tal vez porque tienen menos luces. O quizá porque nacieron en jaulas y aunque lo ven, no imaginan que el mundo se extiende más allá de los barrotes.
Sea por lo que sea, creo que esto es lo que les pasa siempre a los distintos de cualquier especie. Se encargan de ampliar los horizontes. Solos, incomprendidos, golpeándose contra las paredes; pero logrando al fin, que el resto entienda que se puede ir un paso más allá. 

Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...