sábado, 28 de noviembre de 2020

La vida te da sorpresas

 

-¡Pase cuando quiera Spinelli!- Me dijo Pedro Albelo–Ya hablé con mi hija, que es la dueña del caballo, y ella prefiere “dormirlo”.

El caso es el de un viejo caballo tordillo, que hace meses comenzó con una lesión en el ojo derecho, que ha ido creciendo sin parar, hasta transformarse en un feo tumor del tamaño de una mandarina. El animal anda, molesto y la lesión sangrante promete un verano difícil para controlar las bicheras. Por eso decidieron hacer la eutanasia.

Esta semana tuve un rato y me llegué hasta Los Mimbres, para cumplir con el desagradable asunto. Solo estaba Pedro, que agarró al tordillo y lo llevó hasta un claro frente al monte. Primero le di un anestésico que lo durmió enseguida.

-¿Ya está?- Preguntó Pedro.

-¡Casi Pedro! Ahora le aplico el eutanásico endovenoso y listo.

Terminé la maniobra y Pedro, que estaba apurado (aunque sospecho que también algo tristón por el final del tordillo), se despidió porque tenía que ir al fondo del campo a buscar leña. Yo cargué mis cosas y me fui también. Parecía el fin del cuento, pero quedaba otro capítulo.

Al día siguiente sonó el teléfono -¡Spinelli! ¡No sabe lo que pasó!- Me dijo excitado Pedro.

-¡Ni idea! ¿Qué pasó?

-¡El tordillo se levantó y anda feliz y contento!

Al principio pensé en una broma, pero pronto me di cuenta que iba en serio.

-¿Pero cómo?

-¡Y qué se yo Spinelli! ¡Si no sabe usté! Ahora Laurita le está dando un poco de avena y dice que ha de ser un milagro nomás. Cambió de idea. Lo va a cuidar todo lo que haga falta, porque piensa que si se salvó de esta, será porque no se tenía que morir ¿Qué me cuenta?

-¿Qué te cuento? Que no sé que pudo haber pasado, pero lo que dice Laurita debe ser cierto nomás.

Esto de trabajar con seres vivos nunca deja de sorprenderme.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Señales

 

Desmontó con cuidado dejando el pie izquierdo hasta último momento en el estribo. Lo hacía así desde por lo menos cinco años atrás. Él, que solía por pura broma, saltar limpiamente de un lado al otro por encima del caballo, agarrado solo con una mano de las crines.

-¡La pucha!- Pensó – ¡Se me han caído encima los años! Tengo que decidirme de una vez, porque quizás pronto ni siquiera pueda volver a galopar.

Ató el caballo a la sombra del gran ombú, frente a la casa, y enfiló derechito al lavadero, donde se lavó a conciencia las manos, brazos y cabeza.

-¡Buen día Irma!- Saludó al entrar a la cocina  -¡Tengo un notición!

-¿Qué pasó viejo? ¿Vas a vender el Falcon?- Preguntó su mujer con picardía, sabiendo el cariño que Omar tenía por el viejo Ford Falcon `65 que tantas alegrías le había dado.

-¿Vender el auto? ¡Antes me corto un brazo! ¡No! ¡En serio! Quería contarte que recién me decidí. El mes que viene me voy de viaje.

-¿A dónde te vas?

-¡No se!

-¿Cómo que no sabés? ¿Y cuánto tiempo te vas? ¿Y con quién?

-¡Mirá Irma! Hace mucho que vengo pensando en hacer un viaje largo a caballo. Cuando era chico leí la historia del suizo, que viajo con los caballos Mancha y Gato hasta Estados Unidos, y siempre me quedó esa idea dando vueltas en la cabeza.

-¡Pero eso pasó hace mucho Omar! ¿Cómo vas a hacer una cosa así?

-Lo que pasa es que me estoy poniendo viejo y si no me voy ahora, ya nunca más podré intentarlo. No se hasta dónde llegaré, ni cuánto tiempo voy a viajar, pero el mes que viene salgo.

-¡Pero Omar! ¿Y te vas a ir solo? ¿Por qué no le decís a alguno de los chicos que te acompañe?

-Los muchachos ya son grandes y cada uno tiene su trabajo, además, prefiero irme solo.

Irma no dijo más nada. Conocía a Omar desde hacía cuarenta años y sabía cuándo hablaba en serio. Dejó pasar el día haciéndose a la idea, y a la mañana siguiente, cuando escuchó que Omar se levantaba, se apuró a prepararle el mate, y mientras le cebaba el primero, le dijo sin vueltas: -¡Yo te voy a ayudar a preparar el viaje!- Omar sonrió agradecido.

Las otras cuatro semanas se pasaron en medio de arreglos, elección y preparación de los dos caballos, remiendos a la ropa, listas de cosas para no olvidar y bromas cariñosas con Irma, los parientes, los amigos y los conocidos que se enteraron del asunto.

Omar salió de la estancia “Las Acacias” el viernes 24 de noviembre de 2018. Sin destino y sin plazos. Hace casi dos años. Solo le manda una nota a su mujer puntualmente cada primero de mes donde  dice: “Voy bien. Los quiero mucho”

Ayer viernes recibí una carta, cosa más bien rara en estos días, donde Omar revela al fin por dónde anda: Hola Jorge (arranca escribiendo). Me decidí a escribirte porque acá estoy en Bucaramanga, una ciudad de Colombia a la que llegué hace un mes. Estoy parando en el campo (acá lo llaman finca) de un tal Luis José Gómez. El veterinario que les atiende los animales se llama Juan Jairo. El día que vino a trabajar nos pusimos a charlar y me contó que hace algunos años se escribió con un colega de Argentina, que pensaba venir un tiempo a trabajar con él. Cuando me dijo quién era casi me caigo de culo. No lo podía creer. Dijo que era Jorge Spinelli de San Manuel ¿Es cierto eso? ¿Pensás venir por estos lugares?...

Increíble coincidencia. Es verdad que estuve en contacto con este hombre y que tuve que suspender ese viaje por algunas cuestiones personales, pero que justo sucediera esto, me dejó pasmado ¿Serán señales? 

 

martes, 18 de agosto de 2020

¡Andá a saber Julián!

 

Esta mañana, hicimos el raspaje prepucial para el diagnóstico de enfermedades venéreas a un lote de toros, junto con mi hijo Juan y dos empleados de la cabaña. Entre los mil temas que se conversan en la manga, salió el de actualidad.

-¡Que me dice doctor de la marcha de ayer!

-¿Viste vos Julián? ¡Qué manera de juntarse gente!

-¿Y que pedían?- Agregó con cara de inocente el bueno de Julián García, demostrando que quería “tirarme la lengua”, para conocer mi opinión.

-Me parece que era para que no acomoden a gusto la justicia, y que la que te dije vaya presa-

-¿Pero será cierto que robó?

¡A bueno! Pensé ¡Ahí lo tenés!

-¡Anda a saber Julián! Capaz que no robó nada y estos locos están macaneando.

Listo. Fin del tema. A otra cosa. A mediodía nos subimos a la camioneta, y en el viaje de vuelta me entretuve pensando. Y me pasa que recuerdo con nostalgia los cuatro años del mejor gobierno que me tocó vivir en mis 62 de vida.

Comenzó en 2015, con el triunfo en las elecciones de un grupo de gente que se hizo cargo de un país destrozado en todo sentido. En el que la palabra de los políticos era sinónimo de mentira, y el saqueo del Estado moneda corriente.

Esta gente de la que hablo, empezó despacito la titánica tarea de reconstruir. Ordenó la economía, recuperó las tarifas, elimino muchas de las trabas burocráticas para operaciones productivas y comerciales que complicaban todo, transparentó las estadísticas, y pudo sobrellevar dos fuertes sacudones externos sin perder el rumbo.

Pero no se quedaron solo con la economía, sino que apostaron a la producción de energía, con la construcción de nuevas centrales eólicas y solares, además de nuevas redes de conducción, y le dieron un impulso inusitado a la explotación de Vaca Muerta. Se hicieron rutas donde hacía años que la gente las pedía a gritos, se urbanizaron villas, se construyeron cloacas y se repararon hospitales y colegios.

Pero no terminó ahí la cosa. En materia institucional fueron muy buenos. No pretendieron meterse con la justicia más allá de los límites. Sin embargo, cayeron presos montones de ladrones, corruptos, sindicalistas y traficantes. Respetaron la división de poderes y funcionaron con un Congreso con mayoría opositara, construyendo consensos.

En política exterior actuaron como un país en serio. Previsible, moderno y seguro. En contra de cualquier tiranía o dictadura y buscando establecer sanas relaciones con los demás.

Fueron creíbles. Su mensaje fue claro y simple. Sin odio, pero implacables con los que estuvieran fuera de la ley.

Faltó mucho por hacer. Faltó tiempo para hacer que el nuevo rumbo pudiera afianzarse. Es una lástima, porque creo que se nos vino de nuevo la noche.

Por eso siento nostalgia.

¡Andá a saber que nos espera Julián!    

domingo, 26 de julio de 2020

Cuestión de fe


Hay cosas que no tienen demasiada explicación. Es cuestión de fe. O algo así.
Esa mañana salimos muy temprano al campo, para hacer unos trabajos de rutina. Se trataba de revisar los genitales de algunos toros, y recortar las pezuñas de una vaca Hereford que sería presentada en una exposición cerca de La Dulce.
Ibamos cuatro personas en la camioneta. Mi hijo Juan, dos “aprendices” y yo. Los aprendices o residentes, son estudiantes a punto de graduarse, que vienen a hacer prácticas profesionales con nosotros. Esta vez eran Joaquín, un chico de Bolívar, y Marina, oriunda de un pueblito llamado Espigas, en la Provincia de Buenos Aires.
La cuestión es que en las tres semanas que llevábamos conviviendo, Marina había mostrado una especial sensibilidad. Nos habló varias veces de la inmortalidad y transmigración de las almas, y de la certeza que tenía de que cada criatura de Dios, tenía un alma propia que ella podía “sentir” con sus manos.
Nadie reía cuando nos hablaba de estas cosas, aunque sospecho que nadie le creía tampoco. De todas maneras, eran lindas charlas que se alejaban un poco de los temas cotidianos.
Pero el día que les cuento, pasó algo increíble. En el viaje al campo “Las Horquetas”, donde tendríamos que hacer el trabajo, de pronto una liebre saltó desde la cuneta del angosto camino de tierra, y fue a dar directamente contra el frente de mi camioneta. Marina pegó un fuerte grito y me pidió que parara. El animal, muy malherido, con al menos dos patitas quebradas, se arrastraba penosamente gastando sus últimas fuerzas en alejarse de nosotros.
Marina caminó hacia ella y se arrodilló en el medio de la calle. En silencio. Mirando. La liebre se detuvo. Parecía ya terminada. De pronto, se volvió y alargó su agónico arrastrar, esta vez hacia Marina. Ella extendió las manos lentamente, el animal se hundió en su abrazo y murió.
Esto duró algunos minutos. Nadie habló. Después la muchacha depositó el cadáver entre los pastos y volvió a la camioneta.
-¡Tenía un alma buena!- Nos dijo antes de arrancar.

jueves, 16 de julio de 2020

Camila y el Dr. Pol


La operación de Camila

Los ocho lechones

Me fui rapidito hasta “San Eduardo” porque había una cerda que no podía parir. El campo está bastante lejos de San Manuel, y esa tarde tenía programado otro trabajo, así que pensé en terminar el parto lo antes posible y seguir camino.
Pero el hombre propone y Dios dispone. En cuanto metí la mano por la vagina de Camila, la chancha mimosa de María, supe que no iba a poder sacar los lechones por allí. Apenas alcanzaba a tocar con la punta de los dedos, el hocico achatado y los colmillos muy filosos, del lechón que había atrancado todo el parto. Después de algunos intentos, decidí hacer la cesárea.
-¿Pero cómo? ¿Se puede hacer una cesárea a las chanchas?- Preguntó María asombrada, mientras yo iba preparando el instrumental – El otro día vi que el Dr. Pol mandó a sacrificar a una que no podía parir-
Todos los presentes, que eran varios, empezaron a reir. Yo también. Ocurre que me gusta ver los programas de “El increíble Dr. Pol” y justo vi ese episodio donde, después de luchar un tiempo largo, decide sacrificar la cerda parturienta.
-¡Y bueno María! Ya ves que los de San Manuel tenemos nuestras habilidades. En verdad he hecho cesáreas en vacas, yeguas, ovejas, perras, gatas y cerdas con buenos resultados. Hasta me tocó una vez hacerla en una hembrita de cobayo. Así que veremos que pasa con Camila.
Por suerte todo salió bien. Pude sacar seis lechones vivos y dos muertos. María estaba feliz y Camila no pude saber, porque se levantó enojada quien sabe por qué, y nos sacó a todos corriendo del chiquero.   

martes, 14 de julio de 2020

El prolapso de la oveja


En nuestra zona quedan pocas majadas grandes. Solo vemos ovejas para consumo, por lo que cada pequeño rodeo no supera los 100 animales. La decadencia de la producción obedece a varios factores: Precio muy inestable de la lana en el mercado mundial, al igual que la demanda de carne ovina. Además, un dato no menor, es la dificultad que representa para el productor estar cerca de los centros poblados. Una oveja o un cordero son fáciles de robar.
De todas maneras, es muy gratificante la práctica clínica con las ovejas.
Ayer tuve que resolver un prolapso de útero en una oveja Corriedale, que había parido la noche anterior un gran cordero macho. La pobre lucía triste y dolorida en un rincón del corral de la manga, haciendo pujos estériles y con la masa del útero colgando a través de los labios vulvares. El corderito, temblando de frío, intentaba mamar y calentarse debajo de su lanuda madre.
Con cuidado la puse sobre una chapa para evitar el barro y lavé el útero frío. Le apliqué una inyección endovenosa para relajar la musculatura del órgano y facilitar la maniobra y de a poco lo fui reintroduciendo. La oveja no se quejaba, pero se notaba que todo el asunto le molestaba mucho, ya que daba pequeñas pataditas, como espantando algunas moscas que no había.
Por fin todo quedó en su lugar, suturé la vulva para evitar que se produzca de nuevo el prolapso, y la tipa quedó en pie bastante más aliviada que al comienzo. De pronto caminó hacia un rincón y me llamó con la mirada.
-¿A vos te parece que voy a vivir? Porque me preocupa mi corderito. Apenas tomó un poco de calostro y lo notó con mucho frío.
-¡Claro que vas a vivir sonsa! Y este cordero va a ser el carnero más grande y fuerte de la majada.
Me miró agradecida y se retiró con su cría. Yo quedé asombrado con el cariño y el fuerte instinto materno de una pobre oveja con tantos problemas.

jueves, 9 de julio de 2020

El mes de julio


Llegó un nuevo mes de julio.
Para nuestra actividad en el campo es uno de los meses más flojos. Recién termina la temporada de tactos y de inseminaciones de otoño, que en este 2020 fue particularmente intensa. Pasamos tres meses sin descanso. Corriendo de un campo al otro y llegando a la noche, pidiendo por favor una cama para descansar. Sumado a lluvias inoportunas, que nos hicieron transitar calles y mangas llenas de barro.
Pero julio nos compensa. En estos días se hacen trabajos de urgencia. Partos distócicos, cesáreas, prolapsos, heridas, traumatismos y otras delicadezas, para entrar muy de a poco en la época de la revisación de toros, que es otro de los puntos calientes del año.
Así que tenemos unos cuantos días con más tiempo para leer, escribir y ponernos al día con papelería e informes. Y recomponer el cuerpo, golpeado y dolorido después de tantos esfuerzos.
¡Lindo mes de julio! Con menos ingresos, pero con más tiempo para aprovechar en otras cosas, casi tan gratificantes como el trabajo veterinario.

domingo, 26 de abril de 2020

La enfermedad desconocida - Parte I


La hormiga negra mensajera recorrió a todo galope con sus seis patitas, los oscuros túneles del hormiguero que conocía de memoria. Cuando llegó a la cámara real, se tocó varias veces las antenas con las guardianas, para explicarles que tenía que hablar urgentemente con la reina.
-¡La Reina está haciendo su trabajo! ¡Nadie la puede molestar!
-¡Pero esto es una cuestión de vida o muerte!- Protestó la mensajera.
-¡Está bien! Veré que podemos hacer- Dijo la otra guardiana, o tal vez la misma, ya que todas las hormigas de aquel palacio eran casi idénticas, e hijas de la misma madre y del mismo padre.
-¡Puede pasar!- Le anunciaron al rato.
Cuando entró a la cámara real, la mensajera quedó pasmada con el orden, la casi absoluta falta de sonidos y con los cientos de huevitos cuidadosamente puestos en hilera y que serían el futuro del pueblo.
-¿Qué está pasando querida mensajera?- Preguntó la reina.
-¡Vea su Alteza! Me mandaron las guardianas para avisarle que algo raro está pasando con la colonia. Muchas obreras se han enfermado y algunas murieron.
-¿Alguien pisó el hormiguero?
-¡No!
-¿Alguien puso algún veneno?
-¡No!
-¿Alguna tormenta inundó parte del palacio y creen que puede ser la causa?
-¡No!
Entonces quiero que las diez hormigas sabias de la colonia, vengan para acá de inmediato para discutir el asunto. Así fue que al poco rato, la reunión de notables del hormiguero estuvo en marcha.
Una de las sabias contó que el problema era una nueva enfermedad que aparentemente iba a sufrir la mayor parte de la colonia, y que no tenían nada para hacer contra ella, salvo deshacerse de las muertas inmediatamente. La mayoría coincidió con esta opinión.
Después de reflexionar casi una hora, la reina las miró y preguntó:
-¿Cuál es nuestra misión en la vida?
-Perpetuar la especie así como venimos haciendo desde el principio de los tiempos- Dijo una sabihonda.
-¡Es verdad!- Dijo otra –Trabajando incansablemente para producir la comida que asegure la supervivencia de cada colonia, a pesar de los contratiempos, los enemigos y los destrozos.
-¡Ustedes lo han dicho! ¡Seguiremos haciendo eso!
Después de algunas semanas, la enfermedad había afectado levemente a la mayoría de las hormigas y se había muerto menos de una cada mil, pero la vida del hormiguero siguió normalmente su curso y el episodio quedó asentado como una pequeña alteración más en el Gran Libro de la Vida de las Hormigas, que escribían laboriosamente las hormigas escribanas. 


La enfermedad desconocida - Parte II


Cualquiera sabe que los cerdos son los animales más inteligentes entre todos los animales domésticos, sobre todo si han leído el célebre libro “Rebelión en la Granja”, donde los tipos encabezan una loca revolución.
Por eso se reunieron a deliberar, apenas se supo que el hermano mayor de la familia había muerto y otros dos parientes estaban enfermos.
-¿Qué está pasando?- Preguntó el cerdo jefe -¿Alguno tiene idea? ¿Es la Peste Porcina?
-¡No!- Grito el cerdo médico -¡Dios nos libre de esa enfermedad! Esto es algo nuevo. Muy contagioso, pero que por suerte no causa demasiadas muertes.
-No causará muchas muertes, pero se lo llevó a hermano mayor, con todo lo que precisábamos sus sabios consejos. No podemos darnos el lujo de perder gente de la piara. Todos somos valiosos- Argumentó el cerdo sentimental.
-¿Y qué podemos hacer entonces?
-¡Yo tengo una idea!- Dijo el cerdo consejero -¡Tenemos que escaparnos!
Así fue como la piara comenzó un descontrolado viaje sin rumbo. Cada vez que aparecía un nuevo enfermo, lo dejaban al cuidado de un cerdo enfermero y el resto escapaba a la carrera, sin saber que el gérmen viajaba con la piara todo el tiempo.
Anduvieron cruzando campos, sierras, arroyos, lugares sin pasto y otros con buena comida. Siempre escapando. Y siempre enfermando.
Al cabo de algunas semanas la enfermedad desapareció.
El virus había pasado imperceptiblemente por el cuerpo de casi todos los miembros de la piara. Algunos enfermaron algo más gravemente pero se recuperaron, y murió menos de uno cada mil cerdos compañeros por esta causa.
Pero la piara quedó diezmada. Muchos murieron de hambre, de sed y de fatiga, por la interminable huída, y la vida de los cerdos nunca volvió a ser igual.

La enfermedad desconocida - Parte III


Hortensio Guzmán siempre fue un productor lechero de avanzada. Asesorado por los mejores expertos, y habiendo leído casi todas las publicaciones de vanguardia, se consideraba a sí mismo un ejemplo para los compañeros de la misma actividad.
Por eso, cuando la nueva enfermedad comenzó a azotar a todos los rebaños conocidos, tanto de leche como de carne y de todas las razas posibles, rebuscó la opinión de sus consejeros y decidió tomar medidas drásticas con sus dos mil vacas lecheras.
Trabajosamente construyó un “enrejado eléctrico”, poniendo a cada vaca en una mínima parcela delimitada por electropiolín. A cada una le colocó un recipiente para el agua y otro para la comida, y día tras día se encargó de repartirles su ración.
A pesar del aislamiento, las vacas fueron enfermando lentamente. Cada afectada era llevada con todos los cuidados a un lazareto, donde se la atendía sin medir los gastos.
Nada parecía detener a Hortensio en su afán de salvar a sus vacas.
Pero poco a poco, todo fue mermando. Las fuerzas de Hortensio y sus ayudantes ya no eran las mismas. Les costaba levantarse para dar de comer y beber a dos mil vacas por día y además, atender a las enfermas. Tenían el cuerpo molido.
Se fue terminando la reserva de pasto y no había posibilidad de comprar más, porque las vacas no producían y ya no entraba dinero en el tambo. Empezaron a elegir cuales comerían y cuáles no, hasta que un buen día, las famélicas y desesperadas lecheras, arremetieron contra los alambres electrificados, destruyendo para siempre el prolijo trabajo de Hortensio. Y no pararon de correr por el campo buscando no se sabe qué, porque ya la gente no podía hacer más nada.
Después de algunas semanas, la enfermedad terminó tan de golpe como había empezado, el virus había circulado sin mayores consecuencias por casi todas las vacas. Algunas enfermaron más gravemente pero se recuperaron, y solo murieron por la peste dos vacas de las dos mil del campo.
Pero el tambo había muerto para siempre.  

sábado, 28 de marzo de 2020

La estudiante y la pandemia



Han pasado por acá legiones de estudiantes o “aprendices”, como se los llama en el pueblo.
De cada uno quedaron historias que contar. Los hubo de todos los tipos y características. Serios, locos, estudiosos, “camperos”, activos, demasiado tranquilos, argentinos o extranjeros. Pero hasta ahora, ninguno coincidió con tiempos de una pandemia.
Le tocó a Eleonore Boudet, una estudiante de veterinaria de Alfort, Francia, que llegó como parte de un programa de intercambio.
Casi al mismo tiempo que con ella, nos cayó la bomba del Coronavirus. Tanto, que a los pocos días de su llegada a San Manuel, me llamaron de la Unidad Sanitaria del pueblo por la denuncia de un vecino:
-¡Hola Jorge! ¿Es verdad que con vos empezó a trabajar una francesa? Preguntó Carolina.
-¡Si! ¡Es verdad!
-¿Y desde cuando está acá?
Ahí me dio por hacerle una broma, un poco fastidiado por la denuncia anónima.
-¡Vino desde Francia hace tres días! Pero está bien. Solo un poco de fiebre y tos…
-¿Qué? ¿En serio?
Como no aguante la risa, enseguida se dio cuenta de que no era cierto y se alivió
-Vino a principios de enero a la Argentina, y está perfectamente bien de salud Carolina. Si tenemos algún problema enseguida me comunicaré con ustedes.
Ahí empezaron unos días de trabajo intenso pero raro. De a poco fueron cerrando posibilidades. Primero el que no podemos andar más de dos personas en la camioneta cuando vamos a trabajar, después el horario tope de las 18.00 hs para estar en la calle y por fin, las enormes precauciones que tomamos para no contagiarnos y no contagiar.
De todas maneras, hemos podido hacer muchas cosas en este tiempo, tactos en vacas y vaquillonas, necropsias, vacas y caballos enfermos, algunas operaciones de pequeños y otras delicias.
Pronto podrá volver a su país en uno de los vuelos de repatriación que ha programado su gobierno. Y se sumarán sus anécdotas al historial de los residentes en San Manuel.  

miércoles, 4 de marzo de 2020

Los primeros tres meses

Después de las PASO de 2019 escribí una nota hablando solo del excelente gobierno que se iba, y de los enormes logros que tuvo, a pesar de haber soportado una oposición feroz, artera y destructiva.
Han pasado tres meses desde la asunción de las nuevas autoridades. Hubo una transición sana y ordenada, sin las locuras y extravagancias de la anterior.
Tres meses donde no aparece un solo gobernante creíble. Los discursos son vacíos. El odio y el revanchismo evidentes. Pero la falta de un proyecto esperanzador, tal vez sea lo más desconcertante. Parece que llegaron al gobierno sin más propósito que librarse de la cárcel que tanto merecen la mayoría de ellos.
En este tiempo ya quedaron libres sindicalistas mafiosos, políticos corruptos hasta el hartazgo, cínicos y mentirosos de toda laya, y hoy nos enteramos que Don Julio también fue liberado. Solo quedan Bidú y la Milagrosa. Pero es cuestión de tiempo.
Dan asco y tristeza.
Además, han puesto en marcha una colosal campaña de desprestigio del Gobierno anterior. Quieren rebajarlo a su propia fetidez para sentirse acompañados. Desde la estupidez de la “tierra arrasada”, que hasta sirvió de tema en un documental, hasta el delirio de que la “deuda sirvió para fugar divisas”. Hablan del lawfare, los presos políticos, o las campañas mediáticas. Todo vale. Todo sirve. Frases y gestos impactantes, que los seguidores adoptan sin medio análisis.
Un gran porcentaje de los que los votaron lo hicieron solo por oponerse a Cambiemos. Prefirieron condenar al país a un nuevo suplicio. Pienso en la gente informada e instruida que eligió este camino, sabiendo que le abría la puerta al regreso de los corruptos más tremendos que tuvimos en los últimos 70 años. El resto de sus votantes son fanáticos ya impermeables a cualquier argumento y evidencia.
De todas maneras, entre tantas cosas buenas del gobierno anterior, hay una que no podrán destruir, y es el haber mostrado que se pueden hacer las cosas bien, sin odios, pensando en el país grande que nos merecemos. Ese ideal quedó trazado. Con el tiempo, que siempre pone las cosas en su lugar, las cosas serán apreciadas en su real dimensión. 

lunes, 20 de enero de 2020

Arreo en la sierra



¡Mañana salimos temprano para aprovechar la fresca! Fue la orden de Rogelio a los tres peones de a caballo, que iban a tratar de encerrar el lote grande de vacas en el cerro Cabeza de Indio, a la vista desde San Manuel.
A las cuatro y media de la mañana ya habían tomado mate y ensillado. Comenzaron a subir la sierra por un sendero que los caballos conocían de sobra. En fila. Despacio. Charlando de esto y de aquello. A las cinco empezó a aclarar, y al rato ya andaban por la meseta plana que coronaba el cerro, y se extendía hasta Licenciado Matienzo, en un interminable revoltijo de plantas espinosas, pajonales, arbolitos de Curro y cardos de todos los tipos y colores.
Cuando llegaron al claro donde se juntaban los animales a tomar agua de un gran manantial, decidieron separarse para ir arreando las vacas con ternero hacia ese mismo lugar, y de ahí empezar a bajarlas por algún caminito. El día pintaba muy caluroso. Ya eran las siete y se sentía.
Manuel Alvarado eligió ir por el faldeo de la sierra que mira hacia San Manuel. Empezó a encontrar las primeras vacas y de a poco las fue llevando hacia el centro, para volver después al faldeo y seguir buscando. Como a las nueve, el sol empezó a pegar fuerte. Manuel se bajó del caballo a orinar y al pisar sintió blandura. No tuvo tiempo de hacer nada. Había caído justo sobre tres víboras Yarará. Una mordió al zaino en una mano y otra enterró los colmillos en el gemelo izquierdo de Manuel. Los dos pegaron un salto. El caballo salió disparado y se perdió entre los matorrales y Manuel, ya lejos de las víboras, tomó conciencia del peligro. Un dolor quemante le subía por la pierna. Gritó y chifló enloquecido, tratando de llamar la atención de sus compañeros, pero nadie lo escuchó. Sudaba fuerte y sentía la pierna dura. El dolor se hizo insoportable y ya no se pudo mover. Se sentó al sol. Ardía. Se tendió en el pajonal temblando y esperando. Y la muerte llegó puntual.
Recién al otro día lo encontraron los perros. Ya todo el cuerpo estaba descompuesto y comido por los zorros y peludos.

Lo que se viene

  Me pasa muy seguido de querer ponerme a escribir notas, artículos técnicos o relatos, tal como hago desde hace muchos años, y encontrarme ...